Capítulo 4
Punto de vista de Sebastian.
Entré puntualmente a mi salón de clases, listo para iniciar una nueva jornada. Mis ojos recorrieron rápidamente el aula buscando a cierta alumna de cabello cobrizo que había llamado mi atención días atrás. Pero no estaba. Suspiré con decepción y procedí a escribir el tema del día en la pizarra.
De repente, el sonido de la puerta abriéndose interrumpió el silencio. Miré esperanzado, y ahí estaba ella, empapada de pies a cabeza.
—Perdón por llegar tarde, pero el autobús no llegó a tiempo — dijo entrecortadamente mientras trataba de recuperar el aliento.
—Siéntate — respondí secamente, disimulando mi interés. Ella obedeció rápidamente.
Durante la clase no pude evitar dirigir breves miradas a donde se encontraba. Sus mejillas estaban sonrojadas y su cabello goteaba sobre su cuaderno. Sentí deseos de acercarme y secar sus rizos con mis propias manos, pero me contuve. Debía mantener las distancias.
Al finalizar, los estudiantes fueron saliendo uno a uno del salón. Todos excepto Emily, quien se quedó rezagada junto a mi escritorio.
—¿Sí? —pregunté fingiendo indiferencia, sin despegar la vista de mi computadora.
—Traje el trabajo que usted me pidió realizar —musitó con un notorio temblor en la voz.
Levanté la mirada y la observé morderse nerviosamente el labio inferior. Tuve que contener las ganas de besarla.
—Me alegra que al menos seas puntual con tus tareas — respondí extendiendo mi mano para que me entregara las hojas —. Sólo permito dos tardanzas por semestre en mis clases —agregué, intentando sonar serio y profesional cuando por dentro hervía de ansias.
— Lo recordaré, es solo que, me quedo temporalmente con mi hermano en el otro extremo de la ciudad y el autobús llegó tarde. Hoy voy a recoger las llaves de mi apartamento, pero... — habló rápido, se notaba su nerviosismo en la voz.
Emily procedió a explicar tartamudeando su situación temporal de vivienda y problemas con el transporte público. No quería escuchar excusas, así que la interrumpí.
—No tienes que darme explicaciones —dije bruscamente sin mirarla, fingiendo concentrarme en mi laptop.
—Lo siento —murmuró antes de salir cabizbaja del salón.
Por fin era mi hora libre, así que tenía tiempo para leer el trabajo que Emily me entregó, tomé rápidamente sus hojas y comencé a leer. Quería comprobar si solo era una cara bonita o en realidad tenía sustancia. Para mi grata sorpresa, el contenido era excelente. Había interpretado y analizado magistralmente la obra de Borges, mucho mejor que los demás estudiantes.
Revisé su horario y vi que su siguiente clase era Francés Avanzado con Delacroix. Eso me impresionó aún más. Rápidamente lo contacté para pedirle que me la enviara a mi oficina. Necesitaba felicitarla personalmente por tan brillante trabajo.
— Delacroix, ¿Me escuchas? — dijo en inglés con su acento francés.
— Hola,
soy Bennet, de acuerdo a tu horario, tienes clases ahora mismo, ¿podrías
enviarme a uno de tus alumnas para acá? Necesito hablar con ella sobre un ensayo
que acaba de entregarme — dije mirando las hojas de papel.
— Por
supuesto, ¿A quién necesitas que le notifique? — Preguntó
— Una
tal Emily Thompson — respondí.
— D'accord, je vais
dire à l'étudiant de venir à votre bureau. Vous êtes dans votre bureau,
n'est-ce pas ?
— Oui, je suis ici dans
mon bureau, Merci beaucoup pour votre aide, Delacroix.
— avec
plaisir — y colgó.
Mientras la esperaba, reflexioné que no solo era hermosa sino también increíblemente inteligente y culta. Había superado por mucho mis expectativas iniciales.
Sonreí satisfecho y le di un sorbo a mi café. Emily ya no me parecía una alumna más. Estaba ansioso por conocerla mejor.
¿Pero qué me pasa, carajo? Es mi alumna, y no puede ser algo más que eso.
Una simple alumna.
Punto de vista de Emily
Estábamos sentados en la clase del profesor Delacroix cuando sonó su teléfono.
— Lo siento, olvidé silenciarlo — dijo, agarrando el dispositivo. — Es el profesor Bennet quien está llamando, lo cual nunca sucede, así que supongo que tengo que contestar — Todos se rieron en voz baja.
El hombre respondió
— Delacroix, ¿Me escuchas? — dijo con su acento francés. — Por supuesto, ¿a quién necesitas que le notifique? — Miró alrededor del salón de clases. — D'accord, je vais dire à l'étudiant de venir à votre bureau. Vous êtes dans votre bureau, n'est-ce pas ?
— Debo admitir que estaba un poco interesada en saber de quién estaban hablando. — avec plaisir — apartó el teléfono de su oreja.
Hizo clic en algo y luego lo colocó sobre el mostrador.
— Emily Thompson — comenzó a mirar entre los estudiantes.
Me puse de pie, literalmente palideciendo, y sentí que se me encogía el estómago.
— ¿Si? — Pregunté
— El profesor Bennet te necesita en su oficina — anunció con una leve sonrisa. Puse mi cuaderno y mi bolígrafo en mi bolso.
— ¿No sabe de qué se trata esto profesor? — Pregunté nerviosamente
— Sólo mencionó algo sobre un ensayo — respondió.
—Dios mío — murmuré para mis adentros mientras pasaba por todos los asientos hasta llegar a la salida.
— No te preocupes, no te hará daño, no muerde, o eso creo — se rió el mayor.
— Gracias profesor, eso espero — dije al salir.
Salí del salón sintiendo que el corazón se me saldría del pecho. Sabía que mi trabajo era bueno, pero Bennet imponía. Y mucho.
Caminé por los pasillos como si fuera a la horca, con la cabeza punzando y el estómago vacío reclamando alimento. Justo cuando más necesitaba valor, mi cuerpo decidía fallarme.
No había podido desayunar antes de salir de casa, era eso o llegar tarde a clase, y después de lo de hoy, entendí que llegar tarde a clase del profesor Bennet, era algo que sin duda, no podía volver a repetir.
Finalmente llegué al salón de clases de Bennet. Puede que sea guapo, a decir verdad, es demasiado guapo, pero lo que tiene de guapo lo tiene de terrorífico, ese hombre causa terror con solo mirarlo a los ojos.
Respiré hondo, llamé a la puerta y el profesor Bennet me abrió la puerta.
— El profesor Delacroix me envió aquí — dije entrecortadamente.
Sin decir palabra, tomó una silla de la primera fila y la colocó frente a su escritorio para que yo estuviera sentada frente a él.
— Siéntate, quería hablar de tu trabajo — lo dijo con tanta seriedad que me dio vueltas la cabeza.
Intenté avanzar, pero estaba paralizada. De pronto, todo se volvió n***o y sentí que caía. Unos brazos fuertes me sostuvieron antes de estrellarme contra el suelo y me acomodaron suavemente sobre la silla.
—Emily, Emily... —susurró una voz. Abrí los ojos y vi el preocupado rostro de Bennet sobre mí, con su mano tocando mi frente —. ¿Estás bien?
— Lo siento — murmuré, apretando las manos en el asiento. Las mejillas me ardían de vergüenza. Acababa de desmayarme frente a él como una damisela de película antigua.
— ¿Todo está bien? — él todavía estaba inclinado sobre mí
— Sí, es que hoy no tuve tiempo de desayunar — balbuceé retorciendo las manos—. Discúlpeme, profesor. ¿Pasó algo con mi trabajo?
Él caminó alrededor del escritorio, buscando algo en los cajones, Después de un rato, sacó una barra de chocolate y la abrió. Se paró a mi lado otra vez, apoyando su trasero en el mostrador de madera. Extendió su mano para darme una barra de chocolate.
— Cómelo, no debes pasar todo el día con el estómago vacío — dijo con inesperada amabilidad
— No es necesario, tenía pensado ir a comprar un sándwich más tarde…
— Si no comes esto, apuesto a que te desmayarás otra vez — me interrumpió — Come, sino te quedarás aquí conmigo hasta el final — ante estas palabras, vacilante agarré el dulce de su mano.
Lo mordí y sentí que mi cara se ponía roja mientras Bennet continuaba mirándome. Después de unos minutos, Cuando terminé, arrugué el envoltorio con manos aún temblorosas por la tensión. Bennet se acercó y me lo quitó rozando levemente mis dedos en el proceso. Mi pulso se aceleró ante ese breve contacto.
Me miró, haciéndome empezar a ponerme nerviosa de nuevo.
— ¿Escribiste ese ensayo tú misma? — Preguntó, mientras sus ojos casi completamente negros me quemaban.
— Sí, profesor, cada palabra — lo miré sin saber muy bien a qué se refería.
— ¿Dónde estudiaste antes? — se interesó.
— En Harvard — Respondí en un susurro. Él me frunció el ceño
— Impresionante — murmuró con una media sonrisa—. He leído trabajos excelentes de Harvard pero el tuyo está varios niveles por encima. Cuéntame, ¿por qué saliste de allí para venir aquí? — preguntó mirándome con atención.
— La gente — dije tímidamente — Estaba muy sola en esa universidad y la mayoría de la gente del año es completamente rígida o relajada más allá de eso. No tenía a nadie, ningún amigo, nada. Al menos aquí tengo un hermano que vive con su esposa y su hija, y por supuesto está mi mejor amiga también. — le expliqué.
— Entonces tu eres la famosa alumna de la que todos hablan en la oficina de profesores, hasta la rectora ha hablado de ti. — Dijo con un poco de burla — Ella sigue sin poder creer que una alumna de Harvard se salió de allí para venir a estudiar aquí. Dicen que eras de los mejores puntajes. Así que si, debo confesar que tampoco entendía como una alumna así podría haber dejado esa universidad, pero ahora lo comprendo. — dijo sentándose en su silla, justo frente a mí. — He leído tu trabajo y puedo decir con seguridad que estás en un nivel mucho más alto que tus compañeros de grupo — anunció mirándome atentamente — Tengo una propuesta para ti.
tragué nerviosamente
— A principios del próximo semestre habrá una olimpiada de idiomas — comenzó a decir completamente serio — me gustaría que tu participaras bajo mi dirección, si logras conseguir un lugar en el podio, no tendrás que preocuparte por mis clases hasta fin de año, porque obtendrás la nota más alta posible — explicó.
Procesé todo nuevamente en mi cabeza.
— Estas Olimpíadas implican actividades adicionales — añadió.
Lo miré estupefacta, procesando la información. ¿Acababa de ofrecerme clases particulares? La sola idea de pasar más tiempo a solas con él me ponía nerviosa. Y ansiosa a partes iguales.
— Yo... no sabría que decir.
— Creo que tu amiga Mitchell ya te advirtió que mis clases no son particularmente fáciles. Sobre todo, porque siempre hay alguien que quiere decirme lo que piensa de mí, y aparte de que a esta persona siempre la saco de mí clase, todo el grupo tiene una responsabilidad colectiva — sonrió con picardía.
— Estás haciendo esto a propósito, ¿no? — Lo miré
— Lo admito, sí — respondió desapasionadamente.
— Entonces ¿por qué preguntas si ya sabes la respuesta? — Pensé en voz alta
— Está bien, entonces las clases serán todos los martes y jueves, justo después de que termines tus clases. — Asentí para demostrar que entendía
— Eso es todo, eres libre de irte. — dijo, tomando un sorbo de café. Me levanté queriendo avanzar hacia la salida. — Te quedan 20 minutos de clase con el profesor Delacroix. No vuelvas con él, solo ve a comprar algo de comer.
Creo que se suponía que era un consejo, pero sonó un poco como una orden.
— Gracias, adiós — dije mientras salía de la oficina.
Me quedé un momento en el pasillo.
Entonces, en resumen, Bennet me ofreció participar en unas olimpiadas, pero en la práctica me informó que participaría bajo su dirección.
¿En qué me he metido? susurré para mis adentros mientras seguía caminando