¿Casarme con él?
Cuantas veces me lo dijeron, cuantas veces yo misma me dije que esto estaba mal y no tuve la fuerza suficiente para acabarlo a tiempo, ahora ya no hay marcha atrás, ya no hay vuelta.
Estoy parada frente al espejo que me muestra a alguien que no soy yo. Estoy viendo a una mujer con un vestido blanco y largo, simple y sencillo pero bello, como a mí me gustaría estar vestida el día de mi matrimonio. Lamentablemente, no es el día feliz que imaginé.
Veo a la esteticista arreglando mi cabello para que cuelgue ondulado sobre mi espalda y mis hombros, miro mi maquillaje impecable y mis uñas con manicura, pero nada de esto me hace tener una mínima emoción. Estoy muriendo por dentro.
Mi nombre es Victoria Latorre, Tori para los amigos, m*****o de una de las familias más connotadas de España por nuestras empresas de construcción establecidas en el mercado hace años, llevamos un programa de becas que ayuda a muchos jóvenes de bajos recursos con sus estudios, y a otros, en su camino a la recuperación de las adicciones, yo tengo 25 años, mido 1,60 metros, de ojos color pardo, mi cabello es n***o, medianamente largo, liso, mi cuerpo no es perfecto, pero era feliz con el antes de esto, en realidad, era feliz antes de hoy, soy psicóloga con mención en psiquiatría infantil y hoy me caso.
Amaba a Maximiliano con el alma, nuestros abuelos nos prometieron desde mi nacimiento, fuimos al mismo colegio, allí siempre estábamos uno al lado del otro, yo sólo tenía una amiga, Mariana, con la que compartía mis sueños y mi mundo ideal, pero Max era mi prioridad. Que tonta yo.
Recuerdo una tarde de abril, cuando yo tenía 13, en la que caminaba junto a ambos a casa de Max para hacer una maqueta de un edificio, algo sencillo, pero me esforcé mucho para hacerla con todos los detalles, ya que mi familia y la de Max se dedican a la arquitectura, yo no quería quedar pequeña, aunque nunca fue mi sueño estudiar algo relacionado con eso.
Mientras más me esforzaba, menos escuchaba los sonidos de mi alrededor. En cuanto vi unos dedos tomar un trozo de palillo y colocarlo sobre mi edificio simulando una antena, recién me di cuenta de que ya había terminado y que la había hecho sola.
Pero no salí de mi asombro hasta que recordé que alguien me estaba ayudando.
Miré hacia arriba esperando encontrar a Max, pero lo que vi fue algo que me dejó perpleja. Un par de ojos azules hermosos observaban mi maqueta. Era Damián, primo de Max, él siempre fue el sueño de todas las chicas, no había ninguna que no volteara a verlo, siempre tan rodeado de mujeres y amigos, jamás me atreví a mirarlo por más de dos segundos.
En eso Max toma un par de piezas, toma mi mano y me gira para quedar frente a el con mi mano en la suya.
- Deberían ir acá, pero como eres tan buena en esto, prefiero dejártelo a ti – Algo dentro de mí estaba feliz, pues Max parecía estar coqueteándome por primera vez, pero mi corazón, extrañamente, me llevó a mirar a Damián, quién veía fijamente la mano de Max tomada a la mía y en un gesto de ¿rendición? Simplemente se volteó y se fue.
No lo volví a ver hasta años después.
Permanecí junto a Max hasta irnos a la universidad, el se fue a estudiar derecho y yo psicología, distintas carreras, distintas universidades, él se fue al extranjero, yo me quedé.
Mantuvimos el contacto por unos meses, cuando llegaron las vacaciones, el no apareció, ya todos sabían que era por una mujer, pero el argumentó que se quedaría a estudiar. Pasaron 2 años y no volvió, el tercer año apareció con Casandra, su novia.
Imaginarán mi cara de 3 metros, cuando en la cena de la víspera de año nuevo, y sentada a la mesa con nuestras familias, el entra a casa y de su brazo viene ella, preciosa, perfecta, hermosa con su largo cabello rubio, sus ojos claros y su piel blanca, una sonrisa hermosa y unos dientes perfectos. Ella era todo para él, ni siquiera me vio.
La presentó a la familia y todos la aceptaron de inmediato. Nadie se dio vuelta a verme, todos olvidaron nuestro compromiso y yo tuve que armarme de valor para sonreír a pesar de que solo quería llorar.
En cuanto se acercaron para saludarme, Max me sonrió y nos presentó.
- Ella es Victoria, una amiga de la familia, Tori, ella es Cassie, el amor de mi vida.
Dios, el dolor de corazón fue tan grande que casi cae mi sonrisa auto impuesta.
Ni siquiera dijo que yo era su amiga, me presentó como una amiga más de la familia.
Alcé mi mano y la estiré para saludarlos a ambos con una sonrisa en la cara y sin demostrar lo triste que me sentía.
- Soy Cassie, y Max me ha hablado mucho de ti. Dice que, desde pequeños, siempre estuvieron demasiado juntos, quizá ahora eso cambie. Te lo voy a quitar por mucho tiempo, espero no lo tomes a mal. ¿Puedo llamarte Tori?
- Si, amor, a ella le gusta que le digan así.
Max me sonríe nuevamente y yo caí en cuenta que dijo demasiado juntos. Ahora entiendo que eso es lo que Max pensaba de mí. No importa, sigo con mi sonrisa en la cara, porque no me dejaré vencer.
- Soy Victoria, un gusto, y la verdad, prefiero que me llamen por mi nombre, Tori era cuando estábamos en el colegio. Cómo verás, ya crecí. Y por favor, no te preocupes, a mí no me lo quitas, hace mucho que Max y yo dejamos de ser cercanos.
Es el turno de Max de colocar una cara de 3 metros, pero no iba a dejar que nadie me pasara a llevar y menos que el respondiera por mí. Lo amo, pero no le daré la libertad para creer que me conoce o que me humille.
Entre tanta plática acerca de ella me enteré que estudiaba modas, Rebeca, la madre de Max, la amaba, siempre alardeaba del buen gusto de Cassie y yo debía escuchar a todos mientras moría por dentro al saber que nunca hablarían así de mí.
No tengo mucho gusto en ropa, ni soy fanática de la moda, a mí me basta con un pantalón, una blusa, y una chaqueta, o en su defecto, un vestido. Pero no me verán jamás usando las últimas colecciones de algún diseñador o la tendencia de moda.
Después de aquella cena yo decidí alejarme. Puse un punto final a mis sentimientos por Max, me obligué a no amarlo y a dejarlo ir. Ya había aceptado que nada pasaría entre nosotros desde mis 16, cuando en mi fiesta de cumpleaños lo intenté besar y sólo conseguí alejarlo de mí, nunca volvimos a estar cerca.
Ahora estoy parada frente a este espejo, viendo cómo arruino mi vida casándome con él.
Sólo puedo recordar que llegué a esta lamentable situación por culpa de la perfecta Cassie. Aquella hermosa mujer que arruinó mi vida... dos veces. Al aparecer y al irse.
Pero eso se los contaré más adelante, por ahora, les comentaré una de las razones de porqué estoy aquí.
Todos los años salíamos de vacaciones las 4 familias, los Rivadeneira, que son 3 hermanos, William el mayor, junto a su esposa Clarisse y su hijo Damián, quién nunca estaba en España, el segundo es Samuel quién está casado con Dianne y su hija es Samantha, mi mejor amiga, (crecí con ella así que mi amistad con ella es más fuerte que con Mariana) y James junto a Rebecca son los padres de Max, y bueno, nosotros, mi madre Leonor, mi padre Arturo y yo, ese año fuimos a un circuito de islas en el caribe, propiedad de la familia de Max, pero con hoteles impresionantes en ellas, mis padres iban muy contentos, los padres de Sam también, todos contábamos con estar tranquilos en aquella playa paradisíaca, pero algo cambió mi mundo.