—¿Quieres quedarte conmigo? —preguntó Antuán, escuchando lo nerviosa que se encontraba la mujer al otro lado del teléfono—. Si gustas, puedes venirte a quedar a mi casa.
—No, no quiero molestar —dijo Berenice mal controlando sus ganas de llorar—, creo que no debí llamarte.
—Claro que debiste llamarme —aseguró él—, y, sabes qué, no tienes que venir a pasar la noche conmigo, iré a pasar la noche contigo para que te sientas más segura. Me imagino que tu casa te servirá más que la mía para tranquilizarte. Salgo inmediatamente para allá.
Escuchando el sonido de la llamada terminada, pero con la certeza de que ese hombre estaría con ella algunos minutos después, pudo sentirse un poco, pero solo un poco mejor.
En el jardín de niños habían realizado un campamento, y sus hijos habían insisti
