Capítulo 3

1967 Words
Juan Escudero es un hombre alto, de cabello y ojos negros penetrantes, muy apuesto e inteligente. Trabaja como vendedor de electrodomésticos pero también recluta mujeres en Colombia y México. Desde hace un tiempo viene enamorando a Sofía, una mujer que ha contactado a través de una aplicación de citas por Internet, no tiene escrúpulos y durante los últimos años ha enviado a muchas jóvenes a España utilizando este sistema. Algunas de la edad de su hija. En ese momento se encontraba hablando por celular con Fermín, cabeza principal de la banda de tráfico de mujeres en Toledo, España. ‒Se me hace imposible enviar todo el producto en una semana, en un mes lo puedo conseguir. Sé como es el procedimiento‒ explicaba Alfredo a su jefe intentando transmitirle tranquilidad. Fermín acepta resignado y corta la comunicación. William, observa a Alfredo entrar con paso apresurado a la oficina de la empresa de electrodomésticos. ‒Problemas doc? ‒pregunta William al ver su expresión pensativa. ‒¿Puedes adelantar los pedidos? ‒pregunta Alfredo ignorando la pregunta de William. ‒Doc, usted sabe que con plata todo se puede ‒lo tranquilizó William. ‒Entonces manos a la obra ‒ordena Alfredo. Alfredo le entrega un fajo de billetes a William. ‒Este dinero es sagrado. Si todo sale bien, lo vamos a multiplicar ‒aseguró Alfredo. ‒Quédese tranquilo, doc. Pondré a trabajar a toda la gente, nos encargaremos de todo ‒le aseguró William intentando calmar a su jefe. ‒¿Y qué hay de la importación? ‒quiso saber William. ‒Yo me encargaré del tema. Ahora váyase ‒le dijo Alfredo mirándolo fijamente. Alfredo regresa a su escritorio, se sienta frente a su computadora, ingresa al Messenger, escribe su contraseña y envía un mensaje a Sofía ALove MI AMOR, NO TE IMAGINAS LA FALTA QUE ME HACES, SOLO QUERÍA DECIRTE QUE TE AMO. UN BESO. Luego pulsa ENVIAR Sofía se encontraba trabajando en el negocio junto con su madre cuando de pronto sonó su celular. Con un gesto apresurado lo tomó, miró el mensaje de Alfredo y justo en ese instante apareció Simón, su hermano. Sofía guardó su celular en el bolsillo de su saco. ‒¿Qué estás haciendo? ‒quiso saber él mirándola con curiosidad. ‒Nada, estoy esperando que venga alguien ‒contestó rápidamente ella, tratando de disimular sus nervios. ‒Recoge tus cosas que nos vamos ‒ordenó él. ‒Es que hoy no me siento bien, ¿Y si mejor no vamos? ‒pide Sofía juntando sus manos en un gesto implorante. ‒Tenemos que ir, no me vengas otra vez con la misma discusión ‒replica Simón impaciente. ‒¿Podríamos no ir? ‒interviene su madre. con un día que no vaya, no creo que pase nada‒. ‒Mamá, tenemos un compromiso con Gregorio y debemos cumplirlo. ‒Tenemos que poner todo de nuestra parte, ¿entendido? ‒dice Simón impaciente. Las mujeres asintieron resignadas. Aquel día, Belén se despierta temprano y al llegar a la sala se encuentra con su amiga Jessica quien está acostada en el sillón de la casa pero se incorpora rápidamente al ver a su amiga. ‒Yo me tengo que ir ‒dice Belén ‒puedes quedarte a dormir aquí ‒le dijo. ‒¿Puedo? ‒preguntó su amiga cohibida ‒Claro, yo debo irme ya que Vanessa debe estar hecha una furia porque estoy llegando tarde a la peluquería ‒se disculpó Belén. Jessica le entrega un fajo de billetes como muestra de agradecimiento por haberla dejado quedarse en su casa. Belén le agradeció pero le dijo que no era necesario. En ese instante, tocan la puerta: es Juan, novio de Belén. Hacía tres meses que se conocían. Belén se despide rápidamente de su amiga y sale de su casa acompañada de Juan. ‒¿Jessica sigue trabajando en la venta de café? ‒quiso saber él. ‒Sí, le está yendo muy bien, hasta me dio plata ‒contestó Belén. ‒No me gusta que te den plata. Un amigo me contó que vio a Jessica en otro trabajo que no tiene nada que ver con la venta de café en la calle ‒dice él. ‒Ahora vas a creer todo lo que dicen tus amigos? ‒dice ella con un tono un tanto sarcástico y se besan. Al verlos llegar tan acaramelados, Vanessa sale de la peluquería hecha una furia. ‒¿Se puede saber qué son estos espectáculos, señorita? ‒preguntó Vanessa. Belén se despide rápidamente de su novio con un beso. ‒Es mi novio Vane ‒explica Belén con una sonrisa de disculpa tratando de apaciguar la reacción de Vanessa. ‒¿Por qué llegó tan tarde? ¿Es que se estaba revolcando con ese muchachito? ‒preguntó Vanessa en tono sarcástico. ‒¡Claro que no! ‒responde molesta Olivia. ‒Ese muchacho es un albañil. Tu mamá se codea con la alta sociedad en España ‒le cuenta Vanessa. ‒¿Por qué odias tanto a mi novio? ‒preguntó Belén. ‒No me importa él sino tú. Mírate, con tu porte y belleza puedes tener al hombre europeo que desees ‒le dice Vanessa. ‒Las cosas que dices ‒se sonroja Belén. ‒Es verdad lo que te estoy diciendo, yo estuve en Europa y sé exactamente el tipo de mujeres que les gustan a los europeos. Y las mujeres como tú los enloquecen. Tu mamá está con un banquero ‒relata Vanessa. ‒¿Cómo lo sabes? ¿Hablaste con ella? ‒preguntó Belén desconfiando del relato de Vanessa. ‒Con ella no pero sí con el hombre que la conoce y me cuenta que ella se está codeando con banqueros, o sea, plata por montón. Nada de obreros ‒responde Vanessa. ‒Sí eso es lo que quieres en la vida, debes dejar de revolcarte con ese obrero‒ le dice Vanessa. ‒Ni que fuera una de esas mujeres. ¡No me hables así!―pidió Belén ofendida. ‒Yo también tuve tus años y sé qué es lo que buscan los hombres como él. Ya te acostaste con él? ‒preguntó Vanessa preocupada. ‒Claro que no ‒responde Belén ofendida. ‒Mejor que no lo hagas. Si quieres hacerte respetar, debes cuidar muy bien de ese tesoro que es sagrado, ¿Me entiendes? ‒preguntó Vanessa en voz baja para que nadie la escuche. ‒Es muy bonito todo lo que decís pero hombres así solo existen en los cuentos ‒dice Belén resignada. -Pero sí existen en España ‒dice Vanessa con énfasis en su voz. ‒¿Qué vas a hacer? ¿Te vas o no? ‒pregunta Vanessa impaciente. ‒¿Tienes apuro para que me vaya? Hace tres meses que estoy aquí trabajando ‒protesta Belén molesta. ‒A ver Belén, quiero lo mejor para vos. ¿Me entendés? ‒dice Vanessa. Belén la mira sin responder. Entretanto, Sofía y su madre entran en el consultorio del médico para la revisión de Sofía. Al salir del consultorio, Sofía le pregunta furiosa a su hermano: ‒¿Cómo se te ocurre pedirle al doctor que me revise a ver si tengo un dispositivo?‒ ‒No tuve nada que ver, fue tu mamá… ‒respondió él alzando las manos impotente. ‒No seas mentiroso, mamá no tiene nada que ver. Jamás pediría semejante cosa ‒dice ella. ‒Está bien, fui yo, perdóname ‒reconoció su hermano apenado. Estoy cansado de vivir en esta miseria ‒intenta disculparse. Intenta abrazarla pero ella le quita el brazo de su hombro enojada. ‒Eres mi hermano Simón, ¿Cómo puedes desconfiar de mí? ‒soltó ella enojada. ‒Cuando te conseguí esta oportunidad de trabajar como asistente de Gregorio, tuvimos un trato y lo aceptaste ‒le recordó él. ‒Pero me equivoqué Simón, me creí el cuento del hombre caballeroso del que me iba a enamorar pero no siento nada de cariño ‒reconoció ella con un dejo de tristeza. ‒Pero vives en una mansión, un coche para ti solita, puedes trabajar. Eres la envidia de todas las mujeres de esta ciudad ‒dice Simón sin entender a su hermana. ‒Debes darle un hijo sino el viejo se pondrá quisquilloso y nos echará a la calle. Hazlo por tu madre ‒pidió su hermano tratando de que su hermana comprenda su situación. Roberto, se encontraba mirando con interés las fotos que Jessica le dio a su hija mientras tomaba un vaso de cerveza. En ese momento, Belén entra en la casa. ‒¿Ahora traes la borrachera a casa? ‒le espetó ella de mal humor. ‒¿Cómo te fue en el colegio? ‒preguntó su padre. ‒Si te interesará algo de mi vida, dejarías de tomar hasta la medianoche ‒dice ella enojada. ‒¿De quién son estas fotos? ‒preguntó él mostrándole las fotos de Jessica. ‒Son de Kelly, una amiga de Jessica ‒responde Olivia. Jessica me las trajo. ‒No quiero molestar con ese tema pero esa chica Jessica… ‒comenzó su padre tanteando las palabras. ‒¡Ay no empieces otra vez papá! ‒lo interrumpió ella. ‒No te metas, es la mejor amiga que tengo y la única persona que se preocupa más que vos ‒replica ella molesta. ‒Yo también me preocupo. Sólo que no quiero que te vayas a estrellar en la vida, nada más ‒ le dice él intentando calmarla. ‒Podes ser muy policía y todo pero no ves más allá de tus narices ‒espetó ella enojada. ‒¿Qué es lo que no veo? ‒quiso saber su padre. ‒¿Te das cuenta de dónde vivimos? Preguntó Belén abarcando la casa con sus brazos. Eres un perdedor ‒se lamenta ella. -Te prohíbo que me hables así Olivia. ‒No sabes lo que pasó en realidad ‒dice el padre. ‒Puede que no sepa pero estoy segura que mi madre tuvo sueños que no pudiste cumplirle, por eso ella se fue y ahora no estoy con mi madre ‒solloza Olivia. ‒Es tu culpa, nunca te lo perdonaré papá ‒dice ella sollozando mientras se dirige corriendo a su habitación. Aquella noche, luego de cenar, Gregorio se encontraba recostado en la cama de la habitación mientras esperaba que Sofía saliera del baño. ‒¿Ya estás lista? ‒pregunta él. ‒Ya estoy lista Gregorio ‒responde tímidamente Sofía mientras abría la puerta del cuarto de baño sonriendo tímidamente. Se acercó lentamente hasta Gregorio. Se encontraba vestida solo con un conjunto de ropa interior fina de encaje color coral. Él se levantó de la cama mirándola deslumbrado por el cuerpo perfecto de su mujer. ‒Gregorio? ¿Sólo Gregorio? ‒preguntó él sorprendido. ‒¿Mi… amor? ‒se corrigió ella con una sonrisa tímida. Se abrazan. De repente el celular de Sofía comienza a vibrar repetidas veces. Ella gira la cabeza en dirección a la mesa de noche donde se encontraba su móvil: un mensaje de Alfredo pero no lo toma para no despertar las sospechas de Gregorio. ‒¿Cuándo llegará el día que me dirás mi amor sin que te lo pida? ‒preguntó él curioso. Sofía sólo se limitó a sonreír sin articular palabra alguna. El móvil de Sofía continúa vibrando, ella se vuelve a mirar su celular inquieta tratando de simular los nervios mientras su esposo la abraza y besa apasionadamente. ‒¿Te gustó? ‒preguntó él cariñosamente. ‒Sí, mi amor ‒responde Sofía volviendo su mirada hacia él mientras intenta estirar un brazo para tomar el móvil pero su marido se lo impide abrazándola. Ella se deja abrazar resignada.
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