1: Instinto maternal

2687 Words
Años después Cargaba a mi hija mientras esperaba al doctor, esperaba que este último tratamiento pudiese haber funcionado. — Hola, Saskia — el doctor se sentó delante de mí — aquí tengo los resultados, ya los he visto y lamento informarte que no era lo que se esperaba. Sabes bien que lo que sigue es continuar con las quimioterapias para ver si el tumor logra ceder. — Pero doctor, las quimioterapias no han funcionado tampoco — acaricié la cabeza de mi hija — no puedo perderla, solo pensar en que ella va a morir algún día hace que me quiera volver loca. — Escucha, hay un doctor que te puede ayudar en este caso. Se trata de una eminencia en el campo de la neurocirugía, solo que su lista de espera actualmente es de tres años y siendo sincero no creo que la pequeña Perséfone pueda resistir tanto. También tiene un costo elevado y dudo mucho que puedas tener ese capital. — ¿De cuánto estamos hablando? Por mi hija estoy dispuesta a lo que sea, incluso a vender mi alma al diablo. — Solo la consulta en caso que puedas conseguir cupo, es de cinco mil dólares. Si la dejan hospitalizada es una cuenta aún más grande y si la llegan a operar ni se diga. — Aproximadamente de cuánto estamos hablando — el doctor anotó en un papel un número y me lo dió — madre mía, esto es demasiado dinero. Ya no me queda nada de la herencia de mis padres, he vendido hasta las acciones que tenían en las diferentes empresas. — Lo sé bien, créeme que tu situación me apena, conocí a tus padres y fueron excelentes seres humanos. Lo único que te queda es la casa donde vives. — Lo sé — suspiré pesadamente — pero sabe bien que en estos momentos la casa tiene una hipoteca y no puedo venderla, más por lo sentimental que por otra cosa. — Bueno, las opciones que tienes son esas. También vas a tener que pensar en conseguir trabajo, entiendo tu situación pero quizás trabajando podrás tener acceso al seguro médico que necesitas. — Es cierto, trataré de buscar un sitio en el que me pueda desenvolver y al mismo tiempo velar por la salud de mi pequeña Perséfone. Gracias por todo, doctor. Salí del hospital, Perséfone se había quedado dormida después de haber llorado por varias horas. La medicina ya no le estaba llegando y todo se volvía cada vez más escaso, tenía que buscar trabajo de una vez. Mientras iba rumbo a mi casa, miré que un chico estaba vendiendo periódicos entonces decidí comprarle uno y así buscar trabajo. — Mami — Perséfone se despertó — me duele, mamita. — Tranquila mi amor, ya casi llegamos a la casa. Ahí tengo tu medicina porque la otra ya te la puse. Manejé un poco más a prisa y al llegar a la casa, tomé todo lo necesario para ponerle su medicina y miré como ella lograba calmarse. Cubrí su catéter con total cuidado y luego la empecé a arrullar. — Mami, mamita, ¿Me voy a morir? — ella preguntó y a mi se me encogió el corazón — porque siento que si me voy a ir al cielo junto con los abuelitos. — No, no mi vida — respondí con un nudo en la garganta — claro que no te vas a morir. Vas a vivir, así tenga que vender hasta mi alma. — A veces pienso que es lo mejor, mamita — ella empezó a llorar — el dolor es muy fuerte, pero no te quiero dejar sola. — Shhh, verás que ya te vas a sentir mejor con la medicina que te puse. Iremos a dar un pequeño paseo. La llevé a los alrededores y ella se pudo dormir después de un rato, últimamente dormía demasiado, eso era algo que cada vez me angustiaba cada vez más. — Saskia — Colette entró a la casa y me miró sentada en el comedor — ¿Qué te pasa? ¿Qué te dijo el doctor? — No hubieron buenos resultados, las opciones que me están brindando son quimioterapia y que la vea un neurocirujano que es muy costoso. — Ya el dinero se te está acabando — yo asentí y ella suspiró — Saskia, ¿Y si te das por vencida? Es decir, ya hiciste todo lo que estuvo en tus manos. Creo que lo mejor para Perséfone es morir. — ¡No digas eso! — mis ojos se llenaron de lágrimas — mientras tenga opciones para que ella viva, tomaré cada una de ellas. — Está bien, está bien. No te enojes que no fue para tanto — Colette miró que revisaba el periódico — ¿Qué estás haciendo? — No vuelvas a decir nada respecto a dejar morir a Perséfone y tampoco minimices lo que dijiste porque fue algo delicado. Estoy buscando trabajo, el doctor me dió la idea de que si consigo un empleo es muy probable que puedan darme el seguro y con eso voy a atender a mi hija. Miré que la empresa Carter se encontraba buscando una secretaria, por suerte había finalizado mi carrera con mucho sacrificio y podía solicitar empleo. — ¡Mira, Carter Corp, está buscando una secretaria! Creo que voy a ir a probar suerte, tengo entendido que ahí pagan un muy buen salario y también dan las prestaciones. — ¿En serio aspiras a Carter Corp? Saskia, te recuerdo que apenas eres una recién salida y por lo tanto no tienes experiencia. No puedes poner tus ojos tan alto — ella miró el periódico — ¡Mira, están solicitando en una tienda a un vendedor! Creo que deberías ir, eso es más apropiado para ti. — Disculpa pero yo no estudié para ser vendedora en una tienda. Si logré graduarme con honores es algo que debe de ser recompensado y es cierto que no tengo experiencia, pero si me voy con ese pensamiento, jamás voy a poder ejercer mi secretariado internacional. Tú deberías pensar de la misma forma. — ¿Acaso tiene algo de malo el trabajar en una tienda? Porque si no te conociera te juro que pensaría que es así. — Sabes que no pienso eso, cualquier trabajo es digno mientras sea legal. Pero, yo no estudié tantas cosas para decir cuál es el precio de las legumbres o las promociones del día, para eso uno no tiene que ir a la universidad, pagar mensualidades inicialmente y luego solicitar una beca porque el dinero se encontraba dirigido para el tratamiento de Perséfone. Entiende mi posición, el seguro que necesito se encuentra en Carter Corp, es por eso que quiero empezar a trabajar y también para pagar la hipoteca de la casa. — Sabes bien que hay otra opción que no sea trabajar ahí — ella alzó las cejas — mi primo sigue… — Ni siquiera termines la frase porque sé muy bien por donde va el asunto, tu primo es una buena persona pero no puedo aceptarlo por dos motivos. El primero es que no quiere a Perséfone y lo sabes bien, el segundo es que yo lo aborrezco por completo. — Vamos, él dijo lo que dijo cuando estaba totalmente ebrio y lo sabes. Deberías darle una oportunidad y no ser tan mojigata. — Escucha, Colette. Eres mi mejor amiga y sabes que te quiero mucho, pero, no voy a permitir que vengas a mi casa a ofenderme. Si tu primo dijo eso es porque lo siente así en el fondo y el alcohol logró desinhibir lo que su sobriedad suprime, ahora lo mejor es que te vayas porque voy a salir. — ¿Adónde vas a ir? No me digas que en serio estás pensando en ir a Carter Corp. — No, no estoy pensando en ir a ese sitio. Iré a buscar más medicina para Perséfone porque ya se me está acabando, ahora si me disculpas tengo cosas que hacer. Colette se fue de la casa, ella a veces me hacía sentir tantas cosas que eran contrarias. Tenía actitudes de una buena persona y después se transformaba en otra totalmente diferente. Fue de mucho apoyo durante mi embarazo e incluso después de que di a luz y me enfrenté a la enfermedad de mi hija. — Mami — escuche a Perséfone llorar — mamita, ¿En dónde estás? Fui a verla, ella se encontraba en su cuna y extendía sus brazos en mi dirección. La pude ver un poco mejor por suerte. Si no supiera su estado de salud diría que es una niña totalmente normal. — Mamita, cómo vamos a salir, me gustaría que me llevarás a comer un helado, siiii. — Si, iremos a buscar la medicina que te hace falta — la tomé entre mis brazos — al parecer tengo una pequeña y adorable brujita, no sé cómo sabes cuando vamos a salir y cuando nos quedaremos en casa. El helado es un hecho, ya sé cuál es tu sabor favorito y es… — ¡De galleta con chocolate!— ella me interrumpió y sonrió mientras iluminaba mi mundo — te amo, mamita. — Yo también te amo, mi vida. Nos fuimos a buscar su medicina, miré en mi cartera así que supe que el dinero no me iba a dar. Pensé detenidamente en lo qué iba a hacer y traté de poner mi mejor sonrisa. — Mami, ¿A dónde vamos? — ella preguntó al ver que me desvié — este no es el camino para ir a la farmacia y lo sé bien ya que vamos bien seguido. — Tengo algo que hacer antes de ir a comprar tu medicina — puse mi mejor sonrisa — confía en mamá. Llegué a una venta de coches de segunda y estacioné mi camioneta. Tomé a Perséfone y la cargué sin problemas. — Buenas — saludé a un vendedor — he venido a vender mi camioneta, me gustaría que la vieran. — ¡Saskia! — el dueño salió a mi encuentro — dame la buena noticia que me vienes a vender tu camioneta. — Hola señor Christian, de hecho si. Espero que la oferta que me hizo anteriormente siga en pie. — Para ser sincero no, sé bien para qué quieres ese dinero y te digo que te daré más — sentí un alivio en mi pecho — Perséfone, mi amor y mi vida, ve donde mi secretaria que tiene los dulces que tanto te gustan. — Ve, mi amor — la puse en el suelo — ya sabes, tienes que agradecer cuando te den algo. No toques nada y no des mucha lata, si puedes ayudar en algo, hazlo. Perséfone se fue y una vez que logré vender la camioneta me fui a la farmacia en un taxi. Logré comprar toda la medicina necesaria y me quedó un poco de dinero para cualquier cosa que se pudiera necesitar. — Carter Corp — miré la enorme empresa ante mis ojos — creo que si estoy aquí, lo mejor es entrar. Por suerte siempre andaba una memoria en mi bolso, ahí tenía todos mis documentos escaneados para poder pedir trabajo sin problemas en caso que se me presentara una oportunidad así. — Buenas tardes — saludé amablemente — he venido por el trabajo que sale en el periódico. Me gustaría trabajar en este sitio, aunque sinceramente no tengo experiencia. — Buenas tardes — la responsable de recursos humanos me sonrió — aquí no es necesario que se tenga una amplia experiencia, el problema es que tienes una hija y el trabajo es muy demandante. — Hola — una mujer embarazada se acercó a nosotros — ¿Sucede algo? ¿Por qué el silencio es tan pesado? — Señora Blackmont, aquí la señorita está pidiendo el trabajo de secretaria del señor Carter, pero el problema es que tiene una hija y ese empleo puede ser demandante, usted lo sabe bien. — ¿Y solo por eso le niegas la oportunidad de trabajar aquí? Creo que si la señorita presente se encuentra buscando trabajo es porque necesita mantener a esa preciosa niña — ella le guiñó el ojo a Perséfone — es preciosa, ven mañana para la entrevista. Ryan es quién está haciendo eso, es una buena persona pero un poco frío así que no te preocupes porque no es que sea malo. La mujer se fue después de darle unos documentos a la responsable de recursos humanos, sentí un gran alivio al saber que finalmente podría ser entrevistada. — Has corrido con suerte, ella es la señora Paige Monterrubio De Blackmont. Una de las esposas de los dueños de acá. — Es bueno saberlo, bien, vendré mañana con los papeles necesarios — abracé a mi hija — una pregunta, ¿Aquí dan seguro médico para los hijos de los trabajadores? — ¡Claro! Pero eso lo tendrás que ver una vez que te contraten, espero que lo hagan porque se nota que necesitas el empleo. Te voy a esperar mañana, ven aquí mismo y después te llevaré a la entrevista con el señor Carter. Me sentí feliz y salí de la empresa Carter con esperanzas renovadas. Al buscar mi camioneta recordé que la había vendido, ni modo, son cosas que hago por el bienestar de mi hija. — ¡Mami! — Perséfone señaló en una dirección — ¡Mira que bonitas esas motitos! Había una venta de monopatines y al ver el precio supe que era lo que estaba necesitando, me acerqué con Perséfone a un monopatín morado y ambas nos encantó. — Al parecer les ha gustado ese monopatín — un vendedor se nos acercó — estos se encuentran en promoción y también como obsequio estamos ofreciendo el equipo de protección completo, tanto para madres como para niños. — Yo soy niña — Perséfone frunció el ceño — así que pido una disculpa. — Lo siento — el vendedor se sintió oprimido por la autoridad de Perséfone — espero que me disculpe. — No se preocupe, nos llevamos este monopatín — tomé mi cartera — pagaremos en efectivo. Una vez que pagué el monto total, me fui con Perséfone a una tienda para niños. Ahí compré un canguro que me ayudaría a cargarla y así evitar cualquier tipo de accidente. Ella se veía totalmente feliz al ver que iba tan cerca de mí. — ¿Qué fue lo que pasó con tu camioneta? — Colette salió a mi encuentro — no me digas que se te dañó, te dije que no era buena idea que hicieras las reparaciones tú misma. — Nada de eso, solamente la vendí para comprar este precioso monopatín y que Perséfone estuviera más cerca de mi pecho — le guiñé el ojo a mi hija — así que creo que hice lo correcto. Una vez que Perséfone se fue de donde estábamos, fue que le dije a Colette lo que había pasado. La excepción fue mencionar a Carter Corp y la entrevista que iba a dar. — Creo que también dejaré la casa por un tiempo, el mantenimiento es demasiado costoso y aunque lo hago todo yo pues tengo que reconocer que el material no me lo regalan. — Si ves que no hay solución, pues hazlo. Al final tú sabes cuál es tu conveniencia. Asentí y luego me fui a dormir. Me levanté temprano al día siguiente, más que de costumbre. Miré el recordatorio en mi celular y vi que hoy le tocaba a Perséfone el cambio de catéter, ahí se me iba a ir el resto del dinero. Salí de casa antes que Colette despertara, no quería darle explicaciones de lo que iba a ir a hacer. Estaba llegando a Carter Corp a primera hora, a lo lejos miré a dos niños como de nueve años y una de las pequeñas estaba siendo raptada por un hombre, nadie ayudaba y todos veían lo que estaba pasando. El niño empezó a pedir ayuda de forma desesperada y llamaba a su papá a todo pulmón, sus lágrimas adornaban su rostro y fue en ese momento que mi instinto maternal salió a flote…
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