—Emocionalmente, ¿cómo te has sentido? —preguntó Raudel, caminando al lado de una joven claramente agotada. —Igual —dijo María y, ante la mirada de insistencia que le regaló el medico sonrió un poco—, inestable. Raudel le sonrió, le alegraba mucho que se esforzara, pero le alegraba mucho más que la chica no se mostrara tan renuente a hablar a pesar de que sonara un poco extraña su pronunciación. —¿Sigue siendo tristeza lo que más sientes? —preguntó el chico y la joven negó con la cabeza. —Enojo —aclaró—, me enojo mucho cuando no puedo hacer cosas. Raudel lo entendió. Debía ser difícil para ella, que era tan buena haciendo tantas cosas, no poder siquiera hablar correctamente. Ella había sido su amor platónico durante toda la preparatoria, eso debido a que, a pesar de que la conoci

