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Nací un martes por la noche. Mi madre murió al darme a luz y, con ella, se fue el único consuelo que quizás pude haber tenido. Dicen que Amanda —así se llamaba— era la hija del gran jefe de la Cosa Nostra. La niña dorada del imperio. La princesa de un mundo hecho de sangre, poder y silencios. Era la más pequeña de los hijos de mi abuelo todos asesinados por sus enemigos.
Nunca la conocí. Pero la extraño como si hubiese vivido en mí.
Mi abuelo, el Don, me sostuvo por primera vez cuando aún estaba envuelta en sangre y gritos. Dicen que me miró como si ya supiera que yo iba a arder por dentro. Como si supiera que esta historia no tendría un final feliz.
Él me protegió, hasta que falleció.
Tenía tres años cuando murió. A los cuatro, mi padre se casó con una mujer llamada Lorena. Tardo mucho, pero lo logro tuvo un niño. Un niño rubio y sonriente, mi hermano Bruno ocho años menor que yo y mi única ancla en este mundo.
Mi padre… Emilio... jamás fue cruel. Pero tampoco fue cálido. Me hablaba con la misma voz que usaba con sus hombres. Medida, dura, funcional. Nunca supe si me quería o si simplemente le resultaba incómodo mirarme.
Lorena me detestaba desde el principio. Me trataba como si tuviera una enfermedad que podía contagiar a sus hijos. Me corregía cuando hablaba. Me llamaba “niña salvaje”. Me gritaba si llegaba sucia del jardín o si hablaba sola, que era algo que hacía a menudo. Porque cuando no tienes a nadie, aprendes a conversar contigo misma.
Luego está Chiara, mi hermanastra. Un año menor, hija del antiguo esposo de Lorena, un capo que fue asesinado. Hermosa, educada, elegante. Todo lo que yo no era. Se reía con los invitados, tocaba el piano, sabía cuándo sonreír y cuándo fingir vergüenza. Una actriz perfecta. Pero en privado… me golpeaba donde nadie podía ver. Me robaba cosas. Inventaba mentiras. Y todos la creían. Siempre la creían.
Recuerdo una vez, a los nueve años, que me cortó el vestido con unas tijeras y lo escondió. Fui a cenar con una camiseta vieja. Lorena me humilló delante de todos los capos y Chiara me miró con sus ojos brillantes como si disfrutara ver cómo me marchitaba por dentro.
Esa noche me encerré en el cuarto de servicio. Lloré en silencio, abrazada a la almohada. No porque me doliera el castigo, sino porque me dolía no importar.
Hasta que apareció él.
Santiago Russo.
No sé exactamente cuándo empezó a vigilarme, pero siempre estaba allí. A veces a lo lejos, fumando. Otras, sentado en las sombras del jardín. Un viejo amigo de mi abuelo. Mi padre no lo soporta porque Santiago es mucho mejor que él. Le tiene prohibida la entrada en la casa. Sé que teme que le quite el puesto de Don.
Pero a Santiago no le importan las reglas. Ni las jerarquías. Él solo me ve. Siempre lo ha hecho. Siempre que lo he llamado ha estado para mí.
La primera vez que me habló seis años. Estaba lanzando piedras al lago de la finca, furiosa porque Lorena me había encerrado sin cena.
—¿Por qué lloras, piccola belva? —me dijo con voz ronca.
—No lloro —respondí, secándome la cara con el dorso de la mano.
—Ya. Solo escupes agua por los ojos, ¿no?
Me reí, aunque no quería. Fue la primera vez que alguien me hablaba como si no fuera invisible.
Desde entonces, se convirtió en mi sombra. Me enseñó a defenderme, a no bajar la cabeza. A ser precisa con un cuchillo. A sostener una pistola sin temblar. Me enseñó a leer las mentiras en las sonrisas y a protegerme del veneno que se esconde en una palabra amable.
—No eres débil, Isabella. Solo estás sola. Y eso es distinto. Yo crecí solo y mira en lo que me he convertido —me dijo una vez.
Tiene razón. Aprendí a vestirme sola. A curarme las heridas. A no mostrar miedo.La única vez que me asusté fue cuando sangre por primera vez.
Pero en el fondo… a veces deseo que alguien me abrace y me diga que todo estará bien. Sin embargo, sé que jamás pasará.
Ahora tengo dieciocho años. Y no hay día en que no me mire al espejo preguntándome cuánto de mí es de mi madre… y cuánto del mundo podrido que me rodea..
📌 Nota del Autor.
"Isabella, Mi perdición" es parte de una saga familiar.
Si querés leer en orden, te dejo cómo va la cronología:
1. La obsesión de mi cuñado – Anastasia y Maximiliano Beltrán.
2. La obsesión del mafioso – Sofía Beltrán y Santiago Russo (padres de Thiago)
3. Isabella, Mi perdición – Thiago Russo e Isabela Lombardi
No hace falta leerlas todas para entender esta historia, pero si te gusta el drama familiar con mucho fuego, te recomiendo empezar desde el principio.
Igual, como siempre, iré explicando lo importante durante la novela.
Gracias por leer y por seguir acompañándome en este universo de caos, amor y obsesión.
¡Ahora sí… que empiece el infierno!