Lizzie ni siquiera podía comenzar a explicar lo que estaba pasando. Tenía que tomar la decisión más difícil de su vida y si bien todo le indicaba cuál era la correcta, había algo, pequeño pero insistente, que despertaba un creciente deseo en, al menos, intentarlo.
En aquella oficina aquel hombre tan indescifrable como eclipsante le había preguntado si necesitaba un empleo. Al principio creyó que se trataba de una broma. Había liberado su mano con brusquedad y cruzando sus brazos sobre su pecho, con sus ojos furiosos y sus dientes apretados lo había enfrentado.
-¿Te parece divertido?- le dijo Lizzie furiosa mientras por primera vez lo notaba algo dubitativo.
-Disculpa, sé que es algo precipitado. Entiendo que mi queja motivó tu despido y como soy un hombre de negocios se me acaba de ocurrir algo que podría beneficiarnos a los dos.- respondió Leo volviendo su vista al suelo para tomar un poco de distancia y volver a analizar lo que estaba a punto de hacer.
Lizzie iba a volver a gritarle pero de repente entendió que hablaba en serio y guardó silencio.
Al no oír respuesta, Leo no tuvo más remedio que volver a mirarla.
-¿Qué edad tenes?- le preguntó sorprendiendola aún más.
-Es importante que te haga algunas preguntas antes de ofrecerte este trabajo.- le aclaró al notar que no terminaba de creerle.
-¿Y quién dice que querría trabajar con alguien como vos que al primer mínimo error despide a sus empleados sin siquiera preguntar?- le respondió alzando un poco su mentón aún con sus brazos cruzados.
Leo alzó sus cejas mientras fruncía sus labios con sorpresa, al parecer esta joven escondía algo más que un carácter vehemente.
-Entiendo el punto, podríamos poner una cláusula de no despido por una fecha que ambos consideremos adecuada si te parece.- le dijo con un nuevo tono, uno demasiado formal que no dejaba lugar a dudas.
Lizzie hizo una corta pausa en la que analizó sus opciones y finalmente respondió.
-Tengo 28 años.- le dijo bajando un poco el tono y liberando su pecho de la presión de sus brazos.
Leo la recorrió con su mirada con especial detenimiento en su calzado poco acorde al resto del atuendo y continuó.
--¿Estás casada? - dijo volviendo a obtener su mentón alzado como respuesta.
-Es para el trabajo, ¿Lo estás?- insistió y ella negó con su cabeza.
-¿Novio?- preguntó con el mismo tono profesional.
-¿Qué clase de trabajo…- comenzó a preguntar ella pero él la interrumpió.
-¿Tenes o no tenes?- le preguntó impaciente.
-¿Qué trabajo es? Ni siquiera sabes lo que estudié.- arremetió ella acortando nuevamente la distancia.
-Uno que serviría para mantener a tu familia y saldar más que sus deudas. Pero necesito saber si hay alguien en tu vida antes de ofrecerlo.- le respondió desafiante.
-No sé por quién me estás tomando pero no voy a acostarme con nadie ni por todo el dinero del mundo.- le dijo ella y al oír una nueva carcajada por parte de él se sonrojó un poco.
-No sé por quién me tomas a mí, pero tampoco te lo pediría.- le dijo él con un gesto que no le terminó de gustar a Lizzie, quien se sintió entre ofendida y decepcionada.
No era una joven que sobresaliera, tenía una estatura promedio y algunas curvas que hubiese querido encoger un poco, pero tampoco se creía tan horrorosa como para que aquel engreído pasara de ella de esa manera.
-En fin, creo que voy a explicarme mejor. Tengo un problema para poder afrontar el control completo de la empresa y creo que podes ayudarme. - le dijo haciendo una pausa como si aún no estuviera convencido de lo estaba punto de decir.
-Verás, mi abuelo me cedió la empresa con una única condición.- dijo alargando el momento de revelarle lo que estaba pensando.
-Todavía no entiendo.- respondió ella cada vez más perdida.
-Tengo que estar casado.- dijo y al ver que ella continuaba mirándolo sin comprender, volvió a tomar su mano.
-No entien… ¡Qué! ¿Querés que yo sea tu esposa?- le preguntó comenzando a reír nerviosa.
-Sería sólo por un tiempo, es sólo un papel. Sólo deberías ser discreta al respecto, nadie puede saber qué se trata de un trabajo. Podes poner la cifra que quieras.- dijo recuperando esa actitud de suficiencia que comenzaba a irritar a Lizzie.
-¿Por qué yo? Vine de casualidad, ni siquiera me conoces.- le dijo arrugando su ceño.
-¿Hay algo que deba saber? A parte de que no entregas los pedidos a tiempo.- le dijo y ella volvió a liberar su mano para intentar empujarlo, pero antes de que pudiera hacerlo él volvió a sujetar su muñeca.
-Era una broma. Sentite dichosa, no suelo hacer muchas.- le respondió Leo esbozando una escueta sonrisa que incluso lo sorprendió a sí mismo. Nunca sonreía.
Lizzie hizo una pausa y finalmente volvió a hablar.
-¿Y cómo sería? Digo, en el hipotético y poco probable caso de que decida aceptar.- le preguntó fingiendo que no le importaba.
Leo emitió una corta sonrisa de satisfacción y decidió hablar rápidamente.
-Deberíamos casarnos cuanto antes y te mudarías a mi casa hasta que finalice el contrato. - le dijo terminando de darle forma a aquella descabellada idea.
-¿A tu casa?- preguntó traicionada por su mente que había escalado en el sentido que había querido evitar desde que lo había visto.
-Tranquila, es lo suficientemente grande como para que no tengamos que cruzarnos.- respondió intentando quitarle presión, pero al notar algo de decepción en esos ojos verdes que había tratado de evitar, sintió algo extraño que prefirió silenciar, como había hecho toda su vida con cualquier tipo de sentimiento que quisiera manifestarse.
-Entonces ¿Para qué me querrías allí? ¿Acaso tendría que estar encerrada?- le preguntó entrecerrando un poco sus ojos.
Leo volvió a reír, ya eran dos veces en un mismo día y comenzaba a sentirse raro.
-No, claro que no. Pero creo que sería prudente que no nos viéramos con nadie más. A lo mejor se presenta algún evento al que deberíamos asistir juntos, pero eso sería todo. No quiero que sientas que te subestimo, entiendo que estas en el mundo del arte, podria mover mis influencias para conseguirte algo allí, pero deberías estar disponible si surge algo en lo que necesito tu presencia.- le aclaró eliminando todo el aire de sus pulmones y aflojando la presión en la mano que aun la sujetaba.
Lizzie volvió a mirar el lugar en el que sus cuerpos se unían y él hizo lo mismo. No entendía porque aún la sujetaba, pero no deseaba soltarla aún.
-¿Todavía no entiendo por qué yo?- le preguntó sin siquiera querer liberarse.
-Digamos que estuviste en el lugar indicado en el momento indicado.- le respondió.
-O en el menos indicado.- respondió.
-Eso ya lo veremos.- respondió él sin terminar de entenderse a sí mismo.
-Ya podrías soltarme, no voy a empujarte.- le dijo y él no tuvo más remedio que hacerlo.
Cerró sus ojos unos segundos y se apoyó en el escritorio, para ordenar sus ideas.
-¿Puedo pensarlo?- preguntó Lizzie, comenzando a considerar semejante descabellada propuesta.
-Tenes hasta mañana. - le respondió y antes de que ella pudiera decir algo más comenzó a caminar hacia su silla.
-Cerrá la puerta al salir, por favor.- le dijo sin siquiera mirarla con una autoridad que la llevó a obedecerlo.
Ahora estaba en su habitación aguardando la llegada de sus padres, no les había contado que había sido despedida, no podía contarles acerca de la ridícula propuesta que había recibido y lo que era aún peor, comenzaba a creer que, a lo mejor no era tan ridícula después de todo.