¿Secretos e Infidelidades Reveladas?

1130 Words
— Ya, no te culpes. Tú no sabías que tu vida perfecta y soñada no iba a seguir siendo así desde el principio. Además, hemos venido a relajarnos y a pasar una tarde de amigas, ¿No es así? Vamos a ver qué pediremos de comer. Me han dicho que la comida de este lugar es espectacular, y que la atención también es genial — dijo mi amiga con sarcasmo cuando pronunció lo último. Levanté la ceja en cuanto la escuché porque me imaginé que aquel comentario tenía una segunda intención. Janeth era bromista, más para cuando se trataba de querer coquetear con hombres guapos, ella era la típica mejor amiga que es loca de personalidad, que no le gusta el compromiso amoroso, es exitosa en su trabajo, pero no está casada, ni mucho menos tiene un novio con el que planee hacer su vida al lado de este así como lo hice yo. Ella disfruta del libertinaje, el sexo sin compromiso, y la vida social activa. Quizás esa descripción era la razón perfecta para que Enzo nunca la hubiera visto a Janeth como una buena influencia para mí. Pero eso era de menos, a mí no me importaba en absoluto lo que Enzo pensara de mi mejor amiga, puesto que al fin y al cabo, él también tenía sus amigos que eran una mala influencia para él, yo le comentaba de vez en cuando mis opiniones acerca de ellos, y a él tampoco le gustaba que yo dijera algo referente a ellos. Nos acercamos a la caja, en el restaurante había que pagar primero mientras se ordenaba la comida y nos la pudieran entregar para acomodarnos en la mesa. No había servicio de meseros atendiendo las órdenes de las personas, por tanto, tuvimos que hacer una fila de diez personas delante de nosotras que en gran parte no fue muy pesada para nosotras porque nos pusimos a conversar, hablamos de nuestras cosas, o bueno, ella me contó todo lo que le pasó el fin de semana pasado que tuvo la fiesta de compromiso de su primo. Aquella fue una reunión muy íntima para las personas que eran de su familia y las más cercanas, y por supuesto, incluía a la novia y a su familia. Y eso no fue un impedimento para que de todas formas la fiesta hubiera sido una locura total. Llegó nuestro turno de ordenar la comida, y mientras que veíamos el menú, no pude evitar intercambiar miradas con el hombre que atendía la caja, era un hombre alto, acuerpado, se notaba que hacía mucho ejercicio, más no exageraba. Él era rubio, de ojos verdes, y una sonrisa encantadora. Por un instante, me había olvidado de que yo era casada y que amaba a alguien más, porque me he dado cuenta de que este hombre, estaba coqueteándome. Ordenamos la comida, y por fortuna, Janeth no se dio cuenta de mi coqueteo con el hombre de la caja. Nos fuimos a buscar una mesa que fuera la indicada para nosotras, y cuando la encontramos, nos ubicamos en ella, era una mesa para dos que se hallaba debajo de un árbol. Al sentarnos, Janeth me sorprendió con su próximo tema de conversación. — ¿Te gustó el hombre que nos atendió en la caja, no es así? ¿Ahora me crees cuando te dije que la atención era genial en este lugar? — comentó ella con una sonrisa pícara dibujada en su rostro al ver cuando me sonrojé por su culpa. — ¡Janeth! ¡Qué cosas dices! Recuerda que soy una mujer casada — respondí evitando querer reírme ante ella y que así no se quisiera seguir burlando de mí. — Ya, déjate de idioteces. Que estés casada no quiere decir que no puedas mirar. ¿Cuánto quieres apostar a que tu amado y admirado esposo también mira a otras mujeres a tus espaldas? Aquello que Janeth cuestionaba es cierto, si yo misma me estaba impidiendo mirar a un hombre tan atractivo como era aquel hombre de la caja del restaurante, quién sabía si Enzo hacía lo mismo por respetar nuestro matrimonio para cuando salía sin mí a donde sea que fuera. — Bueno, basta ya. Dejemos de hablar de mi matrimonio, concentrémonos mejor en esta salida de amigas que de verdad la necesitaba — sugerí. De verdad que necesitaba dejar de hablar de mi matrimonio porque, de lo contrario, solamente iba a conseguir, era amargarme el momento. Comenzamos a comer cuando fuimos a recoger nuestra comida, ordenamos unos tacos de birria con agua de Jamaica fría y una porción de nachos adicional. La comida estuvo deliciosa, y continuamos con el ambiente fiestero de amigas como si nada, hablando de otras cosas completamente diferentes, y entonces, para cuando me imaginé que las cosas marcharían bien para mí, todo se tornó oscuridad y tristeza al recibir un mensaje nuevamente desde el mismo número de celular anónimo. El mensaje ha llegado con una foto adjunta a un encabezado que decía: ¿Ahora me crees cuando te digo que tu marido anda buscándose otra mujer que si pueda darle lo que tú no le das? Miré la foto, me quedé en shock, sí, era Enzo quién andaba muy acaramelado al lado de una mujer, que yo no conocía, y que era una mujer demasiado atractiva, era pelirroja, se vestía de manera elegante, y parecía ser una mujer de nuestra misma clase social, además de que la mirada de Enzo hacia ella me lo dijo todo, era cierto, él se estaba viendo a escondidas de mí con otra mujer. Todo por culpa de que yo no podía darle lo que él tanto deseaba, ser una mujer guapa, admirada por la alta sociedad y que le diera un heredero a su fortuna porque yo estaba seca por dentro, no podía concebir hijos, o bueno, al menos eso era lo que me decía el médico de confianza de la familia para cada consulta que yo asistía a revisarme si ya era momento o no de ser mamá. Más no por ello, Enzo tenía derecho de venir a buscarse a otra mujer. Lo mejor que pudimos haber hecho entre ambos fue tomar la decisión de querer adoptar un bebé como nuestro hijo, pero la familia de Enzo era tan vacía, tan superficial y tan interesada en no querer saber lo que dirían los demás frente a esta situación que Enzo se ha negado rotundamente en siquiera hablar acerca del tema y así haberlo solucionado y ser la familia que siempre habíamos deseado ser. Rápidamente, mi semblante cambió, y Janeth lo notó. — ¿Ariana? ¿Te sientes bien? — preguntó ella con preocupación, hablando suave para no estresarme y preocuparme más de lo que yo ya estaba. Yo estaba apunto de llorar a mares.
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