Como en un laberinto
Elena pensó en salir y comprar un camisón que le había gustado mucho en la tienda donde compró los jeans que llevaba puestos. Salió de su habitación con la intención de caminar hasta la tienda que estaba muy cerca.
Al pasar por una vitrina miró un hermoso bolso y entró a comprarlo. Luego se fue a la tienda a comprar el camisón y volver a tiempo para entregarle a su primo la maleta del desconocido.
Entrando al hotel un hombre bajaba de un taxi, Elena paso a su lado sin determinarlo. Pero al hombre le llamó la atención el aroma del perfume de la mujer. La siguió, pero dos turistas se interpusieron en su camino y la mujer que seguía desapareció de su vista. Espero por unos minutos para ver si podía verla denuevo, pero por más que la buscaba con la mirada no lograba verla por ninguna parte.
Elena sin saber que la buscaban, dejó sus bolsas en la habitación, para luego ir por una bebida al restaurante.
Paso al lado de un hombre que al igual que ella entraba al restaurante.
Con lo despistada que ella era no notó que el hombre la había mirado. Se fue sin darse cuenta que la siguió por unos minutos, tratando de alcanzarla.
¡Peter! -- Alguien lo tomaba del brazo por sorpresa -- ¡Morís! -- ¡Que gusto verte! -- Respondió y con un abrazo se saludaron como dos buenos amigos.
¡Tenía muchas ganas de verte! -- Espero que te quedes por unos días. Así podrás conocer a mi pequeño retoño. Tal como lo predijiste ¡es un varón!
¿Y le pusiste el nombre de tu padre? -- Le preguntó Peter -- ¡No! -- En eso si fallaste, le puse el nombre de mi suegro, ¡André!
Jajaja -- ¡Me alegra! porque a tu esposa no le gustaba el de tu padre.
--¡No lo digas tan alto! -- Que papá lee los labios -- Le dijo Morís en son de broma
De pronto el mismo perfume volvía a su nariz. Lo tenía grabado en su memoria. No solo porque le había gustado mucho, sino porque estaba casi seguro de que le pertenecía a la bella trigueña que acababa de ver.
Y si ella tenía su maleta debía hablarle y devolverle también la suya.
¡¿Pasa algo?! -- Le preguntó Morís al observar que buscaba con la mirada a alguien, o algo..
¡No! -- Me pareció ver a un conocido pasar; ¡pero me equivoqué! -- No pensaba contarle nunca lo de su maleta. Era muy vergonzoso para él. Además él nunca había sido un despistado y que eso le pasara, lo apenada demasiado y lo hacía enojar.
Se fue con Morís a la mesa y después de saludar a Arturo el padre de Morís y de almorzar juntos firmaron el contrato sin ningun problema.
Tu padre debe estar muy orgulloso de ti. ¡Eres un gran negociante! -- Podrías convencer a cualquiera y lograr que firmara lo que quisieras -- Me gusta tu trato Peter y tu forma de negociar. ¡Un hombre como tú nos ayudaría mucho con los árabes! -- ¿No lo crees Morís?
¡Tienes razón papá! -- Peter tiene mucho talento para los negocios. Siempre le he dicho que desperdicia su talento en los negocios de su padre. Él podría brillar con luz propia donde quisiera.
¡Gracias de verdad! -- ¡A los dos! -- Les dijo Peter
No tienes porqué muchacho -- ¡Me agradas! -- Le dijo Arturo
Morís recordó que Elena lo estaba esperando y se disculpó un momento para ir a la recepción.
Se encontró con ella y le dijo que lo esperara unos minutos más. Porque aún no había terminado su almuerzo con el hijo del socio de su padre.
-- No te preocupes Morís -- ¡Aquí te espero! -- Le contestó Elena
Morís volvió a la mesa y diez minutos después Peter se despedía de ellos para irse al departamento y enviarle a su padre los documentos firmados del contrato por fax, de una vez esa tarde.
Decidió pasar primero por recepción y dejarle una nota a Morís para que se vieran luego y así poder conocer a su pequeño André.
De nuevo el perfume aparecía y mirando a todos lados la vio. La misma trigueña que hacía unas horas había visto y llevaba con ella su maleta. ¡Era un hecho! Ella era la mujer que tenía su maleta. Podia reconocerla por el olor de su perfume y porque estaba seguro que esa era su maleta.
Trató de alcanzarla mientras ella caminaba hacía la salida. Pero dos ancianos que entraban al hotel chocaron con él -- ¡Disculpe joven! -- ¡No era nuestra intención! -- Le dijeron muy apenados -- ¡No se preocupen! - Les respondió Peter muy amable -- Al levantar la mirada la bella trigueña había desaparecido y su maleta también.
Esa tarde los papeles del contrato firmados por Arturo llegaron por fax a la oficina de su padre. Pero Peter decidió quedarse unos días y poder reunirse con Morís y conocer a su hijo y saludar de nuevo a Diana, amiga suya desde la infancia. Él se la había presentado a Morís y hoy era su esposa y madre de su pequeño hijo.
Elena le dió la maleta a Morís en la entrada del hotel y después se fue por sus cosas para irse con el esposo de su tía, Arturo Rivero.
Al llegar a la casa de su tía la recibió con un gran abrazo y con una deliciosa comida como la que a Elena le gustaba, después charlaron amenamente hasta la noche
Pasada la cena llegó Morís con una invitación para Elena.
Quiero que conozcas a mi pequeño André. ¡Mañana! -- ¿Que te parece? -- Le preguntó
¡Por supuesto! -- A eso vine también - Le respondió Elena -- Entonces mañana te esperamos a almorzar. ¡Una cosa más Elena!
-- Sí ..
Un amigo mío está invitado también. Él vino por viaje de negocios y se quedará solo por un par de días. Así que aproveche para invitarlo mañana ¿No te importa?
¡En lo absoluto! -- Respondió Elena -- ¡Está hecho! -- Mañana vendré por ti a eso de las once -- ¡Perfecto! -- Le respondió Elena con su acostumbrada actitud de niña.
Esa noche durmió tan tranquila que no sintio la noche. Se levantó y tomó la Biblia que su tía le había dejado al lado de su cama. Le recordaba tanto a su abuelo.
Leyó: "El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamas se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades" Lamentaciones 3: 22-23
Señor acuerdate de mí y ayúdame a encontrar mi maleta -- Su pequeña oración era el deseo de su alma de volver a encontrar la Biblia que le pertenecía a su abuelo y que él le regaló antes de morir y su amado diario donde guardaba sus más intimos pensamientos.
Peter llegó a la casa de Morís a eso de las once de la mañana y al entrar vio en el pasillo de la sala su maleta.
Estaba seguro de que era la suya. Saludó a Diana y aprovechando de que Morís se había ido y Diana estaba terminando el almuerzo abrió su maleta. Todo estaba ahí. Nada hacía falta. Busco ansioso el cuaderno donde anotó sus más locas ideas y sus más íntimos pensamientos y estaba en el mismo lugar dónde él lo puso.
¿Como llegó mi maleta aquí? -- Dijo en voz alta
¡¿Es tu maleta?! - - Le preguntó Diana asombrada -- Sí, y no me preguntes como la perdí -- Sólo te diré que yo tengo la de la mujer que tomó la mía.
¿Tienes la de Elena? --Preguntó Diana
¡Así se llama la trigueña! -- Afirmó al oir el nombre
¡¿La conoces ?! -- Diana quería saberlo todo, de pronto dijo: ¡Aaash el almuerzo! -- ¡Lo olvidé! -- Dijo al oler que algo se quemaba y se marchaba a prisa a la cocina
¡Diana espera! -- Voy a llevarme mi maleta al departamento y volveré con la maleta de Elena -- ¡No le digas nada! -- ¡Ya vuelvo! Prometo volver pronto no le digas que tengo su maleta. ¡Prometelo!
Esta bien, ¡Lo prometo! -- Le dijo Diana
Peter llamó un taxi y al llegar subió su maleta y justo antes de subir Peter al taxi llegó Morís en su auto con Elena.
¡¿Te vas?! -- Preguntó Morís alarmado
¡No te preocupes amor ya vuelve! -- Solo olvidó algo importante en el departamento -- Le dijo Diana abrazando a Morís
Hola Elena, ¡Que gusto verte! -- La saludó Diana dándole un beso en la mejilla.
Elena se sintió confundida -- ¿Sería por su culpa que se iba el amigo de Morís?
Entendiendo por su gesto lo qué podía estar pensando Elena. Peter le dijo al taxista que lo esperara un momento y acercandose a Elena le dijo: Perdón por marcharme así, pero hay algo importante que debo hacer. Pero antes me presentaré: Peter Makcartur. ¡Es un placer Elena!
Los ojos verdes de Elena se abrieron de la sorpresa y eso le permitió a Peter comprender que ella sabía el nombre del dueño de la maleta y de que él era quién tenía la suya.