EL NACER DE UNA AMISTAD

1607 Words
Héctor se queda asombrado ver una chica con un rostro angelical encerrada en una habitación completamente blanca, donde solamente hay una cama. Ambos se quedaron viendo, una enorme sonrisa se dibuja en el rostro de Sandra, ella no había visto un rostro nuevo en lo que lleva de vida, solamente a sus padres. Kassandra después de ayudar a Héctor a bajar por la ventana, algo que no fue nada fácil, deseando que él no se haya lastimado, baja a la primera planta. Se queda en shock cuando ve entrar a sus padres junto al chofer, ella no sabe por qué ellos están en casa, se escucha que están molestos. —¡Papá, mamá! ¿Qué hacen aquí? —¿Hija, estás bien? —Sí, ¿Por qué lo preguntas? —Las cámaras de las casas se apagaron desde temprano, decidimos regresar pensando que algo malo acontecía. —¡Ah! Eso, no creí que los monitoreaban, que me incomodaban, yo fui quien las desconecto. —Hija, nunca hagas eso, es por vuestra protección, nos imaginamos lo peor. ¿No hay nadie contigo? —Kassandra se pone nerviosa, eso lo nota el padre. —No, solamente yo. —Iré a revisar y encenderé las cámaras. —Amor, comprueba atrás. —Eso también lo haré. Él se va y Kassandra queda viéndolo como se desplaza para la segunda planta, ella se truena los dedos, para que su padre no encuentre ningún indicio de que ella trajo a alguien más. Baja de la segunda planta, le da una mirada cómplice a su esposa, ella se lleva a Kassandra hacia la cocina, mientras él se va al patio trasero. Héctor se le acerca, ella no se mueve mirándolo de pie a cabeza, está fascinada poder ver a alguien después de tanto tiempo, lo primero que se le cruzó por la cabeza es que ese hombre era parte de su familia, aunque ambos se quedaron en silencio mientras se estudiaban. —Eres mi hermano. —¡Tu hermano! No lo soy. —¿Algún amigo de mi padre? —Ella tenía tanta curiosidad. —No, ¿Tú quién eres? —Soy Sandra, la hija menos del doctor Valladares. —¡Eres su hija! Imposible, ellos solamente tienen a Kassandra. —¿Quién es Kassandra? —Sandra está más confundida. —La hija del doctor Valladares Segura. —¡Tengo una hermana! —¿Dímelo tú? Esto es extraño, ella no sabe de ti, mejor dicho, nadie sabe de tu existencia. ¡Diablos alguien se acerca! —Héctor quito el zapato de la puerta dejándola cerrarse— Mira chiquilla, alguien viene, no me menciones, si me encuentran estar en graves problemas. —Escóndete debajo de la cama. —Miro a su alrededor, observo que no hay cámaras dentro de esa habitación, se escabullo debajo de la cama, Sandra se volvió a acostar. Ella está confundida, emocionada por conocerle, siente que su corazón palpita muy fuerte, trata de calmarse, tiene muchas preguntas en su cabeza, ella sabe que sus padres son los que el joven detecto. En eso se abre la puerta, ella voltea a ver y mira a su padre, quien al verla despierta le sonríe. —¿Qué haces despierta, mi amor? —No tengo sueño. —Quieres que te inyecte un calmante. —No, me duelen mucho los brazos. —Entonces trata de dormir, no queremos que tus defensas bajen. —¿Padre, yo tengo alguna hermana? —Que tonteras dices, eres mi única princesa, solamente tienes un hermano, pero él está muy lejos en estos momentos. —¿Cuándo saldré de aquí? —Muy pronto, te llevaré a otro sitio más bonito, tenemos mucho trabajo que hacer contigo, tú solo enfócate en descansar, no te estreses con cosas inútiles. —Está bien, con tal, no sea otro sitio como este, estará bien. —Tranquila, te encantara el laboratorio, conocerás más gente. —¡Laboratorio! —Si, ya está por terminar el proyecto, ya verás que te encantara. Sandra guardó silencio, una tristeza muy grande la invadió, su padre le dio un beso en la frente, no sospecho nada porque sabe que ese sitio está oculto, era imposible que alguien lo encontrara. Cerro la puerta y Héctor salió de su escondite. Ella se sentó en la cama, no deja de contemplarlo. —¡Maldición quede encerrado! ¡Demonios! —Si no eres mi hermano ¿Quién eres? —Ella quiere escuchar de nuevo su voz, es agradable tener a alguien con quien hablar. —Mira jovencita, no soy nadie, que para mi suerte estoy metido en problemas. —¿Cuéntame del exterior? —¡Tú nunca has salido afuera! —No, desde que tengo uso de razón estoy encerrada, mi madre dice que soy vulnerable a los virus que hay afuera, aunque ya no creo eso. —Ella se acaricia sus brazos, Héctor nota los hematomas. —¡Dios santo! ¿Qué es lo que te hacen aquí? —Me sacan sangre, me inyectan líquidos, que me enferman, pero a los días me curo. ¿Tú que haces? —Héctor trata de comprender por qué la tienen encerrada y marcada de manera inhumana, donde la inyectan continuamente. Se sentó en la cama frente a ella. —¿Qué edad tienes? —Dieciocho, hace poco los cumplí. —¿Sabes leer y escribir? —Si, lo sé, aprendí por medio de maestros robotizados, leí algunos libros. —Eso es bueno, entonces pregúntame lo que quieras. —¡En serio! Cuéntame como es el exterior, sé que hay ciertas cosas, porque en ciertos libros lo mencionan, pero quiero que me hables de lo que tú has visto. —Bueno, en mi experiencia, hay autos de diferentes colores, muchas personas, yo trabajo dirigiendo unos supermercados, herencia familiar. —Se pone melancólico y frustrado al recordar a sus padres— En la noche hay muchas luces de colores. —Ha de ser bonito. Me encantaría algún día poder ver todo eso que dices. —¿Por qué tu padre habla de un laboratorio? —No lo sé, solamente sé que el día que me traslade ahí, moriré. —¿Por qué lo dices? —¿Sabes que es el cáncer? —Si, lo sé, es una enfermedad horrible, donde el que la padece a veces es imposible ganar la batalla. ¿Qué tiene que ver eso? —Sandra se acomoda una almohada en su espalda. —Escuche una vez, que me llevarían al laboratorio para provocarme cáncer y no entiendo mucho, para una vacuna, algo así, no lo recuerdo muy bien, yo busque eso en el diccionario, y sé que es algo muy malo. —¡Eres un conejillo de india! —¿Qué es eso? —Héctor empieza a atar cabos de lo que está pasando. —Son unos desgraciados. Te están usando como un experimento, ¿Sabes el concepto de esa palabra? —Experimento, es cuando proporcionan ideas sobre causa y efecto, por la demostración de resultado. —Eso eres tú para ellos. —¿Soy un experimento? Imposible yo soy su hija. —Ella empieza a que su respiración se agite, no puede entender de porque sus padres le hacen algo tan horrible. —Tranquila, no te agites. —Héctor la abraza, ella llora en su hombro, parece una niña perdida. —No soy nadie, ahora entiendo todo, yo existo en esta vida. —No digas eso, ahora existes para mí. —Ella se aleja de él y lo mira fijamente a los ojos. —¿Te vas a quedar conmigo? —Eso no es posible, si me descubren, no sé que me harían. Lo que sí puedo prometerte que haré todo lo posible por sacarte de aquí. —¿Me llevarás contigo? —No, en este momento no, pero quiero que confíes en mí. Yo volveré por ti. —¿Por qué harías eso? —Porque odio a tus padres, ellos me quitaron lo más valioso en este mundo. Al ver que tú eres una víctima más, haré hasta lo imposible por liberarte. —¿Qué te quitaron ellos? —A mis padres. Tu irresponsable padre, opero a mi padre en estado de ebriedad y después, como si nada había pasado, no se responsabilizó de sus actos. —Una vez lo escuche decir que había asesinado a alguien. —El muy desgraciado, provoco una cadena de muertes, porque ese mismo día falleció mi madre santa. —¿Querías mucho a tus padres? —Si los hubieras conocido me darías la razón, ellos eran maravillosos conmigo, lamentablemente ya no están conmigo. Eso me enfurece. —Golpea la cama con su puño por la pérdida que siente. Ella brinca del susto— Tranquila, tú eres diferente, inclusive muy diferente que tu hermana. —¡Háblame de ella! — A Sandra le brillan los ojos al saber que tiene una hermana. —Ella es mayor que tú, es bonita, coqueta y muy interesada. Le gustan los lujos, viste a la moda, de marca, por cierto. —¿Qué es eso de, marca? —Son ropas muy costosas, que solamente alguien con solvencia económica se puede dar ese lujo. —Héctor saca la etiqueta de su saco—Mira este saco es de marca, aquí dice su fabricante, es un diseñador famoso. —Ropa es ropa, porque esa distinción. —Es un lujo que te hace sobresalir de entre los demás. —Ella no dejaba de hacerle preguntas, que Héctor no se dio cuenta de que sus palabras fluían con ella, era tan agradable platicar con Sandra, que se le olvidó de que tiene que ver la manera de salir de ahí.
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