El Palacio del inca

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ESCENA XI (Salen PACHACÚTEC y RUMI-ÑAHUI.) PACHACÚTEC.- He mandado buscar a Ollanta. Ya no le encuentran. Mi furor me arrebata como un torrente. ¿Has visto a ese hombre? RUMI-ÑAHUI.- Te ha temido. PACHACÚTEC.- Marcha en su persecución. RUMI-ÑAHUI.- ¿Dónde andará ya con tres días que está ausente de su casa? Al-guien lo habrá guiado: por eso no aparece. ESCENA XII Sale un INDIO CAÑARI con un quipu. INDIO.- Aquí te traigo un quipu desde Urupampa. Me han mandado que venga muy de prisa. Ya te he visto. PACHACÚTEC.- ¿Qué negocios son ésos? INDIO.- El quipu te avisará. PACHACÚTEC.- Desátale, Rumi-Ñahui. RUMI-ÑAHUI.- (Descifra el quipu.) He aquí una varita que tiene atada la cabeza con una madeja de lana; se han rebelado tantos hombres como granos de maíz ves aquí suspendidos. PACHACÚTEC.- Y tú ¿qué has visto? INDIO.- Que toda la nación anti se ha sublevado con Ollanta. Me han asegurado que ya se ve su cabeza ceñida con la borla roja o encarnada. RUMI-ÑAHUI.- Eso también dice el quipu. PACHACÚTEC.- Antes que mi furor se calme, marcha valeroso, aunque tu ejército sucumba; pues no avanzarán mucho cincuenta mil hombres para levantar tu comarca. Parte pronto que el peligro amenaza. RUMI-ÑAHUI.- Saldré muy de mañana; ya he ordenado que el ejército marche al Collao. Todo he de impedir, poniendo sitio al valle, para arrasar con esos traidores y traerlos vivos o muertos, sometiendo a ese hombrecillo; así no tengas cuidado. Vanse.) ESCENA XIII Fortaleza de OLLANTA en la villa de Tambo. (ORCCO-HUARANCCA y OLLANTA con sus séquitos vienen de lados opues-tos.) ORCCO-HUARANCCA.- La valiente nación de Anti-Suyu ya te recibe y hasta las mujeres te aclaman. Has de ver ahora cómo todos los nobles y el ejército marcharán a Anta; así debemos salir en retirada. Que no llegue aquel día en que cada año salgamos a aquellos remotos pueblos a derramar nuestra sangre, para cortar al Inca y a los suyos la provisión de víveres que han menester. Llevando poca coca todos los pueblos tendrán descanso. Es necesario buscar caminos arenosos y si las llamas se cansan, andaremos a pie; aunque sea entre espinas y zarzos. También necesitamos llevar agua; y, aunque sea aguardar la muerte. OLLANTA.- ¡Capitanes! Escuchad las órdenes de Orcco-Huarancca que manda que descanséis. Conservadlas en vuestra memoria, aun cuando se cubra de luto todo Anti-Suyu. Tengo bastante coraje para hacer saber al Inca que desista este año de acometer a Anti-Suyu. Entonces su ejército ha de sucumbir durante ese tiempo; ya sea por las enfermedades, ya sea por las fatigas, ya teniendo, en fin, sus campos incendiados en una marcha tan dilatada. ¡Cuánta gente habrá de perecer! ¡Cuántos nobles encontrarán una muerte segura en una empresa tan aventurada. Así se ha de portar Anti Suyu en presencia de su Inca. A decir no, volaré al momento para embarazar la salida. Descansad tranquilos en vuestros hogares, pues soy enemigo implacable. TODOS.- ¡Que viva para siempre nuestro Inca! ¡Que tome la borla roja, para que le toque en suerte el hacernos felices! ¡Elevadle al trono! ¡Salve Inca! ¡Salve Inca! ANCCO-ALLU-AUQUI.- Recibe en tus manos, Inca, la borla roja que la comarca te ofrece. ¡Cuán grande es Huilcanota! ¡Te proclama en toda su extensión! ¡Que venga ya aquel día en que Ollanta sea nuestro Inca! OLLANTA.- Orcco-Huarancca, sé noble, para que gobiernes a Anti-Suyu. Aquí tie-nes este yelmo y estas flechas, para que seas también valiente. TODOS.- ¡Que viva el valeroso Orcco-Huarancca! ¡Que viva! OLLANTA.- Ancco-Allu, como eres el anciano más noble y más sabio, serás también ahora del linaje de Huillca-Uma. Ponme esas insignias para que pueda vencer a la misma muerte. ANCCO-ALLU-AUQUI.- Te las pongo, para que debas recordar tu valor, para que domines y te manifiestes siempre como hombre. ORCCO-HUARANCCA.- ¡Mil veces venero, poderoso Inca, tus hechos! ANCCO-ALLU-AUQUI.- Mira al varón esforzado, cubierto de armas desde la cabe-za hasta los pies; por eso ha de ser valiente; por eso los enemigos jamás han de ver su es-palda, ni huirá como el montañés, ni será humillado como a la tierna grama. ORCCO-HUARANCCA.- Escuchad ¡oh antis! ¡Escuchad lo que el Inca me amones-ta! ¡Soldados, estad sobre las armas! Porque el viejo Inca ha mandado desde el Cuzco, a las comarcas del imperio, para que los nobles se preparen al combate. Ha ordenado también que todo el Cuzco marche con dirección a este valle, a nuestros hogares, para exterminar-nos; así lo ha decretado. Sin perder tiempo, ordenad que extiendan sobre aquellos cerros las galgas que sean necesarias; y para que no se permanezca en el ocio, embarrad ligeramente el cuartel y dejad una sola puerta hacia las montañas. Levantaos en este momento, para moler todo el veneno que es menester para curar nuestras flechas e hiriendo con ellas, la muerte sea instantánea. OLLANTA.- ¡Te he elegido, Orcco-Huarancca, el primero entre los nobles para di-simular tu linaje; te he señalado para que estés en pie; pues nuestros enemigos no duermen! Les embarazarás la entrada y los pondrás en derrota. ¿Seremos cobardes? ORCCO-HUARANCCA.- Ya están aquí treinta mil antis entre los cuales no se en-cuentra un cobarde, ni un inválido. El capitán Marutu saldrá con los antis de Huillca-Pampa, hasta las orillas de la confluencia del Qqueru, donde estará emboscado con su ejér-cito hasta que se le avise. El noble Chara ocultará igualmente su gente en la ribera opuesta hasta mi llamada. Diez mil antis dormirán en los graneros de Chara, y tendremos en el valle de Pachar otras diez tribus. Aguardaremos que entren los cuzqueños sin tomar la iniciativa; cuando todos estén adentro, cerraremos la entrada y se verificará una inundación. Al sonido de las bocinas, los cerros lanzarán peñascos, las piedras caerán como granizo, las galgas rodarán sepultando todo lo que encuentren a su paso. Éste ha de ser su castigo. En cuanto a los fugitivos, los unos morirán en nuestra manos y los demás sucumbirán al veneno de nuestras flechas. TODOS.- ¡Muy bien! ¡Muy bien! (Vanse OLLANTA y ORCCO-HUARANCCA con sus séquitos por lados opuestos.) ESCENA XIV Lugar en las montañas entre la fortaleza de OLLANTA y el palacio del Inca. (RUMI-ÑAHUI sale como fugitivo.) RUMI-ÑAHUI.- ¡Ah Rumi! ¡Ah Rumi! ¡Ah Rumi-Ñahui! ¡Qué infortunado eres! Has escapado de un peñasco. Esto ha sido para mí una canción bien triste. ¿No estuvo en tus manos rechazar a Ollanta emboscado en aquel valle? ¿No has recordado que tiene un corazón insidioso para dominar todo?¿Por qué no has recurrido a estrategias para aniquilar su ejército? En él sólo he encontrado un hombre que de cobarde se haga valiente. Hoy he muerto a millares de hombres; sólo así he podido librarme de gemir en sus manos. Había pensado que ese hombrecillo sería un fanfarrón; por eso le busqué cara a cara y penetré en el valle, juzgando que con mi presencia huiría; y estando ya a la entrada de su campamento, principiaron a caer y rebotar por todas partes los peñascos, llevando consigo muchas galgas; ellas aplastan y sepultan todo mi ejército. Aquí y allí matan, la sangre corre, inunda y se extiende por todo el valle. Así ha sucedido, yo también estuve en medio de un hervidero de sangre. ¿Con quién me hubiera batido, si nadie salió, ni a nadie vi y los míos eran des-trozados por las galgas? ¿Con qué cara he de ir a presentarme al Inca? ¡Estoy perdido! ¿Adónde huiré? ¡Ahora mismo me ahorcaría con mi propia honda; pero ella, que sirva para cuando Ollanta caiga.
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