4: En su defensa

1660 Words
Mis ojos comenzaron a pesar después de haber llorado tanto, intenté levantarme pero me fue imposible hacerlo y al final me quedé dormida en la silla del jardín. Al día siguiente que me desperté, sentí que todo mi cuerpo estaba doliendo. Solo pensaba en levantarme para ir a la entrevista que era a primera hora, el hecho de pensar en el seguro médico fue más que suficiente para levantarse. — Ay, ay, ay — empecé a cojear — demonios, ya estoy demasiado vieja para dormir en la silla del jardín. Terminé por estornudar… Genial… Solo faltaba que me enfermara para terminar de rematar. — Mami — escuché a Perséfone hablar — mamita, ¿En dónde estás? — Aquí estoy, mi amor — subí las escaleras a toda prisa — mami está acá. Ella al verme intentó ir a mis brazos pero la detuve, le dije que probablemente estaba enferma y eso la puso triste. — Lo siento, mi vida — bajé la cabeza apenada — es solo que sabes bien que no puedes acercarte a mí si estoy así. Además el doctor va a empezar las quimioterapias dentro de poco y debes de estar fuerte. — Mami, la quimio me pone mal — sus ojos se cristalizaron — ¿No puede ser el otro tratamiento que el doctor sugirió? — Lo siento mi vida, pero por el momento tendremos que hacer las quimioterapias. Ya después te daré el otro tratamiento, te lo prometo. Perséfone no tuvo más opción que mantenerse alejada de mí y después de bañarme fue que me puse una mascarilla, solo de esta forma fue que mi pequeña hija pudo acercarse a su madre. — Tenemos que ir a la empresa Carter, pero te pido que no le digas nada a tu tía Colette. — ¿Algo así como un secreto? — ella me miró expectante y yo asentí — está bien, mamita. Pero sabes que no me gusta tener secretos con la tía Colette. — Lo sé, mi amor. Pero en este momento es algo que a mami le ayudaría muchísimo. — Bueno, si es así entonces aceptó con gusto — ella sonrió — ahora vámonos, antes de que se te vuelva a hacer tarde. Nos fuimos en nuestro nuevo medio de transporte y una vez que llegamos a la corporación Carter fue que la encargada de recursos humanos me acompañó a la planta superior. — Ella viene por la entrevista para el puesto de secretaria internacional — le dijo a una mujer que suponía que era la otra secretaria — necesito que la anuncies con el señor Carter. — El señor Carter en estos momentos se encuentra teniendo una reunión con el señor Blackmont y el resto del personal — la secretaria me miró con desprecio — ella tendrá que esperar a que pueda recibirla. — Muy bien — ella me miró con amabilidad — puedes tomar asiento y esperar, el señor Carter es un hombre bastante ocupado como te puedes dar cuenta. — Lo entiendo y no se preocupe, le agradezco por haberme traído hasta acá a pesar que no tiene la responsabilidad de hacerlo. Ella se fue y tuve que sentarme a esperar, Perséfone se encontraba jugando con algunas herramientas que cargaba en mi bolso. — Mami — ella se acercó — me duele la cabeza, ¿Tienes algo de medicina? — Claro, mi vida. Solo deja que me desinfecte las manos — saqué el alcohol gel y me lo puse — a ver, destapa tu pecho. Preparé la inyección y limpié el catéter que le habían colocado ayer. Pasé la medicina con total naturalidad y no pensaba en que esto iba a ser motivo del grito tan escandaloso que escuché en ese momento por parte de la secretaria del señor Carter. — ¿Qué sucede? — la miré mientras mi corazón palpitaba a mil por hora — ¿Por qué gritas? — Esa niña tiene algo colgando ahí, ¿En serio has venido a esta entrevista con la niña en ese estado? ¿Acaso lo haces para dar lástima? Se supone que aquí es una empresa y no una guardería. — No puedo creer que tengas ese tipo de mentalidad, no la traje aquí para dar lastima como dices sino porque no tenía nadie con quién traerla. Lo que tiene colgado como dices es un catéter y lo necesita para su tratamiento. — Suponiendo que el señor Carter te dé el empleo, ¿Cómo vas a hacer para dejar a tu hija a un lado? Porque aquí no hay una guardería y dudo mucho que el jefe venga a abrirla por alguien tan insignificante como tú. — Ese es mi asunto, jamás pediría que abrieran una guardería solo por mí. Ahora ocúpate de tus cosas mientras yo me ocupo de las mías. No quería mostrarle a esa sabandija que me tomó por sorpresa lo que había dicho, jamás pensé en alguien para dejar a Perséfone mientras trabajaba. Supongo que eso lo tendré que ver luego, solo esperaba que me dieran el empleo. — Deberías darte por vencida e irte a casa, no tienes el perfil que se solicita para trabajar en esta compañía y menos con una chiquilla enferma. — ¿Y quién te has creído tú para decir eso? — una voz irrumpió en el momento que yo iba a hablar — te recuerdo que aquí solo eres la secretaria del CEO y eso no te da derecho alguno de maltratar a las aspirantes que quieren trabajar aquí. Miré que se trataba de la señora Blackmont, ella veía con total severidad a la secretaria que no encontraba ningún sitio en el que meter la cabeza. — Señora Blackmont, lamento lo sucedido — sus dientes se tensaron y pude escucharlos chirriar — quizás me he extralimitado un poco. — ¿Un poco solamente? Yo diría demasiado, siendo sincera. Espero que esto no se vuelva a repetir si no quieres que se te despida por tomarte atribuciones que no te corresponden. Ahora quiero que te disculpes con Saskia y con su hija si no quieres que le diga a mi esposo y a Ryan. — Muy bien — ella nos miró mientras notaba su rabia — lo siento, me disculpo por mi comportamiento que estuvo fuera de lugar. — Casi perfecto — la señora Blackmont me miró — ven conmigo a mi oficina, Ryan se encuentra en una llamada con su hermano. Probablemente vaya a tardar un poco en ese asunto, ya luego vas donde él. Al final nos fuimos a la oficina de la señora Blackmont y al entrar miré varias fotos en una mesita. Ella se encontraba en diversas etapas de su vida, me sorprendí al ver que estaba con un mapache y una vaca. Pensé que eso era lo que me iba a sorprender más, pero me equivoqué por completo ya que en la foto de su boda tenía al lado al señor Antonio Monterrubio. — Disculpe, señora Blackmont — ella se dió la vuelta cuando la llamé — ¿Usted conoce al señor Antonio Monterrubio? — Si, él es mi abuelo — ella respondió con total naturalidad — no sabía que lo conocías. — Es imposible no conocer a su abuelo, él es el dueño de varios medios de comunicación de bastante prestigio. Esto sin mencionar la enorme fortuna que posee. — Nah, es solo un viejito cascarrabias que por poco le abre la cabeza a mi esposo en el momento que se dió cuenta de que me encontraba embarazada. Eso fue con ambos embarazos. — ¿Ambos embarazos? — ella asintió — así que con este tiene dos hijos. — No, con este embarazo serían cuatro hijos — ella se sentó en su silla con algo de dificultad — ambos embarazos han sido múltiples y con este serían dos varones, ya tengo dos niñas. — Wow, con razón el tamaño de su barriga — ella rió y acarició su vientre — espero que no haya cruzado el límite permitido, señora Blackmont. — No te preocupes que solo has dicho la verdad, también dime Paige y no señora Blackmont, se escucha demasiado serio y con el tiempo te darás cuenta que no lo soy en absoluto e incluso vas a dudar de mi cordura. — Está bien, Paige — sonreí al ver su amabilidad — te agradezco por lo que hiciste minutos atrás, me sorprende ver que hay personas tan ignorantes respecto a temas de salud. — La ignorancia siempre va a estar y no tiene nada de malo tenerla pues todos ignoramos algo, el problema viene cuando no quieres aprender nuevas cosas y la estupidez se mezcla con esto. Ahora si no es mucho mi atrevimiento me gustaría saber qué es lo que le pasa a esta preciosura. — Supongo que tienes razón en lo que le dijiste. Referente a mi hija, ella tiene un tumor en el cerebro, me encuentro desesperada ya que los médicos me dan pocas esperanzas de vida y tú que eres madre sabes bien que por los hijos se hace lo indecible. — Lo sé, si en algo te puedo ayudar simplemente dilo. Me gusta dar la misma ayuda que quisiera que me dieran en caso que estuviera en tu lugar. — Gracias, eres una buena persona y espero que nunca pases por lo que yo estoy pasando. Estuve un buen rato en la oficina de Paige y después de un buen rato, la secretaria fastidiosa me avisó que el señor Carter se encontraba disponible para recibirme. — Si deseas puedes dejar a la niña aquí conmigo — Paige me sonrió — estoy segura que no va a dar nada que hacer. Acepté la oferta y me fui a la oficina del señor Carter, una voz masculina y familiar me hizo pasar. Al entrar lo hice de espaldas y cerré la puerta, en el momento que me di la vuelta me quedé helada. — Tú — le dije… — Tú — me respondió…
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