Fui corriendo aún con mi hija en el canguro, ella que dormía profundamente fue que se despertó. Busqué algo que pudiera ayudarme en este momento y miré que los del camión de aseo habían colocado estantes nuevos y supe lo que tenía que hacer.
— Ven aquí — tomé al niño del brazo — vamos a ir detrás de tu hermana, carga a mi hija por favor.
Lo metí en el contenedor de basura que no estaba tan vacío como pensaba y puse a los niños al rincón del mismo. Lo impulsé y no supe cómo fue que me metí mientras estaba en movimiento.
— ¡Suelten a esa niña, malditos infelices! — grité mientras trataba de mantener la dirección del contenedor — ¡Ella no está sola!
Los secuestradores intentaban llegar a un carro que estaba algo cerca, por suerte pude alcanzarlos y el contenedor de basura se detuvo ya que tomé una bolsa de desechos que tenía al lado, con la mala suerte que me ensucié todita.
— ¡Ya los agarré, puercos! — tomé a la niña que lloraba — ¡Policía! ¡Necesito ayuda!
La policía llegó cuando ya los secuestradores se habían ido, los quedé mirando con reproche y ellos se movieron de forma incómoda.
— No puedo creer que de mis impuestos salen sus salarios, ¡Esos tipos casi se roban a esta niña! ¡Vayan a buscar cómo capturarlos!
Ellos se fueron y después fui a ver a los niños. Miré que ellos estaban bien, por suerte estaban en un rincón limpio.
— ¡Mamita, hagámoslo de nuevo! — Perséfone se mostró contenta — ¡Fue divertido!
— Lo siento, mi amor, ese truco solo se puede hacer una vez — miré que en mi cabello había una cáscara de banana — no puedo creerlo, estoy hecha un desastre. Dudo mucho que me den el empleo en Carter Corp.
— ¿Acaso ha dicho Carter Corp? — el niño salió del contenedor con mi ayuda — porque si es así, yo…
Miré que un hombre venía en mi dirección totalmente furioso, él me señaló de forma acusatoria y en sus ojos pude ver que estaba dispuesto a matarme sin la oportunidad de defenderme.
— ¡¿Qué se ha creído?! ¡¿Acaso le cuesta tanto trabajar y viene a secuestrar a niños ricos solo para pedir rescate?!
— ¡¿Qué puñetas está diciendo, gilipollas?! — grité furiosa — ¡Yo no he secuestrado a sus hijos! ¡He salvado a su hija que la ha dejado en la calle sin supervisión de un adulto!
— ¡No le creo nada, mujer vulgar! Las personas me han dicho que se han llevado a mi hija y luego una mujer tomó a mi hijo para meterlo en un contenedor de basura y llevarlo. Los desechos que tiene en su ropa son la prueba irrefutable de lo que hizo, en este momento voy a llamar a la policía para que se la lleven detenida y también le quiten a su hija.
— Mamita, ¿Qué dice este señor? — Perséfone empezó a llorar — yo no quiero que me lleven, yo deseo estar a tu lado siempre, siempre.
— Mi amor, no llores — quise cargarla pero me contuve ya que estaba sucia — te quedarás conmigo.
Miré a este hombre y sin mediar más palabra, le dejé ir un puñetazo que lo hizo trastabillar. Fue en ese momento que el carro de la policía llegó y él miró a los oficiales.
— Papá, antes de que puedas decir algo te quiero decir que la señora tiene toda la razón — el niño habló — ella ha salvado a mi hermana. Es cierto que me metió en el contenedor pero fue para alcanzar a los verdaderos secuestradores, no puedes meterla en prisión siendo alguien inocente. Eres un hombre justo y lo sé bien.
— ¿Hablas en serio, Mateo? — él miró a su hijo — ¿Ella no quiso secuestrar a Vanesa?
— Papito — Vanesa dió un paso al frente — si no hubiera sido por esta señorita, es probable que esos hombres me hubiesen llevado.
— Señorita — un oficial de policía llegó donde estábamos — los secuestradores han sido capturados gracias a su intervención, se trataban de unos sujetos que buscábamos desde hace tiempo.
— Es bueno saberlo — miré a Perséfone — vamos, amor. Ya aquí no tenemos nada que hacer.
Me quité la blusa que traía encima quedando solo con un tallador que siempre usaba en la parte baja y traté de limpiarme lo mejor que pude, miré que mi tacón se había roto así que no tuve más opción que quitarme ambos zapatos.
— Ven aquí — la cargué sin problemas — vamos a buscar el monopatín y dejemos de ver la cara fea de ese tipo que te hizo llorar.
— Si, mamita — ella se apoyó en mi pecho — hueles feo, mamá.
— Lo sé, mi amor — acaricié su cabeza — lo siento mucho, iré a darme un baño relajante y me vas a acompañar.
— Señorita, espere por favor — él me tocó el hombro y sentí una corriente atravesar todo mi cuerpo — le pido que acepte esto como agradecimiento por haber salvado a mi hija.
Miré que me estaba extendiendo un fajo de billetes muy grueso, aunque necesitaba el dinero lo cierto es que mis valores morales junto con mi orgullo, no me permitían tomarlos.
— Se nota que usted es el que resuelve todas las cosas con dinero — miré con indiferencia el fajo de billetes — ni siquiera se ha disculpado con mi hija por hacerla llorar y conmigo por haberme dicho tantas bascosidades. No puedo creer que sea padre de dos niños tan sensatos, en fin, al parecer la sensatez es algo que en su familia no existe.
Me fui de ahí e ignoré las miradas de las personas. Llegué a Carter Corp, esperaba que me dieran una oportunidad a pesar de que me encontraba vuelta un basurero por completo.
— Buenos días — saludé a la responsable de recursos humanos y ella me miró sorprendida — sé bien lo que parezco, pero le juro que no fue a propósito. Espero que esto no afecte mi entrevista con el CEO Carter.
— Lo siento pero no te puedo llevar así a la oficina del CEO, sé bien que tienes necesidad del trabajo y es por eso que te voy a reprogramar la entrevista para mañana. Por favor trata de venir bien presentable y si puedes cargar con un cambio de ropa extra, te recomiendo que lo hagas.
— Muchas gracias por la segunda oportunidad. Le prometo que mañana vendré bien presentable y también traeré otro cambio de ropa en la bolsa — sonreí agradecida — ¡Nos vemos a primera hora!
Me fui de la empresa y decidí ir a cambiarme a la casa, por suerte Colette no se encontraba despierta así que pude entrar sin muchos problemas. Ella probablemente seguía dormida y agradecía que fuera tan perezosa.
— Mi vida, sabes bien que hoy tenemos que ir al hospital. Hay que cambiar tu catéter para que no te pongas malita.
— Lo sé, mamita. Pero primero tenemos que darnos ese baño relajante que me has prometido.
Sonreí y le guiñé el ojo. Fuimos a la tina que tenía en mi recámara y nos bañamos juntas, Perséfone era todo lo que tenía y le agradecía a mi amado Hades que me dió en toda la penumbra un pequeño pedacito del campo Elíseo.
Cuando el recuerdo de mi Hades desapareció, recordé a ese arrogante sujeto que me acusó de secuestro. No podía creer que alguien se atreviera a tanto, incluso me tocó… Aunque… Ese toque me causó ese choque eléctrico que no había sentido desde hace mucho tiempo.
— Bueno, hay que ir al hospital de una vez — salimos de la tina — ve preparando tu ropa y luego te ayudaré a vestirte.
— Está bien, mamita — Perséfone me sonrió — te amo, no quiero que nadie me separe de ti.
— Nadie te va a separar de mi lado y lo sabes, lucharé con la misma muerte de ser necesario.
Perspectiva de Ryan Carter
Pensé en esa mujer, al inicio estaba furioso al pensar que se había atrevido a querer secuestrar a mi hija, pero luego de saber toda la verdad fue que me sentí tan mal que quise arreglar el desastre que hice y lo primero que pensé fue en darle dinero, sin embargo, eso solo hizo que las cosas empeoraran aún más.
— No puedo creer que te portarás tan irracional, papá — Mateo movió su cabeza de un lado al otro — no eres así y me sorprendió ver ese lado tuyo.
— Lo siento, hijo. Cuando se trata de ustedes es algo que no puedo controlar, saben bien que los amo con toda mi alma y que es lo único que tengo.
— Porque quieres — Vanesa intervino — estoy segura que hay muchas mujeres que quieren estar contigo, pero tú eres un mulo terco que no desea hacer su vida de una vez y todo porque sigues queriendo a Paige. Incluso el tío Adair logró superarla y ahora es feliz con la tía Elowen.
— Lo sé, pero no me puedo arriesgar a que una mujer los vaya a tratar mal — me puse a su altura — recuerden que en los cuentos de hadas, las madrastras siempre son malvadas.
— Esos son cuentos de hadas, papá — Mateo me miró como si fuera un adulto — sabes bien que la realidad puede ser diferente.
— Lo sé, pero no los quiero exponer a ningún maltrato. Ahora vengan conmigo, en la oficina tengo un cambio de uniforme para ti, Vanesa. Tienen que ir al colegio y ya llamé al chófer para que los vaya a dejar.
Una vez que los niños se fueron, empecé con las entrevistas para conseguir mi secretaria internacional. Las cosas en New York estaban funcionando bastante bien gracias a la buena gestión de Adair y mi cuñada…