Capítulo 18: La Resurrección de Luna

1598 Words
3 Semanas Después Por primera vez en mucho tiempo, sentí una paz que no era artificial. La sesión había terminado y me sentía un poco más liviana. Habíamos hablado de todo, y la doctora me había ayudado a procesar el trauma que me dejó la violación, ese dolor que me había perseguido desde mi despertar. —Gracias, de verdad, por todo, Karla —le dije, la sinceridad en mi voz. —No hay de qué, Alaia —respondió la doctora con una cálida sonrisa—. Es un privilegio ayudarte. Recuerda que la puerta de mi consultorio siempre estará abierta. Asentí con una sonrisa. Había sanado una parte de mí, pero aún quedaba mucho por recorrer. Me despedí, tomé mis cosas y salí al estacionamiento. El sol de la tarde me dio de lleno en la cara, pero no me sentí a gusto. Mi instinto, esa voz interior que había aprendido a escuchar, me decía que algo no andaba bien. Me subí a mi carro, pero antes de encenderlo, mis ojos se posaron en el retrovisor. Un vehículo n***o, estacionado a unos metros, se movió discretamente. Lo supe. Me estaban siguiendo. La rabia me subió por el estómago y la cicatriz en mi corazón volvió a latir con fuerza. Ya no era la joven asustada que se había despertado en un yate. Ahora era la sombra, era la guerrera, era una versión más fuerte de mí misma. Encendí el motor, salí del estacionamiento y manejé por las calles, haciendo maniobras bruscas que revelaron mi habilidad. El vehículo me siguió sin titubear. En un semáforo en rojo, me detuve. El coche se estacionó detrás de mí. Sin pensarlo dos veces, saqué mi pistola de la guantera. Salí del carro de golpe y me di la vuelta, apuntando. El guardia del asiento del pasajero apenas tuvo tiempo de reaccionar. El disparo resonó en el aire, y el hombre soltó un grito sordo. El proyectil se había incrustado en su hombro. El conductor me miró con los ojos como platos, en shock. —Le advertí a papá que no me mandara a seguir porque los iba a matar —siseé, mi voz firme y gélida—. ¿Definitivamente le gusta que les dispare, verdad? Sin esperar una respuesta, me monté de nuevo en mi carro y tomé rumbo a la mansión. No había miedo en mi corazón, solo furia. Al llegar, las puertas del garaje se abrieron y se cerraron detrás de mí. El silencio de la mansión era palpable, pesado. Entré en la sala y me encontré con mi padre, quien al parecer me estaba esperando, con el ceño fruncido. —¿Por qué le disparaste al guardia? —demandó, su voz llena de frustración. Me crucé de brazos, mi mirada de acero. —Te advertí que no me mandaras a seguir porque hombre que descubriera, hombre al que le voy a disparar. Tú y yo tuvimos esa conversación. No juegues con mi paciencia. —Te dije claramente que no salieras porque te ponías en riesgo —replicó dando un paso hacia mí. —A mí me joden una sola vez —contesté, mi voz un eco frío de mi alma guerrera—. De allí, hasta el diablo me tiene miedo. Isidro se detuvo en seco, y una sonrisa se formó en sus labios, una risa silenciosa que demostraba orgullo y fascinación. Me miró como si fuera una obra de arte, una pieza maestra de su propia creación. —Tenemos que hablar, Isidro —dije, mi voz volviendo a ser un hilo de hielo—. Y esta vez no voy a esperar. Quiero las pruebas que me prometiste en el yate. Y las quiero ahora. —Pensé que con el examen de ADN era suficiente prueba —dijo mi padre. —No, señor, usted me dijo que me iba a dar pruebas de todo. Ya ha pasado un mes y no veo las dichosas pruebas. —Ese carácter tuyo me va a volver loco. —Lástima para ti, te toca discutir con una versión tuya multiplicada por mil, Isidro. Ahora, las pruebas. No pienso esperar más —sentencié, mis ojos retando a los suyos. Miré cómo soltó un suspiro. —Sígueme a la oficina, te voy a dar tus benditas pruebas, pero por favor, ya deja de dispararles. Me vas a dejar sin guardias. Yo rodé los ojos antes de seguirlo por los pasillos. —Ya te dije que no me sigan, y por lo menos si lo van a hacer que disimulen. ¿Cómo es posible que quieras que esos ineptos me protejan, por amor de Dios? No sirven para nada. —Ya te dije que no voy a negociar a tus escoltas, Alaia —sentenció abriendo la puerta de la oficina. Me hizo un gesto para que entrara, cerró la puerta y se dirigió a lo que parecía ser una caja fuerte. Me acerqué y miré con disimulo la contraseña, memorizándola. —Entonces, prepárate para que te sigan llegando baleados. A la próxima te juro que el tiro va a la cabeza. Ya ves que nunca fallo —dije encogiéndome de hombros, disimulando que había visto la clave. Tomé asiento frente al escritorio de él, donde puso frente a mí tres carpetas. —Allí están. Tu partida de nacimiento y tu partida de defunción. Están los testimonios firmados de las enfermeras, primero las que te declararon muerta, y luego las que dejaron claro que fuiste robada. Está la investigación que realizamos con el detective que contratamos para buscarte. Está el informe del hospital donde llegaste, tus fotos, y luego el seguimiento que te dimos los días posteriores antes de traerte al yate. Mientras él hablaba, yo revisaba todo con frialdad, constatando cada una de las cosas que me estaba diciendo. Mantuve mi rostro sin expresión, firme, relajada, pero siempre alerta. Él no debía saber si me afectaba, si le creía o no. Levanté una de mis cejas cuando leí mi nombre completo. —¿Alaia Rubí? —pregunté sin mirarlo. —Tu segundo nombre hace honor al color de tu cabello —dijo. Yo levanté la mirada para verlo fijamente. Me estaba analizando, lo sabía. —Entiendo. Estos documentos se quedan conmigo, necesito leerlos con calma —me puse de pie antes de tomar las carpetas. —Hija, ¿cómo sigues con lo del trauma de la violación? —preguntó. Yo solo me encogí de hombros, sabía que decía eso para ponerme a prueba. —Completamente superado. No te sorprendas que en vez de dispararle a tus guardias, me los empiece a comer —levanté una de mis cejas con una sonrisa traviesa. Vi cómo se sorprendió; lo sabía, no se esperaba esa respuesta. —Alaia, eso no lo puedes hacer. —Si tanto me investigaste, entonces sabes que a Luna le gusta dar y recibir placer. No sé qué te sorprende, Isidro. Tienes a una diabla que controla a los hombres a su antojo. Que los atributos que me heredaron sirvan de algo, ¿no? Él me dio una mirada, antes de sonreír. —Tienes toda la razón. Una mujer es un arma peligrosa, más si es tan bella como tú, hija. —Exacto, padre. Muevo montañas, controlo a los hombres, es muy... —hice una pequeña pausa antes de darle una mirada y mojar mis labios—. ...conveniente —terminé en un susurro antes de dar la vuelta y salir de la oficina. Tomé rumbo hacia mi habitación. Era arriesgado lo que había hecho, pero sabía que me iba a funcionar. Sus expresiones lo delataron, y eso, eso que dije es una invitación a que me deje conocer más sobre el negocio. Sé perfectamente que me ha estado poniendo a prueba estas semanas, y yo sé perfectamente que estoy ganando terreno. Si mi padre ve que me puede usar a su favor, me va a empezar a incluir, yo lo sé, él es así. Me he dado cuenta que es lo mismo que hace con Valentina, o por lo menos es lo que sospecho. Entré a mi habitación y le puse el seguro a la puerta, dejé los papeles en el escritorio, tomé papel y lápiz y escribí la clave de la caja fuerte en un código que solo yo entendería. Esto por si se me olvida. En estos días he escuchado varias conversaciones. Lo peor de todo, tratan de hablar en clave. Lo divertido es que yo los entiendo. Han hablado de cargamentos, mercancía, cuentas, transacciones, han mencionado un almacén. También han dicho: "encárgate del problema", cosas que me han dejado pensando. Valentina se alejó un poco de mí luego de que le hice esa pregunta. Al parecer hay algo detrás que no me quiere decir, aunque mis padres dicen que solo está ocupada con el negocio familiar. No he preguntado más sobre el tema, sé que no me van a responder de igual forma. Mi táctica es, fingir que estoy con ellos, que ya acepté mi vida nueva, hacerles creer que tienen el control sobre mí y sobre lo que yo tengo o no que saber. Lo que no saben es que yo sigo buscando la manera de averiguar más cosas, porque si de algo estoy segura, y ya no tengo dudas de eso, es que el misterioso negocio familiar no es nada bueno, aun no sé en qué sentido. Si hay algo de lo que estoy segura, es que a partir de hoy, saldrá Luna, a seducir a quien se me cruce en mi camino con tal de conseguir mi objetivo: descubrir los misterios que rodean a mi familia.
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