Me di una ducha relajante de agua fría, estaba haciendo demasiado calor por esa mañana como para atreverme en haberme dado un baño de agua tibia. Después de bañarme, me he sentido como si me hubiera quitado un peso de encima en ese momento. Salí desnuda del baño, me metí al vestidor, y antes de ponerme la ropa interior, he encontrado en mi cajón uno de los juguetes sexuales con el que a Enzo y a mí nos fascinaba usar para cuando queríamos jugar en la cama.
Era un vibrador en forma de anillo, me lo puse en el dedo, lo prendí para comprobar que funcionara y así fue, y entonces, aproveché ese momento que no he tenido intimidad con Enzo, y utilicé mi anillo. Abrí las piernas en cuanto me senté en el pequeño sillón que uso para sentarme ahí y ponerme los zapatos, comenzando a sentir placer de inmediato.
Mi cuerpo se estremeció, y sin querer, no pude quedarme callada cuando llegué al orgasmo, grité como solía hacer en esos que fueron tan eróticos que me hacía gozar mi esposo antes de que dejara de amar el estar conmigo en la cama.
Cuando terminé de acariciarme por mi cuenta, limpié el anillo con la toalla que usé para bañarme, y lo deje guardado nuevamente en su lugar en espera de que este pudiera volver a ser usado en ese momento. Me puse la ropa interior más sexy que encontré, lo hice por puro impulso porque hace un buen de tiempo que ya no lo uso.
Encima, me puse un precioso vestido rojo que me quedaba pegado al cuerpo, era de tiras, y este me gustaba ponérmelo con tacones de punta fina que resonaban en los pisos de los lugares con cada paso que yo daba.
Termino de vestirme, y me dispongo a secarme el cabello, usando el secador, y entonces, lo peino muy bien hasta que este queda completamente liso sin necesidad de usar una plancha de calor que me ayudara a alisarlo más. Me maquillé un poco, llevaba tiempo en que mi maquillaje permanecía guardado en su estuche dentro de mi vestidor, parecía como si me hubiera olvidado de cómo usarlo, pero al final pude recordarlo y me maquillé, luciendo como toda una modelo de pasarela.
Luciendo mis labios pintados de rojo escarlata que encendería a cualquier hombre que me vea al caminar por la calle. Así era como quería sentirme ese día; siendo sexy de nuevo antes de casarme con el amor de mi vida que ahora ha roto mi corazón en dos con su nueva personalidad.
El tiempo pasó muy rápido, y recibí la llamada de Janeth, ella ha estacionado su auto frente a la portería de mi apartamento, le respondí que ya iba en camino, que no tardaba, y salí del apartamento con mi cartera y mi celular en las manos. Bajé por el ascensor, desde el piso diez hasta el piso uno, saludé al guardia que estaba en turno, y pude ser testigo de cómo su mirada me ha comido entera, así como si fuese un delicioso postre que él gustaba deleitar.
En lugar de hacerme enojar, me hizo sonreír, le guiñé un ojo al joven apuesto que teníamos de turno ese día, y salí del edificio, haciendo resonar mis tacones en el suelo, y caminando como una modelo en plena pasarela hasta que me he subido al auto de mi mejor amiga, quién también, se encontraba muy sorprendida por mi nuevo cambio de look de ese momento.
— ¡Wow! ¡Ariana, te ves preciosa! Ha pasado mucho tiempo desde que te vi luciendo así la última vez que salimos, y eso fue cuando estabas completamente soltera, ni siquiera habías conocido a Enzo — comentó Janeth, mientras que se disponía en arrancar el vehículo para ir a nuestro destino final que yo no conocía a dónde me quería llevar.
— Bueno, ¿Qué puedo decirte? Estar todo el tiempo en casa hace que me vea toda fachosa porque no puedo usar esta ropa para hacer los quehaceres, ¿No crees? — contesté con una sonrisa radiante dibujada en mi rostro.
—¿Ves por qué te insistí en que no debías de casarte con Enzo? Pero bueno, yo te entiendo amiga, Enzo era un gran partido cuando, lo conociste, ahora, no sé qué pensar de él, en realidad — observó Janeth al mismo tiempo que conducía por la autopista para buscar salida a una carretera de la ciudad.
— ¿Será que podemos no hablar de eso y mejor me dirás a dónde es que piensas llevarme? — decidí cambiar de tema de conversación y así no amargarme el día.
Janeth dibujó una sonrisa de complicidad en su rostro, y no dijo nada ante mi pregunta.
Ella siguió conduciendo, conectamos su celular al bluetooth de la radio de su auto, y comenzamos a cantar nuestra playlist favorita que habíamos organizado para cuando salíamos únicamente nosotras dos.
Tomamos media hora de camino en carretera, hasta que llegamos a nuestro destino final, este ha sido un restaurante de comida mexicana que quedaba en el aire libre, las mesas se habían diseñado en madera y todo era solamente a campo abierto, con mucho césped a su alrededor, lo único que era cerrado era el lugar donde estaba la cocina y los baños. La verdad es que la comida mexicana era mi favorita, pero a este sitio nunca había tenido la oportunidad de ir, y la idea de Janeth de venir hasta acá, me ha hecho muy feliz.
— Janeth, este lugar está increíble. Me encanta, ¿Por qué no habíamos venido antes? — pregunté, miro a mi alrededor con mucho asombro porque todo estaba muy hermoso a mi alrededor. Para ser un restaurante de comida mexicana, lo habían decorado de tal manera que uno podía sentirse como si hubiese viajado al país a conocerlo.
— De verdad, ¿Quieres que te responda eso? — dijo ella.
Entendí su indirecta, pues desde que me casé con Enzo, tuve unos cambios muy drásticos en mi vida, antes yo era una mujer que trabajaba, pues soy profesional en negocios internacionales con una amplia experiencia, y en uno de mis viajes de negocios, fue cuando le conocí a Enzo, comenzamos a salir, todo iba perfecto, él tenía su espacio para salir con sus mejores amigos así como yo tenía mi espacio para salir con mis mejores amigas sin tener que involucrar a las parejas, sin embargo, desde que él comenzó a cambiar de actitud conmigo, dejé de hacer mis propias cosas, renuncié al trabajo que yo más amaba, dejé a un lado a las personas que más me querían por andar cumpliendo con los eventos sociales a los que siendo esposa de Enzo debía de asistir a acompañarlo, y, sin embargo, mis mejores amigas fueron las únicas que se quedaron conmigo porque yo no tenía más familia en el mundo que no fueran ellas y Enzo.
— Sí. Tienes razón, he cambiado un poco desde que me he casado con Enzo, y créeme que lo siento mucho, no debí haberlo hecho. Pero ahora, quiero recuperar todo aquello que fui antes de eso, y si a Enzo le gusta, pues bien por él, y si no le gusta, pues que se aguante. Tengo derecho a hacer miv ida lejos del matrimonio, así como él lo hace. ¿No crees? — le dije a Janeth, mirándola con seguridad en las palabras para que ella creyera en cada una de mis palabras, porque yo sabía que ella no estaba creyendo en nada de lo que yo le decía.