7- Está muy equivocada

2049 Words
TRACE Jessa Winters va a ser un problema. Y ya tengo suficiente. El pensamiento me persigue toda la noche después de salir de su apartamento, inquieto entre mis sábanas. Bueno, eso y la visión de lo que escondía bajo esa bata raída. Si, he imaginado mi visita con cien opciones diferentes, y todas terminan de nunca manera: Jessa. Desnuda. De rodillas. Sus exuberantes curvas húmedas y brillantes por la ducha. Esa dulce boca roja deslizándose sobre mi polla. Ni siquiera una ducha helada puede refrescarme esta mañana, no con ese infierno todavía en mi mente. La forma en que jadeaba ante cada una de mis escandalosas sugerencias…Como sus ojos brillaron de deseo con un simple toque. Jessa puede actuar como una inocente, pero desde el momento en que la ví en la cafetería, supe que estaba hecha para el pecado. ¿Y cuándo escuché su conversación y descubrí lo ingenua que es? bueno, lo supe, que yo seré quién la corrompa. Para mostrarle exactamente qué tipo de placer es capaz su cuerpo. Hasta donde llegaría por deseo. Todo esto, y solo la he besado. Me burlaría, si no estuviera tan condenadamente duro. Me quedo bajo los chorros de agua fría, imaginando que son sus agiles manos las que me rodean. Su respiración se acelera junto con la mía. Acariciándome. Rogándome. Y cuando finalmente exploto en un chorro de ardiente frustración, la imagino lamiéndome hasta dejarme limpio. Y amando hasta la última gota. **** —Que amable de tu parte aparecer— Me toma tanto tiempo sacarme a Jessa de la cabeza que llego tarde a encontrarme con mi amigo Jeremy en el gimnasio. —Lo siento. Estaba ocupado— Tiro mis cosas en el banco y me venda las manos, metiéndolas en los guantes. —¿Cómo se llama? — Jeremy sonríe con suficiencia. —No es propio de ti dejar que una mujer interrumpa tu preciosa agenda— Frunzo el ceño. —No es nadie— miento, dirigiéndome al ring de boxeo. —¿Vamos a hacer esto? — Jeremy se ríe y se agacha bajo las cuerdas detrás de mí. es un entrenador privado que conocí hace unos años y sabe cómo dar lo mismo que recibe. Demasiado de lo que mis entrenadores personales se contienen, temerosos de hacerle daño al gran Trace Rosberg, pero a Jeremy le importa un comino mi estatus, y lo prefiero así. Empezamos a entrenar. Normalmente el boxeo me despeja la mente, pero hoy no tengo ritmo. Soy un desastre, golpeo demasiado pronto y me agacho demasiado tarde. —¿Qué te tiene tan irritado? — pregunta Jeremy, dando vueltas con cautela. —Nada— miento. Lanzo otro jab. Este conecta, pero por poco. Me muevo demasiado rápido y Jeremy me conecta un gancho que no esperaba. Mi visión se nubla. —Claro, nada— Jeremey sonríe con suficiencia. —Como dije, ¿Cómo se llama? — Frunzo el ceño. Puede que sea uno de mis mejores amigos, pero no tiene ni idea de a que me enfrento. La presión que he estado sufriendo desde que heredé la empresa hace cinco años y descubrí cuanto del legado de mi familia está en juego. —Menos charla, mas entrenamiento— gruño. —Como quieras— Jeremy lanza una serie de jabs que me dejan tambaleándome, pero me obliga a ponerme las pilas, y rápido. Damos vueltas, intercambiando golpes, buscando un punto débil, y poco a poco, empiezo a sentirme yo mismo de nuevo. En control. Porque a pesar de lo que Jessa piensa, esto no ha terminado. Ni por asomo. Así que me ha rechazado, sin duda sintiéndose expuesta y avergonzada por la forma en que saltó a mis brazos en la oficina ayer. Y montó mi muslo, ansiosa por más. Pero eso fue solo una muestra de placer. Te garantizo que aún tenemos mucho más que explorar. Cuando esté lista. Le estaba diciendo la verdad: me gustan las mujeres dispuestas. Pero más que eso, me encantan los desafíos. ¿Y la señorita Winters? Es particularmente tentadora. Así que, aunque piense que se acabó y que de ahora en adelante no seremos más que profesionales… Esta muy equivocada. Y estoy más que feliz de mostrarle su error. Lentamente. Con cuidado. Con una dureza castigadora. No tengo prisa. Voy a hacer esto bien. Porque al final, será ella quién me ruegue que la tome. Y no hay nada tan dulce como la rendición de una mujer. Terminamos en el ring y hacemos una pausa para beber un poco de agua. —Buen entrenamiento— admite Jeremy a regañadientes. —Pensé que te tenía contra las cuerdas, pero lograste volver al juego— —Siempre lo hago— respondo, y luego oigo una carcajada detrás de nosotros. —¿De verdad, Rosberg? — El familiar acento ingles me pone los nervios de punta de nuevo. Me giro, con cuidado de suavizar mi expresión para no mostrar ni una pizca de emoción. —Emiliano Wilder— lo saludo, fingiendo cortesía. —Que sorpresa. No hubiera pensado que un aristócrata como tú se mezcla con nosotros, los plebeyos— Emiliano sonríe con suficiencia, vestido con ropa deportiva impecable. Con 1.90 metros de altura y cuerpo de remero, está acostumbrado a mirar por encima del hombro a todo el que conoce. —Me gusta ensuciarme las manos de vez en cuando— —Que gracioso— comento con frialdad. —Me parecen bastantes suaves— Emiliano entrecierra los ojos. Hemos sido rivales durante años, desde que hizo su primera oferta de adquisición para intentar comprar Rosberg Cross. Su fondo de cobertura es uno de los mas grandes que existen; un gigante multimillonario famoso por recortar y quemar todas las empresas que adquiere. De ninguna manera le dejaría quedarse con la empresa de mi familia. A ningún precio. —¿Cómo van las cosas en la empresa? — pregunta Emiliano, pero su tono informal me pone tenso. ¿Qué sabe él? —Bien. Genial— respondo, ocultando mi inquietud. —¿Por qué? ¿Necesitas una chuchería nueva para tu última novia? Con gusto te haré un descuento. Amigos y familiares— Emiliano se ríe entre dientes. —Puedo pagar el precio completo. De hecho, puedo pagar mucho más por eso…Pero lo descubrirás pronto— Se aleja, dejándome con una sensación de inquietud. Jeremy se para a mi lado. —Que imbécil— Asiento lentamente. —Desafortunadamente, es un imbécil estratégico e inteligente. Esta tramando algo— —¿Crees que intentará otra oferta pública de adquisición? — Frunzo el ceño. —No sé por qué lo intentaría. Nada ha cambiado desde la última vez que me reí en su cara— Jeremy se encoge de hombros. —Supongo que algunas personas nunca aprenden— **** Reflexiono sobre la posible amenaza de Emiliano de camino a la oficina, pero en el momento en que salgo del elevador y veo a Jessa inclinada sobre su escritorio, la rivalidad corporativa es lo último en lo que pienso. Mierda. Esta inclinada, revisando unos documentos, y aunque lleva una chaqueta y pantalones holgados, el traje no oculta en nada su sensualidad natural. Cada centímetro de mi quiere poseer a esta mujer. Finge que no me ve acercarme, pero el rubor de sus mejillas la delata. —Jessa— me detengo junto al escritorio. —Tengo una reunión, necesito que tomes notas. Ahora— Se sonroja aún más. —Yo…Umm…— Casi disfruto viéndola nerviosa, cuando Vivian la interrumpe. —Puedo encargarme de eso, señor Rosberg. Jessa está compilando informes de ventas. Además— me lanza una mirada fulminante. —No creo que este lista para esa responsabilidad— Estoy a punto de desautorizarla, pero Jessa ya ha agarrado el archivo más cercano. —¡Me voy ahora mismo! — dice y se escabulle. Una estrecha salvación. Probablemente sea lo mejor, ya que no hay manera de que pueda concentrarme en la reunión con ella sentada allí mismo en la sala. Finalmente, despido a todos y me concentro en mi agenda, cuando oigo un ligero golpe en la puerta. Es Christina. Me relajo, —Hola— la saludo. —¿Qué te trae por aquí? pensé que te desmayabas si salias de la calle 59— —Muy gracioso— sonríe. —Sabes que las mejores tiendas estan en el SoHo— —Mi error— Se desploma en el sofá y mira a su alrededor. —¿Cuándo vas a ablandar este lugar? — pregunta suspirando. —Parece que un asesino en serie trabaja aquí— —Bien. Puedo contemplar mis obras, poderosos, y desesperar— digo, citando a un viejo poeta. Christina niega con la cabeza, sonriendo. La conozco casi toda mi vida, crecimos juntos, entrando y saliendo de las viejas oficinas de Rosberg Cross que construyeron nuestros padres. Incluso salimos brevemente, cuando éramos demasiado jóvenes para saberlo, pero ahora hemos entablado una cómoda amistad. Puede que sea dueña de la mitad de Rosberg Cross, pero es más bien una socia silenciosa. Me deja ocuparme de todos los asuntos prácticos del día a día. Y de las decisiones difíciles. Hoy, mete la mano en su bolso y saca un regalo envuelto. —Iba de camino a una cita para almorzar, pero encontré esto antes. Quería que lo tuvieras— Lo abro con curiosidad. Es una vieja fotografía de nuestros padres: los cuatro, afuera de la tienda insignia. Fue tomada cuando probablemente tenían nuestra edad, antes de que naciéramos. Nuestros padres habían sido mejores amigos; hacían todo juntos, así que tenían sentido que murieran juntos. El accidente aéreo, de camino a la tienda de Paris, fue un shock. No hubo sobrevivientes. Y nos había metido a Christina y a mí en algo para lo que no estábamos preparados. —Es para el aniversario— dice en voz baja. Cierto. El aniversario. Setenta y cinco años de Rosberg Cross… Tenemos toda una colección planeada. Fiestas, galas, todo para destacar el éxito perdurable y la calidad atemporal de la marca. Pero lo que no decimos es que también es un aniversario más triste para nosotros. Cinco años desde el accidente aéreo que lo cambio todo. Dejo la foto, mirando a los ojos de mi padre. Se veía tan seguro de sí mismo. Ojalá pudiera decir lo mismo. —Gracias por esto— —No puedo creerlo…— mira a su alrededor. —Setenta y cinco años. Se siente como el final de una era— —El comienzo de una nueva— la corrijo. —Tal vez…— Hace una pausa. —A menos que hayas pensado más en la oferta— Frunzo el ceño. —De Emiliano Wilder— añade. Frunzo el ceño aún más. —Te lo dije, vender no es una opción— —Incluso con la empresa tan valorada? — replica, pero ya he escuchado todos los argumentos. Ha mencionado la venta varias veces, a lo largo de los años, pero para mí es imposible. nuestras familias nos dejaron esta empresa. Confiaron en nosotros. —De ninguna manera voy a venderla. A ningún precio— —Cierto. Por supuesto— Christina sonríe de nuevo. —Siempre una mano fuerte…— Su mirada se cruza con la mía, y podría jurar que su sonrisa se vuelve coqueta. Pero debo estar equivocado. Cualquier cosa romántica entre nosotros es historia antigua. Me pongo de pie. —Gracias por venir. Debería volver a ello— —Por supuesto— Me sigue afuera, con la mirada fija en el escritorio vacío de afuera. —¿Cómo esta tu nueva asistente? — —Bien— respondo vagamente. Exasperado, mas bien. —Bien. Ha estado demasiado ocupado para la pobre Vivi durante demasiado tiempo. Bueno, tengo que irme— Me da un beso al aire en la mejilla. —¡Nos vemos pronto! — Ella sale por la puerta y yo me doy la vuelta, aterrizando en la foto de mi escritorio. La miro de nuevo, observando las caras felices y la emoción que se respira en el aire. Mi padre, el hombre con toda la ambición. Los grandes sueños de hacer de Rosberg Cross una marca global. Lo idealizaba. Lo respetaba a él. No tenía idea de lo que nos ocultaba a todos. ¿En qué demonios estabas pensando, papá, dejándome este desastre para que lo arreglara?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD