Capítulo 5

2141 Words
Detiene al auto justo fuera de mi casa. Se me ha pasado un poco el mareo pero sigo sintiéndome débil. James se baja del auto y abre la puerta trasera para ayudarme a bajar. Toma mi mano. La aprieto con inseguridad. Está tibia y es suave, más grande que la mía. Por un instante dirijo mi vista a sus ojos… son bonitos. -          Te llevaré hasta dentro… ¿Puedes caminar? – pregunta. Yo asiento. No suelta mi mano. De hecho, entrelaza sus dedos con los míos y le pone seguro al auto. Siento un cosquilleo en el estómago. Y no es por la falta de azúcar… -          Está bien si me dejas aquí – digo sin mirarlo. -          No, te acompaño – insiste – no quiero que te desmayes estando sola… -          Eres muy terco – digo entre dientes. Él suelta una risa. Dentro está silencioso. Como siempre que no está mamá. James mira cada rincón de la casa. Yo cierro la puerta y dejo mi bolso en el sofá. -          Linda casa – me sonríe. -          Gracias… por traerme, no es que quiera echarte, pero ¿Ya piensas irte? – digo con inseguridad. Él frunce el ceño. -          Creí que me darías un recorrido – resopla. Yo lo fulmino con la mirada. -          Has sido muy amable, pero desde aquí puedo sola, créeme. -          Ve a acostarte, te llevaré comida – camina hasta la cocina como si fuese su casa. Ignorando mi comentario de hace  unos segundos atrás. -          ¿Qué haces? – pregunto siguiéndolo. Él sonríe, no puedo evitar ruborizarme cuando lo hace. Agacho la cabeza – Necesito que te marches… -          Deja que te consienta un rato, ve a la cama, te llevaré algo de comer – guiñe un ojo. -          Ni siquiera sabes dónde están las cosas – gruño. Él abre un cajón… -          No soy tan idiota, aquí están los platos… fue fácil encontrarlos – abre otro cajón – y aquí la cucharas… ¿Ves? Ve a la cama, te llevaré algo. ¿Dulce o salado? -          ¡Fuera de aquí! – alzo un poco la voz. -          Si no vas a la cama – levanta una cuchara de madera – te llevaré a la fuerza… no querrás que lo haga Teff – hace una mueca. Yo me cruzo de brazos y alzo una ceja. -          Inténtalo… Con una agilidad impresionante, me rodea con ambos brazos y me levanta del piso. Estoy pegada a su abdomen de frente. Siento que me desmayaré otra vez pero no por la falta de comida. Me mira con una sonrisa y me acomoda entre sus brazos como a una bebé. Creo que sabe lo que ha provocado en mí por cómo me mira. -          Bájame – digo con la voz temblorosa. Él suelta una risa burlona. -          Te lo advertí – comienza a caminar conmigo, pero no tengo fuerzas  para negarme o protestar. Simplemente lo fulmino con la mirada y frunzo los labios. Llega al rellano superior y mira las cuatro puertas cerradas. Uno es mi cuarto, el otro el cuarto de mamá, el otro el baño y el último el cuarto de huéspedes. -          ¿Cuál es tu habitación? – pregunta mirándome. Siento que me arde la cara una vez más. Él sonríe ampliamente. -          Mamá me matará si se entera de que estás aquí – gruño entre dientes – es la de la derecha – apunto con la cabeza. Él abre la puerta que le indiqué y se queda parado en la entrada – ¿Puedes bajarme ya? – digo entre dientes. -          Tranquila bonita – dice y me lleva hasta la cama. Trago saliva. Si me dice eso una vez más, la teoría de mamá se hará realidad y terminaré por besarlo. “¿Qué diablos estoy diciendo?”                 Me deja sobre la cama con cuidado. Como si no pudiera hacerlo yo misma, lo miro ceñuda. Él sonríe y observa toda la habitación… -          Me gusta tu cuarto, tiene estilo – dice. -          Sí, bueno, no te acostumbres… -          Un “Gracias James” no estaría mal, ¿Sabes? – ríe. -          Un “Adiós James, no vuelvas a mi casa” es lo que prefiero – frunzo los labios. -          Pesada – se burla. -          No quiero ser pesada – suspiro – solo que no me gusta que estés aquí. Además mamá no me deja traer chicos a la casa… es todo, no quiero hacerla enojar. -          Ella no lo sabrá – mueve la cabeza – ahora sé buena chica y quédate ahí porque te traeré algo de comer… -          No gracias – digo entre dientes. Él camina hasta la puerta y me mira. -          ¿Sándwich de queso? – pregunta. -          Vete… -          ¿O de jamón? -          ¡YA VETE! – grito. -          ¿Y qué harás si no me voy? – ríe – ¿Golpearme...? ¿Odiarme quizás? Suelto un suspiro de frustración y me cruzo de brazos. Él baja las escaleras tarareando una canción de Rihanna. Dejo caer mi cabeza sobre la almohada y cierro los ojos. Todavía estoy mareada. Miro todo a mí alrededor y pienso en lo patético que es mi cuarto. Parece como si tuviera diez años. ¿Cómo pudo James pensar que tenía estilo? Si no es más que el cuarto de una nena aburrida y sin amigos.  Miro la repisa de los libros y no puedo evitar sentirme tonta. Está repleto de libros de fantasía y romance. Donde los protagonistas son perfectos y cumplen con todo en mi lista. “Soy patética” me regaño mentalmente a mí misma. Escucho los pasos de James en la escalera y me acomodo rápidamente en la cama. Lo miro entrar al cuarto con una bandeja. Me sonríe y se sienta frente a mí, pone la bandeja en mis piernas. Hay un sándwich de quejo y jamón, un plato con fresas y un vaso de jugo de naranja. Siento que me estoy ruborizando una vez más. Miro a James que me está dedicando una sonrisa, y no puedo evitar devolverle una. -          Gracias James– murmuro con timidez. -          No hay de qué – dice. Toma una fresa y me mira  a los ojos – abre la boca… -          Puedo hacerlo yo sola – frunzo el ceño instantáneamente al ver que acerca la fresa a mi boca – hablo enserio… -          Déjame hacerlo – pide con una sonrisa sincera. -          No lo hagas – comienzo a negar con la cabeza. -          Abre – la fresa está a una pulgada de mis labios. James cambia su expresión y se pone más serio, pero no aleja la fruta de mi boca – anda, abre la boca… - se relame el labio mirando los míos. Pestañeo repetidas veces y mis latidos aumentan. Abro ligeramente la boca sin dejar de mirar los ojos de James, que miran mis labios… Sus dedos rozan mi labio inferior, la sensación me hace sentir que desfallezco por un segundo, nunca sentí nada tan jodidamente excitante en toda mi vida; él deja caer la fresa en mi lengua. Y su dedo sigue ahí, aunque es por una milésima de segundo, alcanzo a cerrar los labios alrededor de éste… Retira su mano y me envuelve un frío avasallador. James vuelve a relamerse el labio cuando yo  comienzo a masticar – ¿No estuvo tan mal o sí? – me mira a los ojos. Trago la fresa… -          No tienes que hacerlo – alejo su mano de las fresas, porque va por otra. -          Quiero hacerlo – musita con seriedad. -          No quiero que lo hagas, es suficiente… amabilidad por hoy. Ya puedes irte – miento. Claro que quiero que lo haga, pero no está bien, porque me provoca muchas cosas. Demasiadas para ser legales. -          ¿Cuándo fue la última vez que alguien te dio de comer? – pregunta con una voz tan profunda y ronca que me hiela los huesos. Siento que se me eriza el vello de la piel y no soy capaz de mantenerle la mirada. ¿Qué está pasando conmigo? -          No lo recuerdo, debió ser cuando era una bebé – digo con la voz temblorosa. -          Eso quiere decir que soy el primero, porque tu madre no cuenta – dice como un susurro. Toma otra fresa y la acerca a mi boca – anda… come, abre esa linda… -          ¡Ya basta! – alejo su mano de mi boca con brusquedad. Sé que me está mirando ofendido, aunque yo no lo miro a él. Deja la fresa en el plato y se limpia la mano con la servilleta. Se pone de pie en silencio. No quiero mirarlo porque sé que me está viendo con odio o algo por el estilo. He sido algo mala con él, pero no me parece correcto que sea tan atrevido incluso cuando le digo que no. Me contradice y eso me irrita, no escucha lo que le digo y quiere hacer las cosas a su manera. Trago saliva sonoramente y veo su espalda mientras sale de la habitación. Escucho como baja las escaleras. Finalmente oigo el portazo que me retumba en el cráneo. “Está enojado…” pienso. Dejo la bandeja a un lado y corro hasta la ventana que da a la calle. Esperando a que se voltee y mire hacia arriba, hacia la ventana donde me encuentro. Para poder hacerle un gesto amable o algo… porque no quiero que se enoje, solo que no quiero que me trate así, tan atento. Me enferma. James enciende el deportivo y arranca muy rápido. -          Lo siento – susurro contra el vidrio. Aunque sé que no puede escucharme. Luego de comer sin muchas ganas y con demasiada culpa por haber sido pesada con James; llamo al teléfono de mi amiga Cam, de seguro ella tiene algo que decir que me ayude a superar este extraño estado en el que me encuentro. Una mezcla de gusto y desesperación. -          Ya esperaba tu llamada – ríe Camille tras la línea – Te he echado mucho de menos hoy. Tu maldita excursión la museo y luego que te fueras a casa… ¿Por qué no me llamaste? -          Pues no me sentía muy bien – intento sonreír. Para mí, no para ella, pero es en vano, no puedo hacerlo. Todavía me siento estúpida. -          ¿Qué pasó? – dice un poco más seria – Tu voz suena muy débil… -          Pues… tuve una baja de azúcar, nada grave. Y no es por eso que me escucho así. Es por algo más… - trago saliva – es por algo que pasó con… bueno, James. -          ¿JAMES? – lanza un grito de emoción genuino. Yo pongo los ojos en blanco – Santo Cielo Teff, ¿Ya se besaron? -          ¡No! – arrugo la frente. Ella suelta un suspiro. -          ¿Y cuándo será? – dice con una voz cansina, como si le trajera problemas el que no besara a James– Porque oportunidades como él no se repiten gatita. -          Sabes, pensé que hablar contigo me ayudaría, pero cuando sacas el tema de los besos me irritas. -          Ya gatita, perdón – suelta una risa algo más relajada – Dime qué paso… vamos, cuenta. -          Pues luego de la visita al museo me desmayé y James me trajo a casa… -          Qué caballero… -          Y pues… entró a la casa – me tiembla la voz – me trajo a la cama en brazos… -          POR TODOS LOS CIELOS TEFF.... – ella ahoga una exclamación. -          Déjame continuar – gruño – me dejó en cama y bajó a prepararme comida… luego subió y me dio de comer en la boca – mi voz se apaga…. Me quedo mirando la bandeja en mi buró unos instantes antes de reaccionar.  -          Teff... ¡Teff! ¿Qué más pasó? -          Se sintió muy bien, que me diera de comer, ¿Sabes? Me gustó, pero me asusté muchísimo cuando noté que provoca algo en mí – admito en voz alta, aún temblorosa por estar pasando por aquello – Entonces alejé su mano y se enojó… se fue prácticamente corriendo y no dijo nada – tomo aire y cierro los ojos – ¿Crees que esté muy enojado? – agrego rápidamente. Ella gruñe tras la línea. -          Si lo está pues… tiene sus razones. Eres muy mala con él. ¿Qué no ves que le gustas? ¿Qué quiere acercarse nada más? -          No – niego con la cabeza – eso no, no le gusto, Cam, tú me has visto, sólo soy… -          Eres bonita y lo sabes. Ya deja de ser tan exigente contigo misma Teff, desde… bueno desde “él” ya no sales con nadie, no quieres tener un novio y te has vuelto muy aburrida. -          No es culpa de “él” ¿De acuerdo? Es decisión propia, y sí quiero un novio, de lo contrario no habría escrito esa estúpida lista – musito algo molesta. No con ella, sino conmigo. No sé por qué. -          Bien – dice - ¿Por qué no dejas que las cosas se enfríen un poco y luego le hablas? Le dices que aprecias lo que hizo y empiezan de nuevo, con el pie derecho esta vez. Quizás pueden ser amigos Teff, no te estoy diciendo que te lo tires ni nada, pero al menos deberías tener mejor disposición con las personas. ¿Ya? – ella suena esperanzada. Yo tomo aire para procesar lo que ha dicho y no suena como una mala idea. -          Bien – digo finalmente – sí sirve hablar contigo Cam, gracias. -          No hay de qué gatita – ríe. -          No me digas así. -          Lo siento. Nos vemos mañana. -          Sí, adiós. 
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