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IN SECOND LIFE

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Blurb

Una serie de desapariciones de jóvenes en la ciudad de Miami llevan a una pareja de detectives a descubrir que hay espacios ocultos en medio de la red donde se crean vidas alternas, con sus amores, sus relaciones y sus sueños. Lugares que pueden perder a cualquiera en busca de una vida más real que la del cotidiano vacío. ¿Encontrarán las pistas que lleven al culpable o se perderán en una realidad virtual llena de misterios?

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DESAPARICIÓN
La joven Sofía Bennigsen de 16 años ha desaparecido sin dejar rastro. El cuerpo no ha sido encontrado por las entidades de rescate y la policía no tiene pistas de su paradero. La joven fue vista por última vez hace ya una semana. Los padres de la menor aseguraron no haber notado en su comportamiento nada anormal. Ya que no ha habido ningún tipo de hostigamiento de un grupo o pandilla que se adjudique este hecho, se ha descartado un posible secuestro por venganza. El caso de Sofía se suma a los ya ocho jóvenes desaparecidos en situaciones misteriosas en la ciudad en las últimas semanas, sin dejar huellas y sin ninguna conexión aparente. Seguiremos informando sobre el caso, aquí Nataly Stevenson para noticias uno.  -La presentadora se ve mona en la pantalla del celular-pienso, mientras observo mi reflejo en el cristal de enfrente. Yo en cambio no soy nada sobresaliente. Una mujer de cara ovalada, piel morena y llena de pecas por el sol, ojos de granito, pelo rojizo recogido sin mayores adornos y una rictus en la boca de haberme comido un limón. -Apaga ya eso de una buena vez, estoy harto de escuchar lo mismo todos los días.- Escucho a mi lado a Jhon, mi compañero de trabajo. A distancia parece una mole rubia, alta y gélida de ojos azul cobalto , ojos duros que no reflejan sentimiento alguno. Miro el vacío a través de la ventana del elevador. Observo la línea del atardecer donde espero encontrar algo más que una mosca estrellándose repetidas veces contra el vidrio. Me siento como esa mosca. De cerca, con el quinto expreso machiatto del día en la mano y después de una tres días de interrogatorios interminables sin apenas pegar el ojo, al fin había descubierto que el "iceberg", como lo habían apodado cuando llegó a la unidad de homicidios y lo asignaron como mi nuevo compañero, era solo un "Big boy". Jhon y sus grandes ojeras era un chico lleno de conocimento, recién desempacado de Harvard, con especializaciones y títulos de forense como para llegar a la NASA, pero nada de "realidad callejera" en su expediente. -Vamos John, no te molestes tanto, es nuestro trabajo después de todo. No vendemos helados , ¿sabes? -Sí, pero llevamos una semana de búsquedas y no tenemos nada. Ni una maldita huella. Como si se hubieran esfumado. -Ya sabes que las personas no se esfuman. Los cuerpos no desaparecen, los ocultan o los entierran, los queman, los quiebran, los olvidan; pero nunca desaparecen por completo. Además, recuerda, nuestro trabajo no es encontrarlos. Tan solo debemos recoger indicios y ya. Estén donde estén ahora, sea vivos o muertos, no es nuestro problema. Solo necesitamos evidencias-. Imito la voz ronca del jefe sin exito. -Ya, lo haces sonar fácil, pero no tenemos nada. Pronto seremos el chivo expiatorio de toda la unidad policial y nos culpará la ciudad entera. Y yo que hasta ahora me había transferido a homicidios-. Rezonga con su voz de tenor deprimido. - Calla, hemos llegado. Nos bastará con echar un vistazo al lugar, hacer un par de preguntas y tomar un algunas fotos para hacer la tarea y que nos dejen en paz. - El ascensor nos había llevado hasta el penthouse de un modernísimo edificio residencial de cristal y acero, plantado en plena Ocean drive. La crema y nata de la sociedad de florida vivía allí. Lo más probable es que tendría que lidiar con una trágica escena de Ricky Martín en desgracia. Y pensar que me perdería el partido de la serie por estos niños de veraneo. Antes de que pudiera maldecir mi destino a todo pulmón, se abrió el enorme portón que cubría la entrada del espléndido piso y apareció una mujer con uniforme azul , delantal blanco y cofia. Sus rizos decolorados y engominados pulcramente ordeñados al rededor de su rostro maquillado. Jhonny saludó a la dama que nos abrió con un gesto seco que pretendió ser cortés y se quedó plantado de segundón haciéndome de sombra ausente, mientras yo me encargaba de la diplomacia y le mostraba a la mucama la placa que me identificaba como detective al puro estilo de las novelas policiacas. - Good afternoon, i'm Monica D'Little, CIA Miami-. La mujer no me respondió directamente, se quedó un rato, como alelada, su mirada fija en el rubio pellejo que me servía de compañero. Le sonrió y nos dejó pasar con un balbuceo en inglés apenas descifrable: -Miss and Mister Bennigsen aren't here at this moment, they are in the legal bureau, but you are welcome.- Dijo con tono de falsa actriz de telenovela gringa y se echó para atrás melodramáticamente. - We know Miss; excuse me, can you tell me your name?- Intervino Jhon entrando a la espaciosa antesala. Ella aprovechó para parpadear repetidamente con una lágrima de cocodrilo brillante en el rabillo del ojo y respondió a la rubia mole con un casi comprensible maullido: -Dolores Aguilar at your service, for my friends, callme Lolita. Oficcer, Will you find my Little girl? -Yes, of course Dolores, but you must help us. Maybe its easier if you talk in spanish, we understand perflectly. Ella asintió. Yo continué con la investigación. -Parece se encontraban en un viaje de negocios cuando la joven desapareció ¿Qué sabe usted al respecto? -No mucho, detective. (Noto que la mujer habla mirando a mi compañero, como si yo fuese solo un adorno innecesario) La damita Sofia, se encerraba en su habitación por horas. Se la pasaba chateando con sus amigos, y jugando en la computadora. A veces salía a fiestas de sus amistades, hacía compras. Nada extraño para una chica de su edad. Miren, - Nos muestra el último modelo de I phone del mercado-Hasta dejó su celular, la pobrecita, ella que no soltaba ese aparato ni a sol ni a sombra-. La mujer resopla sonoramente en una balletilla blanca que saca de su bolsillo para finalizar la escena y se dirige a la cocina. Nos ofrece un café. Bueno, realmente le ofrece un café al detective Smith a mi ni me mira, y le extiende la taza con unas manos de uñas nacaradas. Es una mujer madura y segura de su papel en el drama. Jhon titubea. La valoro de un vistazo para entender la reacción: una mata de pelo oxigenado recogido en la nuca, bucles gominados, tacones de plataforma. Pasará de la treintena, adivino, pero lo resuelve con una evidente sobreabundancia de caderas que se ven firmes y apretadas por el delantal de muselina prístina y una personalidad que parece querer liberarse en cualquier momento de un sostén demasiado pequeño para lo que debería contener. -¿Leche o azúcar para su café?- Parece que me escupe las palabras para cambiar de repente el matiz de su voz a caricia gatuna cuando le repite la pregunta a mi compañero. Claro, porqué no me extraña, me digo sin demostrar la mínima sorpresa, ella me supone un accesorio innecesario de mi compañero rubio. Mi pequeña altura suele darme una apariencia de engañosa docilidad e inadvertencia; por otro lado, Jhon no contesta muy bien a sus avances, el novel detective recién desempacado de la fría Connecticut está tan azorado por el ataque frontal que parece haber olvidado las dos frases de español que ha aprendido desde su llegada a la ciudad del sol; así que  ella se decide a repetirle el ofrecimiento con una sonrisa en un inglés insinuante que se escucha casi como un ronroneo, al tiempo que pasa la lengua por sus labios- Sugar or milk? -Señora Cristina Fernández,-carraspeo e interrumpo con voz tajante su ritual de cortejo para acabar de una vez, el papeleo que me trae hasta aquí- le agradecemos su colaboración, ahora, si nos permite acceder a la habitación de la víctima para registrar y recabar alguna evidencia que nos de razón del paradero de la joven. La dama en celo me mira finalmente y con un coletazo de felina molesta, nos guía al fondo de un amplio pasillo de mármol blanco y cristal traslúcido entre reproducciones de pinturas que parecen sacadas del museo metropolitano, hasta un cuarto donde bien podría caber mi diminuto apartamento. Encontrar a la joven. Nada más alejado de mis limitaciones profesiones, lo vuelvo a pensar , en tanto reviso minuciosamente la habitación que parece tener una cúpula por techo y piso de parque casi traslúcido. Sólo quiero hacer mi trabajo y dormir 48 horas en mi cuarto diminuto de barrio asalariado. En cambio, me encuentro ante la reconstrucción de un templo al dios capitalista de la moda. La chica, al parecer, era una fashionista. Nada menos que bolsos, chamarras, jeans Calvin Klein, Prada, Chanel, Vera Wuan, una amplia colección ecléctica en su vestidor que ocupa la entera habitación. Babeo un poco y prosigo. No hago más que seguir el protocolo para cerrar el caso lo antes posible. Tomo las fotos a la habitación para seguir la investigación policial, como los manuales enseñan. Me pongo los guantes de latex y reviso, recojo muestras. Nada fuera de lo común, un atelier para ponerse mala de la envidia verdaderamente, todo en un orden pulcro y artificioso de vitrina cara. Veamos la papelera. Papeletas de golosinas, boletos, etiquetas de ropa de marca, papeletas de cigarrillo, restos de maquillaje. Nada de polvo, de drogas, no hay nombres, ni rastro del desorden de una loca adolecencia. Reconsidero a la mucama. Parece que Cristina además de aderezarse el rímel, hace realmente bien su trabajo de limpieza. Necesito huellas. Maldigo por lo bajo, en tanto Jhon, en lugar de hacer su trabajo parece estar siendo acorralado por la ama de llaves. Suspiro. Estoy harta de estos casos tipo Beverly Hills,prefiero las calles. Este será otro caso de niña malcriada con demasiado tiempo libre. De seguro aparecerá en dos semanas, cuando deje de funcionar la tarjeta de crédito sobregirada de su joven amante de turno en el desierto de Nevada. No me importa. Es el círculo del vacío, el de la mierda dorada. Es verano, nada más normal en este mundo retorcido que media docena de jóvenes de juerga con demasiadas hormonas, nada de reglas, poco cerebro y mucho dinero en los bolsillos. ¿Por qué harán tanto ruido ahora los medios por unos cuantos adolescentes mastercard golden humano ? Por favor, dioses del baloncesto, una sola evidencia que me deje ir a casa para ver el juego, tomar una ducha, descansar. Ruego mentalmente unos minutos. Sostengo el aire... No sucede nada. Hemos de volver a la estación con las manos vacías. -Let's go Jhonny- Resuello descepcionada. - ¿Detective John?- Repito al no verlo cerca. Solo escucho el susurro de la "doncella enardecida" que ha atrapado finalmente al detective Smith en el baño, y veo con el rabillo del ojo por los espejos del vestidor, mientras que le estampa un sonoro beso al grandulón, le desliza un papelito en el bolsillo y le susurra en lengua felina " llámame, Jhoncito". Al fin, algo resuena en mi cerebro. Gracias dioses del baloncesto. Me dirijo a la odalisca:- Necesitamos el célular de la joven, me dijo que lo había dejado en casa, Srta Cristina-.  Seguro, detective- Me responde apenas la dama. Se compone y toma distancia de un paso del acosado rubio y se saca del bolsillo del delantal el móvil y se lo entrega al detective Smith, con una sensual caricia en el bolsillo. Si no fuera por el partido, la dejo en la comisaría encerrada una noche con Jhoncito como premio. Salgo tan pronto como puedo arrancando a mi compañero hechizado por el aura de dominación de esas rotundas caderas.  ! Al fin, tenemos una huella, un índicio, un punto de partida!-, le suelto tan pronto como salimos al aire libre, y noto como la brisa marina golpea mi cara en la noche que cae.  -Bueno, despierta don Juan, hay que llevar esto a la comisaría. Los nombres y los chats de la memoria de este chip, bastarán para que el jefe nos deje en paz hasta mañana. Luego, te deseo buena noche, espero que sobrevivas a esa fiera-.

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