Calentándome

1583 Words
Se tensionó por esto, pero su cara no pudo retroceder o esquivarme, una de mis manos estaba apoyada en su nuca y lo que comenzó con un piquito en “in crescendo” hizo que dejara su tensión de lado y se entregara al beso. Yo tenía que agachar mi cabeza para besarla y ella, dejando todo tipo de tensión de lado, se abrazó a mi cuello con ambas manos y dio un pequeño salto para cruzarme la cintura con sus dos piernas. “Hola Alejandro, yo me llamo Yesica y creo que tendremos que dejar la copa para después”, —acotó prendiéndose con ganas a mis labios—. Le costó poco tomar la decisión y eso me gustó, del mismo modo en que me gustaron sus besos, sus labios llenos y su lengua que sabía cómo moverse. Para mejor, mis manos pasaron por debajo de la pollera se aferraron a las nalgas turgentes y desnudas, sólo tapadas por el filo hilo de la tanga. Desde lo que podríamos llamar living hasta la cama fue como si me moviera con una pluma que me estaba besando. Me dejé caer de costado para que no se hiciera mal en los pies y fue ahí cuando se desprendió de mi boca, “porfi, porfi, dejame desnudarte a mí, mi ex nunca me dejo, se iba al baño y volvía desnudo porque la tenía normalita y le daba “cosa” que lo viera”, —me dijo como si fuera una nena—. Cada loca con su tema y me paré al costado de la cama para que me desnudara. Se puso rápido a la tarea aflojándome el cinturón del pantalón mientras ella se ocupaba del cierre y de acariciarme el bulto. “Olvidate Alejandro de una buena mamada”, pensé para mí y escuché el, “¡por Dios, ¿qué es esto?!”, cuando bajó el bóxer y mi v***a casi le pega en la cara. Se había sacado la remera y, por la posición no le podía ver las tetas, tampoco se las vi cuando se llevó las manos a los ojos diciendo que no sabía si la podía aguantar y se las tapó con los brazos. No la quise dejar que siguiera con las ñañas ni pelotudeces que esgrimían muchas cuando me veían la pija y la apoyé de espaldas a la cama para meter mi cara entre sus piernas. Le levanté la pollera y le corrí la tanga para encontrarme con unos labios gordezuelos cerrados y tentadores, que parecían llamarme. Toda la elasticidad y los movimientos de soltura habían desaparecido cuando tuvo mi v***a frente a sus ojos e imaginé que tendría que ablandarla nuevamente haciéndola desesperar en base a lengua. Mis pulgares abrieron sus labios íntimos y mi lengua los recorrió a lo largo bebiendo de sus jugos que comenzaban a aparecer. Eso sólo bastó para que desapareciera cualquier vestigio de tensión, el gemido fue largo, tembló como con escalofríos y tuve que afirmarme con las dos manos en sus nalgas para poder mantenerla, más o menos firme. De ese modo tuve acceso al agujerito de su “chiquito” y la “petisa” se enloqueció, gemía casi gritando, elevaba sus caderas y golpeaba las sábanas con sus puños cuando pasaba la lengua por la punta de su clítoris sobresalido después de haber partido desde su culito y pasado por sus labios mojados. Se movió más y tuvo temblores y contracciones producidos por un buen orgasmo cuando absorbí su clítoris y uno de mis pulgares se perdió en su culito semi dilatado a voluntad. “Cogeme, cogeme, pero no la voy a aguantar, es muy grande para mí”, —decía urgiéndome para que la penetrara—. Me tomé mi tiempo y le saqué la pollera tratándola con delicadeza, luego hice lo mismo con la tanga y la acomodé sobre las almohadas para poder levantar sus piernas y penetrarla mientras yo estaba de rodilla frente a sus agujeros. Apoyé el glande en su v****a empapada, la miré a los ojos que parecían desencajados, apreté sus pezones chiquitos pero durísimos y comencé a entrar despacio. No gritaba, no gemía ni se quejaba, pero mantenía los ojos muy abiertos, lo mismo era con su boca. Yo sentía en mi tronco como se abría el interior estrecho de su v****a permitiendo el paso del ariete, toda mi pija parecía latir en su estrechez y a Yesica se le llenaron los ojos de lágrimas cuando me apretó el brazo con la mano pidiendo con eso que parara. “Seguí, seguí”, —pidió luego de unos segundos y ya no fui tan despacio—. Lo que quedaba entró de un caderazo y el “ayyyyyyy” se hizo sentir, aunque de inmediato comenzó a moverse tratando de darle un ritmo determinado a la cogida. Como casi nunca me pasaba, se la “comió” toda sin que tuviera que chocar en su interior y eso me convenía para el ritmo que pronto implementé. Le di con ganas a las entradas y salidas y la “petisa” respondió con temblores y orgasmos repetitivos y como seriados, no terminaba uno y comenzaba otro. Me llevó un rato largo eso de hacerla disfrutar mientras le daba “bomba” y apretaba sus tetas, duras, paradas, sin areolas y con los pezones como piedras, desproporcionadas para su torso, pero especiales para mis palmas grandes. Ella se desesperaba con un orgasmo que parecía que la iba a hacer estallar y la saqué para probar en su culito. Sintió la penetración y se quejó con varios quejidos diciendo que se lo había roto, pero, su interior más suave se abrió sin mayor problema, fue como si me tragara y me saqué las ganas de “hacerle la cola” a gusto. “Rompeme el culo como perra”, —pedía casi sollozando y la hice girar como si fuera un papelito—. En cuatro fue un escándalo, no hubo ningún tipo de contemplación, gritaba, gemía, se quejaba, movía sus caderas como si fueran independientes de su cuerpo y me apretaba la v***a con orgasmos que la asaltaban como con espasmos. “Dame tu leche, no aguanto más”, —pidió con un hilo de voz y le llené las tripas—. Eso me pasaba siempre, aguantar podía aguantar a gusto y voluntad, pero acababa como un surtidor y parecía que me echaba tres “polvos” en uno. La “petisa” no podía parar de temblar, el abundante líquido caliente en su interior la desquició, se dejó caer llevándome con ella y la penetración brusca y profunda, la llevó a gritar como descocida, tuvo una buena reacción porque lo hizo sobre las almohadas y eso evitó que vinieran los bomberos. “No te salgas, no te salgas que me arrancás las tripas”, —acotó enseguida levantando un poco la voz—. No lo haría ni loco, me apretaba de tal manera que me la arrancaría y esperé a “desinflarme” y a que ella dejara de contraerse. Cuando salí tratamos de recomponernos y me habló mostrando una enorme sonrisa y rasgos de satisfacción: - ¡Qué tremenda cogida que me diste!, sabía que podía estar buena, pero me mataste, la cola me quedó destruida, todavía la siento adentro, jajaja. - Sin embargo, tu culito pareció ser muy pedigüeño, eso lo noté muy claro. - El anal me encanta y practico en casa con un consolador, pero lo tuyo son palabras mayores, jajaja, si se entera mi hermana. - ¿Qué sucede con tu hermana? - Le encanta el anal, pero el marido la tiene chiquita y tiene que hacerle el culo con un consolador un poco más grande, es la única manera en que goce un poco más. - ¿Tan viciosa es? - No sé si es viciosa, sólo tiene orgasmos si le “hacen la cola” y te aseguro que tiene una cola de ensueño, ella es un poco más alta que yo, blanca de piel, pero tiene un culito mejor armado y parado, similar a los de las negras, hasta a mí me gusta. - Para mí sería un sueño hecho realidad, esos culitos me encantan, me pasaría horas entrando y saliendo de allí. - Jajaja, ya me di cuenta que te gustan los culitos y tenés un aguante fenomenal, a mí me encantaría hacer un trío con ella y chuparla toda mientras tiene el culo perforado, pero, no sé si se animaría. - Probala, tratá de hacerle la cabeza con la v***a que se “comió” tu culo, contale como gozaste, agrandá el relato, no le hables de una relación lésbica, que se dé mientras estemos “atareados” y en una de esas “pica”, si te va, tenés mi número de teléfono y me podés avisar, es sin compromiso y soy muy discreto. - Lo de discreto ya lo sé, por eso me animé a hablarte, hay una en el gimnasio que se cansó de alabarte y muere porque la cojas de nuevo, pero nunca te vi ni te escuché decir nada de ella. - Ni idea de quien hablás y si lo supiera, tampoco sé, jajaja. Me parece de pendejo idiota eso de andar contando intimidades. - Al final no tomamos la copa, mejor vamos a bañarnos porque esta charla me está calentando de nuevo.
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