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Elfo Oscuro

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Morael Mal'Mor, un elfo oscuro en el exilio se entera de que Ruil Fis'Bane, el rey de los elfos de luz planea un ataque contra su pueblo además de que dentro de sus intenciones se encuentra el arrebatarle su hija. Esto enfurece a Morael el cual envía a su hija a otra dimensión y se prepara para la agresión de su contraparte.

Eliniel, la hija de Morael fue enviada a una dimensión desconocida para ella donde conoce a Iván, un humano del cual se enamora e inicia una relación amorosa. Este chico decide casarse con su amada pero al contarselo a su madre esta se niega rotundamente causando que su hijo abandone su casa.

La madre de Iván en su busqueda se encuentra con la casa de Eliniel la cual realmente es un portal a su dimensión original, siendo allí el inicio de una aventura.

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Capítulo 1
Morael estaba parado en el balcón de su castillo mirando las montañas, en las mazmorras de las cuales pasó la mayor parte de su vida. Exilio. Un elfo oscuro en el mundo de la luz. Los recuerdos lo atormentaban todas las noches, porque las noches eran como su mundo, desprovistas de luz. Cuevas, enormes ciudades en las que la luz solo venía de lámparas mágicas con cristales transparentes, velas y antorchas de aceite. Lagos sin fondo, acantilados, claros llenos de musgo verde con enormes hongos y muchos enemigos, esperando el momento de clavar una daga envenenada en su espalda. Sus ojos, de iris n***o con borde dorado, veían mejor en la oscuridad que los de los animales nocturnos, su piel adquirió un tinte azulado debido a las profundidades y su cabello brillaba, largo, sedoso y plateado. Pero tan pronto como Morael salió a la superficie, su apariencia cambió: sus ojos se volvieron rojo carmesí, con gotas de rubí de pupilas, la piel se volvió pálida, casi transparente, de un hermoso color blanco marmóreo, perdiendo el tono azulado. Sólo su cabello, que cubría sus hombros y espalda en unas espesas hondas, grueso y largo, quedó del color de seda plateada. Los elfos oscuros (drows) lo perseguían, considerándolo un traidor. Los elfos de luz lo cazaban, considerándolo un mal del mundo. Y al resto de las criaturas tampoco le caía bien, porque sus parientes eran verdaderamente demonios de la oscuridad, hijos del odio. Dejó el inframundo con los elfos que decidieron seguirlo. Ocupó un antiguo castillo en las Tierras del Norte y se convirtió en un señor oscuro, un exiliado, un gobernante y guerrero cruel e insociable. En las mazmorras, la lucha no se detuvo. Las casas gobernantes de los elfos luchaban entre sí, utilizando a veces los medios más deshonestos. En las mazmorras reinaba el matriarcado y el voluntarioso y dominante Morael odiaba obedecer a las mujeres. Dejó el inframundo sin arrepentirse, matando a una docena de elfos al mismo tiempo, y se llevó a su hija con él, una preciosa elfa de cabello dorado con ojos asombrosos, grandes y rasgados, del color esmeralda. Una niña amable, con elegantes manos de dedos delgados y finos y una mata de largo y abundante cabello ondulado, del color de oro blanco con reflejos dorados de un tono más oscuro. La apariencia de su amada hija siempre ha sido un tema de discusión, ya que fue concebida de una elfa de luz y siempre se diferenció de los habitantes del inframundo. Ella era la única a quien Morael amaba con toda su alma y estaba listo para destrozar el mundo entero por ella, tan pronto su hija lo miraba con sus ojos esmeralda, húmedos, grandes, de pestañas inusualmente negras teniendo en cuenta el color de su cabello. Con esos hermosos ojos, tan parecidos a los de su madre. Su castillo, una verdadera fortaleza, una ciudadela de piedra inexpugnable, estaba protegido de los ataques y la magia, pero los leales drows siempre estaban en sus puestos, vigilando los accesos al castillo, y Morael estaba tranquilo. Por ahora. * * * - Señor, hoy nuestra inteligencia vio a una hermosa jovencita en las paredes del castillo de los drows — el esbelto guerrero de largo cabello rojizo inclinó respetuosamente la cabeza frente al elfo sentado en el trono con grandes ojos esmeralda, como un bosque primaveral. Su largo cabello rubio estaba recogido en una cola de caballo y brillaba bajo el sol, que se asomaba por la ventana abierta. - ¿Eliniel se parece a su madre? preguntó ansiosamente el elfo, y miró expectante al guerrero. - ¡Oh, sí, mucho! Es muy hermosa... Tiene cabello dorado y ojos esmeralda, señor — confirmó el elfo de buena gana. - ¿Y qué me dices de los drows? ¿Heredó algunos rasgos de una drow? — La preocupación no abandonó el rostro del interrogador. - Según pude ver, visualmente, no, — el elfo vaciló un poco, sintiéndose incómodo. — Pero, ¿quién sabe si los drows la han dotado de un alma oscura? - Tengo que traerla de nuevo a mi casa. Si es necesario matar a todos los oscuros, junto con su señor, lo haré. Nuestra fuerza es mucho mayor que la de Lord Morael Mal'Mor. - Pero... Mal'Mor posee una poderosa magia drow... Magia ancestral. Él puede defenderse por sí mismo, a él y a todo su pueblo — dijo el elfo pelirrojo con incertidumbre — Será una batalla feroz. Usted, Lord Ruil Fis'Bane, debe pensar diez veces antes de emprender el ataque... - ¡Necesito a Eliniel! — Lord Ruil gruñó, golpeando sus puños contra los apoyabrazos del trono. — ¡Y la traeré! ¡¿Escuchas, Sador?! ¡Voy a traerla aquí de nuevo! * * * - ¿Qué pasó, Sador? Morael miró al elfo pelirrojo. — ¡Cuéntame tus novedades! Espero que éstas sean las noticias sobre la muerte de Ruil Fis'Bane. - Oh, no… — Sador se sentía incómodo, pero su próxima boda exigía oro. Lo necesitaba. — Usted sabe que ... - Sé que necesitas oro, — interrumpió Morael. Por eso traicionas a tu señor. - ¿Por qué usted dice eso? — Sador se sonrojó y bajó los ojos — Yo ... yo ... - Cuéntame tus novedades, toma oro de mis sótanos y vete. Estoy esperando. — El drow fruncía el ceño cada vez más. — Más deprisa. No tengo mucha paciencia. - Lord Ruil Fis'Bane quiere llevarse a Eliniel. De cualquier forma. A las buenas o a las malas — dijo el elfo, asustado. — Está preparando un ataque a Su castillo. - ¿Qué? ¡¿Este bastardo del bosque quiere robar a mi hija?! — rugió Morael, saltando de su silla. - Sí, esa es la verdad, — dijo Sador en voz baja. — Cree que la hija de su hija debería pertenecer a los elfos de Luz. Ella es una princesa, Lord Morael... - ¡No! ¡No renunciaré a mi hija! ¡No la devolveré! — El drow apretó los puños, resistiendo el impulso de golpear al elfo. — Ya puedes irte. Tu oro te está esperando. El elfo de luz, retrocediendo, abandonó el salón del palacio y la puerta se cerró de golpe detrás de él. Morael volvió a caer en la silla y sus labios se convirtieron en una delgada línea. Bueno... Hoy enviará a su hija a otra dimensión y mientras Ruil Fis'Bane esté vivo, ella no regresará aquí. Esto no sucederá. - ¡Emar! ¡Emar! — gritó, y un elfo alto, fuerte y a la vez esbelto, vestido con una túnica oscura, irrumpió en el pasillo. - ¡Si, mi señor! ¡¿Qué ha pasado?! - ¡Trae inmediatamente a Eliniel! — espetó el Lord, y sus ojos rojos se agrandaron y se pusieron aún más brillantes. - ¡Y prepara el castillo para el asedio! ¡El ejército de Ruil Fis'Bane avanza hacia nosotros! ¡Los de la Luz siguen a mi hija! Emar hizo una reverencia y salió corriendo del salón, dejando al Lord solo, enfurecido y lleno de ira, siendo su frente acariciada con una brisa fresca que entraba por la ventana. Morael traspiraba odio, la ira lo ahogaba, y aunque vivía desde hace mucho en la superficie, su naturaleza era oscura y llamaba a cosas terribles, porque él mismo era un drow hasta la médula. - ¿Padre? La suave voz de su hija lo devolvió a sus sentidos y Morael quitó la ira de su rostro para no asustar a la chica. - Ven aquí, querida. Ella se acercó y el señor admiró su belleza, como robada a las más hermosas elfas de luz. Ojos enormes, verdes esmeralda, transparentes y rasgados, cabello dorado, trenzado en dos gruesas trenzas, las cuales la chica arrojó sobre su esbelta espalda dejando al descubierto pequeñas orejas afiladas decoradas con largos aretes, labios pequeños, carnosos y rosados ​​y espesas pestañas largas y oscuras con puntas vueltas hacía arriba. - Papá, ¿pasó algo? - la joven lo miró con una mirada amorosa y Morael casi gruñó de odio por elfo de luz, un bastardo que soñaba con llevarse a su hija. - Sí, querida. Lamento decirte, pero... Tendremos que separarnos... no por mucho tiempo... * * * - ¡¿Hablas en serio, Ivan?! - Casi sentí un shock cuando supe de que mi hijo se iba a casar. - Ivan, te lo pregunto una vez más, eres un chico inteligente ... Bueno, dime, ¿Quién se casa a los veinte? Mi hijo se quedó en silencio, mirándome fijamente, y en ese momento parecía un toro joven. - ¿Quién se casa a los veinte? ¡¿Y me lo preguntas TÚ, que te casaste a los dieciséis?! Por lo menos, ¡yo sí estoy seguro de lo que quiero y recuerda, no dependo ni de ti, ni de nadie! Tengo mi carrera asegurada, y además, gano un sueldo bastante sustancioso como entrenador de karate! ¡Soy totalmente independiente! Suspiré profundamente y cerré los ojos por un segundo: - Ivan, hablemos normalmente... - Te hablo normalmente. - Iván... - ¿Oyes lo que te estoy diciendo? — frunció sus negras cejas y de repente, me pareció ver a su padre delante de mí. Alto, guapo, de abundante melena de cabellos color castaño claro, ligeramente ondulados, cayendo en rizos rebeldes sobre alta frente, grandes ojos grises debajo de perfectos arcos de altas cejas y pestañas negras y largas, con hermoso y esbelto cuerpo musculoso, producto de constantes ejercicios, siendo mi hijo múltiple campeón de karate, ostentando con orgullo séptimo dan y obteniendo un cinturón n***o en esa disciplina. Pero gracias a Dios, hasta allí llegaba el parecido con su padre. - La amo. - ¡Pues, sigue amándola! ¿Quién te lo prohíbe? — Estallé yo. — ¿Pero, casarse? ¿Para que? ¡¿Para divorciarse después y pagar la pensión alimenticia?! - ¿Por qué dices esto? — se sonrojó hasta la punta de las orejas. — ¡No la conoces! ¡No conoces nuestra relación, no sabes nada sobre ella! ¡Nunca la dejaré! Puse los ojos en blanco y gemí. Oh, Dios mío... - ¡No hagas eso, mamá! — su barítono aterciopelado era tan similar a la voz de Dimitri que involuntariamente sonreí. — ¡Ella no es como todas las demás chicas! ¿Comprendes? ¡Es única! - Claro que lo entiendo — me tranquilicé un poco y miré a mi hijo con ternura. - Vamos a reunirnos. Tráela aquí, nos conoceremos. ¿Pero... Para qué apresurarse? Tienen una vida entera por delante ... Además, aunque ganas lo suficiente, recuerda que todavía tienes que terminar tus estudios en la Universidad. - Ella está embarazada. Me sentí mal. Sentí que mi estómago estaba tratando de devolver el sushi que comí para el almuerzo y los dedos de mis pies se entumecieron de repente. - ¡¿Qué?! Habiéndome desplomado en el sofá, me tapé la cara con las manos y comencé a pensar febrilmente. ¿Qué hacer? ¿Quizás debería hablar con esta chica? ¿Está lista para arruinar la vida de un joven que todavía necesita aprender, construir puentes hacia la edad adulta? - Mamá ... — Iván se sentó a mi lado. - Bueno, ¿por qué estás tan preocupada? Es maravilloso ... Tendré un hijo o una hija ... Tengo un buen trabajo Estoy estudiando ... - ¿Quién es ella? — Lo miré, esperando en el fondo de mi alma que todavía estuviera bromeando. - Se llama Helen, — sonrió como un embobado. - Bueno, el hecho de que su nombre sea como el mío, no significa nada todavía, — tenía ganas de abofetearlo al verlo sonriendo estúpidamente. — ¿De donde es ella? ¿Quiénes son sus padres? ¿Ella trabaja? ¿Estudia? - Ella está sola. Su madre murió al dar a luz y su padre vive en un lugar muy lejano, — comenzó a contar el hijo. — Helen no estudia y aún no trabaja. - Entonces, - sentí venir el inminente desastre. — ¿Y de qué vive? Iván me miró confundido y se encogió de hombros: - Probablemente, su padre la está ayudando... ¡Está bueno ya, mamá! Me recompuse, respiré hondo y dije lentamente: - Iván, ¿te das cuenta de que ni siquiera la conoces? Además del hecho de que "ella es muy hermosa y muy buena", no hay otra información. ¿Estás seguro de que éste es tu hijo? No estoy lista para aceptarlo... Se puso pálido e incluso sus labios, duros y llenos, se tensaron. Sus ojos se oscurecieron pasando de color gris claro a un gris plomizo y la mirada de mi hijo se llenó de tal rabia que me asusté. Tuve miedo de que, en ese mismo momento, nuestra relación comenzó a colapsar. - Iván, — tomé su mano, mirando en esos ojos oscuros por ira sin siquiera una pizca de ternura con la que siempre me miraba, pero la tiró hacia atrás y saltó del sofá: - ¡Pensé que me entenderías! - Entiendo que estás enamorado, — le dije con cuidado. — Pero este es un sentimiento que sucede y a veces, pasa ... especialmente a esa edad... - Todo está claro, - el hijo se dirigió al pasillo. - ¡Esperaba que estuvieras encantada, que me entenderías! ¡Que aceptarías mi nueva vida, a mi mujer! ¡Qué lástima que me había equivocado! - Iván, ¿a dónde vas? — Corrí tras él y agarré su mano. — ¡Vuelve de inmediato, no hemos terminado de hablar! - Dije todo lo que quería — Iván me arrancó los dedos de su mano y se puso sus deportivos. — Y ahora, te quedarás sola. Corrió hasta la entrada del edificio, yo miré confundida la puerta abierta y me llené de odio por esta chica desconocida, que de un solo golpe arruinó nuestra vida feliz con mi hijo. Recuperándome, corrí detrás, pero no tuve tiempo: el auto de mi hijo pasó rápidamente y desapareció en el arco. - Maldita sea — Corrí a casa de nuevo y comencé a marcar su número con mano temblorosa. Hubo pitidos, pero Iván no tenía prisa por responder. — Hijo, ¡Levanta el teléfono! Tonto estúpido... Dejando el teléfono a un lado, saqué una botella de vino y bebí un vaso entero, sintiendo los chorritos fríos correr por mi garganta. Me sentí un poco mejor y comencé a razonar de manera más juiciosa. Tenía que dejarlo enloquecer y luego hablaremos con calma. ¿A dónde más irá? Ahora dormirá y después vendrá corriendo a la casa a disculparse, arrepentido, abrazándome y besando mis mejillas... Como siempre. Pero Iván no vino. Ni al día siguiente, ni dos días después. Su teléfono no estaba disponible y me estaba volviendo loca de preocupaciones. A la mañana siguiente, fui a la universidad para atraparlo allí, pero para mí frustración y miedo, mi hijo no lo había visitado las aulas durante una semana. Después de esperar el final de las clases, me dirigí a la entrada del edificio y, al ver la cabeza rubia de Vadim, su mejor amigo, lo llamé. - Hola, — el chico se sacó los auriculares y sonrió cortésmente. — Iván no está aquí. Tampoco vino a entrenar. - Lo sé. ¿Dónde está? - Él no me lo informó, Elena, — Vadim bajó la mirada. - ¡No me mientas! - Estaba empezando a enojarme. - ¿Dónde vive su chica? - ¿Quién? — el muchacho se movía de un pie a otro y tratando de no mirarme a los ojos. - Vadim... - ¡No se! - Se puso la mochila, irritado. — ¡Iván ni siquiera nos la presentó! ¡Camina como un zombie por allí! Ni que fuera una princesa de sangre azul... Helen por aquí... Helen por allá... Helen es tan tierna, es tan hermosa, tan perfecta, tan... Me tiene aburrido... Los peores presentimientos se apoderaron de mí e incluso me tambaleé por los malos pensamientos que se precipitaron en mi cabeza sufrida. - Elena, ¿usted se siente mal? — Vadim se inquietó visiblemente, mirándome con miedo. - Solo sé que ella vive en el edificio donde hay una tienda de artículos deportivos, desconozco el número de entrada ni tampoco sé el número del apartamento - ¡Gracias, Vadim! — Sentí una oleada de fuerza y, saliendo debajo del alero de una columna de mármol, seguí adelante, queriendo solo una cosa: golpear a esta maldita chica y llevarme a mi hijo ingenuo. Irrumpiendo en el patio, donde estaba el edificio del presunto amor de mi hijo, miré a mi alrededor e inmediatamente vi el auto de Iván cerca de una de las entradas. Ajá... Ahí es donde estás, querido... Me acerqué y hasta sonreí, notando los shorts favoritos de mi hijo colgados en el balcón del segundo piso. Todo resultó mucho más sencillo. Subí las escaleras pulcramente lavadas, me detuve frente a la puerta de hierro y, aclarándome la garganta, presioné el timbre. Uno, dos, tres... Detrás de las puertas, reinaba el absoluto silencio y aparentemente todo estaba tranquilo, ¡pero estaba segura que vi el auto de mi hijo! Golpeé varias veces, pero el resultado fue el mismo: no querían verme. Habiendo tirado por fin de la manija, me sorprendió cuando la puerta cedió y se abrió silenciosamente. - Iván... — llamé en voz baja, sintiéndome como una ladrona. — Hijo, ¿estás aquí? Silencio. Malos pensamientos se deslizaron por mi cabeza y yo, para no preocuparme aún más, entré audazmente en el apartamento. Un olor extraño y agradable flotaba en las habitaciones luminosas, similar al aroma de algunas flores maravillosas, pero no me era familiar. Pisando suavemente el laminado brillante del piso, caminé por el apartamento, notando que las cosas de Iván estaban esparcidas por doquier, incluso en la cocina. ¿Qué clase de joven es esta Helen? ¿Ni siquiera puede ordenar y limpiar bien el apartamento? Todas las habitaciones, incluido el inodoro y el baño, estaban vacías e incluso pensé que tal vez los chicos fueron a la tienda y se olvidaron de cerrar el apartamento. Bueno, esperaré. Sentada en el sofá, comencé armar en mi cabeza un discurso indignado, con el que se podía aturdir a los amantes y no me percató de cómo, poco a poco, me quedaba dormida...

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