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El Profesor Incorrecto

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Blurb

En el suburbio de la ciudad, en una zona poco transitada por autos, ya que su camino es fangoso, en pequeños edificios con pequeños departamentos vive una joven de 20 años.

Su nombre es Luisa Pardo, una chica de contextura media, de 1.65 de estatura, cabello y ojos castaño, piel con un ligero tono de bronceado, y una personalidad aparentemente sumisa, despierta al escuchar su ruidosa arma que proviene de un desgastado y viejo reloj despertador junto a su cama.

Se queda unos segundos sentada al filo de su cama, con todo su cabello cubriendo su rostro, talla sus ojos mientras bosteza con sumo cansancio.

Abre sus ojos, empieza a guiarse por memoria arrastrando sus pies hasta donde está el botón de encender la luz del cuarto, en cuanto esta se enciende un pequeño cuarto desordenado reluce.

Una pequeña ventana sobre la cabecera de la cama que está pegada a la pared deja ver que fuera aún está oscuro, junto a la cama hay una mesita de noche algo reclinada de lado, ya que una de sus patas ha sido reemplazada por una roca. Junto a esta un armario con un notorio desgaste en sus patas y puertas por lo antiguo del mismo, está con unas cuantas prendas dentro y la mayoría de ropa está sobre una silla junto a este.

Bajo la cama, un par de tenis negros, unos zapatos casuales y unas sandalias ya desgastadas es todo lo que hay en la pequeña habitación de 2x3. Saca un traje n***o y blanco del armario, lo cubre con plástico, toma un bolso que cuelga del costado de la cama y guarda un delantal, así como los zapatos casuales negros.

Busca con la mirada entre el desorden aun medio somnolienta hasta dar con una liga, la toma del suelo y recoge su cabello.

Sale de la habitación a lo que sería la sala y cocina del departamento.

Una pequeña mesa improvisada, una silla desgastada, que tiene unos cuantos periódicos, un estante con un par de libros, es toda la sala que tiene,

A solo un par de pasos, un lavaplatos, un pequeño mesón con únicamente un plato, una cuchara, un vaso, una olla, una sartén y un pequeño cuchillo están junto a una nevera amarillenta por la antigüedad.

Junto a este, una puerta de casi un metro de ancho lleva a un baño con un lavabo pequeño y un reducido espacio de lo que sería la ducha.

Ella entra allí, lava su rostro, sus dientes, arregla un poco su cabello y sale dejando todo apagado.

Va a la habitación, toma su bolso, un abrigo y apagar la luz. Mira a todos lados esperando no olvidar nada, toma las llaves tras la puerta colgada en la perilla y cierra con mucha fuerza, ya que por la antigüedad de la puerta esta se traba mucho al cerrar, así que toca cerrarla, tanto o más fuerte de lo que rechina.

Se cubre lo mejor que puede, con el uniforme de un lado, y el bolso del otro, camina un par de calles aun en el silencio de las 4 de la mañana hasta llegar a tomar el trasporte.

Después de un par de minutos el trasporte no tarda en pasar y ella en abordarlo.

Siendo ella la primera en tomar dicho trasporte, se va hasta el final del mismo, se recuesta en su asiento apoyando su cabeza en la ventana helada y el chófer emprende la marcha.

La gente empieza a subir en el trayecto y el trasporte a llenarse, varias voces la aturden por su poca tolerancia al caos, al ruido y a la presencia de personas de manera masiva.

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Como todo debe ser.
En los suburbios de la ciudad, en una zona poco transitada por autos ya que su camino es fangoso, en pequeños edificios, con pequeños departamentos, vive una joven de 20 años. Su nombre es Luisa Pardo, una chica de contextura mediana, de 1.60 de estatura, cabello y ojos castaño, piel con un ligero tono de bronceado, y una personalidad aparentemente sumisa. Despierta al escuchar su ruidosa alarma, misma que proviene de un desgastado y viejo reloj despertador, que está junto a su cama. Se queda unos segundos sentada al filo de su cama, con todo su cabello cubriendo su rostro, talla sus ojos mientras bosteza con sumo cansancio. Abre sus ojos, empieza a guiarse por memoria muscular arrastrando sus pies hasta donde está el botón de encender la luz del cuarto, en cuanto esta se enciende un pequeño cuarto desordenado reluce. Una pequeña ventana sobre la cabecera de la cama, misma que está pegada a la pared, deja ver que fuera, aún está oscuro. Junto a la cama hay una mesita de noche, algo reclinada de lado, ya que una de sus patas ha sido reemplazada por una roca, junto a esta, un armario con un notorio desgaste en sus patas y puertas por lo antiguo del mismo, está con unas cuantas prendas dentro y la mayoría de ropa está sobre una silla junto a este. Bajo la cama un par de tenis negros, unos zapatos casuales, y unas sandalias ya desgastadas, es todo lo que hay en la pequeña habitación de 2x3. Saca un traje n***o y blanco del armario, lo cubre con plástico, toma un bolso que cuelga del costado de la cama y guarda un delantal, así como los zapatos casuales negros. Busca con la mirada entre el desorden aun medio somnolienta hasta dar con una liga, la toma del suelo y recoge su cabello. Sale de la habitación a lo que sería la sala y cocina del departamento. Una pequeña mesa improvisada, una silla desgastada, que tiene unos cuantos periódicos, un estante con un par de libros, es toda la sala que tiene, a solo un par de pasos, un lavaplatos, un pequeño mesón con únicamente un plato, una cuchara, un vaso, una olla, una sartén y un pequeño cuchillo están junto a una pequeña nevera amarillenta por la antigüedad. Junto a este, una puerta de casi un metro de ancho que lleva a un baño con un lavabo pequeño, y un reducido espacio de lo que sería la ducha. Luisa entra allí, lava su rostro, sus dientes, arregla un poco su cabello, y sale dejando todo en orden y la luz apagada. Regresa a la habitación, toma su bolso, un abrigo y apaga la luz. Mira a todos lados esperando no olvidar nada, toma las llaves tras la puerta colgada en la perilla y cierra con mucha fuerza, ya que por la antigüedad de la puerta, esta se traba mucho al cerrar, así que toca cerrarla con algo de fuerza extra, tanto, o más fuerte de lo que rechina. Se cubre lo mejor que puede, con el uniforme de un lado, y el bolso del otro, camina un par de calles, en el silencio algo tenebroso que hay a las 4 de la mañana, hasta llegar a tomar el trasporte. Después de un par de minutos de aire frio que se cuela por las finas fibras del abrigo algo viejo, y despeinando un poco de lo mínimo que se ha peinado aún con todo el esfuerzo, el trasporte no tarda en pasar y ella en abordarlo. Siendo ella la primera en tomar dicho transporte, se va hasta el final del mismo, se recuesta en su asiento apoyando su cabeza en la ventana helada, y el conductor emprende la marcha. Aunque aún tiene mucho sueño, trata de no dormirse, ya que de hacerlo podría pasarse de su parada, y sería regañada por llegar tarde, como lo ha sido la última vez que lo hizo. La gente empieza a subir en el trayecto, y el transporte a llenarse, varias voces la aturden por su poca tolerancia al caos, al ruido y a la presencia de personas de manera masiva. ─¡¡centro!! ─grita entre los ruidosos el conductor advirtiendo de la parada, así que Luisa se apresura a salir abriéndose paso entre la multitud. Al bajar, camina unas cuántas calles a toda prisa llegando hasta un callejón algo oscuro donde una pequeña puerta azul la espera entre abierta. ─4:30. Casi llegas tarde, Pardo. ─dice un hombre del otro lado de la cocina. ─casi, y casi es nada. ─responde con una sonrisa ─llegue puntual. ─dice desviándose de la cocina hacia unos casilleros. ─casi no llegas ─dice con tono burlón Jan Pierre, un muchacho alto, robusto afroamericano, brindándole una gran sonrisa. ─Lo se, pero ¿has visto este clima? ─mira por la ventana sacando a ciegas de su bolso el delantal. Se lo pone mientras abre su casillero y guarda sus cosas. Luisa tiene dos trabajos en el mismo restaurante, es ayudante de cocina hasta las 7 de la mañana, y después es mesera hasta las 7 de la noche 6 días a la semana. Está caminando hacia la cocina cuando uno de los moldes para postres cae al suelo, este sonido la tiró de manera abrupta, entre sus recuerdos mas profundos. Inicios de Flashback ─Eres una inútil ─grita un hombre furioso, lanzando utensilios de cocina por doquier. Mira su reflejo en la ventana rota de la cocina, y tiene el rostro cubierto de sangre, una de sus cejas aún conserva la cicatriz de aquel incidente. ─Lo haré de nuevo ─dice ella, con sus manos temblorosas tratando de recoger todo, cuando aquel tipo la sorprende con un golpe en las costillas dejándola sin aire. Fin de flashback Aunque esto es solo parte de sus pensamientos, ella puede sentir como le falta el aire, como su rostro se siente caliente y húmedo, como cuando estaba ensangrentado. ─¿estás bien? ─pegunta Jan Pierre tocando su hombro. Luisa aún algo asustada, lo empuja, cayendo ella de espaldas por la impresión de la misma. Él, rápidamente se apresura en ayudarla y ella toma su mano aceptando la ayuda, y sale corriendo a empezar sus tareas en cuanto ve a su jefa entrar a la cocina. Su jefa es una buena mujer, aunque ciertamente es estricta en cuanto al trabajo, jamás ha mezclado el trabajo con lo personal, y no lo permite en sus trabajadores, es justa con ellos, tanto como su gerente y administración le informan. Luisa, lava, pela, y pica varias frutas y verduras, arregla varios utensilios en su lugar, las servilletas y demás por horas hasta que se escucha abrir la puerta principal del restaurante.

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