Capítulo 2

1015 Words
Desde aquel momento, supe entonces que podría lograr todo lo que me propusiera. Descubrí, que tenía un potencial inmenso por seguir explotando y sólo sería cuestión de actuar con inteligencia para dos cosas: primero, no ensuciar mis manos; realmente desde que maté al vagabundo de la primera vez decidí que ese no sería mi estilo. Y segundo, para no ser atrapada por las autoridades, pues si bien hasta ahora no se habían enterado de nada, era posible que surgieran investigaciones para intentar dar  con el posible asesino y no me gustaba la idea de estar tras unas rejas y menos siendo tan joven.  Con esto sobre la mesa, opté entonces por estar sin moverme por algún tiempo mientras se calmaba la marea por los homicidios y no era blanco alguno de investigación. Por esos días, mi madre salió a vacaciones de su trabajo así que por fín podría tenerla más tiempo en casa compartiendo conmigo, y para su infortunio; soportando al borracho de mi papá. Pero mi padre era lo de menos, yo estaba contenta por poder tenerla cerca durante más tiempo pues era la única persona que podía contar como una amiga, a decir verdad, era la única persona con la que podía contar en mi vida. En su primer día  libre en casa, se tomó la tarea de ser aquella buena madre, atenta y dedicada a su hija que no podía ser mientras trabajaba.  Se despertó muy temprano en la mañana, me preparó un delicioso desayuno; pancakes con fruta y salsa de chocolate, planchó mi uniforme para la escuela, incluso me preguntó si tenía tareas pendientes para el día de hoy, aunque sabía que no debía preocuparse por ello puesto que yo nunca descuidaba mis notas. Sé muy bien que ella siempre trabajó duro para sacarme a mí adelante, pero también soy consciente de que sentía que fallaba como madre por no poder estar todo el tiempo pendiente a mí (como los padres normales), y se sentiría devastada si en algún momento se enterara de que la niña inocente que creía que era yo, ya tenía dos homicidios a cuestas… ¡y los que faltaban! Salí directo a estudiar, y como de costumbre llegué al salón de clases y me senté sola en un rincón a esperar el inicio de las mismas.  Luego de algunos minutos, entró por la puerta el docente que nos dictaba química. Era de mis asignaturas favoritas como ya les mencioné anteriormente, así que estuve muy atenta a lo que pudiera aprender ese día  —y sí que aprendí —. No se imaginan cuánto me sirvió, y después dicen que la escuela no sirve para nada. No es que no sirva amigos, simplemente no saben cómo aplicarla a su vida cotidiana. Como venía mencionando, era clase de química, y ese día en especial el profesor decidió dictarnos una lección muy interesante acerca de elementos tóxicos y sustancias peligrosas. De todas las sustancias que estudiamos ese día, una en especial quedó haciendo eco en mi cabeza: el cianuro. Tomé nota de todos los datos importantes que me pudieran servir futuramente sobre dicha sustancia, y además, decidí consultar por mi cuenta demás efectos negativos, como podía conseguirlo, qué dosis debía usar… y sí, ya saben, todo lo que deberías consultar si quieres que tu plan de asesinar a alguien con ello, funcione. Llegó la hora de salir de la escuela  y sinceramente,  no recuerdo haber salido otro día tan emocionada como en ese momento. Curiosamente la clase que acababa de recibir, me había dado mil ideas que estaba loca por intentar.  Mi alegría no duraría mucho, pues al regresar a casa del colegio, encontré a mi madre tendida en el piso, sangrando, con una botella de licor despicada a su lado y toda la sala en completo desastre. No tenía que preguntar, pues sabía que el causante había sido el bastardo de mi padre. Ingresé a la casa, la ayudé a parar con cuidado y la senté en uno de los muebles de cuero descascarado que teníamos hacía años. Fui y tomé el botiquín que anteriormente había usado para realizarle las curaciones a mi papá y me dispuse a curarle las heridas a ella con algunos vendajes, desinfectantes y pastillas para el dolor. Después, le pregunté dónde estaba mi papá y mencionó no saberlo, el tipo la había golpeado y se había marchado ebrio. No entré en detalles para preguntarle el motivo de la golpiza porque no era extraño que mi papá en cualquier momento y por cualquier motivo estallara de esa manera. Pero ya tenía algo claro y decidido:  no quería ver nuevamente a mi madre golpeada y sometida por un borracho que a fin de cuentas jamás consideré un padre para mí.  Ésta sería la última vez que la pisoteaba de esa manera, pues estaba dispuesta a convertirlo en mi siguiente víctima.  Pensarán ustedes, ¿qué tan lunático hay que ser para decidir matar a tu padre?, y bien, les diré; no es que sea lunática, o bueno… tal vez un poco, pero más lunático todavía ver a tu mamá sufriendo día y noche y no atreverse a defenderla. Esa misma tarde después de dejar a mi madre descansando por la golpiza, salí de casa hacia el centro de la ciudad a  buscar la manera de conseguir la interesante sustancia que había estudiado en la escuela.  Fuí a varias tiendas de químicos e intenté comprarla, pero para mi sorpresa, no podían venderlo si no era mayor de edad.  En un principio pensé que se me dificultaría conseguirla porque como era un producto tan tóxico y supuestamente mortal para los humanos supuse estaría regulada o prohibida su venta. En este caso no, el único impedimento era mi edad pero no estaba dispuesta a regresar a casa sin ella. Me dirigí hacia otro almacén que estaba lleno, para así perderme entre la gente. Ingresé al sitio, di unas cuantas vueltas simulando buscar algún producto y cuando estuve lo suficientemente revuelta entre la gente, estiré mi mano y tomé uno de los frascos con cianuro que tenían exhibido en un mostrador.
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