A ella busca mi corazón
ESCENA I
(Salen OLLANTA, con manto bordado de oro y la maza al hombro, y tras él, PIQUI-CHAQUI.)
OLLANTA.- ¿Has visto, Piqui-Chaqui, a Cusi Ccoyllur en su palacio?
PIQUI-CHAQUI.- No, que el Sol no permita que me acerque allá. ¿Cómo, no temes siendo hija del Inca?
OLLANTA.- Aunque eso sea, siempre he de amar a esta tierna paloma: a ella sola busca mi corazón.
PIQUI-CHAQUI.- ¡Creo que el demonio te ha hechizado! Estás delirando, pues hay muchas doncellas a quienes puedes amar, antes que llegues a viejo. El día que el Inca des-cubra tu pensamiento, te ha de cortar el cuello y también serás asado como carne.
OLLANTA.- ¡Hombre!, no me sirvas de estorbo. No me contradigas, porque en este momento, te he de quitar la vida, destrozándote con mis propias manos.
PIQUI-CHAQUI.- ¡Veamos! Arrójame afuera como un can muerto, y ya no me dirás cada año, cada día, cada noche: «Piqui-Chaqui, busca a Cusi-Ccoyllur.»
OLLANTA.- Ya te digo, Piqui-Chaqui, que acometería a la misma muerte con su guadaña; aunque una montaña entera y todos mis enemigos se levantaran contra mí, com-batiría con ellos hasta morir por abrazar a Ccoyllur.
PIQUI-CHAQUI.- ¿Y si el demonio saliera?
OLLANTA.- Aun a él hollaría con mis plantas.
PIQUI-CHAQUI.- Porque no veis ni la punta de sus narices, por eso habláis así.
OLLANTA.- En hora buena, Piqui-Chaqui, dime sin recelo: ¿Cusi-Ccoyllur, no es una brillante flor?
PIQUI-CHAQUI.- ¡Vaya! Estás loco por Cusi-Ccoyllur. No la he visto. Tal vez fue una que entre todas las sin mancilla salió ayer, al rayar la aurora, hermosa como la Luna y brillante como el Sol en su carrera.
OLLANTA.- Sin duda ella fue. He aquí que la conoces. ¡Qué hermosa! ¡Qué jovial! Anda en este instante y habla con ella, que siempre está de buen humor.
PIQUI-CHAQUI.- No desearía ir de día al palacio, porque en él no se conoce al que va con quipe.
OLLANTA.- ¿Cómo, no me has dicho que ya la conoces?
PIQUI-CHAQUI.- Eso he dicho por decir. Como las estrellas brillan de noche, por eso sólo de noche la conozco.
OLLANTA.- Sal de aquí, brujo, pues mi idolatrada Cusi-Ccoyllur deslumbra al mis-mo Sol con su hermosura. Ella no tiene rival.
PIQUI-CHAQUI.- Aguarda que ahora ha de salir un viejo o una vieja, que creo idó-neos para llevar tus recados y hablar con ella; porque aunque soy un pobre huérfano, no quisiera que me llamaran rufián.
ESCENA II
HUILLCA-UMA, con una larga túnica negra y un cuchillo en la mano, observa el Sol.
HUILLCA-UMA.- ¡Sol vivo! Postrado delante de vos, adoro vuestra marcha. Para vos solo he separado cien llamas, que debo sacrificar en el día de vuestra fiesta. Derramaré su sangre en presencia de vos. Quemadas en el fuego arderán, después de hecho el ayuno.
OLLANTA.- He allí, Piqui-Chaqui, que viene el sabio Huillca-Uma: ese león anda acompañado del mal presagio. Aborrezco a este agorero que siempre que habla anuncia negros cuidados y vaticina el infortunio.
PIQUI-CHAQUI.- Calla; no hables, pues ya aquel agorero sabe mejor que tú lo que has dicho. (Se sienta y duerme.)
OLLANTA.- Hablaré. Ya que me has visto, poderoso y noble Huillca-Uma, te adoro con profunda veneración. Para ti nada hay oculto; veamos que todo ha de ser así. (Se acerca a HUILLCA-UMA.)
HUILLCA-UMA.- Poderoso Ollanta, a tus plantas tienes rendida la comarca: tu valor te bastará para dominar todo.
OLLANTA.- Tiemblo al verte aquí; como también al presenciar estas cenizas frías, cimientos, adobes, vasos y cestos. Cuantos te ven admiran todo esto. Dime, ¿para qué sir-ven, si todavía no es la fiesta? ¿Está por ventura enfermo el Inca? Tú vaticinas sólo por medio de la sangre del tunqui rojo, y está muy lejos el día de sacrificar al Sol y a la Luna. Si aún comienza el mes, ¿por qué hemos de abandonar los goces?
HUILLCA-UMA.- ¿Para qué me interrogas increpándome? Todo sé; tú me lo re-cuerdas.
OLLANTA.- Mi cobarde corazón teme el verte en un día particular, para aprove-charme de tu venida, aun cuando me costase una enfermedad.
HUILLCA-UMA.- No temas Ollanta, viéndome aquí, porque sin duda alguna es por-que te amo. Volaré donde quieras como la paja batida por el viento. Dime los pensamientos que se anidan en tu vil corazón. Hoy mismo te ofreceré la dicha o el veneno para que escojas entre la vida o la muerte.
OLLANTA.- Explícate con claridad, ya que has adivinado el secreto. Desata pronto esos hilos.
HUILLCA-UMA.- He aquí Ollanta, escucha lo que he descubierto en mi ciencia. Yo solo sé todo, aun lo más oculto. Tengo influjo para hacerte general: mas ahora como que te he criado desde niño debo, pues, ayudarte para que gobiernes Anti-Suyu. Todos te conocen y el Inca te ama hasta el extremo de dividir contigo el cetro. Entre todos te ha elegido, po-niendo sus ojos en ti. Él aumentará tus fuerzas para que resistas las armas enemigas. Cual-quiera cosa que haya, con tu presencia ha de terminar. Respóndeme ahora, aun cuando tu corazón reviente de ira. ¿No estás deseando seducir a Cusi-Ccoyllur? Mira, no hagas eso; no cometa ese crimen tu corazón, aunque ella mucho te ame. No te conviene corresponder a tantos beneficios con tanta ingratitud, cayendo en el lodo. El Inca no permitirá eso, pues quiere demasiado a Cusi. Si le hablas, al punto estallará su enojo. ¿Qué, estás delirando por hacerte noble?
OLLANTA.- ¿Cómo sabes eso que mi corazón oculta? Su madre sola lo sabe. ¿Y cómo tú ahora me lo revelas?
HUILLCA-UMA.- Todo que ha pasado en los tiempos para mí está presente, como si estuviera escrito. Aun lo que hayas ocultado más, para mí es claro.
OLLANTA.- Mi corazón me vaticina que yo mismo he sido la causa del veneno, que sediento he bebido. ¿Me abandonarías en esta enfermedad?
HUILLCA-UMA.- ¡Cuántas veces bebemos en vasos de oro la muerte! Recuerda que todo nos sucede porque somos temerarios.
OLLANTA.- Más pronto un peñasco derramará agua y la tierra llorará, antes que yo abandone mi amor.
HUILLCA-UMA.- Siembra en ese campo semilla, y ya verás que sin retirarte se mul-tiplicará más y más, y excederá al campo; así también tu crimen crecerá hasta superarte.
OLLANTA.- De una vez te revelaré, Gran Padre, que he errado. Sabe ahora, sábelo, ya que me has sorprendido en esto solo. El lazo que me enreda es grande; estoy muy pronto para ahorcarme con él, aun cuando sea trenzado de oro. Este crimen sin igual será mi ver-dugo. Sí; Cusi Ccoyllur es mi esposa, estoy enlazado con ella: soy ya de su sangre y de su linaje como su madre lo sabe. Ayúdame a hablar a nuestro Inca: condúceme para que me de a Ccoyllur: la pediré con todas mis fuerzas: preséntame aunque se vuelva furioso, aunque me desprecie, no siendo de la sangre real. Que vea mi infancia, tal vez ella será defectuosa; que mire mis tropiezos y cuente mis pasos; que contemple mis armas que han humillado a mis plantas a millares de valientes.
HUILLCA-UMA.- ¡Oh noble Ollanta! Eso no más hables; tu lanzadera está rota; ese hilo es rompedizo; carda la lana e hila. ¿Quieres ir a hablar al Inca solo? Por más que te entristezcas, muy poco tendrás que decir. Piensa todavía que donde quiera que yo esté, siempre he de sofocar tus pensamientos.
ESCENA III
OLLANTA.- ¡Oh Ollanta! Eres valiente, no temas; tú no conoces el miedo. Cusi Ccoyllur, tú eres quien me ha de proteger. Piqui-Chaqui, ¿donde estás?
PIQUI-CHAQUI.- Me había dormido como una piedra y he soñado mal agüero.
OLLANTA.- ¿Qué cosa?
PIQUI-CHAQUI.- En una llama amarrada.
OLLANTA.- Ciertamente; tú eres ella.
PIQUI-CHAQUI.- Sí, por eso me crece el pescuezo.
OLLANTA.- Vamos; llévame donde Cusi-Ccoyllur.
PIQUI-CHAQUI.- Todavía es de día.
(Salen.)
ESCENA IV
CUSI-CCOYLLUR, llorando, y su madre, CCOYA, se encuentran en el interior del Aclla-Huasi.
CCOYA.- ¿Desde cuándo estás tan mustia Cusi-Ccoyllur, imagen del Sol? ¿Desde cuándo te ha abandonado el gozo y la alegría? Profunda tristeza despedaza mi afligido co-razón: deseo mejor la muerte que presenciar tanta desdicha. Dime: ¿has amado a Ollanta? ¿Eres su compañera? ¿Estás ya desposada con él? ¿Has elegido a ese inca por tu esposo? Descansa un poco.
CUSI-CCOYLLUR.- ¡Ay princesa! ¡Ay madre mía! ¿Cómo no he de llorar? ¿Cómo no he de gemir? Si mi amado, si mi protector que cuidó de mi niñez durante tantos días y tantas noches me olvida, castigándome con la más terrible indiferencia. ¡Ay, madre mía! ¡Ay princesa! ¡Ay, mi adorado amor! Desde el día que entré aquí, la Luna se vistió de luto; el Sol se oscureció como si estuviera cubierto de ceniza. Una nube tempestuosa vino a anunciar mi pesar, y aun la hermosa estrella del amor dejó de emitir sus fulgores. Todos los elementos han conspirado contra mí, y el Universo ya no existe. ¡Ay, madre mía! ¡Ay, princesa! ¡Ay, mi adorado amor!
ESCENA V
Entra el Inca PACHACÚTEC con su séquito.
CCOYA.- Límpiate el rostro; enjúgate los ojos. Mira a tu padre que sale.
PACHACÚTEC.- ¡Cusi-Ccoyllur! ¡Fruto de mi corazón! ¡Flor de todos mis hijos! ¡Bella red de mi pecho! ¡Relicario de mi cuello! Ven, paloma a mi pecho; descansa en mis brazos. Devana en mi presencia un ovillo de oro que está adentro. En ti tengo cifrada toda mi dicha: eres mi única felicidad: eres la niña de mis ojos. Aquí tienes en tu presencia las armas del Imperio, que con una mirada dominas. ¿Quién pudiera abrir tu pecho para des-cubrir tus pensamientos y fijar en él tu reposo? Eres para tu padre la única esperanza de su vida. Con tu presencia mi vida entera ha de ser un gozo eterno.
CUSI-CCOYLLUR.- ¡Oh padre! Postrada a tus pies te adoro mil veces. Favoréceme para que huyan mis angustias.
PACHACÚTEC.- ¡Tú, a mis pies! ¡Tú humillada! (Me espanta decirlo.) Mira que soy tu padre: yo te he criado con solícita ternura. ¿Por qué lloras?
CUSI-CCOYLLUR.- Ccoyllur llorará como el rocío que el Sol disipa con su presen-cia; así también ella disipará su incauto amor.
PACHACÚTEC.- Vengo amoroso, bella escogida; siéntate sobre mis rodillas.
UNA DOMÉSTICA.- Tus siervos vienen para consolarte.
PACHACÚTEC.- Di que entren.
ESCENA VI
Ocho pequeños niños se presentan danzando, con tamborcitos y panderetas en las manos. Música en el interior.
CORO DE NIÑOS
Tuya, no comas
(Cantan.)
Tuyallay
el maíz de mi siclla;
Tuyallay,
no te acerques
Tuyallay,
a consumir la cosecha toda.
Tuyallay,
El maíz todavía está verde,
Tuyallay,
y sus granos están muy blancos;
Tuyallay,
sus hojas están muy duras,
Tuyallay,
aunque su interior esté muy tierno.
Tuyallay,
Pero el cebo ya está puesto,
Tuyallay,
y yo te apresaré bien pronto.
Tuyallay,
No te podrás escapar.
Tuyallay,
Mi mano ahogará
Tuyallay,
al pájaro volador
Tuyallay,
antes de que se haya apoderado
Tuyallay,
del cebo.
Tuyallay,
Aprende del piscaca:
Tuyallay,
mira, lo han matado;
Tuyallay,
pregunta dónde está su corazón,
Tuyallay,
busca sus plumas.
Tuyallay,
Lo ves muerto
Tuyallay,
por haber picado sólo un grano.
Tuyallay,
Y así le pasará
Tuyallay,
a todo el que se quiera perder.
Tuyallay.
PACHACÚTEC.- Alégrate, Cusi-Ccoyllur, con tus domésticos en el palacio de tu madre.
CCOYA.- Cantad con más dulzura, adoradas ninfas; vosotros que habéis cantado la desgracia, idos. Entrad vosotras.
(Vanse los niños y entran las niñas.)
CORO DE NIÑAS
Dos palomas amorosas
(Cantan.)
están tristes, se quejan, suspiran
y lloran.
Ambas fueron enterradas en la nieve:
un árbol sin hojas fue su tumba.
Una de ellas perdió a su compañera
y salió a buscarla.
La encontró en un pedregal
pero estaba muerta.
Y tristemente empezó a cantar:
«¡Mi paloma! ¿Dónde están tus ojos,
y dónde tu pecho amante?
¿Dónde tu virtuoso corazón
que yo tan tiernamente amaba?
¿Dónde, mi paloma, están tus labios dulces
que mis tristezas conocieron?
Sufriré mil desdichas
ahora que mi alegría ha terminado.»
Y la infeliz paloma
erraba de peña en peña.
Nada la consolaba
ni calmaba su dolor.
Cuando vino el alba
en el puro azul del cielo
vaciló y cayó.
Y al morir
exhaló un amoroso suspiro.
CUSI-CCOYLLUR.- Verdad dice este yaraví: basta decantar, pues ya mis ojos se convierten en torrentes de lágrimas.