Los papás que animan

1318 Words
Lorenzo había estado en un shooting tras otro. El modelaje les había mantenido a él y a su madre, pero, en estos momentos de su vida, le daba una independencia económica que le encantaba, el saber que no necesitaba del reino, de su familia paterna o los negocios de su familia materna le otorgaban paz mental. Además, sus tíos desde muy pequeño le habían enseñado a mover y sobre todo, a crecer el dinero y tenía unas cuantas inversiones generándole los mejores beneficios. El modejale era la llave que abría todas sus otras puertas. Sabía que a sus hermanastros no les gustaba que ellos hablaran de sus pérdidas, pero siempre llevaba en su calendario las fechas importantes, desde buena mañana recibió el recordatorio del cumpleaños de la anterior reina de Tierra del Sol. El joven fue a buscar a Farah, pero le informaron los guarda espaldas de planta que la princesa se había ido de compras desde temprano. Él decidió comprar flores para los tres hermanos y enviarles una nota a mano, increíblemente escribirle un mensaje a sus hermanos no era tan complicado como a Farah, porque ella se rehusaba a sentir, nunca recordaba suficiente y mucho menos quería hablar de sus padres. Farah, sé que a veces es difícil hablar de lo que nos duele o de aquellos a quienes amamos, pero, olvidarlos. Olvidarte a ti es lo más desgastante del mundo. El joven tomó la tarjeta y la guardó en su bolsillo. Le pidió a la recepcionista una nueva tarjeta y firmó con su nombre, luego fue a desayunar con su padre y su madrastra. Tenía demasiado tiempo sin verles y le alegraba que Valentina tuviese un shooting que les obligara a salir de la ciudad. Una hora más tarde, cuando les encontró sentados esperándole, sonrió altamente, y corrió hacia ellos. Su papá se puso en pie para abrazarle y llenarle de besos. —Pero qué guapo estás—dice Valentina. —Lorenzo, has crecido—dice mientras se une al abrazo. El joven rodea a su madrastra con su brazo y le asegura que ha dado el último estirón. —Hijo, te ves superbién. —Gracias, papá, viniendo del hombre que solo sale con modelos internacionales. Eso significa que estoy rico. —Ya te digo, todo un piropo—dice Valentina. —Venga, tómense una foto, rápida. Tus hermanas van a hacer un berrinche porque no las trajimos a verte. —Tus hermanos peores. —asegura su padre y ambos sonríen para la foto. Jack le da un abrazo más a su primogénito, le besa y vuele a revisarle, tanto Lorenzo como su madrastra ríen ante el gesto de su padre y los tres toman asiento. El más joven apura al mesero y su padre le da un golpecillos con el pie. —¿Los príncipes no pueden esperar? —La verdad con eso de que nos comprueban la popo, no. —Valentina se ríe y el mesero se acerca con los menús. —Buenas, a mí una jarra de café n***o, jugo de naranja para los tres, agua y ahorita las órdenes. —El mesero asiente y sus padres sonríen. Lorenzo niega tener algo que ver con el lado real de su familia, pero tiene unas impertinencias muy reales. —¿Te apetece un brunch, Loren, mi amor? —pregunta Valentina a su hijastro. —Sí, ¿te apetece compartir algo conmigo? —Estuve viendo antes de venir aquí, estos huevos en salsa de tomate, con queso sobre la yema. —Deli, espectacular. Jack mira a su esposa y a su hijo divertidos, porque a pesar de no compartir sangre se complementan de la misma manera que una madre y un hijo. Esos detalles de su esposa le hacen sentir siempre tan dicho. Lorenzo pregunta por cada uno de sus hermanos y después de recibir un reporte específico de cada uno y los presentes que le envían, el joven les cuenta cómo van las cosas con sus hermanos materos, que Amir sigue sin hablar. Según el psicólogo, tras un evento traumático como el que vivió puede ser normal, sin embargo, la desesperanza en su madre y todos en su familia comienza a azotar con fuerza, Zair, habla, pero jamás de Max ni de nada que se refiriera a sus sentimientos, el joven lo resume como complicado y sus padres asienten. —Vale, amor, ¿tú, cómo estás? —Le quería, me duele, pero, lo entiendo. Era una situación que le desbordaba—Lorenzo se oprime los ojos para evitar llorar y su padre le acaricia la espalda. —Me hubiese gustado dar más ayuda. —Claro, hijo, pero las enfermedades mentales son así. Como no las vemos ni podemos cuantificarlas, a veces se nos va lo crueles que pueden llegar a ser. —¿Tú no necesitas un psicólogo o ver a alguien? —No, gracias, qué incómodo pagarle a alguien pro hablar cuando te tengo a ti. —Mi amor, pero me tienes a mí, no me rompas el corazón así, que siempre quiero escucharte. ¿Entendido? —le recuerda Valentina y extiende sus manos hacia la de Loren. Poco después vienen los platos de comida, ingrese a una llamada de la niñera de sus hermanos. Valentina se disculpa y Jack aprovecha para preguntarle a su hijo si hay alguien, ambos comparten una sonrisa cargada de complicidad, y a pesar de que Lorenzo lo niega, esta vez su padre no queda convencido. —¿Quién es? ¿Por qué no puedo saberlo? —Uhh, papá, dejémoslo. —¿Es Farah? —Se anima a preguntar Jack a su hijo. —¿De dónde …? —Ella siempre ha sido más clara sobre sus sentimientos. Asumo que hay un toque real por el cual debe estar prohibido, pero de donde yo vengo, solo hay un hombre y una mujer, unidos por el matrimonio de su tío con su mamá, que se aman y están perdiendo el tiempo. —Estoy protegiéndola. —Mi papá protegió a Verónica, yo a Valentina y tú a Farah. La diferencia es que tú sabes cuánto dolor causamos tu abuelo y yo a las mujeres que estábamos protegiendo en lugar de amando. Valentina regresó a la mesa con el teléfono en videollamada. Lorenzo sonrió al ver a sus hermanos y los saludó a casi todos, se río ante sus quejas y les recordó que tendrán regalos sí o sí. El joven comió con sus padres, luego paseó por la ciudad, compró regalos para sus hermanos pequeños. A ellos les gustaban las tiendas de antigüedades por una razón desconocida, así que mientras buscaban su madrastra y su padre se pusieron a ver joyería. A Jack le llamó la atención un juego de collar, aretes y anillo con forma de sol. Jack preguntó por el precio de la pieza y la dueña le confesó que no lo había etiquetado porque dudaba que alguien pudiese comprarlo. Era un juego de oro con diamantes verdaderos, le mostró el avalúo de la pieza y Jack le dio su tarjeta y le pidió que lo empacara para un regalo. Los tres pasaron un día fenomenal y Valentina hizo prometer a su hijastro ir a cenar antes de que ellos tuviesen que devolverse. —Claro, vale, nos vemos en un par de días—El joven la abraza y la llena de besos. —Conste. —Prometidísimo —Lore abraza a su padre y él le entrega la bolsa con el juego de joyería. —¿Qué es esto? —No es para ti, es para alguien a quien ames Lorenzo. A veces, a esa persona a la que ves, esa persona con la que ves el futuro, con la casa de la pradera y un perro, es la misma que dentro de seis años o doce. Elige hacerla feliz ahora y dentro de doce años. Comenten muchísimo, que uno no siempre disfruta de Jack y Valentina.
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