Capítulo 34. Las ruinas que dejó la novia fugitiva. A las 11:30 de la noche, Paulina estaba lista. Llevaba puesto un vestido de color ne gro ceñido al cuerpo, tacones muy altos que además de estilizarla la hacían ver más alta de lo normal, nunca los había usado cuando estaba con Antonio, porque a él no le gustaba que ella se viera del mismo tamaño que él. Su cabello lo llevaba suelto con ondas suaves y sus labios a pedido de Katia los pinto de un color rojo sangre. En la mano, la pequeña tarjeta de color plateada que le ardía entre los dedos. Salió de la suite, ya no quedaba nadie a quien avisar, sus amigas también habían salido a sus citas. Tomó el ascensor y subió hasta el último piso. Al llegar, el pasillo estaba en penumbra. Solo una luz tenue iluminaba las placas de las puertas.

