CAPÍTULO 12. La pregunta que ninguno se atreve a hacer

642 Words
Ese día amaneció distinto. Más pesado, más denso, como si el día anterior hubiera dejado una niebla en el pecho de ella. Al levantarse, revisó el teléfono por inercia, esperando tal vez encontrar algo de Darell… pero no había nada. Solo el mensaje que ella había enviado la noche anterior: “¿Cómo quedaste?”. Visto. Sin respuesta. Eso la atravesó de una manera que no esperaba. Él lo había leído. Él sabía que ella estaba pensando en él. Y aun así guardó silencio. Se quedó mirando la pantalla varios segundos, reteniendo un suspiro que le nacía desde el estómago. ¿Qué estamos haciendo? —se preguntó mientras apoyaba la frente en la mano. Había una parte de sí que quería tomarse un vuelo ya, encontrarlo en cualquier habitación desconocida y simplemente dejar que todo explotara sin explicaciones. Pero otra parte, más racional y más herida por experiencias pasadas, le decía que debía bajar el ritmo, que no podía soltar el corazón en medio de un fuego que todavía no entendía. Ella quería saber algo sencillo y a la vez imposible: ¿Qué quería él exactamente? La respuesta parecía obvia. Hasta ese momento, todo apuntaba a lo s****l. El deseo entre los dos era tan fuerte que traspasaba pantallas, horarios, trabajo, obligaciones, lógica. Él la hacía sentir viva y temblorosa sin tocarla. Y eso era nuevo. Demasiado nuevo. Tan nuevo que la confundía. Si era solo sexo, ella lo sabía: también seguiría. Porque lo que él le despertaba no lo había sentido ni siquiera con su pareja. Era algo extraño, casi peligroso, como esas historias que solo se leen en novelas corporativas donde dos personajes se desean en silencio mientras todo alrededor exige compostura. A veces, incluso ella misma se preguntaba si su conexión con Darell no era exactamente eso… un juego prohibido en un escenario que no permitía errores. ¿Pero qué pensaba él de ella? ¿La veía como un escape momentáneo? ¿Como un secreto? ¿Como una fantasía? ¿O realmente había algo más detrás de las miradas largas, del tono de voz que le dedicaba, de las palabras que escogía con cuidado cuando quería seducirla? Ella no lo sabía. Quería leerlo. Quería descifrarlo. Pero cada vez que intentaba acercarse, algo la detenía: miedo. Miedo a confundirse. Miedo a mezclar deseo con cariño. Miedo a que la intensidad la arrastrara a un lugar del que después no pudiera volver. Porque había una pregunta dando vueltas que la helaba por dentro: ¿Qué pasaría cuando se encuentren sin pantallas, sin límites de tiempo, mirándose fijamente? ¿Sería capaz de sostenerle la mirada sin desarmarse por completo? ¿Podría controlar la mezcla de nervios, ganas y vulnerabilidad que él le provocaba? ¿O sería él quien la tomaría de la cintura y borraría cualquier espacio que quedara entre ellos? Era imposible no pensar en eso. Imposible no imaginarlo. Imposible no temerlo. Más aún sabiendo que vivían en ciudades distintas. Más aún sabiendo que ambos tenían pareja. Más aún sabiendo que lo que estaban haciendo era un hilo delgado que podía romperse en cualquier momento. Ella pensaba: ¿Vendría él a verme? Porque estaba segura de algo… Si ella tuviera la oportunidad, sí lo haría. Sin dudarlo. La mente se le llenaba de escenarios, de preguntas sin respuesta, de posibilidades que no sabía si debía enfrentar o evitar. No quería pensar en el futuro, pero el futuro se le colaba por las grietas. Tampoco quería atropellarse, pero el deseo la empujaba. Y aunque quisiera negarlo, dentro de sí sabía que ya no era solo un juego para entretenerse: la inquietaba, la movía, la hacía cuestionarse. Por ahora, solo tenía claro una cosa: A pesar del silencio de Darell, ella quería continuar… pero no sabía cómo manejar el miedo que venía de la mano con todo lo que él le despertaba.
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