Prefacio
Siempre fui una chica de campo, nací y cuando mis padres fallecieron terminé siendo criada por mi abuela. Ella era una empleada en aquella casa en la que crecí hasta que el hijo del dueño decidió casarse con Kiya Montero, una joven muy hermosa y con un corazón de oro, ambos tuvieron gemelas y me volví su niñera en medio del bullicio de la ciudad.
A partir de ese momento fui amiga no solo de ella sino de Charlize, juntas éramos un trío con personalidades tan diferentes pero que encajaban a la perfección.
Fue un día que estando en el hospital por la operación de la madre de Charlize, lo miré. Realmente era apuesto, parecía ser sacado de un cuento de hadas de esos que leía cuando era una niña. Mi corazón se aceleró al verlo y como si mis pies tuvieran vida propia fue que caminaron en su dirección, ignoraba por completo a mis amigas llamarme, tuve la mala suerte de tropezar con una piedra minúscula que se atravesó en mi camino.
— ¡Oh, cuidado! — él me sostuvo a tiempo — ¿Te encuentras bien?
— ¡Oh, gracias! — le respondí sonrojada y con el corazón latiendo a mil por hora — solo estaba... saludando a la piedra.
Él levantó una ceja, demonios, esto lo hacía más guapo. Terminó riendo por la estupidez que le dije, intenté recuperar mi compostura para no seguir metiendo las patas, pero mi nerviosismo era palpable.
— Bueno, yo... ¡Estaba apreciando ese hermoso ramo! Es simplemente... encantador.
— ¡Gracias! Me alegra que te guste. La chica de la floristería me lo recomendó.
— Es hermoso. Bueno, me tengo que ir a... saludar a más piedras, ya sabes.
Él rió con más ganas y me detuvo antes de que se fuera.
— Ten — él me dió una rosa — no creo que le moleste a la persona a la que se la traigo.
Era la primera vez que alguien tenía un detalle así conmigo, no podía creerlo, mi primera flor.
— Oh, gracias — la tomé y respire su fragancia — ¿Tienes a alguien en el hospital?
— De hecho es la madre de una conocida, me di cuenta que la trajeron aquí entonces…
— ¿Alex? — Charlize lo miró sorprendida — pero qué benditos estás haciendo aquí, pensé que mis ojos me traicionaban pero al final no.
— ¿Se conocen? — pregunté sorprendida mientras movía mi dedo de un lado al otro.
— Si, él es el nuevo casero del edificio.
— Emmmm, disculpa pero no creo que sea un casero si usa esa ropa.
El traje que usaba Alex era hecho a la medida, si alguien sabía de esas cosas era yo. Siempre quise estudiar diseño pero por diversos motivos eso se había visto frustrado, no me arrepentía, hacía vestidos ocasionalmente y también otras prendas, así que podía ser que no tuviera estudios, no obstante, al menos podía hacer lo que tanto me apasionaba. Miré la conversación que sostenían Alex y Charlize, sabía bien qué yo aquí estaba de sobra así que lo mejor era irme antes de salir herida. No deseaba ser la mujer del proceso o la tercera en discordia.
— Kiya, mejor nos vamos de aquí — ella había llegado así que la tomé del brazo — este es arroz ajeno y al parecer está en proceso de cocción.
Alex se despidió de nosotras y puse mi mejor sonrisa, genial, vaya que si los sabía escoger. Bueno, si no es él será el próximo, además no lo podía culpar al escoger a Charlize en vez de a mí, ella era preciosa… Y yo… Pues era yo…
— ¿Qué te sucede, Mati? — Kiya me miró fijamente — te noto triste, generalmente hablas hasta por debajo de los codos pero no es este el caso.
— No te preocupes, solo es que me encuentro con mi período y tengo dolor en el vientre.
Prefería mentir o poner mi mejor sonrisa antes de dar explicaciones que me iban a terminar doliendo. Hice así incluso con la muerte de mis padres, muchas veces me fui a llorar a los rincones de la granja y decía que me dolía la barriga y cosas así para no decir que estaba triste.
— ¿Qué crees que pase entre Charlize y Lucas? — Kiya lanzó la pregunta de repente — ¿Será que ellos volverán a estar juntos?
— No lo sé, de igual forma sea cual sea su decisión la pienso apoyar.
Lucas era el ex prometido de Charlize. Había una historia dolorosa en el medio y no sabía si realmente iban a regresar, bueno, supongo que solo el tiempo dirá eso.
***
La navidad llegó y con ello venían demasiadas novedades, Charlize finalmente arregló todo el desacuerdo que tenían y al final le propuso matrimonio de la manera más romántica.
Todos descubrieron mi talento con la costura así que me hice cargo del vestido de novia no solo de Charlize sino también de Yuri, una prima de Bastián, el esposo de Kiya. Después de escoger las telas nos fuimos a un restaurante muy elegante que se encontraba en el centro.
— Chicas — Charlize susurró — ¿No es ese Alex?
— ¡Sí, lo es! — Yuri respondió asombrada — ¿Qué hace aquí?
Los comensales en el restaurante empezaron a murmurar y señalar a Alex. Charlize se iba a levantar, decidida a hablar con él, pero la detuve.
— Espera, Charlize. Déjame intentarlo primero.
Me dirigí hacía la barra, con determinación en mis pasos. Al llegar al lado de Alex traté de hablar con él.
— Debes detenerte con la bebida. No es bueno para ti.
Alex se rió y continuó bebiendo, parecía no prestar mucha atención a lo que le decía.
— En serio, Alex — fruncí el ceño — esto no es saludable, las personas están comenzando a murmurar y no quiero que pases un mal rato.
Sin embargo, mis palabras parecían no tener efecto. Frustrada decidí tomar una decisión que probablemente me arrepentiría más luego pero era la única solución que pude encontrar en ese momento.
— Mira, si sigues así, voy a hacer lo mismo.
Tomé un vaso y me serví un trago. Alex me miró sorprendido, pero luego sonrió.
— Eres valiente. Pero eso no me detendrá.
Nosotros comenzamos a beber, uno tras otro, no había palabras por nuestra parte y parecíamos estar en una competencia silenciosa. Sin embargo, me empecé a tambalear, estaba por ir al suelo cuando Alex me sostuvo de la cintura para evitar que cayera.
— ¡Hey, ¿Estás bien?
— Supongo que... Igual no fue una gran idea — le sonreí débilmente.
Tomé a Alex del brazo y salimos mientras ambos nos tambaleamos, Charlize al final llamó a Melquiades que era el chófer de Lucas, todo para pedirle que fuera por ella y llegó en poco tiempo. Yuri se fue por separado ya que llevaba su propio coche.
— No tengo idea en dónde se está quedando — hablé con toda la claridad que pude reunir — deja lo reviso.
Comencé a palpar en los bolsillos de Alex que estaba inconsciente y encontré una llave de uno de los mejores hoteles de la ciudad. El carro fue en esa dirección y al llegar fui yo la que lo puse en los carritos donde se llevan las maletas.
— No te preocupes por mí y vete — sacudí mi cabeza muy fuerte — si mi abuela te pregunta por Mati, le dices que se fue al país de los efelantes morados.
Charlize me miró con preocupación, pero yo entré al hotel mientras movía mis pies de manera descoordinada. Llegué al cuarto de Alex y lo lancé en la cama, para mi mala suerte me tomó de mi blusa entonces me jaló.
— Hola guapa — me dió un beso en el cuello con el que me estremecí — ven aquí.
Como si él fuera un lobo y yo una oveja indefensa, me tomó de la amplia cintura que tenía para colocarme en la cama. La borrachera en este punto no existía, al menos no de mi parte, él por el contrario estaba ebrio.
— Alex, yo…
Alex no me dejó hablar, sus amplias manos recorrieron mis caderas y me despojó de la ropa, casi todo estaba oscuro pero por las persianas se colaban unos rayos de luz que me permitían ver el escultural físico de este hombre, Dios, parecía estar esculpido por los mismos dioses.
— Ven aquí — su lengua se coló en mi boca y de forma instintiva abrí mis piernas — Dios, eres deliciosa.
Mi cerebro me decía que no y me mostraba miles de red flags, pero mi corazón junto con mis hormonas gritaban al unísono que sí. Nuble cualquier juicio que pudiese tener y me entregué por completo a este hombre.
— ¡Ay! — sentí como él entró y en ese momento rompió algo — duele.
— Lo siento — susurró detrás de mi oreja — es solo que te deseo.
El placer que sentí después del dolor fue tal que no me importó la manera poco delicada con la que tomó mi virginidad, solo quería mantener este recuerdo en mi mente hasta el final de mis días.
Ambos nos dormimos después de todo lo que sucedió, mis pechos bajaban y subían, mis piernas adoloridas me recordaban lo que había hecho. Busqué el refugio de los brazos de Alex y lo encontré, esto me permitió dormir plácidamente.
— Charlize…
Escuché a Alex murmurar pero no tuve fuerzas para abrir los ojos. Me desperté debido a un escándalo y ahí lo miré, estaba asustado y huía de mí como si fuera el demonio.
— No, no, no — él llevó sus manos a su cabeza — esto no puede ser posible.
— Alex — cubrí mi desnudez con las suaves sábanas — hay que hablar de esto.
— ¡No hay nada que hablar! Quiero decirte que todo esto fue un error. Matilde yo pensé que tú eras…
Él se detuvo pero no fue necesario que terminará de decir lo que pasaba por su cabeza, todo encajaba perfectamente.
— Pensaste que era Charlize — mis ojos se llenaron de lágrimas pero parpadeé para no dejarlas caer — no puedo creer que seas tan cínico. Te recuerdo que ella está a punto de casarse con otro hombre, no te escogió a ti.
— Es suficiente — su tono era lastimero — por favor hagamos como que nada de esto pasó, repito lo que dije, fue un error y nada más.
— Muy bien — me levanté y tomé mi ropa — ¡Date la vuelta! No quiero que me veas desnuda y lo recuerdes, probablemente te dé asco ver mi cuerpo lleno de celulitis y darte cuenta que te cogiste a una gorda que está lejos de tener una piel de porcelana, como Charlize.
— No digas esas cosas de ti — él se dió la vuelta — tú no eres el problema, soy…
— “Soy yo” — terminé la frase mientras me ponía mi ropa — esa frase ya la he escuchado tantas veces, pero no te preocupes por querer parecer buena persona, ya sé cuales son tus verdaderos colores.
Me terminé de vestir y me puse mis zapatos, até mi cabello en una cola de caballo entonces sequé las lágrimas que habían caído por mis mejillas.
— No te preocupes, que este error no va a volver a pasar — él se dió la vuelta — hasta nunca, Alex.
— Matilde — él miró las sábanas con sangre — no me digas que… ¿Eres virgen?
— ¿Y eso puede cambiar las cosas de alguna forma? — hablé amargamente — no, ¿Verdad? Deja de querer ser el hombre caballeroso que no eres, adiós Alex.
Salí del cuarto del hotel y me dirigí al elevador, miré que Alex venía corriendo con una sábana atada a la cintura mientras intentaba detenerme.
— ¡Detén el elevador! Necesitamos hablar.
— Adiós, Alex.
No detuve el elevador y las puertas se cerraron justo en las narices de Alex, solo ahí en esa estructura de metal fue que me permití llorar amargamente mientras sentía que el dolor de mi alma era peor que el dolor de mi cuerpo.
Chiquilla tonta, ¿Qué pensaste? ¿Qué él iba a ser diferente? Los pocos hombres que habían mostrado algún interés en ti solamente sabían salir con la estupidez de: “Si fueras más delgada definitivamente estaría contigo” “Es que eres bonita pero solo de cara” “Eres guapisima, parecieras una muñequita pero te verías mucho mejor si bajarás de peso” “Te estoy haciendo un favor solo con verte si eres tan gorda, deberías agradecer que me fije en ti” “Nadie te va a tomar en serio y nadie te va a querer, eres una pueblerina que aparte es gorda” y bueno, el último que era el que más me había dolido: “Esto fue un error, no eres tú, soy yo.” Todos esos comentarios pasivos agresivos que solo habían mermado mi confianza y mi autoestima a un nivel que todos los días pensaba que si solo fuera más delgada sería bonita…