—Estás a punto de caer —dijo Ángela y Alicia asintió, provocando que María se mordiera los labios con preocupación. —Ya lo sé —declaró la afligida chica—, y no sé cómo evitarlo. De alguna extraña manera, mi miedo se vuelve nada cuando él dice cualquier tontería. Alicia y Ángela se miraron con complicidad, sonriendo ligeramente. A ambas les hacía feliz que la parte de vida que María había intentado dejar de lado en realidad siguiera moviéndose con ella y ahora estuviera casi abierta a una oportunidad. —Yo digo que deberías dejar de detenerte y solo dejarte fluir —dijo Ángela, moviendo ambas manos como si las deslizara por una suave superficie plana que solo estaba en su imaginación. —¿Sin saber a dónde fluiré? Ah, ah —hizo María y Alicia entornó los ojos. —Tal vez esto termine en

