El escape de comienza apenas

1442 Words
El edificio Fénix, a diferencia de muchos otros en la zona, seguía en pie con una dignidad que parecía desafiar al tiempo y la guerra. Las adecuaciones estaban completas, las paredes reforzadas, los accesos vigilados. Sin embargo, la amenaza no venía de afuera, sino de adentro. Mila y Beltrán eran imanes de conflicto. Su sola presencia seguía atrayendo maleantes, exconvictos y mercenarios como moscas a la miel. No pasaría mucho antes de que la violencia volviera a llamar a su puerta. Simón, el dueño del callejón “S”, estaba frente a su mesa. El mapa desplegado ante él ya no era un simple plano: era un campo de batalla. Sus dedos se deslizaban sobre las calles marcadas, como piezas de ajedrez moviéndose en su mente. Cada estrategia que imaginaba conducía a un único destino: el colapso. — Estamos atrapados si esos dos siguen aquí —pensó, casi con amargura. No quería deshacerse de Mila. Y mucho menos de Beltrán. Pero, por primera vez, empezó a considerar que protegerlos podría costarle todo. Estaba absorto en el mapa cuando a lo lejos el silencio se rompió con el sonido seco de unos tacones firmes aproximándose por el pasillo. Simón no necesitó levantar la vista para saber que era ella. Jane siempre tenía una forma particular de irrumpir en los momentos menos oportunos... o quizás, precisamente, en los más necesarios. Por un segundo extraño el caminar de Mila por el pasillo, pero en ese momento solo quería ignorar todo lo demás. Bajó aun más la mirada esperando que su concentración lo ayudara a distraerse cuando una voz le llamó la atención. — Estás arrinconado. Puedo verlo —dijo con tono neutro, sin rodeos. Se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos, con la mirada fija en el mapa que Simón aún sostenía como si le fuera a revelar una salida milagrosa. — ¿Tú también viniste a decirme que nos hundimos? —respondió él, sin humor. — No. Yo vengo a ofrecerte una balsa… o dinamita, depende de cómo lo veas —contestó con una media sonrisa. — No fastidies ahora. Jane. Simón giró lentamente hacia ella. Jane era inteligente, pero también peligrosa cuando se le ocurrían soluciones creativas. No confiaba del todo en su pragmatismo. A veces sus ideas eran tan efectivas como inmorales. Aun así, su mente tenía otros asuntos más importantes. Debía de preparar a Beltrán para que lo ayudara a matar a Diablo, de paso quería atacar el distrito. Su único impedimento antes era que sería únicamente él, pero ahora la cosa cambiaba significativamente. Nadie conocía sus motivaciones para llevar a cabo semejante plan, pero no le importaba en absoluto. Por un momento suspiro levemente. Su cuerpo se enroscó y con ambas manos apoyadas sobre su rostro decidió aceptar la propuesta de Jane. No tenía más opciones. — Tu ganas. Te escucho. — Necesitamos dejar de actuar como si pudiéramos contener el caos —empezó ella, entrando finalmente en la habitación—. Mientras sigamos intentando esconder a Mila y Beltrán como piezas defectuosas, seremos blancos fáciles. Los enemigos siempre encontrarán la forma de husmear. Pero… ¿y si dejamos que miren? — ¿Qué estás sugiriendo? — Que los volvamos el espectáculo. Que los expongamos. Que los usemos como carnada —dijo, y al ver la expresión de Simón endurecerse, levantó una mano para calmarlo—. No como sacrificio. Como estrategia. Si el Diablo y sus lacayos quieren verlos, entonces dales un show. Llevémoslos al lugar que ellos creen controlar, y que sea desde adentro donde lo destruyamos. Simón la observó en silencio, evaluando cada palabra. Era arriesgado. Provocador. Y absolutamente contrario a su instinto de proteger todo en la sombra. Ella era el caos puro. “Es idéntica a Mila” sonrió levemente, era un pensamiento fugaz y poco acertado. — Quieres usarlos como anzuelo… — Quiero hacer que cada persona que los busca crea que los encontró —replicó Jane—. Pero en nuestros términos. Controlando el escenario, las salidas, los jugadores. Porque mientras ellos estén aquí encerrados, solo podremos defender. Y sabes tan bien como yo que no se gana solo a la defensiva. Simón se quedó en silencio un instante. Su rostro deslizó una breve sonrisa. Realmente era un plan impulsivo, pero posiblemente eficaz, consideró los pros y contra y por un segundo estuvo de acuerdo con la idea. No obstante, a lo lejos, una explosión amortiguada retumbó como un eco lejano del mundo exterior. El movimiento podía sentirse como una amaca moviéndose de lado a lado, las cosas temblaron ligeramente y a lo lejos una luz se notó como un hongo de polvo y explosiones consecutivas. En ese momento pensó, que el tiempo ya no estaba con ellos, después de todo ahora Mila y Beltrán ya no eran perseguidos solo por el Diablo, también por el distrito y finalmente para todos los demás asesinos del mundo. Luego de callar durante un tiempo, finalmente, habló: — Estás loca. — Lo suficiente como para que funcione. — No seas impulsiva. Jane — tengo un plan mejor De pronto de nuevo el edificio comenzó a temblar esta vez más cerca. Mucho más que antes. “burlaron el sistema de seguridad de Julia” pensó Simón de inmediato, en un movimiento ordenó alerta roja y tan pronto como las luces comenzaron a parpadear, se cuestionó ¿Dónde está Beltrán? Su cuerpo se tensó con aquella pregunta. De inmediato Simón y Jane emprendieron camino a buscar por todas partes, pero no encontraron a nadie cuando entre la multitud de voces se escucharon disparos seguidos de gritos. Traición. Pensó Simón, no había otra explicación para que los enemigos hubieran llegado tan lejos. Las llamas comenzaban a propagarse con colores naranjas y rojizos, mientras que el humo comenzaba a filtrarse por el lugar. Entonces llegaron al cuarto de comunicaciones. Era un desastre, los cuerpos de sus aliados por doquier desparramados entre una mezcla de carne quemada y sangre. Julia no estaba, pero en su asiento se podía ver marcas de disparos. Efectivamente, fue una emboscada. — No hay tiempo para esto — explicó Simón mientras tomaba un arma cargada de entre los cuerpos — debemos buscar a los demás. Su intención era clara, poder salir de allí con los pocos subordinados que pudieran encontrar, caminaron por los pasillos disparando a cualquier enemigo que pudiera aparecer, hasta que llegaron al cuarto de Mila. La sangre salía por el filo de la puerta, pero en cuanto la abrieron, la visión de Jane se abrió atónita, Mila hacía los honores de llamarse el “rompecorazones” en la camilla donde estaba recostada inconsciente, había una asesina, desconocida ahora ya que su rostro estaba completamente desfigurado, en su pecho, una aguja atravesándole y Mila apenas con una camisa manchada de sangre, estaba descalza junto a ella. Su mirada era fría y distante, y su herida por alguna razón ya no le sangraba. — Informe — ordenó Simón sin siquiera inmutarse. Acercó su mano a uno de los cajones de la cómoda y sacó de allí un par de zapatillas. — Desperté hace como diez minutos — tomó ambas zapatillas y se las puso de inmediato — ella trató de envenenarme con aquella inyección. No se nada más, Simón — ¿Estas bien? —preguntó con recelo Jane mientras la ayudaba a desconectar los tubos insertados en el cuerpo de Mila. — Me siento… mareada. Me pesa el cuerpo. — Pues deberás recuperarte en el camino — ordenó frio y lanzándole una pistola para que se armara — hay que encontrar a Beltrán. Hoy deben de irse de aquí, de lo contrario los mataré a ambos. — ¿De qué hablas? — se agachó a inspeccionar el cuerpo de la asesina, entonces notó una marca curiosa en el cuello de su víctima. Era una marca con tinte rojizo de un lirio chino, flores muy poco comunes que apenas aparecían en la naturaleza. ¿Qué es eso? Preguntó en voz alta llamando la atención de todos, Simón sintió como su cuerpo se erizaba ante el símbolo, aquella flor era el símbolo exclusivo de su padre cuando era líder del grupo mafioso líder. Mila no sabía de qué se trataba, pero un dolor fuerte en su cabeza le dio un breve vistazo a esa misma imagen en el cuello de alguien ¿Quién es? Se preguntó a sí misma, el mareo le dificultaba mantener el equilibrio, con un respiro profundo tomó las municiones y todo lo que le fuera útil y se levantó nuevamente. Sea quien sea. No hay tiempo. — indicó mientras cargaba su pistola dispuesta a salir de aquel lugar
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