PROLOGO
POV EMMA
El verano había traído consigo una nueva sensación para mí. A mis 16 años, creía haber sentido mariposas antes, pero nunca de la manera en que mi corazón reaccionó aquella tarde en el jardín de mi casa.
Johanh reía junto a su mejor amigo, Matthew, mientras platicaban sobre algún partido de fútbol. Ya lo conocía de vista, lo había visto muchas veces en casa, pero nunca lo había mirado de verdad. Hasta ahora.
Matthew tenía el cabello rubio, de un tono dorado que el sol parecía envidiar, y unos ojos color aceituna que reflejaban una mezcla de diversión y serenidad. Su complexión fuerte denotaba las horas de ejercicio, pero lo que más atrapaba mi atención era su sonrisa: amplia, sincera, llena de una calidez que hacía que mi pulso se acelerara.
Me quedé observándolo mientras hablaba con mi hermano, sin darme cuenta de que él también me había descubierto. En un instante, nuestras miradas se encontraron. La sonrisa de Matthew se suavizó, y por un momento, sentí que el aire me faltaba. Él ladeó la cabeza con curiosidad y me guiñó un ojo con una sutileza que me hizo estremecer.
—Emma, ¿quieres algo de beber? —preguntó con una voz que, para mí, sonó como la melodía más cautivadora.
—Oh… no, gracias —respondí, sintiendo que mi voz sonaba más débil de lo que esperaba.
Él sonrió aún más y volvió su atención a Johanh, pero cada tanto lanzaba una mirada en mi dirección. No era descarado, no era invasivo; era como si también estuviera intrigado por mí.
Los meses siguientes fueron una danza de pequeños gestos. Matthew encontraba siempre una excusa para buscarme, para platicar conmigo después de cada visita a mi hermano. Nuestras conversaciones eran ligeras, pero cargadas de un significado oculto. Reía con él, me acostumbraba a su presencia y, lo más peligroso, me acostumbraba a esperarlo.
Había momentos en los que nuestras manos se rozaban al pasarme un vaso, en los que él se inclinaba un poco más de lo necesario para escuchar lo que decía, y en los que nuestros ojos se encontraban en medio de una reunión, compartiendo un secreto silencioso.
Pasaron seis meses así, en una espera que ninguno de los dos apresuraba. Hasta que una tarde, mientras la brisa fresca de invierno comenzaba a instalarse, decidí que ya era suficiente de sutilezas.
Estábamos en la cocina, solos. Matthew me sonreía como siempre, con esa dulzura que hacía que mi corazón latiera más rápido. Sin pensarlo demasiado, sin darle tiempo de reaccionar, me acerqué y, de puntillas, presioné mis labios contra los de él.
Fue un beso suave, fugaz, pero cargado de todo lo que había crecido entre nosotros durante esos seis meses. Cuando me separé, Matthew me miró sorprendido, pero en seguida su expresión se transformó en una sonrisa radiante.
—Ya era hora —susurró antes de inclinarse y besarme de nuevo, esta vez con la seguridad de alguien que había estado esperando el mismo momento por mucho tiempo.
Y sentí mariposas en el estomago, mis manos temblaban y caí rendida ante él...