Capítulo II

2467 Words
Su mandíbula estaba apretada, respiraba con dificultad tratando de contenerse, de contener esa rabia infinita que amenazaba con matar a ese sujeto. Ella le sonreía a él. Ella lo abrazaba a él. Ella confiaba en él. Y para ella Damon no era más que un imbécil del cual debía alejarse a toda costa. Era automático que ella lo veía y corría despavorida como si él le hubiera hecho daño alguno. Lo que más lo enfurecería era verla con él. No estuvo tranquilo hasta que el chico se fue entonces en ese momento pudo reparar en la tristeza que reflejaron sus pupilas antes de toparse con los de él y huir como siempre lo hacía. Damon maldijo inevitablemente mirando fijamente su puerta. Su rechazo le dolía más que nada en el mundo, de hecho nunca se había sentido así de esta forma, hasta que no había llegado ella a su vida él no conocía ese sentimiento. Durante toda su vida había sido adorado y respetado... Pero todo cambió. A pesar de su repudio Damon se quedó allí, cuidándola desde lejos como siempre lo hacía y no estaba arrepentido por ello y nunca iba a estarlo. Porque él la cuidaría aunque ella misma no lo quisiera, era incapaz de rendirse, ya había caído a los pies de esa preciosa humana. No había marcha atrás. Siempre sería de este modo. * En toda la noche no había podido dormir, cuando cerraba sus ojos el rostro de Félicité aparecía llorosa, desgarbada y aterrada pidiendo su auxilio, su hermana era una parte importante en su vida y le aterraba pensar en perderla. ¿Por qué ella le había mentido sobre la fiesta? ¿Y si Félicité había huido por merito propio porqué ya no la soportaba? Eso podía tener sentido, cuando Félicité se enojaba con ella, que resultaba ser muy a menudo, le gritaba que no la soportaba. Asustada Ekaterina se arrancó la sábana que la cubría de golpe, total, ni siquiera podía dormir. Se levantó y antes de salir otra vez al jardín tomó sus zapatillas, la noche estaba fría y a ella apenas la cubría un short corto de tela rosa y una blusa sencilla del mismo color sin embargo poco le importaba ya que no podía prestar atención a su alrededor, su mente ya estaba ocupada. Tan absorta estaba que esta vez su perspicaz instinto ante la mirada de Damon fue ignorado lo que hizo que él se preocupara enseguida, frunciendo el ceño y arriesgándose a que ella lo dejara con la palabra en la boca caminó hasta estar frente a Ekaterina como tanto tiempo había deseado, solo separados por un dedo de distancia, entonces fue cuando ella lo notó al fin. Ekaterina se levantó tan deprisa que estuvo a punto de caerse y hacer el ridículo frente a él, pero se encontraba tan sorprendida que no le había quedado tiempo para apenarse por su torpeza. Ella sabía que Damon siempre la miraba cuando se topaban no obstante mantenía la distancia que ella misma había impuesto lo que la hacía preguntarse el por qué de su cercanía ahora. El nerviosismo cosquilleo en su vientre entonces ella se las arregló para hablar. — ¿Qué quieres? —Se las arregló para no balbucear intimidada. La presencia de Damon siempre la había puesto muy nerviosa aún más cuando sus ojos la miraban con ese brillo particular el cual él siempre tenía, después de un breve silencio incómodo por fin habló: — ¿Dónde está Félicité? —preguntó él de pronto dejándola atontada. Y los colores cubrieron su rostro sintiéndose tan estúpida ¿Por qué no había recordado la amistad de Damon con su hermana? Aunque le pidió a Félicité una y mil veces que se alejara de él, ella hacía siempre lo que quería ¿Por qué otra razón él le hubiese hablado de no ser por ese enlace? Él nunca le hablaría aunque siempre se miraban a la lejanía. Ellos nunca habían mediado palabra alguna entonces él se acercaba deliberadamente a hablarle, debió haberlo intuido. Por su parte Damon se reprochaba el ser tan lento como para no atar los cabos sueltos antes, Ekaterina adoraba a su hermana, Félicité era como su hija pese al corto tiempo que ambas se llevaban debía haber sabido que la razón de su tristeza era ella, su hermanita menor. —Ella no está y… ¡Y es mejor que no la busques más! No eres bueno para ella —lo señaló con una mezcla de sentimientos contradictorios. No es bueno para ella, ni para nadie quiso añadir Ekaterina. No entendía porqué había reaccionado de esa manera pero ya no importaba, se dio la vuelta bajo el ceño fruncido de Damon y antes de entrar sintió que él la detenía del brazo. Algo en ella se estremeció. Su corazón se agitó aún más si eso era posible y su olor se coló por sus fosas nasales, él olía endiabladamente bien, tanto que Ekaterina tuvo que hacer un esfuerzo por no lanzarse a su cuello para obtener más de aquel tentador aroma. Ella misma frunció el ceño por su extraña reacción pero Damon pareció creer que era debido a su agarre y la soltó tan rápido como pudo. — ¿Dónde está ella? —Volvió a preguntar tratando de lucir tan sereno como quería. Se llevó las manos a lo bolsillos mirándola fijamente bajo su mirada grisácea. El nudo en la garganta de Ekaterina se intensificó, suspiró cruzándose de brazos entonces se apoyó en la puerta cerrada con su corazón traicionero agitándose por su cercanía. Era inevitable. Su cuerpo reaccionaba siempre de la misma manera ante él, por eso lo evitaba... Por eso y por muchas cosas más de las cuales no quería acordarse en esos momentos. —No es tu problema —añadió ella por medio de un gruñido a la vez que lo miraba de pies a cabeza aprovechando que estuviera tan cerca como para poder detallar sus facciones. Cejas pobladas, ojos hermosos de color gris agua, nariz ligeramente torcida era probable que por un golpe, boca carnosa y sensual, mandíbula fuerte y cuadrada. ¿Qué podía decir de su cuerpo? Debía admitirlo. Él era el epítome de belleza masculina pero realmente no era eso lo que atraía de él. Porque debía ser sincera, Damon era atractivo. Más que eso pero no estaba lista para decirlo en voz alta a penas y podía permitirselo en pensamientos que normalmente satanizaba. Lo que más atraía de él era su actitud masculina, intensa. Era tan serio. Tan misterioso. Además de que había algo intrínseco en Damon que inevitablemente hacía que su atención estuviera fija en él, por más que lo evitaba. —Sí que lo es, me preocupo por ella —dijo él sacándola de sus pensamientos. Me preocupo por ella y por ti. Quiso decir en voz alta Damon, no obstante, él sabía que aquella frase la pondría en alerta como siempre hacía su presencia y huiría de él tan rápido como pudiera. —Pues no deberías porque mi hermana no es nada de ti, así que aléjate —advirtió tratando de mantener el control que había perdido. —Dímelo —exigió él irritándola por su tono autoritario. Ekaterina apretó la mandíbula no solo por la irritación sino también por el evidente interés de Damon en su hermana. Además ¡¿Quién se creía él como para hablarle con ese tono tan fatuo?! — ¡Solo vete! —Explotó sin poder contenerse más. Ese hombre la ponía de nervios, no necesitaba tenerlo allí atormentándola, preguntando por su hermana desaparecida. Entró a su casa de forma tan rápida como para que él no pudiera detenerla entonces cerró la puerta en su cara para después apoyar la frente en la madera. —Si necesitas mi ayuda, búscame. Lo escuchó decir al otro lado de la madera y su corazón palpitó con más fuerza. Ella cerró los ojos negando con la cabeza como si él pudiera verla. —No tengo nada que darte —Murmuró sabiendo que pese a su amistad con Félicité tendría que pagar por su favor, después de todo era un monstruo, un... Prefirió no pensarlo y después de lo que pareció una eternidad, lo escuchó hablar. —Oh cariño, tienes mucho que darme. Su voz sonó aún más ronca de lo que era, tan masculina, aquellas palabras llegaron a lugares impensables y Ekaterina se ruborizó evidentemente pero por suerte no había nadie alrededor como para que pudiera verla. —Largo —demandó ella. Y cuando no escuchó más su voz supuso que se había marchado aunque no podía estar más equivocada, así que tratando de olvidar ese momento compartido con Damon, Ekaterina se marchó a su habitación. * —Voy a morir si algo le ocurre —balbuceó Eka afligida. Esa afirmación hizo que sus amigos la vieran con dolor. Pero qué más podía decir si no se sabía absolutamente nada de su paradero, ya había avisado a la policía pero ellos tampoco tenían nada y las fuerzas de Ekaterina comenzaban a decaer. Cada segundo que pasaba sin ver a Félicité era un golpe para su corazón. —Debes ser fuerte por tu hermana Terie —dijo Hay apretando su mano en señal de apoyo. —Lo sé, es que solo pienso en que podría estar sufriendo y yo… Se calló abruptamente cuando vio pasar a Damon tan serio como siempre con uno de sus amigos del cual ni siquiera conocía su nombre, cuando él la volteó a ver su vello se puso en punta y esa extraña corriente que cruzaba por su cuerpo solo cuando él la miraba apareció de nuevo, Ekaterina nunca había entendido porqué sentía eso con él pero sí que tenía una idea, era por ello que necesitaba mantenerse alejada de él lo más que pudiera. — ¿Por qué no le pides ayuda a Bélanger? Has pasado todo el verano quejándote porque Félicité se ha hecho su amiga, él podría ayudarte —soltó de golpe su mejor amiga sacándola de su trance. Ekaterina volteó a ver a Diana como si hubiera perdido la cabeza antes de negar con efusividad ocasionando que su ondulado cabello golpeará sus mejillas sonrojadas. —Primero caminaría por las brasas del infierno antes de pedir su ayuda —afirmó. Por una extraña razón lo buscó con la mirada y lo vio sonriendo tan fríamente que ella tuvo un estremecimiento ¿Él la había escuchado? Probablemente sí, pero qué le importaban a Damon Bélanger sus palabras. Él era el hombre más frío que hubiera conocido nunca. A lo mejor se debiera a su naturaleza. —Estás siendo muy mala Terie —Soltó Jay con sorna—. Además, sabes que él podría encontrarla más rápido que nosotros. Ekaterina meditó sus palabras sabiendo que Jay tenía razón pero Damon siempre pedía algo a cambio para ayudar a alguien y ella temblaba nada más al pensar que le pediría a ella. —Si en un par de horas los policías no encuentran nada sobre Félicie… entonces yo recurriré a él, de resto… —Permanecerás tan alejada de él como puedas, ¿Qué te ha hecho para tenerle tanta manía? —Preguntó Jay lleno de curiosidad. Pero ella no podía decirlo porque seguramente sus amigos la tacharían de loca y no quería que ellos también se alejaran de ella. Ekaterina se mordisqueó el labio inferior antes de responderle. —Saben que él es peligroso, todos lo saben ¿No? Diana hizo una mueca antes de echarle una mirada al chico por encima del hombro. — ¿Y qué? Es arrebatadoramente guapo, si él me mirara yo… — ¡Venga ya! —Gruñó ella cuando una extraña posesividad la azotaba y se horrorizó por ella enseguida—, entremos que me ha dado hambre. Nadie dijo nada más y el trío entró a la casa como Ekaterina había pedido no obstante antes de entrar ella le dio una mirada rápida y al notar que sus ojos seguían fijos en ella apartó la mirada azorada y cerró con rapidez. —Una mujer difícil ¿No? —Añadió Colin divertido al verla entrar. — ¿Y me lo dices a mi? Su mirada seguía pegada a la puerta aún cuando ella había desaparecido por la misma, la maldita puerta que los había separado la noche anterior. Cada día era más difícil estar sin ella… — ¿Qué tienes para mí? —preguntó Damon sin apartar su mirada de la puerta. Si bien era cierto que Ekaterina no había recurrido a su ayuda él ya estaba buscando el paradero de Félicité. Lo que le había molestado la noche anterior era que ella lo conociera tan poco como para alegar que iba a pedirle algo a cambio, Damon cerró los ojos y pensó en ella. ¿Por qué le odiaba tanto? ¿Ella ya sabría todo…? El solo pensarlo lo ponía tenso. —He encontrado algo muy extraño aquí y es que hace unos meses han estado desapareciendo chicas de las características de Félicité y no me refiero propiamente a su físico, es decir brujas hermanas de grandes hechiceras. —Maldita sea —Rugió él. Aquello complicaba más las cosas, no se trataba de un secuestro común humano, aquello tenía que ver con su hermano. — ¿Lo has captado, no? Él asintió furioso apretando sus puños. —Samael trama algo. * —Hasta que por fin he dado con la hechicera correcta. Aquella voz masculina hizo que Félicité diera un brinco en el acto. Estaba tan ensimismada en las sobras que le habían llevado que no lo había escuchado llegar. Al levantar la mirada pudo ver a ese hombre aterrador que la miraba con una sonrisa socarrona como si él supiera lo que ella pensaba en esos momento, su expresión la hizo temblar y encogerse en su sitio presintiendo que en algún momento él le haría daño. —Tranquila, no te haré daño, no por ahora. — ¿Quién eres? ¿Por qué me tienes aquí? Por su actitud altiva Félicité supo que él era el causante de su secuestro y no solo eso, tenía la sospecha de que ese hombre era más peligroso que cualquiera que hubiera conocido nunca. —Confórmate con saber que estarás bien, claro, hasta que tu hermana venga. Me la has puesto muy fácil, pequeña. Lo vio carcajearse y tuvo que contenerse para no echarse a llorar como una cría, ese hombre lucía como la personificación del mal aunque probablemente lo fuera, tuvo miedo por su hermana y por ella misma, por su estupidez las había puesto en peligro a las dos. Lo siento tanto Eka, no vengas por mí. Suplicó en su interior pero conociendo a su hermana estaría buscándola por cielo, mar y tierra. No solo eso. Ella era capaz de intercambiarse para que Félicité fuera liberada.
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