bc

Mi segunda oportunidad

book_age18+
3.1K
FOLLOW
33.4K
READ
second chance
dominant
independent
brave
CEO
billionairess
drama
bxg
city
enimies to lovers
like
intro-logo
Blurb

(+18) Finalizada

La vida está llena de vueltas. Jamás sabrás por qué suceden las cosas ni lo que el destino tiene preparado para ti. O para Victoria.

Victoria Emerson es hija de los dueños de uno de los Holding empresariales más grandes del continente: Emerson & Company. Preciosa, carismática, fuerte, brillante y con un futuro prometedor.

Su vida es perfecta: Una familia feliz, amigos, Daniel, el novio perfecto, una carrera impresionante como Gerente de Finanzas y el futuro asegurado como próxima Presidenta de la Compañía, hacen que se sienta la mujer más afortunada del mundo.

Pero basta un segundo, una llamada, para que esa vida perfecta y tus planes se vengan abajo.

Victoria se ha jurado nunca más volver a amar a otra persona.

¿Cuál es la fórmula para sobreponerse y seguir adelante? ¿Tu familia? ¿Un nuevo empleado?

David Miller. Guapo e inteligente. Arrogante, mujeriego y soberbio… tanto, como para sacarte de quicio todos los días.

¿Y si él empieza a producir algo en ti? Una sola mirada de esos ojos azules, basta para que se ericen todos los vellos de tu piel. Sensaciones extrañas, que van más allá de lo que puedes entender. Difíciles de controlar, que nunca habías experimentado...y a las que es imposible resistirse.

Hasta que Victoria recibe una sorpresa, un regalo del universo que cambia todo en un instante y la enfrenta a un dilema: Ser fiel a tus promesas, que nunca volverás a amar a alguien más, ¿o abrirse a una nueva oportunidad?

Libro #1: Oportunidades del universo

Todos los derechos registrados ©

Safe Creative 2212182890777

chap-preview
Free preview
1. Burbujas perfectas que explotan
Ser la menor de los tres hijos de Albert Emerson, uno de los CEOs de Emerson & Company, tiene ventajas y desventajas. Creo que me afectaron más las desventajas. Porque me protegían de todo. Vivía feliz, jugando con mis hermanos, ignorante al mundo dentro de una burbuja perfecta llena de brillos. Hasta que mi burbuja explotó. Yo tenía diez años. Un día, mis padres entraron a mi habitación y se sentaron conmigo. Lo dijeron sin rodeos: Se iban a divorciar. Ellos se veían tranquilos con la decisión. Mi padre prometió que nunca dejaría de visitarnos, pero que el matrimonio entre ellos ya no estaba funcionando. Mi papá quería viajar y expandir lo que habían construido con su hermano a nivel internacional. Mi madre, pintora y escultora, no quería eso. Aseguraron que se querían mucho pero ya no "de esa forma". Como se imaginarán, con esa edad no entendía qué estaba pasando. ¡Reventaron mi burbuja! Me di cuenta de que la vida no es perfecta. Mi mundo cambió, aunque sí me hizo más fuerte. Pasé de ser una niña feliz, divertida y saltarina, a ser retraída y callada. Mis calificaciones bajaron. En castigo, porque para ellos el divorcio de tus padres no debía influir en tu desempeño escolar, me mandaron a clases extracurriculares. Ahí fue donde conocí a Daniel. Pelo cobrizo y ojos cafés. Sólo un año mayor que yo. Se convirtió en mi mejor amigo y compañero de aventuras. Desde que nos conocimos, nos volvimos inseparables. Era más entretenido trepar árboles con él que jugar con mis muñecas. Siempre estábamos juntos. Él me sacó de mi burbuja reventada creando otra, con él. Con los años, esa amistad inocente pasó a algo más. En el último año de Daniel en la escuela nos dimos nuestro primer beso. Nuestro primer amor. La vida con Daniel era perfecta. Divertido e inteligente, daba lo mismo lo que hiciéramos o dónde siempre que estuviéramos juntos. Éramos estudiantes estrellas, niños bien portados con una relación sana y linda. Ser amiguitos de pequeños y terminar enamorándote de tu mejor amigo es algo excepcional, hermoso. Entramos juntos a la Universidad. Para él, era más bien un trámite. Chico guapo, brillante, divertido, de buena familia, con ese carisma y simpatía que le salía por los poros, le facilitaba todo. En cambio, para mí, si bien soy muy inteligente y no me costó pasar mis materias, se me hizo difícil el día a día. ¿Mi problema? Llamarme Victoria Emerson. Podía ser todo lo simpática que quisieran, compartir apuntes, colaborar en lo que me pidieran. Pero me pesaba el apellido. Siempre me apartaban. Daniel hizo que mi paso por la Universidad fuera tolerable. Sin él, nadie me habría hablado. ¿Por qué la gente es tan prejuiciosa? Tengo que estudiar y esforzarme, como todos. Eso me volvió independiente. Me di cuenta de que puedo lograr sola lo que sea. Mi padre junto a su hermano, construyeron un Holding de empresas. Fueron comprando algunas y lograron levantar las que eran más rentables, uniéndolas en un sólo grupo, dedicado a la implementación de la utilización de biocombustibles y energías renovables. Se convirtió en una de las compañías más grandes del continente: Emerson & Company. Mi tío quedó a cargo como Presidente de la Compañía. Mi papá viaja y viaja, atrayendo inversionistas y creando nuevos proyectos en otros países. Es lo que más le gusta y está feliz. Es el CEO internacional y segundo al mando. Soy la Gerenta de Finanzas del Holding. En cuanto mi tío se retire, asumiré yo la Presidencia. Olivia, mi hermana mayor, estudió Administración de empresas, y lleva varios años dirigiendo el Departamento de Recursos Humanos. Mi hermano Lucas, el que me sigue, "trabaja aquí", pero prefiere estar viajando. Según él, atrayendo proyectos como mi padre, pero de playa en playa. Daniel no quiso trabajar con su padre, quería independencia. Logró comprar su primer departamento, sin ayuda, al segundo año de trabajo. Perfecto para nosotros dos. De inmediato me fui a vivir con él. A través de los años, nuestras tradiciones se mantuvieron intactas. Nuestros cumpleaños los celebrábamos en el mismo pub con nuestros amigos, y siempre terminaba en nuestro pequeño departamento con alcohol y más alcohol. Al día siguiente, sólo nosotros. Haciendo lo que fuera, ir a caminar o simplemente estar acostados viendo películas. Mi vida era perfecta. Nuestra burbuja de amor era perfecta. — ¿A qué hora dijo Daniel que llegaría? —Olivia y yo llevamos dos cosmopolitan. A este paso, terminaremos todos ebrios para cuando él llegue. — Son unas borrachas —insinúa Lucas. — Lo dice la persona que menos toma en esta mesa...—me burlo de mi hermano con las risas de los demás. — Daniel dijo que se atrasaría unos 30 minutos, pasaría al departamento. — Vic, ha pasado más de una hora —Marcel dice mirando su reloj. — Dale tiempo, dijo que iría a buscar algo para mí. — ¿Otro regalo? ¿será eso? —pregunta Rebecca risueña —¿además del desayuno a la cama y la sesión mañanera? Olivia se ríe con eso. — Dijo que mi regalo lo iríamos a buscar juntos mañana... —mi hermana me mira con cara de desconfianza— es Daniel, Oli. Debe ser un regalo increíble para tener que ir a buscarlo juntos mañana sábado. Sus regalos siempre son perfectos. — Ay hermanita, quien como tú... tener a tu mejor amigo y un novio perfecto, todo en uno. Se me asoma una sonrisa gigante. Eso es exactamente lo que él es. Mientras lo esperamos, pasamos el tiempo riéndonos de anécdotas antiguas. Somos cinco en esta mesa: Mis hermanos Olivia y Lucas, Rebecca, mi mejor amiga y Marcel, otro de nuestros mejores amigos. Sólo falta Daniel. Esperando mi tercer Cosmopolitan vibra mi teléfono en la mesa. Es él. Lleva casi dos horas de retraso. Me aparto un poco para contestar y poder escuchar. — Amor, si te sigues demorando, estaremos todos ebrios para cuando llegues...—digo entre risas, esto es efecto del alcohol. ¿Cómo se puede demorar tanto? No estamos lejos de nuestro departamento. — ¿Victoria Emerson? —pregunta una mujer desconocida. — Sí —dejo de reír de golpe. — Usted figura como contacto de emergencia de Daniel Solís... — ¿Con quién hablo?... —se me acaba de pasar todo el efecto del alcohol y aparece un miedo que jamás había sentido. — Soy la Teniente García... En ese momento sentí que un agujero gigante se abría bajo mis pies. Caí....en caída libre, sin control alguno. Me fallaron las rodillas y terminé en el piso. Paralizada, un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Jamás había sentido tanto frío. Sabía que no habría forma de sobreponerme a la caída. *** Las semanas que siguieron no fui capaz de salir de la cama ni comer. Sólo lloraba, mirando perdida a la nada. Era una muerta en vida. Mi familia y amigos se la pasaban en ese departamento que fui incapaz de abandonar. Todo me recordaba a él. ¿Cómo puede ser tan cruel la vida? ¿Por qué yo? ¿Nosotros? ¿Y si nunca hubiera vuelto al departamento? ¿Qué era eso tan importante para volver? Tienes la vida perfecta y en un segundo se viene abajo. Te la quitan de las manos, se escurre como el agua entre tus dedos y te dejan a la deriva. El frío no se me pasa. Mi compañía todo el tiempo ha sido Hermes. Es blanco y pequeño, como un copo de nieve. El regalo que iríamos a buscar juntos era un cachorro para mí, un Westy. Daniel sabía que quería un perro que nos acompañara. El regalo era perfecto. Lo es. Como nunca lo fuimos a buscar, llegó a nuestro departamento dos días después. Abrazada a ese cachorro que no entendía nada estuve una semana. Creo que se daba cuenta de la pena que sentía, porque nunca hizo el esfuerzo por huir de mi lado. Dormíamos juntos. Igual dejó marcado todo el departamento. Pero volvía a acostarse conmigo. Mi mamá decidió que lo mejor para mantenerme viva fue que Susanna, una de las domésticas que llevaba muchos años en su casa, se fuera a vivir conmigo por un tiempo para que se asegurara que yo comiera. Mi mamá entraba y salía, siempre atenta de mí. No salí del departamento en dos meses. Con suerte salía de la cama. Preocupado, mi padre consiguió un terapeuta para que fuera a mi departamento. No soportaba verme así. El Doctor Martin Graber. — ¿Cómo te sientes hoy, Victoria? —me pregunta el terapeuta. — No quiero hablar...—murmuro. Ni siquiera he salido de la cama hoy. Está sentado a mi lado, en un sillón. — Algún día tendrás que hacerlo. — ¿Y si no lo hago? — Todos salen de la depresión alguna vez. Depende de ti. — Pero no quiero hacerlo... — Vas a querer, quizás no ahora, pero verás que lo lograrás. — No quiero. Quiero que Daniel vuelva —sollozo. Lo siento suspirar. — Victoria, llevas encerrada más de dos meses. Tienes que entender que fue un accidente. — Si él no hubiera vuelto acá a buscar algo para mí, nada de esto habría pasado. — Podría haber sido en cualquier parte, quizás habría pasado igual. Son las vueltas de la vida. Tienes que sobreponerte. Me quedo en silencio, metiéndome más debajo de las sábanas. — ¿Te das cuenta que tienes a tu familia preocupada y sufriendo? ¿Cómo está tu padre? Están destrozados viéndote así. En el fondo, lo sé. Pero no puedo sacarme esta pena que llevo dentro. — Te voy a dejar una tarea... Lo miro alzando una ceja, no sé con qué va a salir este sujeto. Hoy es nuestra primera sesión. Saca una libreta n****a, un lápiz y los deja en mi mesita de noche. — Quiero que en esta libreta trates de escribir al menos una cosa buena que te ocurra en el día. Puedes escribir sobre lo delicioso que estaba el desayuno, lo bien que te sientes abrazando a tu perro o el baño agradable que te diste. Una cosa Victoria, nada más. — ¿Y si no tengo ganas? ¿Si no tengo nada bueno que escribir? — Siempre habrá algo, ya te darás cuenta. Si sientes que no lo hay, también lo escribes. Pero es una libreta para cosas buenas. Te dejaré unos ansiolíticos y antidepresivos que te harán sentir mejor. Le diré a Susanna que vaya a buscarlos. Nos vemos la próxima semana. Tienes que cumplir con tu tarea. — Lo intentaré —suspiro. No sé si lo logre. Pero... lo intentaré. A Daniel no le habría gustado verme así. Tengo que hacerlo. Por mi papá, por mi familia. *** Quince de Junio: He llorado todo el día y no logré salir de mi cama. Hermes ha dormido todo el día junto a mí... Esto no va a funcionar. Susanna fue a buscar las pastillas que me recetaron. Dieciséis de Junio: No tengo ganas de escribir. Esas pastillas me dan sueño. Diecisiete de Junio: Hermes está intentando darme la pata. No sé dónde aprendió eso. Le pedí a Susanna que fuera a comprar golosinas para él. Dieciocho de Junio: Vino mi papá. Nos quedamos acostados tratando de ver una película. Estuve toda la película llorando en su pecho. Pero me gusta que esté aquí conmigo. Me quedé dormida con esas pastillas, abrazada a él. Diecinueve de Junio: Hermes ha ladrado todo el día, quiere salir a pasear. Nunca había hecho eso. Me levanté en pijama y dimos una vuelta a la cuadra. Luego se acostó a mi lado y seguimos durmiendo. Veinte de Junio: Susanna me preparó de desayuno unos panqueques deliciosos, de los que me gustaban cuando era pequeña, con chocolate, crema y frutillas. Pero apenas pude comerlos. Mi estómago y yo seguimos con pena. Veintiuno de Junio: He llorado todo el día mientras Hermes duerme a mi lado. No me deja sola nunca. Veintidós de Junio: Susanna volvió a preparar mis panqueques al desayuno pero no pude terminarlos. Hermes se dio un festín. *** — Veo que lo has intentado...—dice el Doctor Graber con una sonrisa. Está sentado en el mismo sillón al lado de mi cama. Al menos hoy me bañé. No lo hago muy seguido desde aquel día— .Y estás limpia. ¿Cómo te sientes? Se me empieza a apretar la garganta. Quiero llorar. — Si quieres llorar puedes hacerlo Victoria. No, no debo. Sé que estoy haciendo pucheros intentando contenerme. Debe ser tanto, que el doctor se sienta a mi lado en la cama y trata de reconfortarme en silencio. Un par de lágrimas se me escapan, pero logro calmarme. — Puedes seguir llorando en esta cama hasta que mueras, o puedes tratar de levantarte y empezar paso a paso. Es difícil, lo sé, pero podrás hacerlo. Salir con Hermes a caminar o tratar de leer. Tu tarea esta semana es dejar la cama. Lo hiciste muy bien con tu libreta. Tienes que seguir haciéndolo. Si necesitas hablar, llámame, ¿te parece? Asiento tratando de limpiar mi cara y mi nariz con la manga de mi polerón. Nada decoroso, pero no me importa. Tengo que hacerlo. Al menos salir de la cama. Mi papá y mi familia, es lo único que me motiva a hacerlo. *** Esta semana hice caso al doctor. Pedí que pusieran un televisor frente al sofá del cuarto de estar aunque prácticamente duermo en él. NO me gustan esas pastillas. Pero ayudan a que llore menos. Hermes siempre está junto a mí, ladra cuando quiere salir. Salimos varias veces al día, casi siempre conmigo en pijama. Sólo una cuadra. Y volvemos a ese sofá. Al menos salí de la cama. Susanna sigue intentando con los panqueques y tengo más apetito. El terapeuta dijo que eso también se debe a los ansiolíticos. Estos meses bajé ocho kilos de peso. Los panqueques me ayudarán a recuperarlos. *** Un mes con el doctor Graber. De a poco ha logrado que me bañe todos los días, que haga más cosas. Aunque no salgo demasiado de este departamento. Hermes me obliga a salir. Mi madre trajo un atril, una tela y un set de pinturas. Soy horrible en eso pero me mantiene ocupada. Y mi hermana trajo muchos libros. No puedo concentrarme leyéndolos, así que están arrumbados en una esquina. Susanna hace comidas con mucha grasa y azúcar para que vuelva a mi peso normal. Ahora puedo comer un poco más. Aunque falta bastante para esos ocho kilos que perdí. Pero, no pasa día en que no piense en él. Siempre, en algún momento del día lo hago. El frío no me abandona nunca. *** Seis meses desde aquel día y he logrado salir más. Voy a la casa de mis padres sin conducir. Por los medicamentos que tomo, me lo tienen prohibido. Una vez logré salir de compras con mi hermana. Ya no me importa cómo me vista, sólo uso pantalones de algodón y poleras o sweaters que me quedan grandes. Olivia y Rebecca dicen que me veo terrible, que debo preocuparme más de mí. El Doctor Graber tiene razón, esto es largo y doloroso. Todas las semanas tengo sesiones con él. Dice que estoy avanzando. Mi papá sigue viajando, pero en cuanto llega pasa todo el tiempo que puede conmigo. Aún no he desarmado el closet de Daniel. El doctor dice que mientras más tiempo pase, más me costará. Así que le pedí ayuda a su mamá. Me fui el día completo a la casa de mis padres para que ella lo hiciera por mí. Sé que suena cruel, pero no soy capaz de hacerlo. Ese día mis hermanos no quisieron dejarme sola. Ver el closet vacío de su lado me hizo largarme a llorar. No paré de llorar hasta que me quedé dormida. *** — ¿Mejor? —pregunta mi hermana cuando ve que abro los ojos al día siguiente. Está acostada a mi lado. Lucas duerme atravesado en la cama a nuestros pies. No se despierta. No soy capaz de responder eso. — Vas a estar mejor. Tenías que hacer esto —suspira abrazándome. No quiero seguir llorando en sus brazos. Ayer lloré demasiado. — Vic, ¿no crees que te haría bien volver al trabajo? Mantendrías la cabeza ocupada, hablarías con más gente... — No puedo. — Sí puedes hermanita. Yo te apoyaré en lo que necesites. — Déjame pensarlo... — Piénsalo. Te hará bien. Tomo aire profundamente. — Dame un par de semanas más, lo hablaré con el doctor Graber. Oli me aprieta más, dándome un beso en la coronilla. — Vas a poder Vic. Eres fuerte. Tú puedes hacerlo. Por papá y por nosotros. Y porque Daniel no te aguantaría tantos meses encerrada aquí. Tiene razón. Daniel jamás me lo habría permitido. — Oli, ¿Y si no puedo? ¿Si llego y no sé cómo hacerlo? ¿Si se me ha olvidado todo? — Pero ¡cómo se te va a olvidar, Victoria! ¡Eres demasiado inteligente! —me rebate riendo— y no olvides que vas tomar el cargo de tío Edgard cuando se retire. Además, hay una persona reemplazándote. Sabe que es temporal, mientras tu vuelves. Él te ayudará. No tenía idea. — ¿Y quién es? — El hijo de un amigo del tío Edgard. Volvió al país hace unos meses, es economista como tú. Estaba estudiando un Máster en Inglaterra y le ofrecieron reemplazarte. Dependiendo de su desempeño, podría quedarse. No te preocupes por eso. — ¿Y cómo se llama? — David. David Miller. Te agradará. Suspirando me acurruco en el pecho de mi hermana mayor. — Dame un par de semanas, ¿Sí? tienes razón, pero necesito prepararme. Y quiero hablarlo con mi terapeuta. — Como quieras hermanita. Te voy a apoyar siempre —afirma apretándome más Lucas sigue durmiendo, ronca a nuestros pies. Amo a mi hermano, pero no es capaz de dejar sus fiestas. Debe estar agotado. *** Estoy parada frente a la entrada del edificio mirándolo hacia arriba. Es enorme. Mis piernas no responden, no sé si quiero entrar. Quizás me estoy apurando y necesito más tiempo en casa. Sí, necesito más tiempo. No puedo aún. Me giro sobre mis talones para volver a casa, pero choco sin querer con el pecho de un hombre. Joven. Más alto que yo. Tiene unos ojos azules preciosos, pero no presto más atención. Los papeles que llevaba en la mano vuelan por todas partes. Al parecer va apurado, no para de maldecir mientras trata de tomar todos sus papeles que están esparcidos por el suelo. — ¿No puedes tener más cuidado niña? Me quedo helada. No sé qué responder. Llevo meses sin hablar con algún desconocido. — Ehh perdón... —es lo único que logro articular. — Voy tarde niña, y tú tiras mis documentos por todas partes. Ándate de aquí si no vas a entrar, entorpeces el paso —dice molesto y entra corriendo al edificio. Sigo estática. Lenta. Esto de salir de nuevo al mundo se me va a hacer difícil. Tengo que hacerlo. Tomando aire, agarro fuerte mi bolso y entro. *** Mi oficina no está igual. Han cambiado los sofás y no están mis cosas sobre el escritorio. Mis lápices, mis fotos... ¿Dónde metieron mis cosas? Me empiezo a poner nerviosa y se me escapan unas lágrimas. No, no estoy lista para volver. ¿Cómo me puedo poner nerviosa por no encontrar mis cosas? Me siento en la silla tratando de calmarme. Respira profundo, me digo. Soy la Gerente, es mi primer día de vuelta, debo tratar de mantener la compostura. Me sobresalto cuando escucho abrirse la puerta. — ¿Quién te dejó entrar? ¿Vienes a pedirme disculpas por tirar al suelo mis documentos? — es el el sujeto con el que me encontré a la entrada — ¿Estás bien? — Sí, sí lo estoy —respondo secándome la cara— ¿Quién eres tú? — David Miller... y creo que ese es mi escritorio. — Te equivocas. Este es el mío. — ¿Y tú quién eres? — Victoria. Victoria Emerson... Sus ojos azules me miran de arriba abajo. — Te ves más joven de lo que pensé, disculpa por tratarte así. ¿Necesitas algo? No me informaron que volverías hoy. — A partir de hoy, vuelvo de manera indefinida. Mi hermana dijo que trabajarías conmigo y me ayudarías, por todo el tiempo que estuve fuera. Se queda en silencio un par de segundos, hasta que prosigue. — Entiendo que trabajaría para ti. Eso me dijo Edgard en cuanto llegué. — ¿Como mi asistente? — No. Como uno más de tu equipo. — ¿Podrías partir trayéndome un café y las proyecciones de los últimos meses? — Sólo las proyecciones. No soy tu secretario —responde seco. Se da la vuelta y empieza a dirigirse hacia la puerta. No me agrada este hombre. En cuanto quedo sola, decido llamar a mi hermana. Contesta enseguida. — Oli, este tal David no sabía que volvería hoy. No es muy agradable —reclamo. — Quizás a tío Edgard se le olvidó avisarle. Pero dime si no es lindo... Ruedo mis ojos con su comentario, no estoy para ver otros hombres. Extraño a Daniel. — No tengo idea si es lindo. Para mí, es una tortuga asexuada. Daniel siempre será el único. — Como quieras hermanita. Pero no puedes pensar en él el resto de tu vida... — Olivia... —la freno de inmediato. — Perdón Vic, quizás muy pronto para esos comentarios. Te paso a buscar para ir a almorzar —avisa cortando el llamado. Tomo una pelota verde que hay arriba del escritorio, debe ser de David. Empiezo a jugar tirándola contra la pared mientras espero que vuelva con esas proyecciones. Un par de minutos después aparece él, cargando varios archivadores. Empiezo a revisarlos, este sujeto es bueno en esto. Están ordenados y por lo poco que he revisado en estos minutos, se ve que hace un buen trabajo. — ¿Todo bien? —pregunta. — ¿Me puedes traer un café? —pido sin despegar los ojos de los documentos. — Le diré a tu secretaria que te lo traiga... —responde de mal humor levantándose de la silla frente a mí— tan bonita y tan desagradable...—lo escucho murmurar mientras sale de mi oficina. ¿Qué se cree este tipo? Siempre he sido bonita y un amor de persona... Vuelve al par de segundos. — Elizabeth nos traerá café. — ¿Nos traerá? — Sí, para ti y para mí. — ¿Quién te dio permiso para pedirle un café a mi secretaria? — Nadie...—responde reclinándose en la silla, sonriendo burlonamente— pero ha sido mi secretaria por casi siete meses. No creo que le moleste traer un café extra. Me está desagradando este sujeto. Muy lindo será, pero no me agrada. — Que sea la última vez...—espeto enojada. — No creo que sea la última —me sonríe, sigue burlándose de mí. — Sabes que asumiré como Presidenta y que puedo deshacerme de ti, ¿cierto? — Sí. Pero aún no. Me trae sin cuidado...—replica seguro. Resoplo mirando el techo. Voy a sufrir con este sujeto. — ¿Qué tenían programado para esta semana? — Empezaríamos a revisar las proyecciones del próximo año. Melissa, Ingrid y Nicolas empezaron con ello. — ¿Y? ¿Dónde están? —cuestiono molesta—. No veo a nadie trabajando por aquí. — En sus escritorios. ¿Siempre eres así de desagradable? Me quedo en silencio. No, no sé qué me pasa. — Tu equipo hablaba maravillas de ti. Creo que se equivocaron —dice esto levantándose de su asiento— voy por ellos. ¡Lo odio! Al salir David, entra Elizabeth con nuestros cafés y se retira. Tomo el mío sin azúcar, observando perdida algún punto lejano por el ventanal de mi oficina. — Vienen en unos minutos —dice David sentándose frente a mí y toma su café. Le echa demasiada azúcar. — ¿Quieres morir de un coma diabético? —pregunto. — Es cosa mía cómo quiero morir y cuánta azúcar le echo a mi café. Están imprimiendo los primeros informes, llegarán en cualquier momento —responde concentrado en su café. Nos quedamos en silencio. Uno muy, muy incómodo. Este imbécil no para de mirarme de reojo. — ¿Puedes dejar de hacer eso? — ¿Qué cosa? — Mirarme... — No. Eres desagradable, pero bonita. No te preocupes, me gustan las mujeres más simpáticas y no tan delgadas. Quizás echarle azúcar a tu café te ayudaría. — Imbécil...—murmuro por lo bajo. Me escuchó, pues se pone a reír despacio. — Nunca me habían dicho así. — ¿Sabes lo desagradable que eres? — Tampoco me habían dicho eso... eres la primera, Victoria. — Imbécil y arrogante...—me quejo. Ahora sí se larga a reír. — Como quieras. Pero vas a tener que acostumbrarte, porque trabajaremos juntos un tiempo... Ay Dios. Si este tipo sigue aquí, definitivamente terminaré en un hospital psiquiátrico.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Una niñera para los hijos del mafioso

read
53.5K
bc

Venganza por amor: Infiltrado

read
64.6K
bc

La embarazada sacrificada

read
3.2K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
101.9K
bc

Mafioso despiadado Esposo tierno

read
25.6K
bc

Eres mío, idiota.

read
3.6K
bc

Profesor Roberts

read
1.7M

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook