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Matrimonio Pasional [+18]

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Una videollamada grupal, una mujer excitada, un marido con ganas de juguetear forman una combinación bastante explosiva.

Lily y Bruno son una pareja de esposos que luego de unos largos años de matrimonio se encuentran en una disyuntiva entre seguir juntos o dejarlo a raíz de que la monotonía les estaba tomando por el cuello lentamente debilitando la relación.

Todo este dilema para a ser de segundo plano cuando juntos comienzan a explorar el mundo del sexo ligado a sus más profundas fantasías que comienzan a cumplir fortaleciéndose más y más.

¿El sexo logrará unirlos más o los separará para siempre?

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PRÓLOGO
Me llamo Lily, he pasado los 35 hace poco y tengo un cuerpo rellenito con el que no estoy del todo contenta, aunque a mi marido Bruno le encanta. Él me encuentra sexy siempre, le da igual que me acabe de despertar, esté con ojeras, el pelo enmarañado y con las piernas llenas de pelos porque no me he depilado.  — Si no fueras sexy no me la pondrías así de dura — Me suelta cada vez que sale el tema. Si por él fuera, estaríamos todo el día teniendo sexo. Suerte que los niños y el trabajo me ayudan a tenerle a raya, sino mi cuerpo no aguantaría. También es cierto que el cansancio acumulado de trabajo y niños muchas veces pasa factura y llego tan cansada a casa que no tengo ganas de nada (como en cualquier matrimonio normal, supongo). Bruno pone mucho empeño para animarme, sabe bien las cosas que me gustan y muchas veces, con un poco de trabajo extra por su parte, me olvido del cansancio del día y podemos disfrutar de una buena sesión de sexo.   Por ejemplo, una de las cosas que me encantan es que me tire en la cama y me quite la ropa a lo bruto, como si quisiera violarme, ya solo con eso ya consigue que me caliente lo suficiente como para desear que me meta su polla hasta el fondo y se corra dentro mío. Alguna vez a eso le añade el romperme las braguitas o el atarme las manos a la cama, que se que le encanta (y a mi también, para que engañarnos). Aunque para calentarme no le hace falta ni ponerme un dedo encima, ya que la cosa que más me calienta es que me cuente historias eróticas al oído. Es como estar en una escena s****l de un libro de Megan Maxwell, en la que yo soy la protagonista y me va narrando lo que ocurre a mi alrededor. Yo solo tengo que tumbarme, escuchar y hablar alguna vez cuando la situación lo requiere, y luego ya puedo decidir si masturbarme, usar algún juguetito de los que tenemos para entretenernos, acariciarle a él o dejar que el se encargue de darme placer. En esas historias puedo hacer lo que quiera: Puedo ser un ama de casa modosita que se deja seducir por un desconocido y termina teniendo sexo a lo loco en la mesa de la cocina; puedo tener sexo en un sitio público mientras soy observada; puedo hacer un trío con dos hombres; puedo disfrutar de que una mujer haga que me corra haciéndome sexo oral (y yo a ella).  No hay límites en estas historias, y mi marido es realmente bueno contándolas. Gracias a ellas ha ido descubriendo fantasías que me daba vergüenza confesarme incluso a mi misma, me he dado cuenta que el sexo lésbico no me desagrada, que me pone un montón la idea de hacer un trío con dos hombres o que me puedan descubrir mientras tengo sexo. Son fantasías lógicamente, porque me muero de vergüenza solo de pensar en que alguna de estas cosas pudiera ocurrir en realidad. Aunque mi marido ha sabido aprovecharse de esas fantasías para su disfrute. Para ir y volver a mi trabajo uso el cercanías, viviendo en un pueblo cerca de una gran ciudad quizá no sea la opción más rápida (con el coche tardo un tercio del tiempo, si no pillo atasco claro), pero si es la más cómoda. El rato que tengo de viaje lo puedo aprovechar para leer, sin que mi marido o los niños me molesten, novelas románticas—eróticas (lo que Bruno llama "porno para mamás") a las que soy muy aficionada. Una noche a la salida del trabajo, unas pocas paradas antes de llegar a mi estación me dio por curiosear quien estaba en el vagón. Varias caras me eran familiares de coincidir siempre en el vagón y otras no me sonaban lo más mínimo, pero en general no había nada que llamase mi atención hasta que, justo antes de volver a mi lectura, le vi al fondo del vagón, entretenido con un libro electrónico. Tendría mi edad o quizá un par de años más, no estoy segura. Vestía vaqueros y una camiseta que marcaba sus músculos de forma discreta pero lo suficiente como para no pasar desapercibidos. La barba afeitada y pelo castaño corto le daban a su atractivo rostro un aspecto joven que resaltaba sobre el resto de los hombres del tren aunque la parte de su físico que más llamó mi atención fueron las manos. Eran grandes y fuertes, me imaginé que las usaría para hacer algún tipo de trabajo duro con ellas en su día a día.  Lo primero que pensé en cuanto me fijé en sus manos fue que no me importaría que me dieran un buen azote en el trasero, aunque no fue lo único que pasó por mi cabeza.  Estoy segura que la culpa fue de las escenas de la novela que acababa de dejar, pero enseguida vino a mí una escena de lo más erótica, que seguro hizo que mi cara se pusiera colorada: Ambos desnudos, él de pie me levantándome mientras yo le rodeo con brazos y piernas, yo con la espalda apoyada en la pared mordiéndome los labios para no gritar mientras el me folla en esa postura.  No se cuánto estuve embobada mirándole pero debió ser un rato largo pues fue la llegada del tren a mi estación la que me sacó de mis sueños subidos de tono, aunque unos segundos más tarde de lo que yo hubiera querido, pues para entonces él acababa de dejar el libro que leía y se preparaba para bajarse del tren. Lógicamente no podía disimular que me había pillado mirando por lo que me puse más colorada si cabe, aunque el no hizo mención de haberse dado cuenta.  Salimos de la estación y me mantuve en todo momento un par de metros por detrás de él, pues quería evitar en la medida de lo posible cruzar mi vista con la suya y volver a pasar vergüenza porque me hubiera pillado.  Durante buena parte del camino me estuve alegrando la vista con el buen trasero que le hacía el pantalón, hasta que me di cuenta que ambos llegábamos a mi barrio, en ese momento me entró la duda de a qué casa iría. Vivimos en una zona de casitas justo a las afueras del pueblo (las ventajas de vivir lejos de la ciudad) no somos muchos vecinos y creía conocer a todos (aunque fuera de vista), no me habría pasado desapercibido si fuera vecino de la zona.  La duda desapareció en cuanto entró en el jardín de una casa que está prácticamente al lado de la mía y que hasta hace unos días tenía un cartel de "se vende" en la puerta. Parecía que al final no conocía a todos mis vecinos.  Con todo lo que había pasado llegué muy caliente a casa, en condiciones normales le habría dado a Bruno un beso de esos que solo le doy cuando estoy animada, le habría pasado la mano por el bulto de su pantalón y le habría dicho: — Hoy no me apetece cenar, ¿Qué te parece si pasamos directamente al postre? Pero no podía ser, habíamos quedado con unos amigos para echar unas partidas de juegos de mesa online. Hace tiempo que organizamos estas noches de juegos, mientras los niños duermen nos conectamos a una plataforma de conferencia y vamos jugando con los móviles mientras hablamos de cómo nos va la vida.   Mientras sacaba las llaves del bolso pasaba por mi cabeza la idea de llegar a casa, darle un beso a Bruno, arrodillarme frente a él y hacerle una mamada mientras intentaba jugar y aparentar que no pasaba nada. No habría peligro que me pudieran ver, pues nunca encendemos la cámara (para qué, si solo nos veríamos mirando al móvil), pero la escena me daba una vergüenza enorme (y me ponía más caliente aún si cabe). En ese momento se me ocurrió una idea, pondría a Bruno a tono mientras jugábamos y así cuando nos desconectásemos tendríamos una buena sesión de sexo. Entré en casa. Tras darle un beso a Bruno, saludar a los amigos y hablar un rato sobre cómo había ido el curro, me fui al cuarto con la excusa de quitarme la ropa del curro y ponerme algo más cómodo. Allí me desnudé entera y me puse un vestido de lencería que uso muchas veces para dormir. Es cómodo, es fresco y a Bruno le pone mucho verme con él (aunque no enseñe más que algo de escote cuando lo llevo puesto).  A él se le alegró la cara en cuanto me vio volver al salón así vestida, yo me tumbé en el sofá (con la cabeza sobre sus piernas) a la espera de que terminasen la partida que estaban jugando para apuntarme en la siguiente. Como ya esperaba Bruno puso su mano sobre mi trasero y tiró del vestido para poder acariciarme directamente la piel. Aproveché mientras él acariciaba mi piel desnuda para deslizar una mano por debajo de mi cabeza y empezar a acariciar con suavidad el bulto bajo su pantalón (que empezó a crecer enseguida).  Cuando llevaba unos minutos así y pude notar que ya estaba bastante a tono, decidí dar un paso más. Me tumbé con la cabeza en el brazo del sofá y con mis piernas encima de las suyas. Las caricias por mis piernas no se hicieron esperar, aunque yo las mantenía bien juntas para que no pudiera ir más allá sin mi permiso.  En el momento que le tocaba a él jugar su turno separaba las piernas lo justo para ponerle los dientes largos y que me diera tiempo a cerrarlas si intentaba meter la mano entre ellas. La verdad es que me estaba encantando este juego en silencio, evitando hacer un ruido que indicase a nuestros amigos lo que estábamos haciendo, pero me apetecía ir un paso más allá.  En cuanto terminaron la partida y empezaron a hablar de a qué juego podríamos jugar, yo me llevé un dedo a los labios y empecé a chuparlo como si de su polla se tratase. En cuanto me vio puso la cara de pillo que pone cuando se le ocurre algún jueguecito erótico que probar conmigo. Estaba mitad nerviosa y mitad excitada intentando imaginar que le estaría pasando por la cabeza.  Bruno eligió un juego en el que no podríamos jugar todos a la vez, y se ofreció a dejarme jugar a mí, con la excusa de aprovechar para preparar una bebida y que ya se apuntaría para la siguiente partida. Yo me concentré en la partida mientras él se fue a la cocina y estaba tan distraída que no me di cuenta cuando volvió, lo que aprovechó para sujetarme de los tobillos y levantar mis piernas para ponerlas en vertical.  Instintivamente doblé las piernas para hacerle soltar su agarre, pero me di cuenta que es lo que estaba esperando. No solo no me soltó, sino que aprovechó la postura para pegar su cara a mis muslos, aunque sin llegar a pasar su lengua por mi sexo. Normalmente había peleado un poco con él antes de dejarle que me hiciera sexo oral pero no quería hacer ruidos que nos delatasen y además, mi cuerpo me pedía a gritos notar su lengua. Miré un segundo la pantalla del ordenador para asegurarme que realmente no teníamos la cámara conectada (menudo espectáculo habríamos dado hasta ahora si hubiera estado encendida) y separé mis muslos para facilitarle la tarea. Él se acomodó metiendo su cabeza entre mis piernas, yo esperaba notar su lengua de un momento a otro mientras intentaba concentrarme en la partida. Pero esa lengua no llegaba nunca. Miré para abajo y pude verle mirándome, esperando a algo. Le pedí con gestos que empezase, pero no se movió, por lo menos no de inicio. No sé qué estaría esperando, pero si esperaba que le pidiera que me diera sexo oral, se iba a quedar con las ganas de oírmelo decir, no se lo pensaba poner tan fácil (aunque en mi cabeza no paraba de dar vueltas la idea de tirar el móvil, empujar su cabeza contra mí y dejarle que me bajase la calentura que llevaba. Uno de mis compañeros de partida me preguntó una cosa, y cuando fui a abrir la boca para contestar pude notar como me daba un lametón, separando mis labios, desde la entrada de mi sexo hasta el clítoris. Me tuve que morder el labio para que no escapase un gemido, me había pillado con la guardia baja, no había duda. Tras esto empezó a mover su lengua por mi clítoris con suavidad mientras me miraba, evaluando cuanto podía esmerarse sin hacerme gemir. Yo intentaba mantener una conversación, creyendo que ya lo tenía controlado, hasta que noté un dedo que entraba dentro mío y empezaba a acariciar mi punto G. Tensé todo el cuerpo, me agarré al sofá con una mano mientras intentaba que no se me cayese el móvil de la otra, cerré los ojos e intenté impedir que un solo gemido saliera de mi boca, aunque era algo sumamente difícil para mí.  Un segundo después no notaba nada, abrí los ojos y pude ver que me miraba con cara pícara, para comprobar mi reacción. La verdad es que notaba una mezcla de alivio y de frustración, me hubiera encantado que siguiera, aún a riesgo de que me pudieran escuchar.  Él se levantó, me dio un piquito en los labios y me dijo que ahora volvía. Yo intenté concentrarme en la partida, aunque era más que complicado con el calentón que llevaba, y en cuanto volvió la concentración me desapareció del todo, ya que volvía completamente desnudo.  No podía apartar los ojos de su m*****o, estaba tan caliente que solo pensaba en tenerlo dentro de mí, me daba igual que pudieran escucharnos. Siendo sincera, buena parte de la calentura que llevaba venía de que pudieran escuchar algo, creo que deseaba que pudieran hacerlo.  Él, lejos de intentar follarme, se acercó a donde estaba mi cabeza y se puso delante mío con los brazos a la espalda. Ahí descubrí parte de lo que tenía en mente y no me hice de rogar, me metí su m*****o en la boca y empecé a chuparlo. Quería esmerarme todo lo que pudiera sin hacer ruido, mi intención era dejarle a punto de llegar al orgasmo como me había hecho él, y luego dejarles a medias. Pero él tenía otros planes, mientras estaba a lo mío sacó las manos de detrás de su espalda y me enseñó lo que escondía. Había ido al cuarto a desnudarse ¡y a por un vibrador! Es uno de los juguetes que usamos muchas veces, que estimula con la vibración la v****a y el clítoris. Puse cara de susto mientras me sacaba su m*****o de la boca, si lo ponía en marcha no había opción de que no lo escuchasen nuestros amigos. Él puso un dedo en sus labios para indicarme que no hiciera ruido y lo introdujo dentro de mí suavemente. Mientras me metía el juguete escuché que alguien decía mi nombre en la conversación, me había olvidado de la partida por completo. Pedí disculpas mientras jugaba mi turno, intentando que la voz no descubriera lo que estaba ocurriendo. En cuanto hice mi turno me llegó un mensaje de w******p de Cris, una de las que estaban en la partida. — Te noto distraída en la partida, ¿Ya está Bruno haciendo de las suyas? Con ella tengo confianza y sabe cómo es Bruno, con lo que no le debió costar mucho imaginarse lo que pasaba.  Le enseñé el mensaje a Bruno para darle a entender que nos estábamos pasando un poco. Él leyó el mensaje, cogió mi móvil, escribió algo y me lo devolvió volviendo a agarrar el juguete y seguir con sus movimientos. Me quedé a cuadros cuando leí el mensaje.  — ¿Quieres ver lo que está haciendo? Solo lo tenía escrito, no lo había mandado aún, me dejaba a mi la decisión de mandar el mensaje o no. Y no sabía qué hacer. En cualquier otro momento habría borrado el mensaje y le habría mirado cabreada, pero en esta ocasión no.  Estaba abierta de piernas con un vibrador entrando y saliendo de mi coño, con Bruno desnudo y su polla a pocos centímetros de mi cara, la situación no podía ser más morbosa. Tenía unas ganas increíbles de mandar el mensaje y que ocurriera lo que tuviera que ocurrir. Por suerte la voz de mi amiga, a través del ordenador, me devolvió a la realidad, evitando que hiciera una locura. — Venga Lily, te toca jugar a ti, no te despistes como antes. Mientras volvía al juego Bruno aprovechó para sentarse en el sofá y seguir moviendo el juguete, relajó el ritmo y me permitió poder terminar la partida, aunque no me pude concentrar lo suficiente como para jugar en condiciones. Ahora tocaría elegir nuevo juego, lo que alargaría un poco más mi tortura, pero Cris volvió a ayudarme.  — Nosotros nos desconectamos ya, que estamos un poco cansados y mañana toca madrugar —  Se que no era cierto, esa misma mañana había hablado con ella, sabía que ese fin de semana tenían a los niños en el pueblo y tenían plan de quedarse en la cama toda la mañana, pero me dio pie a decir que yo también estaba cansada y así conseguir que Bruno me follase en condiciones. Nos fuimos despidiendo de los amigos que estaban conectados, y en cuanto vimos que eramos los únicos en la llamada, Bruno encendió el vibrador y sin darme posibilidad de reaccionar me empezó a follar con él muy rápido. Me encanta cuando me hace eso, notar como se mete de golpe el juguete y justo cuando llega al fondo notar la vibración en mi clítoris.  Pero no quería esto, quería que me follase de una vez. Intenté decírselo entre gemidos, pero apenas me salían las palabras. Bajó un poco la velocidad mientras se ponía de pie junto a mí, con la intención de que se la volviera a chupar un poco y se lo dije.  — Deja el juguetito, quiero esto dentro ya — Dije mientras agarraba su m*****o y le empezaba a masturbar. Él volvió a subir la velocidad con la que me follaba con el vibrador. — ¿Te ha puesto saber que podían escucharte? — Redujo un poco la velocidad para que pudiera responderle. — Mucho — Los gemidos no me permitían decir mucho más. — ¿Te has quedado con ganas de mandarle el mensaje a Cris? — Me miró con cara pícara mientras me hacía esta pregunta. — Si — La respuesta fue automática, no la pensé, me llegó una imagen de Cris y su marido mirando lo que estábamos haciendo y mi cuerpo se empezó a convulsionar.  El orgasmo que llevaba aplazando un buen rato llegó por fin, ayudado por Bruno, que metió el vibrador hasta el fondo en cuanto notó que me corría.  Me tensé, me convulsioné, grité... Hacía mucho que no tenía un orgasmo tan intenso. Me quedé en el sofá sin fuerzas, intentando recuperar la respiración mientras Bruno me miraba con cara de puro disfrute al ver como había quedado.  Le pedí que me sacase el juguete y me ayudase a ponerme de pie, me temblaban las piernas. En cuanto me conseguí levantar le rodeé el cuello con los brazos y le di un beso intenso, pegando su cuerpo al mio, notando como me clavaba algo muy duro.  Él me llevó junto a la mesa mientras nos besábamos, me subió a ella e hizo que me tumbase. Me levantó las piernas apoyándolas en su pecho y poniendo mis pies a cada lado de su cabeza. No se hizo de rogar, en cuanto me tuvo así colocada me la metió hasta el fondo y empezó a follarme muy fuerte. Yo cogí el vibrador que habíamos dejado en la mesa a mi lado, lo encendí y lo pegué a mi clítoris.  Cerré los ojos y me dediqué a disfrutar, mis gritos y gemidos seguro que se podían escuchar en casa de los vecinos (tenemos suerte que los peques duermen como troncos y no se despiertan por nada), no se el tiempo que pasamos así, hasta que empecé a escuchar los gemidos de Bruno que me decían que estaba a punto de llegar al orgasmo. Contraje mi sexo todo lo que pude para ayudarle y unos segundos después pude notar como varios chorros de líquido caliente me llenaban por dentro.  — No te muevas aún — Le rogué mientras me aplicaba con el vibrador, notando como mi segundo orgasmo estaba a punto de llegar.  Noté que cambiaba un poco de postura, concentrada en lo que estaba me costó darme cuenta de lo que hacía, hasta que noté un dedo jugando cerca de mi ano, no me hizo falta mucho más para correrme, me volví a tensar entera mientras el hacía fuerza para mantener mis piernas en alto. Me tomó mi tiempo recuperarme y poder ponerme de pie, en cuanto lo conseguí el me dió un piquito muy romántico mientras me decía:  — Muchas gracias chica sexy — Gracias a ti   Tras eso nos fuimos a la cama a descansar que mi cuerpo no daba para más, dormí muy relajada y feliz esa noche.  Al día siguiente por la tarde estaba desnuda en la cama, me acababa de dar una ducha y estaba a punto de ponerme la ropa cuando me llegaron un par de mensajes al movil, eran de Cris. — Hola distraída ¿Os lo pasasteis bien jugando anoche? — Me imagino la risa en su cara mientras escribía el mensaje.  — No me puedo quejar, fue una partida interesante — Le puse un emoticono sacando la lengua.  — Por cierto ¿qué mensaje te quedaste con ganas de mandarme?   En ese momento no pude contestar, me di cuenta que toda la escena la debía haber escuchado. Mi cara se calentó entera, estaba segura que estaría más roja que un tomate, me temblaban hasta las manos.  — ¿Cómo sabes tú eso? — Le mandé como respuesta, en cuanto pude reaccionar.  Pero no recibí respuesta, por lo menos no en ese momento.

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