Prefacio
Sabía que estaba mal, terriblemente mal.
Si alguien nos descubría, yo sería echada a la calle por mi familia y él perdería mucho más que las elecciones para el decanato de la universidad...
No importaba que los años de diferencia entre nosotros podían significar una vida, una familia o un montón de planes. No importaba que me corrieran de la universidad o que él perdiera su renombre.
No importaba nada.
Sólo importaba saber que él deseaba esto tanto como yo. Sólo importaba saber que esas miraditas en clase nos hicieron cómplices, culpables, jueces y verdugos. Todo al mismo tiempo. Sólo importaba verlo aquí, frente a mi, mientras abría los botones de su camisa con inusitada calma mientras me miraba como si fuera una comida deliciosa.
Y yo deseaba que me comiera. La humedad entre mis piernas lo confirmaba.
A mis 23 años y, aunque mi familia no lo creyera, me había acostado con algunos compañeros de la universidad y no me incomodaba la desnudez de los cuerpos. Sin embargo, ningún montón de adultos jóvenes, fiestas de piscina u horas de ginmasio me prepararon para tener que desnudarme frente a él sin sentirme nerviosa por exponer mi propia desnudez.
Cuando su camisa cayó, también cayeron también todos los pretextos que pude haber tenido para irme. Me sorprendió la firmeza de un cuerpo constantemente trabajado en el gimnasio y una erección que suplicaba ser atendida por mis manos.
-Creo que estás muy vestida para mi gusto.- susurró acercándose lentamente a mi y envolviendo tembloroso mi cuerpo entre sus brazos. - No tienes que hacer nada que no quieras, ¿sabes?-
-Es que sí quiero...- dije en un susurro, sintiendo la humedad entre mis muslos.
-¿Entonces por qué estás temblando?- preguntó él, expectante, mientras sus dedos paseaban perezosos por mi pecho.
-Porque llevo demasiado tiempo esperando por ti, Liam. Llevo demasiado tiempo soñando con este momento, deseándote... - contesté, mientras me acercaba a sus labios lentamente.
-Pues ya estamos aquí, ya nada puede detenernos ni separarnos...- dijo él, justo antes de invadir mi boca y darme la mejor experiencia de mi vida.
Abrazados en la oscuridad, los dos nos permitimos creer que realmente todo estaría bien y que no importaría nada de lo que dijeran o hicieran los demás para intentar separarnos.
Que equivocados estábamos.