Capítulo 7.
Cena de negocios.
La noche fue muy larga no logré dormir muy bien en toda la noche, necesitaba de su compañía no puedo dejar de pensar en el beso que nos dimos, en esa fuerte conexión que recorre mi cuerpo al pensar en él, me levanto de la cama entrando a la ducha donde el agua tibia recorre mi cuerpo, relajándome por completo no puedo evitar sonreír abiertamente, salgo lavado mis dientes, me seco cambiándome me coloco una lencería color blanco, seguido de mi top y una falda larga del mismo color que cubre mi abdomen hasta mis rodillas con una gran abertura en medio de mi pierna derecha, me hago una gran cola dejando caer mi cabello hasta mi espalda, maquillándome suavemente me riego mi perfume y mi crema para las piernas estoy lista para salir busco en el closet mis tacones negros, tomo mi chaqueta entre mi brazo derecho y mi portafolio, bajo a la sala donde dejo todo sobre el mueble me adentro al comedor por una tasa de café sabiendo que él estaría desayunando.
— Buenos días, Lucas —digo tomando una taza de café.
— Buenos días, realmente te ves muy hermosa, robarás las miradas de quien te mire — dice juguetón.
—¿Sí? —¿Tú crees? —digo, acercándome a él. Me siento frente a él sobre la mesa; mi corazón quiere salir de mi pecho al ver su mirada profunda mientras tomaba mis caderas con delicadeza.
—Estoy seguro —dice mirándome fijamente.
—¿Estoy robando la tuya ahora? —Solo me mira fijamente con una mirada que nunca había visto en él; nos miramos en silencio hasta que somos interrumpidos por su Nana Carmen.
—Mi niña Amalia, tu padre está al teléfono. —Quito mi mirada de él y me alejo tomando el teléfono.
—Buenos días, padre.
—Buenos días, cariño, te necesito en la oficina. Hoy vendrá un nuevo contratista y necesita ver todos los planos del proyecto nuevo. Es tu oportunidad de empezar tu propio negocio como paisajista.
—Entiendo, padre, gracias por avisarme; estaré contigo en poco tiempo. — Cuelgo la llamada acercándome a mi taza de café.
—¿Pasa algo? —dice curioso.
—No es solo que debo irme.
—¿No piensas desayunar?
— Comeré algo en el camino, me tengo que ir — le digo girándome para irme.
—¿No te piensas despedir de mí? —Hace que detenga mis pasos; girando a su dirección, me acerco a él tomando su mejilla, la cual sostengo con mis manos, dejando en ella un suave beso.
—Pasa un feliz día, te veré para cenar. —Le digo acariciando la zona donde dejé mi beso.
—¿Quieres que pase a recogerte al trabajo?
—Si deseas, puedes hacerlo.
—Te recogeré a las 6 pm.
— Estaré lista para entonces. — Digo, y alejándome de él, recojo mi chaqueta y mi portafolio y salgo subiendo al coche que es conducido por uno de sus guardias de seguridad.
Al llegar a la oficina puedo ver a todos correr de un lado a otro y de inmediato me hago cargo acomodando todo para la llegada del nuevo contratista, estoy en la sala de juntas acomodando los últimos detalles puedo ver qué las horas pasan muy rápido tanto que puedo ver llegar mi almuerzo, me siento a comer para así continuar haciendo los últimos ajustes, tal y como lo espere a las 3 con 50 ni un minuto más ni un minuto menos, se escucha una gran conmoción en los pasillos, me levanto dejando todo en manos de mi secretaria, me quito el anillo de casada, ya que no quiero que esto afecte en mi futuro, salgo a tenerlo como es lo apropiado, puedo ver a un catire ojos verdes, con un gran porte de elegancia que resalta en el lugar con su esmoquin bien entallado y sus músculos formados que resaltan por su chaqueta, un hombre muy guapo sin dudarlo, puedo verlo acercase a mí con gran determinación me extiende su mano para qué la tomé.
— Buenas tardes, señorita, mi nombre es Mateo López, para servirle. —Me dice dejándome apreciar su hermosa dentadura.
—Es un placer conocerte, Mateo . Bienvenido a Consorcios Roberts. Mi nombre es Amalia Roberts. Me da mucho gusto tenerte en mis instalaciones; te invito a recorrer el lugar.
—Sería para mí un placer conocer el lugar en tu compañía.
Nos adentramos recorriendo las instalaciones donde puedo ver que no me quita la mirada de encima cada vez que abro la boca para decir alguna palabra. Al terminar el recorrido, nos adentramos a la sala de juntas, donde ya todos nos esperan para ser presencia del proyecto más importante de mi vida. Las horas iban pasando y puedo notar que al terminar, el reloj marca las 5 con 15 minutos. Me acomodo para despedirlo cuando siento su beso en mi mejilla mientras toma de mi brazo, el cual me alejo.
—Me gustaría invitarte a cenar, creo que merecemos celebrar esta nueva oportunidad que ha dado a ambos un motivo para celebrarlo —dice sonriendo muy amable.
—Muy amable, pero… —Soy interrumpida por mi padre.
—Amalia, ¿podrías venir un momento, hija?
—Sí, discúlpeme, enseguida vuelvo —le digo tomando mi laptop y saliendo de la sala de juntas para adentrarme a mi oficina.
—¿Qué crees que hacer?
—Padre, no puedo aceptar su invitación a cenar, tengo planes.
—¿Tus planes son más importantes que tu propia empresa y tu esfuerzo todos estos años? Debes ir a esa cena; solo será una cena. No entiendo por qué haces tanto drama si es por el bien de tu empresa.
—Entiendo, padre, dame un momento —digo saliendo para llamar a Lucas, quien no tarda en responder.
—Hola, hermosa, ya estoy por terminar unos asuntos y salgo por ti.
—No, tómate tu tiempo, no vengas. Es que debo asistir a una reunión con unos invasores importantes.
—Entiendo, no pierdas cuidado, hermosa, no pasa nada. Yo dejé una reunión pendiente para esta noche, pero llamaré para confirmar.
—Lucas —digo, sintiéndome mal por arruinar lo que sea que estaba planeando—. Lo siento mucho, cariño.
—Tranquila, hermosa, además no haríamos nada importante; ve y da lo mejor de ti.
—Gracias, Lucas. —Cuelgo la llamada y de inmediato mi padre viene a mi encuentro.
—¿Qué pasa, Amalia? Mateo te está esperando, ¿por qué no has salido?
—Padre, ¿estás seguro de que debo asistir a esta cena sola? —Recuerda que estoy casada —le digo con preocupación.
—Amalia, ahora puedes entender mis razones para negarme a ese matrimonio. Estás perdiendo la oportunidad de tu vida si decides no ir. Además, tu matrimonio no es real, es solo hasta cumplir un año, el mismo año que podrías conocer a Mateo; quién quita, cariño, y él sea el hombre para ti, el hombre de tu vida. Quizás después de divorciarte de Lucas puedas casarte y formar una familia con alguien que de verdad te ame. ¿No notas cómo te mira? Se le ve que está impresionado contigo.
—Padre, ¿esto no dañará mi relación con Lucas?
—Amalia, tú siempre pensando en Lucas, hija, ¿cuándo empezarás a preocuparte por ti?
—Está bien padre, lo haré para complacerte, no quiero discutir más el tema.
—No te preocupes, me haré cargo de dejar las cosas claras.
—¿Qué quieres decir, padre?
—Nada, vete, vete, disfruta tu cena, cariño. — Salgo tomando mis cosas para encontrarme con Mateo.
—Lamento hacerte esperar.
—No te preocupes, valió la espera. ¿Lista?
—Sí —puedo sentir su mano sobre mi espalda llevándome por el corredor hacia la entrada.
— Esta noche tenía planeado verme con un viejo amigo; quizás no sean los planes, pero de último momento canceló y ahora su secretaría ha llamado para confirmar. Por tal razón no estaremos solos esta noche.
— Entiendo, no pasa nada —digo aliviada de que no estaremos solos.
Al llegar al restaurante, nos sentamos en una mesa donde él pide una botella de vino para nosotros; se sienta frente a mí mientras platicamos en espera de su amigo, quien se ve que está muy retrasado. Él me cuenta de su vida y su trabajo y puedo decir que es un hombre muy interesante. De la nada, él se levanta, llamando mi atención.
—Lucas, amigo —se levanta abrazándolo cuando de la nada siento su mirada sobre mí.
— Buenas noches, puedo notar que es muy hermosa la chica de quien me hablaste hace una hora al teléfono —dice mirándome fijamente.
—Sí, te presento a Amalia, es mi nueva socia en un proyecto que estoy llevando a cabo y sé que con su ayuda lo voy a lograr.
—Mucho gusto —dice mirándome fijamente—. Soy Lucas Freiter. —Puedo ver que casi no me mira, tomando distancia.
— Amalia Roberts —digo con el corazón en la mano.
Nos sentamos en la mesa y puedo ver cómo platican gustosamente, hablan de sus proyectos y de sus relaciones. Él me mira la mano, notando que quité mi anillo de matrimonio; puedo ver que se relaja y, por un momento, siento cómo cambia su actitud hacia mí cuando de la nada Mateo me mira interrogante.
—Amalia— dice Mateo, llamando mi atención —cuéntanos de ti, ¿tienes pareja? Digo, ¿estás saliendo con alguien? — El silencio invade el lugar y me siento dar vueltas, respiro un poco y lo miro fijamente.
—Sí, estoy en una relación —digo sin más.
—¿Cómo se llama el afortunado? ¿Lo conozco?