—Así que, también te llamó a ti —soltó Alessandro con molestia luego de que su hija les explicara por qué su hermano menor la encontró desmayada en plena sala y por qué Chase tuvo que cargarla hasta la habitación donde volvió a llorar por demasiado tiempo—, y eso que le dije que no te molestara más.
—No creo que haya sido él quien me llamó —dijo Estrella—. Beta se aprendió mi número de teléfono, y Beca conoce bien los números. Si encontraron un teléfono cuando nadie las veía, no les fue difícil contactarme.
» Pero, sin contar eso, ¿por qué no me dijiste que las niñas estaban enfermas? ¿Por qué no me dijiste que te contactó? —preguntó la joven, sintiéndose un poco molesta porque su padre le ocultó algo demasiado importante?
—Primero, yo no sabía que las niñas estaban enfermas, no le dejé decirme nada de ellas porque no te iba a decir nada sobre ellas. Amor, tú no necesitas saber nada más de él—informó su pensar Alessandro, a pesar de que sabía que su ya no tan Pequeña hija podría no estar de acuerdo—… ni de ellas.
El rostro de la joven Estrella Miller se contrajo, al punto de que todos en la habitación notaron su enojo, fue por eso que su madre sostuvo su mano y su padre meditó las palabras que debía decir por qué, a pesar de que eran la verdad, no era algo que a ella le gustaría escuchar.
» Amor, ellas ya no son tuyas y, aunque sé que te duele, porque nos duele también, no puedes hacer ya nada más que tomar distancia y curar tu corazón —explicó el hombre disimulando la sonrisa que nacía de la expresión de descontento de su amada princesa—. Cielo, toca ver por ti porque, aunque pienses que no fue así, que no es así, las tienes en primer lugar aún. ¿O me vas a decir que no quieres salir corriendo a cuidarlas a pesar de que eso te hará pedazos?
Estrella, sintiendo cómo su más valiosa creencia, esa que decía que ella era su número uno, se despedazaba frente a sus ojos, solo lloró y se aferró al cuerpo de su madre.
—Amor —dijo Rebecca, acariciando de cabeza a espalda a su hija, intentando consolarla un poco—, puede que no lo recuerdes, porque eras superchiquita, pero una vez también me fui. Tu papá era un idiota, y yo estaba aterrada de perderme a mí misma, así que salí huyendo con el alma rota por dejarlos atrás, pero él tenía más dinero que yo, y a diferencia de mí tenía una familia, yo también quería lo mejor para ustedes, por eso los dejé, pero no soportaba verlos sin mí, así que mejor me fui lejos… Gracias al cielo tu padre se dio cuenta pronto de que ser mamá es horrible y no lo quiso hacer, por eso me trajo de vuelta, y con el tiempo se nos quitó: a él lo idiota y a mí las ganas de alejarme de él.
Todos sonrieron ante la última declaración, incluso ese hombre que había sido llamado idiota dos veces. A Alessandro no le molestó, después de todo, si recordaba ese tiempo en que LA FALSA SE VOLVIÓ LA VERDADERA, él había sido justo como Rebecca lo mencionaba: idiota.
» Nena, sé que no es fácil, pero tú tienes que volver a ser lo más importante para ti —declaró la buena Rebecca—, aunque, si aun así quieres ir a romperte mucho más, te esperaré aquí para ayudarte a cargar tus pedacitos; después de todo, así es como actuamos las mamás, y tú eres una, la mejor de todas.
—No —dijo la chica, aun moqueando—, tú eres la mejor… y, sí, quiero ir con ellas. Papi, ¿me llevas?
Alessandro suspiró con cansancio. A decir verdad, no quería hacerlo, no quería llevarla a romperse más, pero había dos cosas a las que ese hombre no les podía decir que no: a lo que su esposa pidiera y a lo que su hija pidiera luego de llamarlo papi.
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—No te vayas, mami —pidió Beca y Estrella se mordió los labios para no llorar más frente a ellas.
—Cielo, ya lo hablamos, ¿recuerdas? —preguntó la joven, acariciando el cabello de ambas niñas cuando se intentaba despedir, luego de cuidarlas por un par de horas, horas en que había logrado bajar su fiebre—. Yo era su mamá de mentiritas y, aunque las amo de verdad, para siempre, no podemos estar juntas porque su tío llegó para cuidarlas ahora que sus papás se fueron al cielo.
—No quedemos al tío —anunció Beca, llorando—, él no es papá, no quedemos esta con él, pofavo, mami, pofavo lleva a Beca y Beta contigo.
Estrella no pudo más, también terminó llorando, ocultando su rostro de dos que, aferradas a ella, lloraban también.
—Creo que apresuré las cosas —dijo Benjamín luego de entrar a una habitación ocupada por tres personas que lloraban desconsoladas—, vamos a hacerlo con calma. Estrella, no es para siempre, pero empecemos con que sea yo quien las visita en tu casa, ¿te parece?
Atónita, la rubia no supo ni qué pensar, porque las palabras de ese hombre parecían decir que se llevara las niñas a pesar de que no se las estaba devolviendo.
» Es por el bien de las niñas —declaró el tío del par de preciosas castañas que la rubia adoraba—, hagamos gradual la separación, en lo que se acostumbran a mí y yo aprendo algunas cosas sobre la paternidad.
«¿Y lo mejor para mí?» Se preguntó Estrella, a sabiendas de que lo que seguía sería alargar su propio sufrimiento, pues sería volver al vivir con la angustia de no saber cuándo sería el día de la separación, y parte de renunciar a ellas había sido su necesidad de no vivir en la zozobra.
Y aun así, no podía detener la felicidad que le daba saber que se podía llevar a ese par a su hogar; así que, sonriendo, les preguntó a las niñas si se irían a casa con ella, y los corazones de tres brincaron de felicidad.
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—¿Te las robaste? —preguntó Chase cuando vio al par de castañas correr hasta Bolo y abrazarse a él.
—Lo estoy considerando seriamente —declaró la rubia, sonriendo, pero su sonrisa desapareció cuando su padre, que entraba detrás de ella, pasó de largo sin decir ni media palabra.
—¿Está enojado? —preguntó Chase y Estrella asintió con los labios estirados en una línea—, ¿y eso?
—Dijo que no debí aceptar traerlas conmigo —respondió la cuestionada—. Benjamín dijo que podían estar conmigo un tiempo, en lo que se acostumbran a él. Ya sabes, hacer la separación de manera paulatina, y papá cree que no es lo mejor.
—Tampoco creo que sea lo mejor —declaró Rebecca, que acariciaba las cabezas de ese par de niñas que corrieron a abrazarse de sus piernas en cuanto la vieron llegar a la sala donde los hermanos Miller Morelli hablaban—, no hará que sea más fácil para ti, ¿lo sabes?
—Lo sé, mamá —aseguró la rubia—, pero no es por mí, es por ellas; después de todo, de eso se trata ser mamá, ¿no? De ponerlas siempre en primer lugar.
—Sí —concedió la mayor—, y por eso tu papá está enojado, porque eres su número uno y te pusiste en el número dos por algo que no vas a tener para toda la vida. Que no se te olvide esto último, amor.
Estrella suspiró, fijando la vista en ese par que sonreían en medio de su familia. A ella ya no le importaba su autoestima, su autonomía ni nada de eso, lo único que ella quería era que sus bebés del corazón no tuvieran que llorar más por sentir que ellas las abandonó.