CAPÍTULO 14

1349 Words
—Todo sería más fácil si ambos pudiéramos tenerlas —soltó sin realmente pensarlo, lo meditó un momento, sacudió la idea de su cabeza y dijo—: pero eso es imposible. No tenía idea de qué iba a hacer, pero tenía clara una cosa, la más importante, según él, y eso era que haría lo que fuera mejor para las niñas, aun si se rompía un corazón, o dos. Pero su necesidad de proteger a dos niñas que no requerían de protección, porque no estaban en ningún peligro y dormían en el mejor lugar que podían dormir: entre los brazos de una madre que las amaba con todo el corazón, costaría demasiado caro, tanto que lo pagarían más que dos personas, incluyéndolo. Y es que intentar ser la figura paterna de Rebecca y Roberta no era tenerlas bajo su techo, como superficialmente pensaba ese hombre, ya que, en realidad, no lo había pensado en profundidad. Benjamín Anguiano simplemente las quería en su familia porque eran familia, así que no se imaginaba todo lo que tendría que dar, a diferencia de Estrella, que daría casi todo lo que tenía por ellas. Si, casi todo, porque Estrella Miller era tan racional que jamás en la vida se podría en segundo lugar, por eso se había decidido a jamás tener hijos, porque había visto a demasiadas madres ponerse luego de sus hijos, y ella no podía, no lo haría nunca, no lo haría ni siquiera por ese par de crías que adoraba con todo su corazón, tanto como a su madre, a quien tampoco pondría sobre de sí misma. El mundo lo llamaba egoísmo, pero a Estrella le gustaba nombrarlo por lo que era: autoestima, y tal vez un poco sentido de autoprotección. Porque, sí, a veces hay que protegerse del mundo, y otras veces de uno mismo y, para no terminar completamente destrozada, ella se valdría de que esas niñas no eran suyas de verdad para poder ponerlas en el número dos. Pero ni eso la salvaría del dolor, ser su número uno era una simple excusa para, por lo menos, tener algo más que lo que se perdió. Y es que, aunque la idea de hacer lo que fuera por ellas era persistente en su mente, ella no permitiría que sus padres se convirtieran en malas personas para su felicidad. Estrella era fuel creyente del destino, creía que las cosas que debían pasar pasarían aun si no las buscaban; por ende, si algo se complicaba demasiado era porque no debía pasar, y el juicio se complicó al punto de que las niñas debieron volver a ese lugar de donde las había sacado, y poco a poco cayeron en una depresión peor que la inicial, porque ahora incluso se sentían abandonadas. Ver a Beca pidiéndole perdón por no comerse sus verduras la última vez, y prometiendo comerlas todas sin repelar si las llevaba de vuelta consigo, le rompió el corazón de tal manera que decidió hacer lo único que podía hacer por ellas, aunque ni de lejos sentía que fuera lo mejor. —Fue lo mejor —aseguró Rebecca, abrazando a una mujer que más parecía una niña, por lo débil e indefensa que se mostraba justo después de renunciar a la adopción para que ese hombre pudiera sacarlas de la casa hogar tan pronto como fuera posible—, de eso se trata ser madre, de hacer lo mejor para nuestros hijos. —Él no es lo mejor para ellas —declaró entre hipidos la rubia—, mamá, ni siquiera las quiere, es solo su maldita obsesión de hacer algo por su hermano, pero debió hacerlo cuando él estaba vivo, no ahora que no puede verlo y mucho menos cuando implica lastimar tanto a sus sobrinas. —Lo sé, cariño, igual que tú y que muchos otros —aseguró Rebecca Morelli, acariciando con su pulgar el dorso de la mano de su hija, esa que sostenía con suavidad—, pero no todo el mundo piensa igual, y legalmente él tenía mucha ventaja sobre de ti, seguir peleando solo habría alargado el sufrimiento, por eso estoy tan orgullosa de ti, porque hiciste cuanto pudiste para que ellas estén bien, eso te convierte en la mejor mamá. —Y, si soy la mejor mamá, ¿Por qué no tengo a mis hijas a mi lado? —preguntó Estrella, volviendo a llorar desconsolada, sintiendo cómo la mano de su padre, esa que se aferraba con fuerza a su otra mano, la presionaba un poco más, asegurándole dos cosas: la primera era que él estaba ahí para ella, igual que su hermano, que la veía desde el borde de la cama donde todos estaban; y, la segunda, que su padre no tenía idea de lo fuerte que era él y lo frágil que era ella, de otra forma no le estaría fracturando la mano por lo fuerte que presionaba. » Papá, me estás lastimando —declaró Estrella, moviendo la mano para zafarla del agarre, luego de eso todos se rieron de la cara de sorpresa y pena que puso Alessandro Bianco—… No te enojes, papi, no es un buen sentimiento y ni siquiera vale la pena, simplemente tomémoslo con calma, a final de cuentas, a todo se acostumbra uno; tal vez un día incluso ellas se acostumbren a estar sin mí. Dicho eso, con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas, la rubia se abrazó a su madre y tomó de nuevo la mano de su padre, para no sentirse tan sola como se sentía, sin imaginar que ni ellos llenarían el vacío que sus pequeñas dejaron en ella. ** —¿Dónde está mamá? —preguntó Beta, con la voz quebrada por el llanto, temblando de miedo mientras se aferraba a la mano de su hermana menor. —¿Ya no nos quiere? —añadió Beca, hipando también—. Beca se iba a portar bien, se iba a comer todo, ¿por qué no nos quiere? Benjamín sintió un nudo en la garganta, incapaz de encontrar las palabras que pudieran aliviar el sufrimiento de las niñas. Cada lágrima que veía aumentaba su sensación de culpa y duda, así que se arrodilló frente a ellas, tomando sus manitas temblorosas entre las suyas. —No las ha dejado, niñas —dijo con voz apenas audible—. Claro que las quiere, con todo su corazón, y seguro será para siempre, pero ella no es su mamá de verdad, lo saben, ¿no? Por eso pensé que aquí estarían mejor aquí, conmigo, su tío de verdad. Un nudo en la garganta le obligó a aclararla. No sabía cómo explicarles que había creído, con todo su corazón, que estaba haciendo lo correcto. La mujer que había cuidado de ellas como si fueran sus propias hijas había sido excepcional, pero Benjamín estaba convencido de que las niñas necesitaban estar con su verdadera familia. —Mamá Tella es la mamá del corazón de Beca y Beta —aseguró la pequeña Roberta, casi furiosa, pero sin poder dejar de llorar—… Beca y Beta quieren a mamá, ¿por qué nos quitaste a mamá? ¡No te quiero! ¡Lleva a nosotras con mamá! ¡Llévanos! Benjamín, viendo como ambas niñas lloraban a grito abierto, confundido y sin saber como reaccionar a lo que parecía una rabieta causada por el dolor de perder lo que querían, le hicieron sentir una punzada en el alma; por eso las sostuvo con fuerza, deseando poder absorber su tristeza y convertirla en esperanza. —Prometo que todo irá bien —les susurró en medio de un abrazo—. Haré todo lo posible para que este lugar sea un verdadero hogar para ustedes. Sin embargo, en ese momento, viendo el dolor en los ojos de sus sobrinas, Benjamín se empezó a cuestionar si había cometido un terrible error. ¿Había sido justo separar a las niñas de una madre que tanto querían, y que la quería? Quizá había subestimado el poder del amor y el vínculo que sus sobrinas habían formado con su madre adoptiva.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD