Capítulo 23. En las puertas del silencio... ¿o no? Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Sebastián ajustaba los puños de su uniforme de gala. El corazón le latía con fuerza. No era parte de ningún plan, no tenía certezas, solo un presentimiento que le carcomía el pecho desde la noche anterior. No podía quedarse en casa. No después de todo lo que sabía, de todo lo que sentía. Y aunque ella lo había echado el día anterior, aunque no creyó en él, o quizás fingió no creer, Sebastián se vistió con su uniforme porque era lo único que podía ofrecerle... su verdad, su integridad y su amor. Se había dado cuenta de que esa presión en el pecho, ese sentimiento de necesidad, de preocupación no era otra cosa que amor. -- Me he enamorado de ti Paulina, y no pienso dejarte ir – susurró. -- A

