Todo empezó con una mirada.
Recomendaciones
Ten en cuenta:
Antes de iniciar con la lectura, es impórtate aclarar que esta historia como todas mis historias son borradores, por lo cual encontrarás errores gramaticales, de sintaxis y ortografía.Todos los temas y escenarios que se incluyen en la historia son producto de mi imaginación. Adicional, se rompe con muchos lineamentos básicos y de enfoque referente a los seres sobrenaturales, espero sean de su agrado.Si no gustas del humor n***o o vocabulario pasado de tono, por favor abstente de leerla. Pero si pese a la aclaración has decidido continuar, te doy la bienvenida con una reverencia.
¡¡Importante!!
Cualquier distribución, copia parcial o total dentro o fuera de mí perfil, será considerado como plagio y aclaró que está historia como todas mis historias están protegidas con derechos de autor.
Espero que la disfrutes…
Dedicatoria
Esta historia es dedicada a todos mis lectores y seguidores. Cada comentario, cada me gusta y cada vista, es el motivo para que las alas de mi imaginación se desplieguen en lo alto del cielo, un cielo del cual son parte.
Con cariño YOSAE
Capítulo 1
─¿Qué está pasando? ─pregunto ante el desplazamiento de la segunda línea de defensa de los cazadores.
─No se preocupe joven, es solo un ataque de los Roger ¡Por favor! Diríjase a su refugio. ─la observo incrédulo ─Disculpe, esa es la orden que nos dio su padre.
─Lo entiendo ─hago una inclinación como respuesta y me dirijo al área secreta del sótano. Observo a las aldeanas con sus pequeños en brazos, a los niños más grandecitos aferrados a sus piernas y a los ancianos orando. En cada una de sus miradas se refleja el miedo que sienten ante los lobos y vampiros sin hogar, esos que decidieron ser libres y no respetar la vida de los humanos, humanos que somos su alimento.
─Toma ─Recibo una manta para cubrir mi cuerpo y poder sobrellevar el frio del lugar. No puedo cumplir la orden de mi padre, no puedo estar en este lugar, mi lugar está afuera luchando por los míos, por mi pueblo, por mi gente. Me levanto posando mi manta en el pequeño cuerpo junto al mío que tiembla de frio.
─Gracias ─contesta aferrándose a la manta, como si con ella su protección fuese mayor.
─Lo siento joven, no lo puedo dejar salir.
─Hazte a un lado, Francisco. No estoy pidiendo tu autorización, te estoy dando una orden ─hablo con autoridad al comandante de la guardia que mi padre puso a custodiar el lugar. Niega y con un movimiento hace que cuatro guardias bloqueen a un más mi paso.
─Solo recibo órdenes del líder García, el líder de nosotros los cazadores ─observa a todos sus guerreros ─, así que tome asiento nuevamente y no pierda el tiempo tratando de salir, porque no lo voy a permitir.
─¡Maldita sea, no soy una doncella que necesite ser cuidada! Disculpen señoritas ─observo a las mujeres del lugar con una risa apenada por mis palabras, pero es que mi padre cree que soy un inútil que no se sabe defenderse y cada que hay un enfrentamiento solo opta por encerrarme.
─¡Comandante! ─grita agitada uno de los guerreros que llega asustando al lugar.
─Tranquilízate muchacho, ¿qué pasa? ─hablo ante la mirada airada de Francisco por mi intromisión.
─Pequeño líder, los Roger cruzaron la barrera norte y se dirigen hacia acá.
─Avísale a mi padre ─le ordeno ─. Francisco, ¿aun te niegas a dejarme salir? ─sonrío victorioso.
─Ve con nuestro líder ─confirma mi orden al joven guerrero, me observa y dice: ─No te tomes atribuciones que no te corresponden, no aún. Entiende que eres el sucesor de tu padre, pero apenas eres un chiquillo de 16 años con ínfulas de adulto, así que no te creas el líder desde ya…Mocoso.
─Entiendo ─elevo mis manos y sonrío, lo hago porque sé que su actitud es solo una fachada antes los presentes.
─Toma ─Francisco me arroja una espada, la observo y comento con desdén:
─Me servirá solo hasta que tenga a mi verdadera arma de guerra.
─Como quieras. Solo no le digas a tu padre que te deje salir.
─Tanto drama para acceder a mis deseos de lucha ─comento con burla, ante las indicaciones que me da asegurándose de que estamos solos.
─Si tu padre se entera que te dejo salir a luchar, seré hombre muerto.
─¡Tranquilo hombre! Soy una tumba. Pero, puedes verlo como parte de mi entrenamiento, ese del que eres el responsable ─le doy un guiño, me adelanto observando con sigilo los pasadizos. Si padre supiera la verdadera complicidad que existe entre su hombre de confianza y yo, hace años lo había destituido de ser el guerrero que cuide mi espalda.
─Apresúrate que no tenemos mucho tiempo ─comenta Francisco cuando llegamos a mi cuarto secreto. ingreso y arrojo la espada sobre la vieja mesa que está en el centro del lugar. Me visto con mi tradicional traje n***o; pantalón, camiseta, botas y el gaban a media pierna con entrepaños de navajas y mis adoradas estrellas ninjas; mi arma favorita la ubico en la base de mi espalda. Mi amada Katana, es mi escudo más preciado, me recuerda a mi abuelo, el líder de los samuráis y quién falleció a causa de los años. Yo soy su legado, soy su obra, su discípulo.
─Voy ─digo ante los leves golpes en la puerta y colocándome los protectores en mis brazos.
─Si que eres lento, pareces tortuga coja.
─¡Cálmate vegete! Un legendario como yo, merece hacerse esperar. ─Niega desesperado y salimos por el ala diagonal al norte.
─Cuídate, recuerda que, si tu trasero sufre un rasguño, yo pago las consecuencias…Campanita.
─Mira tú campanita ─digo casual y elevando mi pelvis. Rueda los ojos y se pone en marcha. Se que soy solo un chico, pero mi cuerpo demuestra todo lo contrario, mi sangre es la mezcla de los indios de las amazonas y los samuráis de j***n, por eso soy diferente, por eso soy la esperanza de muchos y la joya que cuida mi padre tras la muerte de mi madre, se puede decir que soy la única prueba andante que queda su amor y para mi pueblo, la muestra de que sus antepasados los escucharon.
─¡Grrrr! ¡Grrrr! ─el gruñir adolorido de un lobo llama mi atención, sacándome de mi ensueño.
─¡Oye! Espera, ¿qué crees que haces? ─escucho a Francisco, pero lo ignoro e ingreso al bosque. Me concentro y sigo los sonidos que cada vez son más de dolor y desesperación.
─¡Alto! ─grito en el momento que observo a cinco lobos atacando al cachorro que se defiende con la poca fuerza que su pequeño cuerpo le permite.
─Pero ¡miren nada más a quien tenemos acá! ─habla uno de ellos deshaciendo su transformación y quedando completamente desnudo sin vergüenza alguna. ─, ¡Señores! Les presento al príncipe de los cazadores, mejor, al difunto príncipe de esa ralea. ─el rugir de los demás lobos no se hace esperar, me miran enseñando sus colmillos y lamiendo sus hocicos.
─Siempre son así de amigables ─digo formado una línea divertida en mi rostro. El hombre en cueros, hace un movimiento de cabeza como orden para que uno de ellos me ataque. Observo tranquilo como el animal se dirige hacia mí, pero antes de ser interceptado, salto golpeado la base de un árbol para lograr mayor impulso y quedar por encima del lobo, tomo la base de su nunca entre mis brazos y aterrizo con él sin problema alguno, no lo dudo y quiebro su cuello al instante.
─Creo que te subestime hombrecito ─peina con sus manos su cabello.
─No los quiero lastimar. Deja que me lleve al pequeño cachorro, prometo que los dejaré machar y no haré nada en su contra.
─¡Qué ternurita das! ─dice abrochándose el pantalón y ordena a dos más un ataque.
─Después no digan que no se los advertí. ─ lo observo elevando mis hombros y arrojo dos dagas al suelo.
─¡Ups! Creo que fallaste ─sonrío porque están justo donde las necesito. Me resbalo sobre mis rodillas y tomo las dagas arrojándolas en el pecho del lobo que pasó sobre mí, pero ahora tengo al otro enseñando sus colmillos y babeando mi rostro. Niego y solo puedo observar como una macha miel con blanco lo toma por el cuello, pero en un movimiento bruco del maldito, queda sin aliento sobre la base de un árbol. En otras circunstanciar iría a verificar si está o no con vida, pero ahora no lo puedo hacer. Me levanto enojado observando lascivo al cachorro que llora con respiración lenta, lo que me indica que aún vive; pateo con ira el hocico del desgraciado que le causo daño, pero de reojo veo como otro viene hacia mí a toda carrera, me agacho elevando mi Katana y pasándola por todo su centro, causando que mi cuerpo se bañe por la sangre y las vísceras del lobo.
─¡Retirada! ─escucho que alguien ordena. Pero no les doy tregua, me guio por el sonido de sus pisadas y arrojo fuerte a mis amigas. El chillido que emiten, me indica que fueron interceptados por mis bellas estrellas.
─¡Diablos! ─digo por el dolor en mi pierna al tratar de levantarme, un dolor que olvido al recordar a mi pequeño protector. Retiro los restos y la sangre que nubla mi visión; primero me dirijo a donde los malditos y retiro a mis bebes, mis estrellas están encajadas perfectamente en la base de sus cuellos. Sonrió satisfecho, las guardo en su lugar y avanzo ahora hacia el pequeño lobo; me sorprendo al ver el cuerpo desnudo de una chiquilla, por suerte está de espalda. Tomo una de las mochilas que los idiotas traían, saco un gaban y la coloco de forma que pueda ocultar parte de su desnudez. Cierro mis ojos, la giro y a ciegas la termino de cubrir. Los abro con cautela y asegurándome que sus partes íntimas no estén expuestas, no soy del tipo de hombres que observaría a una mujer desnuda en estas circunstancias. Al tenerla en mis brazos es difícil no admirarla, retiro parte de su cabello miel claro ensangrentado y me pierdo en sus facciones, son delicadas y es simplemente un ángel.
─¡Muchacho casi me matas del susto! ─dice agitado Francisco ─Te busque por todos lados, ¿quién es ella? ─pregunta fijando su mirada en la chica que está en mi regazo y olvidando que me buscaba.
─No sé, solo escuche unos gruñidos y pues…
─¡Ay ajá!─me interroga con la mirada.
─Fran, si supiera quien es ya te lo había dicho, ¿no crees? Mejor porque no me ayudas a llevarla a mi cuarto.
─¿¡Estas loco!? Si tu padre te ve en esas fachas y con ella, nos mata. ─contesta observando que no haya nadie en el lugar.
─Entonces solo ayúdame con ella. ─su gesto de confusión me lleva a confesar ─Me lastime la pierna y creo que uno de los malditos se llevó un poco de piel de mi hombro al infierno. ─muerdo mis labios, ante su cara de poema.
─¡Maltita sea! Te dije que tuvieras cuidado, ¿ahora que haremos?
─Por el momento ayúdame con la chica, luego ya veremos qué hacer con mi padre.
─Está bien. ─contesta con resignación. Nos escabullimos por el lugar y llegamos a mi guarida secreta.
─Comándate, el líder va para el sótano.
─Entendido, gracias ─apaga la radio y me observa con ojos inquisidores. ─. Debemos ir cuanto antes, si él llega y no nos ve.
─¡Si, si, te mata! Ya sé. ─contesto depositando con mucho cuidado a la pequeña loba en una cama improvisada que tengo en el lugar.
─Me alegra que lo tengas claro. ─no comento nada, me limito a limpiar los rastros de sangre del hermoso rostro de la pequeña loba ─ella va a estar bien, recuerda que es una loba, no una humana, así que déjala y vamos. ─agrega Francisco después de un tiempo prudente. Cambio el pañito de su frente, pongo otra manta en su cuerpo y me aseguro de que estará bien.
─Ok, vamos ─cierro la puerta de la pequeña cabaña e ingresamos por un túnel subterráneo que conecta con el sótano. Ingreso a mi cuarto de refugio, dejo mis armas en su lugar, me cambio y limpio todo rastro de sangre de mi cuerpo.
─¡Mira nomas! ─dice mi entrenador al ver las lesiones de mi cuerpo. Golpea mi cabeza e inicia entre quejas y regaños a limpiar mis heridas.
─¡Auhs! ─me quejo cuando ejerce presión en la venda de mi hombro.
─Deja de quejarte, por suerte solo fue una pequeña mordedura la que ocasiono la dislocación, una que ya arreglé ─suspira preocupado ─, más te vale que finjas no sentir dolor ante tu padre, porqué si nos descubre, jamás dejaré que vuelvas a salir o a luchar en tu vida.
─Lo que tu digas ─contesto sin elevar mi mirada. Salimos a toda marcha e ingreso ante los ojos de preocupación de todos en el lugar. Les digo que guarden silencio y no comenten nada a mi padre, que solo estaba en el cuarto de armas ayudando un poco, pero que no me puse en riesgo. La sonrisa complacida de todos, me asegura su silencio.
─Francisco, ¿cómo están todos?, ¿dónde está mi hijo? ─pregunta llegando mi padre con parte de su tropa.
─Bien señor, todos están bien, incluido el pequeño líder.
─Hola padre ─saludo por encima del hombro de Francisco.
─Hijo ─se abre paso, me abraza y muerdo mis labios por el dolor que esto me causa. Disimulo lo mejor que puedo, pero no todo lo pude ocultar. ─. ¿Qué te pasó? ─dice observando mi dificultad al caminar.
─Es que, es que ─creo que mi cerebro colapso.
─Fue mi culpa lídel ─habla uno de los pequeños tomando la mano de mi padre para llamar su atención ─, le pedí al plíncipe que jugala conmigo y sin quelel lo hice lesbalal, lo siento ─agacha su cabecita.
─Tranquilo que no fue tu culpa ─me inclino ante el pequeño, le doy un giño en agradecimiento y él sonríe travieso.
─Siendo así, llamaré al médico para que te revise.
─Líder, yo lo revisé ─interviene uno de los ancianos, algo que me hace respirar tranquilo ─le aseguro que no fue nada grave, solo fue un mal movimiento, pero el joven líder con solo un par de horas de reposo se mejorará.
─Gracias, Malcon ─contesta cambiando su aspecto de preocupación. Para mi padre la opinión del mayor de los aldeanos es quizá la más importante. El anciano me observa complacido, pero con su gesto me advierte que le debo una.
─En verdad que todos son unos alcahuetes contigo.
─Eso te incluye, Fran ─contesto al comentario secreto que me dice el mayor de mis alcahuetes.
─Tranquila, no te haré daño ─digo mostrando las palmas de mis manos. ─Quise venir antes, pero me fue imposible. Mi nombre es Santiago García, soy el hijo del líder de los cazadores, pero no soy malo ─agito mis manos y ella sonríe tierna.
─Sasithorn Amatayakul.
─¿Ese es tu nombre? ─ella afirma sin emitir palabra alguna.
─¿Estas bien?, ¿quién eres?, ¿cómo te puedo ayudar? ─ante mis preguntas solo sonríe. Pero el color miel de su cabello y sus ojos, me tiene en el cielo, es bellísima, simplemente bellísima.
─ Yo, ser Sasithorn Amatayakul ─dice nuevamente señalándose.
─Si eso ya lo dijiste, ¿pero de dónde eres? ─sonríe, inclina su cabeza y arruga su ceño.
─Esto es Latinoamérica, estas en Colombia ─digo señalando el lugar.
─Tailandia, ser Tailandia. ─vuelve a tocar su pecho. Golpeo mi frente por lo idiota que fui, es obvio que no me entendería.
─¿Hablas español?
─No ─agita sus manos ─, entender poco. Busco ─me pasa una foto, la observo y es mi padre ─él proteger ─se señala ─No decir, no decir ─tapa sus ojos y solloza asustada.
─Tranquila, no le diré a nadie. Él ─le muestro la imagen ─es mi padre. ─me señalo.
─Conocer, tu conocer ─dice feliz.
─Así es ─afirmo. Me toma la mano y habla en un idioma que no entiendo, ahora el de la cara de confusión soy yo.
─Ir con protector, urgente.
─Espera ─digo sacando mi teléfono. Busco en mis aplicaciones una de audio traductor y es así como logro una conversación decente con mi bello ángel. Me enteré que está en este país por protección, que mi padre es su padrino y que ofreció protegerla en caso de ser necesario, pero que ella cree que dieron con su paradero antes de llegar al encuentro con mi padre, pero tuvo suerte yo la salve. Por más que pregunte de qué, de quién huía o porque le querían hacer daño, no contesto, solo me dijo que no podía hablar del tema.
─Padre ─saludo ingresando a su despacho ─
─Necesito que obedezcas a Francisco, me debo retirar lo antes posible ─dice afanado y tomando unas fotos de su escritorio, puedo ver que en una de ellas está la chica tailandesa que me espera afuera del despacho.
─Ella ─digo tomado una de las fotos ─te está buscando. ─señalo la puerta.
─¿¡Cómo!? ─se sorprende ante mis palabras ─, ¿estás seguro que es la de misma de esta foto? ─me quita la foto.
─Si.
─. ¿Dónde está?
─Espera ─digo sin contentar su interrogatorio. Salgo en busca de la chiquilla, una que tiene el aspecto de una señorita de 15 años, eso si fuese humana.
─¡Pequeña! ─dice mi padre abrazando a la loba ─¡Gracias al cielo que está bien! ─. ¿Dónde la hallaste? ─me pregunta sin despegar su mirada de la chica.
─En el bosque. Salí y la vi entre los arbustos escondida y asustada, pero no logré comprender nada de lo que hablaba o habla; si no es porque me enseña tu foto, no sabría que te buscaba ─miento descaradamente.
─Entiendo ─con esas palabras paso a ser un adorno del lugar y ellos inician una conversación que yo ni comprendo.
─¡Vaya! No sabía que hablabas tailandés ─digo con asombro.
─Hay muchas cosas que no sabes de mi hijo, pero pronto lo sabrás, no te preocupes. ─quedo perplejo ante su confesión.