Ayuda para ella

1442 Words
Elías se sentó al lado de Nala y cómo pastel junto a ella, la pareja se mantuvo en silencio mientras comían, ambos absortos en él “tal vez”. Tal vez si yo fuese valiente podría ser la esposa de este hombre y vivir una vida tranquila, feliz, pero él, resentiría nunca poder ser rey. Elías pensaba que tal vez, si no fuese el segundo hijo del rey, salía por esas puertas en busca del padre de Nala y le pegaría hasta matarle, luego huiría al desierto con su hija y se casaría en la cueva que tanto le frustraba su abuelo, serían felices con o sin hijos, como Nala quisiera. —Vamos princesa, tomaremos, nos bañaremos en agua caliente. Te pasaré aceite en las heridas y dormiremos, pondré una alarma y te escoltaré de nuevo abajo. Nala había dejado cerrada su habitación, planeaba meterse por la ventana como hacía todas las noches, pero, le daba miedo que su padre fuera a revisar, así que aceptó el baño y el aceite. Ambos se metieron a la tina, Elías le acarició los hombros, besó su cuello y le enjabonó con cuidado, la joven mantuvo su espalda pegada al metal y sintió el jabón arder en sus heridas. Elías le pidió girarse. Ella negó con la cabeza. —Cielo, quiero ayudar. Intentaré... —No puedes despedir a mi padre. —Puedo, pero no lo haré por ti, solo déjame revisarte. —Ella bajó la mirada y se giró. Elías había visto marcas viejas, pero nunca unas frescas, estaban rojas y parecían llagas y quemaduras, piel en carne viva ensangrentadas. —Nala, ¿con qué te ha pegado? —Tiene una vara, la calienta. Y nos pega. —¿Tu mamá sabe de esto? —No quiero hablar más del tema. —Llamaré al médico. —No puedes llamar al médico cuando estamos desnudos en tu habitación. —Le recuerda Nala. —Vístete. Voy a decir que vi la sangre y que es un secreto. —Me da vergüenza Elías, me da mucha vergüenza —respondió en medio de sollozos, él le abrazó y le explicó en tono calmado que el único que debía sentir vergüenza era su padre. Porque nada justificaba golpear a su hija de esa manera. Buscar que una cicatriz se trazara en su piel. Elías la carga y la saca del agua. Seca el cuerpo de la joven y le acaricia el rostro. Promete que nada malo le va a pasar, pero esas heridas se pueden infectar. Elías la ayuda a vestirse y salen de la habitación. Él la acomoda en la habitación contigua a la suya, que es de visitas, y va en busca de su hermano, Lorenzo. El joven está leyendo en su teléfono con la luz apagada cuando ve la puerta de su habitación abrirse. —¿Tú puedes guardar un secreto? —Depende, si es entre primos no tengo nada que perder, si soy tu hermano puedo intentar guardar un secreto. —Eres mi hermano y vas a decir que estábamos conversando, vinimos a mi habitación y chocaste con Nala, intenté ayudarla a ponerse en pie y vi que estaba herida, sangre en su ropa. —¿La golpeaste? —Su padre. —¿Estás teniendo sexo con tu mucama?—pregunta su hermano.— Papá te va a matar. —Papá no se va a enterar si sabes mentir bien. —Qué más tengo que hacer, quedarte con Nala y esperar a que yo regrese con el médico, no le permitas escabullirse o esconderse. —Está bien. —Gracias—Lorenzo sale de la habitación y se encuentran de frente con Farah, ella les mira a los ojos, pone sus manos en la cintura y les preguntan que está pasando. —Escucho pasos por aquí y por allá, no me mientan. —Farah, solo por esta vez ve a tu habitación. —Los dos se quedan mirando a su hermana, quien decide abalanzarse contra la puerta y la abriese, encuentra a Nala con la almohada en el rostro llorando. —¡¿Qué le hicieron?! —Baja la voz. Max abre la puerta de su habitación y el rey la suya, Isam ve a sus hijos y ellos a Lorenzo, cierra la puerta con fuerza e Isam se acerca. —¿Trajeron a una mujer a casa? —pregunta escandalizado. —¿Qué están ocultándome? —Papá —dice Lorenzo. —Qué tal si vuelves a tu habitación y mañana te contamos. —Lorenzo, muévete. —Elías le toma la muñeca antes de que abra la puerta de la habitación y les hace una seña a todos. —El padre de Nala le ha pegado, Lorenzo la ha empujado accidentalmente y deseamos que la revise el médico. —¿Por qué me lo están ocultando? ¿Saben que tengo prohibido a los empleados pegarles a sus hijos? —Porque Nala no quiere que despidas a su padre. Se tendrán que ir todos —responde Farah. —¿Esto no es ocasional? —preguntan todos al unísono y ella niega con la cabeza. —A veces nos robamos la lidocaína para sus hermanos pequeños. —Farah, esos secretos matan gente. —Lo sé, pero sus abuelos están muy enfermos. Si él no trabaja para ti nadie va a aguantarlo una semana. Es un excelente soldador, se llevará a mi amiga y por lo menos aquí puedo ayudar. —Tienes el corazón en el lugar correcto, pero las acciones no son las que deberían. Cuando algo así pasa, no me lo ocultan, me dicen y yo busco la forma de ayudar. ¿Entendido? —los cuatro hermanos ven a su padre. —Entendido —responde. El rey manda. Max a llamar al médico y a Lorenzo por su ocupa traer cosas, deja a Elías y a Farah a cargo de Nala, pero antes va a hablar con la joven. Quien le pide en su lengua Nada que por favor no vea y no la regañe. Isam traga duro e intenta no llorar, su esposa entra apresurada y se sienta en el suelo frente a Nala. —Naly, por qué te han pegado. —Alguien dijo que fui irrespetuosa con usted señora, y que la ofendí, mi padre se ha molestado y me ha golpeado, todo es un malentendido. —Muéstranos la espalda—pide el rey. —Prometo que no lo echaré, no haré de esto nada más grande. Se le había pegado la piel herida con la tela del vestido y sí podían ver las marcas de sangre en la espalda de la joven. La reina intenta mover la tela, pero le da miedo herirla. Isam ve horrorizó a su esposa y a sus hijos. Isam le tomó de las manos y vio la marca del fajazo que le dio. Él había escuchado muchas cosas de Igor, que era un borracho, un pésimo padre, un esposo infiel, pero manejaba muy bien a sus cuadrillas de hombres y el palacio se mantenía impecable gracias a su labor, el joven miró a la niña que lloraba avergonzada y solo decidió que su padre experimentara la misma vergüenza y dolor. Lorenzo y Max regresaron co el médico y él se acercó a Nala, la saludó y le preguntó si podía examinarla, ella asintió. —Yo voy a quedarme, los demás salen —pide la reina y todos obedecen. La mujer ve al médico quien usa aceite para remover la tela con más cuidado de la piel. Cuando finalmente descubre su espalda, ven impresionados las cicatrices y la piel roja quemada. Nala mira a la reina y ella le toma de los brazos, le intenta tranquilizar mientras la arrulla como hace con sus bebés, el médico le pone unas cremas, le drena las ampollas para que no se las vaya a reventar mientras duerme, le inyecta un medicamento para el dolor y Eleonor le pregunta si ya ha cenado. La joven le dice que sí, unos minutos más tarde Farah ingresa a la habitación con las pastas favoritas de su amiga, y un té. Lorenzo, Max y Elías le hacen una breve visita. —Esto es terriblemente deliciosa, hice uno vegano 100 % y otro de queso. —¿Eres vegetariana? —pregunta Elías sorprendido y ella asiste. — Y te traje un pijama de espalda pelado y medias para tus pies porque siempre están ríos y voy a venir a visitarte todo el día. —¿Cómo te sientes? —La medicina es muy buena, no siento nada. —¿Quieres que te acompañe? —Vamos a dar un espacio, descansemos todos y demos a Nala tiempo para recuperarse.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD