3.

1123 Words
3. Me dirigí a Bellamy. —Sígame por favor —lo llevé al consultorio, y le ofrecí tomar asiento. Saqué el informe que se estaba realizando sobre el paciente Rodrigo. —Ahora debo hacerle algunas preguntas. ¿Ha tenido el paciente alguna enfermedad? Si así fue, ¿estuvo bajo tratamiento médico? Aunque actualmente no estuviera enfermo, ¿habló de cualquier malestar y observó algo inusual en su manera de comportarse? —No, a todas sus preguntas —contestó Bellamy con un tono serio pero cálido—. Durante la última semana Rodrigo estuvo a mi lado todo el tiempo… No le vi enfermo, tampoco parecía estarlo. Más bien estaba contento, y hoy mismo estuvimos comiendo en mi casa, una cena ligera, él no suele comer tarde, es de los que cuidan la línea… Hablábamos de un tema personal y de repente se detuvo, volvió la cabeza, como para decirme algo y, después, se cayó al suelo. Fui hasta él para ayudarle, cuando me acerqué su cuerpo ardía en fiebre. Su piel me quemó los dedos…, no le pude tener en manos, y comenzó a retorcerse a gritar de dolor… vi que le crecían unos… algo parecido a unos colmillos y que le dolía el proceso… fue algo… que jamás podré olvidar… Cuando dejó de retorcerse, inmediatamente, le traje hasta aquí. —Bien —dije—, al menos, eso nos da la hora exacta de la crisis. No tiene sentido que se quede, señor Bellamy, a menos que lo desee. Bellamy estudió sus manos durante unos instantes, y pude advertir que tenía las uñas muy cuidadas por las manicuras. —Doctora Roseu, si mi amigo se muere sin que usted haya descubierto qué lo mató, yo le pagaré sus acostumbrados honorarios, y al hospital los que le correspondan, y nada más. Si él muere y usted lo descubre después de su muerte, entregaré cien mil dólares a cualquier fundación de caridad que usted mencione. Pero si lo descubre antes de que muera y le devuelve la salud yo le entregaré a usted la misma suma. Ambos nos miramos fijamente, y cuando el significado de tan notable oferta se abrió camino en mí me resultó imposible refrenar mi ira. —Bellamy, usted y yo vivimos en mundos diferentes, por eso le contestaré de un modo educado, aunque me resulte difícil. Haré todo lo que se encuentre en mi poder para descubrir qué le ocurre a su amigo y curarlo. Haría lo mismo si usted y él fueran pobres. Pero no estoy interesada en usted en lo más mínimo. Ni en su dinero. Ni en su oferta. Considérela rechazada. ¿Ha comprendido lo que le he dicho? Bellamy no mostró ningún resentimiento, de hecho, me parecía que comprendía a la perfección. —He comprendido de una manera tan clara que ahora más que nunca deseo que sea usted la que se exclusivamente de él —dijo, su mirada cambió por un instante y tuve que desviar mis ojos, para no notar que me había llamado la atención. —Muy bien. Ahora dígame, ¿cómo podría ponerme en contacto con usted si necesitara que viniera?—le pregunté. —Si me lo permite, me gustaría tener, bueno, representantes en esta habitación todo el tiempo. Habrá dos de ellos. Si usted me necesita, dígaselo a ellos y en seguida estaré aquí. Sonreí al oír aquello, pero él no. —Hablar con usted me ha recordado que vivimos en mundos diferentes, doctora Roseu. Usted toma sus precauciones para estar a salvo en su mundo y yo me encargo de minimizar el peligro que torna a la mía. Lo que solicitaba era algo nuevo al menos para mí, pero en ese momento, me vi a nada de aceptarle lo que me pidiera… admito que comenzaba a sentir afecto por él, y claro que él se dio cuenta. —Mis hombres no la molestarán. No interferirán con su trabajo… —luego de decir aquello, miraba hacia otro lado, parecía que necesitaba hablar con alguien—. Si lo que sospecho llega a ser cierto serán una excelente protección para usted y para sus colegas… Pero ellos permanecerán día y noche en la habitación. Si sacan a Rodrigo de la habitación tendrán que acompañarlo no importa a donde lo lleven. —Veré lo que puedo hacer… Luego de resolverlo con administración, le pedí a Fede, un enfermero atractivo, que era el más joven de entre todos, a que fuera por los hombres, de Bellamy, que hacían de guardia en la puerta del hospital. —¿Es quién creo, doc? —preguntó Fede, al ver a Bellamy. Afirmé con la cabeza y le expliqué rápidamente la situación. Luego de un rato regresó acompañado por los dos hombres. Ambos permanecían en una constante alerta, yo lo podía ver en sus fríos ojos. La habitación que se le asignó al paciente Rodrigo, tenía dos ventanas, una daba al pasillo y la otra la avenida. Y solo contaba con una puerta que daba al pasillo; la sala de baño incorporada era interior y no tenía ventanas. Bellamy y los dos hombres inspeccionaron a detalle la habitación, manteniéndose apartados, según pude observar, de las ventanas. Entonces me preguntaron si la habitación podía quedar a oscuras. Asentí, con mucha curiosidad. Apagada la luz, los tres se dirigieron hacia las ventanas, las abrieron y observaron a detalle —Deben vigilar esta ventana —les decía Bellamy, refiriéndose a la ventana que daba a la avenida—. Ya puede dar nuevamente la luz, doctora —se dirigió hacia la puerta, después se volvió hacia donde estaba yo—. Tengo muchos enemigos, doctora Roseu. Miro a mi buen amigo Rodrigo y, por primera vez en mi vida, yo Robert Bellamy tengo miedo. No deseo ser el siguiente. Era lo mismo que yo estaba pensando en ese momento. Bellamy fue hacia la puerta para abrirla, pero se detuvo por un instante. —Si alguien llama preguntando por el estado de Rodrigo, deje que uno de estos hombres, conteste. Si alguien viene personalmente a preguntar, deje que suba, pero si fueran más, sólo permita subir uno en uno. Si aparece alguien afirmando que es de la familia, deje que mis hombres vayan a su encuentro y se informen. Estrechó mi mano y abrió la puerta de la habitación, para retirarse. Otra pareja de sus hombres le esperaba. Se colocaron uno delante y el otro detrás de él. Entendí que Bellamy jamás vivía tranquilo, aun rodeado de hombres que morirían por él, en ese momento, al verlo marchar, sentí mucha tristeza por él. Cerré la puerta, y solté un fuerte suspiro, quizás por el cansancio físico, o quizás sea ese sentimiento hacia Bellamy, luego regresé a la habitación. Miré a Rodrigo.
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