Tú das un paso

1930 Words
Ellis despertó con el sonido de su celular, escuchó el mensaje de voz de Eleonor: Hola, Ellis, no es urgente, pero necesito un favor. ¿Podrías buscar a Farah y Lorenzo y decirles que me llamen, por favor, tan pronto como sea posible? Espero estés bien, manda fotos de los guapísimos. El joven llamó a Lorenzo y luego a Farah, ninguno de los dos contestó. Él vio la hora, eran casi las seis, la niñera probablemente estaba volviéndose loca. Intentó despertar a la mamá de sus hijos y decidió simplemente coordinar el transporte para que los niños vinieran a su apartamento. La niñera sonaba aliviada de no tener que pasar la noche con ese par de revoltosos. Él le dio indicaciones para que les enviara ropa, las cosas del kínder, algunos juguetes y unas cosas para Nala, su chofer iría a recogerlos a los tres, él bajaría por los niños y después la enviaría a casa con el chofer. Casi una hora más tarde, los niños estaban frente a su edifico. Elías salió a recibirlos y sonrió al verles en pijama. —¿Están listos para una pijamada? —Yo quiero saber dónde está mi mamá—comenta Ellis preocupado. —Mamá estaba emocionada por la pijamada y se quedó dormida en menos de cinco minutos. —Mamá es una principiante, antes de las pijamadas hay que comer dulce o tomar café —responde Said emocionado y su hermano se ríe. Elías le paga a la niñera, le da las gracias y después de que sus hijos se despiden de la chica y ella vuelve a subir al auto. Elías les carga y les llena de besos y los lleva a su apartamento. El viaje en elevador resulta problemático, porque a sus hijos sienten que esa música es fea y aburrida. —Sí, por eso se durmió mamá —comenta Ellis. —Seguro—responde su hermano. Elías los invita a ingresar poco después, ambos observan el lugar, los cuadros y las fotos de ellos, la vista. La ciudad parece enloquecerles, y Said pregunta de inmediato si pueden encender la chimenea, su padre le promete que después de cenar puede hacer malvaviscos en la chimenea. —¿S´mores? —No sé, qué es eso. —Chocolate, galleta y malvavisco. —Vale, voy a pedir que traigan para hacer. Elías les preguntó qué más se les antojaba y sus hijos no tenían idea, él ordenó lápices de color, unos rompecabezas y unas películas infantiles, luego les prestó el control de la televisión del salón y fue a buscar a Nala. Seguía dormida y no quería despertarle abruptamente, pero sabía que necesitaba cenar y le daría mucha paz ver que los niños estaban bien. Elías se acostó a su lado y le acarició la mejilla. —Nalany. —Le llama. —Nena. La joven abre los ojos y ve la habitación, observa a Elías horrorizada y trata de tomar asiente sobre la cama. —¡Los niños! —grita preocupada. —Los niños. —Están acá afuera, jugado con el televisor. —¿Cuánto llevo durmiendo? —¿Tres, cuatro horas? —Dios. La mujer se despereza y le pregunta a Elías si está bien que vaya al baño. Él sonríe divertidísimo por la pregunta y le da un beso en la mejilla, le muestra cuál es la puerta del baño y la joven agradece. Ella ingresa al espacio enorme y le ve todo el sentido, no hay nadie que adore más un baño que Elías. Siempre se quejaba de algunos de los baños en el palacio porque eran muy pequeños o la ventilación fallaba y con eso se notaba que había pasado mucho tiempo en el apartamento. La joven se preguntó cuántas veces Elías estuvo en Nueva York sin saber de la existencia de sus hijos. Con el sentimiento de frustración mezclado con la tristeza por haberle robado tiempo con sus hijos, la joven finalmente va a orinar y se humedece un poco el rostro, cuando sale de la habitación se encuentra con Elías conversando con un de sus asistentes, este le entrega bolsas que llaman la tención de sus hijos, quienes insisten en ayudar. Elías sonríe al ver a Nala y la forma tan cariñosa en la que sus hijos le saludan. —Mamá, te extrañamos. —Sí, pero Lory es muy buen reemplazo. —Ay, Dios —Responde la mujer y les llena de besos mientras se abrazan. —Los amo. —Y nosotros a ti. —Después de cenar tenemos que irnos, ¿por qué has comprado tanto? —No tenía comida y quería que estuvieras cómoda, y los niños. Miren sus galletas. —Saca una caja con oreos, emocionado y ella le mira horrorizada, mientras los niños saltan. Nala les quita la caja de oreos de la mano a Elías como si se hubiese vuelto loco y les informa a los tres: —No van a comer a estas horas. —Okay, voy a preparar un maravilloso, riquísimo, deliciosos macarrones con queso de caja—Nala ve a Elías y contiene la risa porque sus hijos son muy exigentes con los macarrones con queso. Les gusta asegurarse de que lleven su queso rayado, que tengan brócoli y migas de pan, los dos se lo hacen saber de inmediato y Elías después de escuchar los requerimientos mira a Nala preocupado. —¿Es válido, si hoy pido nuggets comprados riquísimo con la mejor receta de macarrones con queso de la ciudad y mañana después de leer e investigar como se hacen los de mamá cocino yo? —¿Dos noches seguidas de nuggets, brócoli sin mantequilla y los mejores macarrones con queso?—le repite Said a su hermano. Ellis asiente y estrecha su mano con la de su padre. —O sea, has comprado para nada. —Mañana volverán, o tal vez estén aquí, porque tengo dos habitaciones muy lindas para ustedes y un espacio inigualable en mi cama para la mamá. —Nala observa al príncipe y sonríe antes de ir a ver con ellos tres la habitación. Elías reconoce que falta un poco de trabajo para que todo sea automático, pero de forma manual está casi todo listo. Es una habitación doble, con las camas individuales pegadas y con barandal porque había visto a sus hijos haciendo la siesta y temía por sus vidas. Tenían una temática de astronautas en una pared y otra de animales, algunos juegos, iluminación impresionante, vista a la ciudad a través de un ventanal enorme y un par de baños para que no tuviesen que abandonar la habitación. Nala vio a los chicos ir de un lado a otro mientras preguntaban cuantos días podían vivir ahí. —Estamos visitando—les recuerda la joven. —¿No nos vamos a mudar? —No, cuando mamá y yo nos mudemos juntos será a una casa con jardín—responde Elías. —¿Podemos tener un perro? —Said, ¿un perro o un gato? —pregunta su papá. —Bueno… con un patio, un perro es mejor. —Sí, pero echan popos que tendremos que limpiar—comenta su Ellis. —Somos dos personas; tú puedes tener un perro y yo un gato. —¿Mamá, tú estás de acuerdo? Nala vio a sus hijos y a Elías, la joven sonrió y asintió. —Una casa y un perro… son más familiares. —¿Qué? ¿No te gustan los gatos? —Son animales muy espirituales. —Nala… —¿Qué? Me críe oyendo cosas… que no les voy a contar. —Tienes que explicárnoslo—informa Said y sus padres ríen. —Voy a ponerte la tina para que te relajes. Tengo mis pijamas, la niñera solo te metió ropa para mañana o puedo enviar a comprar algo. Sí, porque van por la comida. —El joven saca su teléfono y les escribe a sus asistentes. —Tú báñate y ponte cómoda. Los chicos y yo vamos a acomodar la compra y a jugar en el salón. —¿Me invitan a jugar?—pregunta y ellos asienten. —Pero sí voy a tomar ese baño, porque tu tina se ve espectacular y vi sales y aceites. —Hay incienso, también —comenta el joven y le da un beso en la mejilla. Elías pasa cómoda todo para que Nala se vea cómoda, la mujer le asegura que puede coordinar, cerrar y abrir una llave, él sonríe y reconoce lo mucho que le gusta tenerle en su espacio. —¿En serio? —Sí, no me molestaría mientras buscamos casa vivir aquí. —¿Y qué tiene de malo mi apartamento? —Está lejos de me estudio y es muy pequeño para mí. —Eso se traduce en que el tuyo te gusta a ti. Somos tres contra uno Elías. —Tú puedes tener una oficina, y acá nos cabe un perro desde ya, y hay mejores vistas. Yo elegí ese lugar, dos meses antes de tener a mis hijos, y los he medido contra la puerta todos los meses a partir del año y vamos al parque todos los días, está cerca de su kínder y de mi trabajo. No está mal, Isam se aseguró de que fuese apto para dos príncipes, seguro cabes tú. —¿Eso quiere decir que puedo mudarme con ustedes? —Tú estás haciendo tu esfuerzo, y yo el mío. —Vale, acepto —responde y le da un beso, los dos escuchan un estruendo en la cocina y continúan besándose porque no hay gritos de niños. —Papá Elías, dónde está el trapeador —le llama Ellis y los dos ríen. Elías va a la cocina y se encuentra un pequeño derrame de agua en un intento de sus hijos por ser independientes, él les ayuda a secar con toalla de papel y recibe un mensaje de parte de Kamal. Kamal ¿Vas a venir a cenar? Elías Lo siento Kamal, se me olvidó pro completo. Los niños y Nala han venido a visitarme. ¿Estás bien? Kamal Vale, no pasa nada. Voy a pasar por la habitación de Farah, Eleonor quiere hablar con ella. ¿Pasó algo? Ellis Me dijo algo, pero yo no planeo decirles nada a ella y Lorenzo hasta mañana, que si están peleados nos van a volver locos. Kamal A mí eso de meterme no me va. Farah puede estar muy enamorada, pero son hermanastros, es complicado aquí y en tierra del sol. Ellis ¿Enamorados? Farah le tira la onda y él pasa de ella de toda la vida. Kamal Estás atrasado. El otro día discutieron y Le he dicho que le ponga huevos a la vida. Ellis ¿Una merienda tamaño Brunch mañana a las ocho? Me pones al día ¿Qué clase de hermano le tira novio a su hermanita? No, no comprendo. Pensé que solo le ponía Lorenzo, no que le AMA. Kamal Es un tipo muy guapo, la entiendo. Y la quiere ¿Cómo decirle no? ¿Sabes, hermanito? Ponte a sufrir en nombre del jodido reino. Un día de estos lo voy a quemar todo y a la mierda. Elías Ay... Kamal... Ahora vas tú, enamorándote de él. ¿Cómo vas con la reconquista de tu mujer? Kamal No me atrevería a echarle los tejos a nadie que Farah reclame como suyo. Selene… poco a poco, sabes, pero, siento que le conozco mejor ahora, como que valoro lo que tenemos. Elías Lo comprendo, mis hijos están atentando contra la chimenea. Bye! Espero mañana subirles uno doble, así que estén comentando.
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