CAP 17

1261 Words
Pasaron dos meses con un limbo de nieve eterna y aislamiento absoluto. Mi vientre ahora está hinchado en el tercer mes de embarazo y no se ruso aun, solo palabras básicas que me enseñaba Olga con poca paciencia, algunas veces —Privet, Anya —me decía cada mañana, para repetir. Pero yo luchaba, aprendiendo lo básico, da (sí), net (no), odiaba el ruso profundamente, era un idioma complicado y lo peor es que tengo que obligarme a aprenderme esta mrd, y el embarazo también me debilitaba, náuseas constantes y mi cuerpo traicionándome. Una mañana mientras leía un libro ruso aburrido, la puerta se abre con un crujido, y Lev entra vestido con un uniforme militar impecable que resalta su porte frío y calculador. Lleva una caja pequeña en la mano, y su sonrisa –esa sonrisa seductora que oculta su locura– me hace estremecer. —Buenos días, mi amor —dice en español, su voz un ronroneo oscuro que me hace odiarlo más. Se acerca a la cama, sentándose a mi lado, su mano deslizándose por mi brazo en una caricia posesiva y seductora. —Lev, qué sucede? —pregunto frunciendo el ceño pero Lev no me responde y saca un vestido blanco, era sencillo pero hermoso y me dirige hacia la sala. —Hoy es el día en que nos casaremos. Mi corazón se acelera, un pánico que me paraliza. —Lev, no… por favor —murmuro, intentando alejarme, pero mi cuerpo debilitado por el embarazo me traiciona. Él me ignora, abriendo la caja para revelar un anillo elegante, un diamantes que brillan. —Esto es para ti, mi reina… —susurra, tomando mi mano izquierda y deslizando el anillo en mi dedo, su toque un hierro suave que me marca. —Serás mi esposa oficial. En Rusia, esto nos une para siempre. Intento resistirme, mi voz estaba quebrada —No quiero esto. No soy tuya. —Pero Lev me atrae hacia él, sus brazos envolviéndome como cadenas pesadas, besando mi cuello con ternura falsa que me revuelve el estómago. —Shh, mi amor. Piensa en nuestro bebé y en la familia que construiremos. Te haré feliz, te lo juro. —Sus palabras son un veneno dulce junto con una seducción enfermiza que me hace soltar lágrimas mientras él me besa los labios con fuerza, un beso posesivo. Lev se aparta ligeramente, sus ojos brillando con triunfo enfermizo, y llama a Claudia, que entra con una expresión impasible. —Trae al sacerdote —ordena en ruso, y Claudia asiente, saliendo rápidamente. Minutos después, un hombre mayor entra, un sacerdote ortodoxo con una cruz dorada, murmurando oraciones en ruso que no entiendo. —Di las palabras, Anya —susurra Lev en mi oído, su mano en mi espalda apretando. —Acepta ser mi esposa. El sacerdote habla en ruso, y Lev traduce con voz baja —Repite: 'Yo, Anya, te tomo a ti, Lev, como esposo'. —Mi voz tiembla, pero el miedo me obliga: —Yo… Anya… te tomo a ti, Lev, como esposo. —Las palabras salen con un dolor que me destroza por dentro, odiando cada sílaba, el anillo en mi dedo y el bebé que me ata a este monstruo. Lev sonríe, besándome de nuevo, un beso triunfante que me hace sentir como su propiedad eterna mientras Olga me veía desde lejos con odio. —Ahora eres mía para siempre, mi esposa. —Lev cambia el tema y saca una tarjeta negra —he visto que no tienes mucho ropa, y como eres una buena esposa te doy esto para que compres todo lo que quieras, tus caprichos, todo… Veo la tarjeta fríamente y la tomo con la cabeza baja —Mis hombres irán contigo y te acompañarán, compórtate. —dice Lev con una voz profunda y amenazante. Lo veo desde abajo sin ninguna expresión y me alejo, mi bata cayendo sobre mi vientre hinchado, el anillo en mi dedo un recordatorio cruel de mi rendición, oficialmente estoy casada y jamás quise casarme. Salgo de la sala mientras Olga solo me seguía con la mirada, su odio un peso extra en mi espalda. Los hombres de Lev dos militares impasibles con uniformes oscuros me esperaban afuera, abriéndome la puerta de un coche blindado. —Vamos, señora —dice uno en ruso roto, y yo asiento, subiendo en silencio, el auto arranca a la ciudad. Al llegar a la ciudad, el clima era gris, y había mucha nieve y frío, un viento helado. Bajo del auto junto con los hombres y veo a mi alrededor, la verdad, Rusia es un lugar lindo con una arquitectura elegante y hermosa, cúpulas doradas y edificios antiguos que brillan bajo la nieve. Entro al centro comercial junto con los dos hombres y mi expresión con fastidio como siempre e incomoda por las miradas, pues claro, dos hombres altos vestidos de n***o detrás de una mujer embarazada como guarda espaldas llamaba la atención de las personas, y eso es muy molesto. Entró a diferentes tiendas de ropa y me reciben con amabilidad y calidez, sonrisas falsas que contrastan con mi frío interno, no entendía a los trabajadores, sus palabras solo me hacían sentir como una extranjera estúpida. Compré mucha ropa: pijamas suaves, vestidos elegantes y, más que todo, abrigos gruesos para el frío. No entendía a nadie, pero al menos uno de los hombres que me acompañaban hablaba español y ruso y era muy útil, traducía precios, sugería prendas, etc... Regresamos a casa de nuevo, con varias bolsas de compras, los hombres me ayudaron a llevar la ropa y luego se fueron, dejándome sola en la habitación. Mientras guardaba mi ropa en el armario, doblando abrigos, entra Lev. Se acerca silenciosamente, sus manos deslizándose por mi cintura en una caricia seductora, besando mi cuello con ternura. —Mi hermosa esposa —susurra, su voz un ronroneo oscuro —. ¿Compraste lo que te gusta? Intento apartarme, pero él me gira, sus labios capturando los míos en un beso posesivo, sus manos explorando mi vientre hinchado como si fuera un tesoro sagrado, este tipo es pegajoso, buah. Lev revisa la ropa, —¿Y la lencería? —pregunta Lev pícaro, su voz un ronroneo. —¿Qué lencería? Yo no uso esa mierda, Lev —respondo con una mueca de fastidio, mi voz fría y reservada. —¿Por qué no? Si ya nos casamos —me abraza de forma cursi, sus brazos envolviéndome de forma cursi, besando mi mejilla con ternura. Solo me dejo abrazar aunque no me guste, pero no puedo negar que mis mejillas se sonrojan un poco… —Mañana iremos a ver al bebé. ¿Quién sabe si es niño o niña? solo me importa que lo tengas —dice Lev, su mano deslizándose a mi vientre hinchado. Me quedo en silencio y asiento, fingiendo sumisión, mientras mi mente gritaba de rabia contenida. —¿Y cómo te va con Olga? ¿Has mejorado el idioma? —pregunta Lev, cambiando el tema aun su mano aún en mi vientre. Trago saliva, mi fastidio creciendo, Olga me odia, sus lecciones son un castigo disfrazado, sus ojos siempre clavados en mí con desprecio o… quizás celosa de la atención de Lev hacia a mi. —Más o menos —respondo reservada, con una mueca malhumorada, impidiendo su mirada—. Ella es... estricta. —Olga es buena, Anya. Te está ayudando a adaptarte. Sé paciente con ella; es leal. Y tú eres buena también, mi esposa perfecta. —Sus palabras solo me enojaban solo, defendiendo a Olga mientras me manipula,
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