Nick

2028 Words
Estúpido bar y maldito momento en el que Luke decidió que era buena idea cambiar de aires y probar nuevos lugares. Ahora mi pómulo se estaba hinchando y sabía que tendría una amonestación por aparecer así al día siguiente. No soportaba la gente que hablaban del s******o como si no fuese un problema real. Como si la gente decidiera quitarse la vida porque sí. "Cobardes". Sí, así había llamado a la gente que era capaz de matarse a sí mismo, a mi hermano. Él no era ningún cobarde. La vida le superó, eso era todo. Eso pensaba, eso creía que era. Si él hubiera pedido ayuda podríamos haberlo ayudado a salir de donde estaba. Ni siquiera sabíamos qué le pasaba, por qué lo había hecho. Ninguna carta de despedida, ningún mensaje, solo su cuerpo inerte en el suelo del garaje con un tiro en su cabeza. Me había metido al ejército para canalizar mi ira, el dolor y poder sacarlo todo cuando tuviera la oportunidad. —   Se te va la cabeza, tío. No puedes ir pegándole a la gente. —   Sabes lo que ha dicho. —   Lo sé —dice aparcando en la base, frente a nuestro pabellón—, pero cada uno tiene una opinión diferente. —   Me paso su opinión por los huevos, Luke —me bajo del coche y camino enfurecido hacia el pabellón. —   Sé por dónde siempre te pasas las opiniones de la gente, pero ese hombre solo estaba borracho y decía estupideces. —   Lo pasamos muy mal, Luke, lo pasamos muy mal. Mi padre nos había abandonado cuando yo solo tenía 13 años. Mi madre se había quedado a cargo de cuatro hijos y Christian fue todo un padre para mí. Quería ser el hombre que él era. ¿Estaría orgulloso de mí? ¿De lo que había conseguido? Mamá había estado con depresión después de su s******o. Se dio de baja en el trabajo y los gemelos y yo volvimos al colegio en una semana. Me encargaba de ellos, de darles de desayunar, ayudar a vestirlos, prepararles el almuerzo y llevarlos al colegio para después correr al instituto, aunque muchas veces una amiga de mamá los acercaba. Había tenido que aprender a poner lavadoras, a planchar la ropa y cocinar porque mi madre estaba en la cama con antidepresivos. Tenía que decir que ella había conseguido recomponerse como pudo y salimos adelante. Al día siguiente mi capitán me recibe con cara de pocos amigos y sí, debería de dejar de meterme en peleas. Cuando voy a comer, Luke se sienta a mi lado y sonríe abiertamente. Desde que nos conocimos en España, ambos sabíamos que la amistad duraría mucho tiempo. Y aquí estábamos después de dos años. —   Tenemos que ir a ese bar de nuevo —dice. —   Ni de coña —muerdo mi muslo de pollo. —   Hay una chica. —   ¿Una chica? ¿Por eso querías ir allí? —Le pregunto aún con el muslo de pollo en mi boca. —   La vi ayer, es la camarera. —   ¿La camarera? No me he fijado. —   Es guapa —se encoge de hombros—, aunque tenga esa cicatriz arriba de su labio superior. Dejo de beber de la Coca-Cola para mirarlo fijamente. Ahora tiene toda mi atención. Mi corazón incluso ha dado un vuelco al oír eso. —   ¿Cómo es la cicatriz? —Pregunto. —   Una cicatriz —se encoge de hombros—Llega hasta su nariz creo, no pude observarla todo lo que me gustaría. —   ¿Cómo se llama? —   No me lo dijo —coge una patata frita—. ¿La conoces? No es de aquí, su acento no es lo mejor. Frunzo mi ceño y cojo el móvil para entrar en el ** de Lía. Pongo una foto y se la enseño a Luke. —   ¡Esa es! —Coge mi teléfono—. La sigues. —   Es la española que me tiré en Rota. —   ¿Cuál de ellas? —   La de Snapchat, la última. Luke mira de nuevo mi teléfono y después sus ojos se encuentran con los míos. —   ¿Seguís hablando? —   No, hace años que no sé nada de ella. —   Es mi oportunidad entonces —sonríe satisfecho. —   Es cuatro años más grande que tú. —   La edad no importa. Cojo de nuevo mi móvil y veo que ha subido varias fotos aquí pero ni siquiera me había fijado. Había pasado una buena noche con ella y sus fotos hacían que me encendiera en segundos. Dejé de enviarle fotos y ella dejó de hablarme. ¿Por qué siempre tenía que hablarle yo primero? De todos modos, ¿De qué servía hablar por Snapchat? Yo no estaba allí y ella no estaba aquí, antes, claro. Ahora todo cambiaba y yo estaba soltero, el problema era que Luke… parecía querer intentar conocerla. —   Te dejaré vía libre —sonrío. —   ¿Crees que no podré conseguirlo? —Frunce su ceño. —   No es eso. A lo mejor tiene novio. —   No soy celoso. Suelto una carcajada y niego con la cabeza para terminar de comer, aunque no puedo concentrarme todo lo que me queda de día. No era bien visto que un soldado llevase el pómulo morado en su mejilla y menos por una pelea en un bar, la verdad era que me daba igual, se había merecido los puñetazos que le había dado.   Espero a Luke montado en el coche porque esta vez conduzco yo y él me sonríe abiertamente cuando me ve. Hoy se ha arreglado más y no puedo evitar sonreír y negar con la cabeza. —   ¿Va fuerte, eh? —Me meto en el coche. —   Tengo que ir con mis mejores galas —se monta en el asiento del copiloto. —   ¿Esas son tus mejores galas? —   Me pareció excesivo el traje de gala, pero voy guapo, ¿no? —   Sí, muy guapo, se le caerán las bragas al verte seguro. —   Se le cayeron ayer. Suelto una carcajada y Luke pone la radio. Por primera vez, estoy impaciente por llegar, por verla, porque me vea. Lo nuestro fue corto pero intenso, o por lo menos nuestros mensajes lo fueron. También la noche que pasamos juntos. Yo tenía su virginidad, lo más preciado de ella. Llevaba unos pantalones vaqueros y una camiseta negra, Luke iba parecido y no dejaba de mirarse al espejo peinando su pelo. —   Tranquilo tigre, estás muy guapo, caerá rendida a tus pies. —   A veces creo que me estás tomando el pelo —dice bajándose del coche. Lo imito—. ¿En serio quieres que intente ligar con ella? —   Claro —cierro el coche—¸ ¿por qué no iba a querer? —   Porque te has acostado con ella y has tenido algo… —   No he tenido nada con ella. ¿Mensajes caliente y un polvo? Eso no significa nada, Luke. Mi amigo me mira no muy convencido y lo sigo dentro del bar. Miro a mi alrededor, intentando tener la misma confianza de antes, pero estoy un poco nervioso por verla de nuevo después de tanto tiempo. Ella no está. —   Vamos a la barra —dice Luke. Me siento en la barra a su lado y él le pide al chico moreno dos cervezas. —   Pregúntale dónde está —le digo. —   ¿En serio? Eso es de acosador, no quiero ser uno. —   ¿No? Bueno —me encojo de hombros y cojo el botellín que el chico ha dejado frente a mi para darle un trago. Lía no aparece y le pregunto a Luke si de verdad la vio o si tendría el día libre. —   No lo sé —jadea—. Encima de que me he quitado el uniforme para estar más presentable. —   Oh, a ella le gustan con uniformes, deberías habértelo puesto. —   ¿En serio? —   Te lo prometo —dejo mi segunda cerveza vacía en la barra—. Adora los uniformes, todos, sin dejarse ni uno atrás, solo tienes que lucir sexy en él. —   Entonces eso no es un problema —sonríe Luke. La sonrisa se borra de su rostro y me va un manotazo en el brazo haciendo que quiera devolverle el golpe, sin embargo, veo una cabellera castaña entrar en la barra como un torbellino y veo su sonrisa. Ella habla con su compañero y no tarda en empezar a hacer cosas. Nosotros, como dos acosadores, empezamos a mirarla desde el otro lado. Su pelo va recogido en un moño bajo y su cuerpo va metido en unos jeans negros ajustados y una camiseta de mangas cortas del mismo color. —   ¿Y ahora? —Le pregunto—. ¿Qué vas a hacer? ¿Darle tu número? Luke me mira angustiado y alzo una de mis cejas en su dirección esperando que me conteste. —   Podría empezar pidiendo otras dos cervezas —me dice. —   Eso es una buena idea. Beber para que se te quite la vergüenza. —   No tengo vergüenza, es solo que no quiero asustarla, simple. Aunque... ¿Se dedicará a pasarle fotos a todos los tíos? —   ¿Eres tonto? —Le doy con mi mano en su nuca—. Ella me dijo que era la primera vez que lo hacía. —   ¿Y tú te lo crees? —Me pregunta inseguro. —   Pregúntale. —   ¿Cómo le voy a preguntar eso? Tú sí que eres tonto. La veo sola dentro de la barra mientras su compañero está repartiendo las bebidas por las mesas. Ella abre los botellines con rapidez y los pone sobre la barra a los distintos hombres que hay allí. Escucho algún que otro piropo y miro a Luke. Cojo mi teléfono para mirar la hora y levanto mi vista para verla acercarse. —   ¿Me puedes poner dos cervezas más? —Pide mi amigo. Ella asiente pero no me mira. Se gira un poco porque varios hombres están llamándola de forma insistente. —   Ahora mismo —dice. Ella se va, ni siquiera me ha mirado. Me apoyo en la barra y la observo coger dos botellines de cerveza y dirigirse a mí bajo las palabras de esos hombres. —   Qué pesados son —murmura Luke. —   Te acostumbras —dice ella dejando los botellines frente a nosotros y abriéndolos. Por fin, sus ojos se encuentran con los míos. No está sorprendida de verme, seguramente ya me habría visto ayer, pero no me saludó. ¿Debería hacerlo yo ahora? No me da tiempo a pensarlo mucho porque ya está girándose para seguir atendiendo. —   Esto se llena mucho —le digo a Luke mirando a mi alrededor. —   No os habéis saludado. ¿Seguro que la conoces y no es una chica aleatoria a la que has seguido? —Me pregunta Luke desconfiado. Desordeno su pelo rubio haciendo que él me insulte. —   Me voy después de esta cerveza —le informo. —   ¿Tan pronto? —   Espera a que se vacíe esto y habla con ella. Pregúntale qué hace aquí, de donde es y que te gustaría tomar algo con ella. Le doy un gran trago a mi cerveza y mi amigo me mira indeciso. La habilidad de Luke nunca había sido ligar bien. Cuando le gustaba alguien, se ponía nervioso y temblaba como un flan. —   Ella no es una mala persona, no te dirá que no. —   A lo mejor no le gusto. —   Admito que soy difícil de olvidar —bromeo—, pero ten un poco de fe, Luke. —   Gracias. Saco mi billetera y pongo dos billetes sobre la barra para después golpear en señal de apoyo el hombro de Luke y salir de allí. Saco las llaves del coche de mi bolsillo y miro mi muñeca. Aún tenía puesta la pulsera que ella me había regalado. Era un bonito recuerdo de mi paso por España y de su cuerpo chocando en el mío. Salgo del bar y escucho el choque de botellas de cristal en la parte de atrás. Miro a ambos lados y giro en la esquina para verla poner varias cajas de botellines vacíos una encima de otra. Ella hace un esfuerzo por poner una caja encima de otra y me apoyo en la pared. —   ¿Necesitas ayuda, ángel? —Le pregunto haciendo que ella se sobresalte. —   No necesito a un hombre —dice poniendo la caja sobre la otra y controlando su acelerada respiración. —   Veo que lo tienes todo controlado. —   Exacto. —   No esperaba verte por aquí. —   Ya, yo tampoco. Supongo que la vida da muchas vueltas. —   Y que nosotros elegimos las vueltas que quiere dar. Podrías haberme avisado de que estabas aquí. —   No sabía que estabas aquí, y no iba a avisarte después de tanto tiempo sin hablar. ¿Cómo has estado? —   Bien, he estado bien, ¿Y tú? —   Igual —se encoge de hombros y abre la puerta de atrás—. Tengo que volver al trabajo, ya nos veremos. —   Por supuesto —la veo subir lo escalones—. Sigues estando igual de guapa. Ella se queda unos segundos aguantando la puerta hasta que al final la cierra. Sonrío de lado y niego con la cabeza para volver al coche. Describiría a Lía solo con una palabra: interesante. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD