Cuando miré que Leonardo Hill venía hacia abajo, mi cuerpo reaccionó e intentó huir mientras jalaba a Leane. Pensé que iba a salir invicta; sin embargo, mi suerte se vio frustrada al chocar con un hombre que tenía el abdomen más duro que podía haber encontrado.
— ¿Por qué huye, señorita? — la voz de Leonardo Hill erizó mi piel — no soy el diablo, al menos no con las personas que me salvan. Permita que le invite una copa en agradecimiento por el enorme favor que me hizo al salvar mi vida.
— No es necesario, nos tenemos que ir — sujeté a mi amiga — vamos Leane.
Salimos huyendo del bar y Leane no dejaba de quejarse con el tema de que no pedimos nada para beber. En mi mente había un revoltijo de pensamientos, muchos de ellos eran de reproche hacia la actitud que tomé al huir de Leonardo Hill.
— Madre mía — Leane jadeó —. ¿Le has escuchado la voz? Pero si es que me dio un orgasmo auditivo, imagina que ese hombre esté encima de ti, jadeando cerca de tu oído mientras sientes como su martillo te hace un lavado de tripas y…
— ¡Leane! Te recuerdo que soy una mujer casada, además esas cosas no las debe pensar la preciosa hija de los De la Garza, pareces una verdulera.
— No te hagas la santa, bien sabes que tú piensas lo mismo, solo que en mi caso sí me atrevo a decirlo. Somos amigas de la infancia y te conozco bien.
No quise decir nada por qué sabía bien que cualquier palabra sería usada en mi contra. Ahora tendría que preocuparme por gestionar mi divorcio y seguir con mi carrera, niña tonta que dejó de lado su profesión por el estúpido de su marido.
— ¿Qué vas a hacer? — Leane preguntó cuando entramos a la casa —. Creí que te ibas a sentar a llorar por tu matrimonio fracasado. Muchas veces te lo advertí, pero la niña no quería hacer caso.
— No voy a llorar, iré a buscar cómo ponerme en contacto con mis antiguos diseñadores y que me den trabajo como modelo. Resurgiré de las cenizas.
La resurrección de las cenizas se vio frustrada, todos los diseñadores me decían que estaba vieja para continuar con el modelaje y que ya había dejado de ser el s*x symbol en el momento en que me casé. Apenas tenía 25 años, no creía estar tan demacrada para continuar modelando.
— ¿Y bien? — Leane se sentó a mi lado — ¿Qué es lo que te pasó?
— Me pasó que nadie me quiere contratar porque estoy vieja y casada. Genial, ahora tendré que buscar de qué otra manera ganarme la vida.
— ¿Qué vas a hacer con tu matrimonio? Espero que no estés considerando volver con el inútil de Max, si es que hasta nombre de perro tiene, me disculpo con los perritos del mundo mundial. Si haces eso ten por seguro que te voy a dar con un garrote para poner a funcionar las neuronas que se te murieron cuando pensaste que era buena idea casarte con ese mequetrefe que no sirve para nada.
— ¡No! Obviamente, no voy a volver con él. Creo que el primer paso es divorciarme, aunque el divorcio por la iglesia va a ser un poco complicado.
— Bueno, le diré a mi mamá. Ya ves que ella tiene una buena relación con el cardenal, el divorcio civil será pan comido.
Leane no perdió el tiempo en contactar a su mamá, ella estuvo en la casa en pocos minutos mientras maldecía por todo lo alto y sostenía un rosario en sus manos.
— Señora De la Garza, le recuerdo que sostiene el rosario.
— Ay, es cierto, Dios mío, perdóname — ella lo colocó a un lado —. Es que me dio rabia, hija. Sabes bien que te quiero mucho y eres como mi segunda hija, por eso me da tanta rabia de que ese infeliz te hiciera eso. Leane tenía razón al decir que no te debías casar con Max, mira que ni siquiera sabe llevar su negocio y tú tuviste que sacar adelante algo en lo que ni tu nombre figuraba.
— Pero estoy casada con él y voy a sacarle hasta el último centavo. De eso no tenga duda, Max se va a arrepentir de haberme traicionado.
Nos fuimos a ver a un abogado, le dije que me quería divorciar y gracias a la influencia que tenía la señora De la Garza fue que todo el proceso se aceleró.
— No perdamos el tiempo, hay que ir a ver al cardenal para empezar a acelerar tu proceso de divorcio.
Fuimos a la iglesia, el cardenal se encontraba fuera, así que tuvimos que esperar. Pensé en Leonardo Hill, realmente era un hombre muy apuesto y no podía creer que fuera el tío del inútil de Max.
— No puedo creer que la infeliz de Catalina te hiciera esto, mira que tú le tendiste la mano y terminó por morderla. Eso no tiene perdón de Dios.
— No se preocupe tanto, el karma tarde o temprano va a llegar y ellos…
Tuve un mareo, la señora De la Garza se asustó y me tomó las manos. Genial, lo que me faltaba, ahora mi cuerpo estaba por colapsar y todo por un infeliz que apenas di la vuelta se encamó con mi prima.
— Me encuentro bien, solo necesito un poco de agua.
Bebí agua y el obispo llegó luego de unos minutos. Nosotros entramos a su oficina, fue en ese sitio donde le expliqué toda la situación con Max.
— Lo lamento mucho, hija mía. Anular un matrimonio por la iglesia católica no es algo tan sencillo, han sido muy pocos casos los que se les concedió tal petición y créame que la infidelidad con una mujer no es algo que ponga un peso muy grande.
— ¿En serio me está diciendo eso? Pero si en los mandamientos se menciona este punto.
— No estoy diciendo que no sea algo correcto, sino que la iglesia no separa matrimonios que fueron infieles con el sexo opuesto. Verás hija, hay muchas mujeres e incluso hombres que vienen solicitando exactamente lo mismo que tú, pero en cierto punto se arrepienten y todo el trabajo queda en el camino. Espero que puedas comprender que tu solicitud lleva un proceso muy largo y agotador.
— No me quiero reconciliar con Max. Ese infeliz me traicionó de la peor manera.
— ¿Estás segura? Porque si ese es el caso, me comprometo a enviar los documentos cuanto antes al Vaticano para que se inicie con el debido proceso.
— Nunca estuve más segura de algo en mi vida — me levanté y le extendí la mano al obispo — le agradezco mucho por su tiempo.
En lo que salíamos de la iglesia terminé por tropezarme con alguien y al alzar la mirada se trataba de Leonardo Hill.
— Al parecer se te hizo una costumbre encontrarte de esta manera conmigo.
Quería decir algo, sin embargo, mi lengua no articulaba una sola palabra y solo podía hacer ruidos de bebé. Leonardo alzó sus cejas y me miró con ironía, por suerte mi celular sonó y miré que se trataba del abogado que llevaba mi caso.
— ¿Aló?
“Señora Elena, le he llamado para informarle que encontré una irregularidad en su acta de matrimonio por así decirlo. Me sorprendió mucho encontrar otra acta con la misma firma del novio, he investigado y le digo que su esposo ya se encontraba casado en el momento que contrajo nupcias con usted.”
— ¿Qué ha dicho? Por favor repítalo que no entiendo.
“Lo que quiero decir es que su matrimonio es nulo. En nuestro país no es legal la poligamia y por ende no se encuentra amparada por las leyes.”
— Señorita, ¿Se encuentra usted bien?
Todo a mi alrededor dio vueltas y se volvió oscuro, sentí cómo unos brazos fuertes me tomaban. La voz de Leonardo dando órdenes de llevarme al hospital inundó mis oídos y después de eso no supe nada más.
El ruido del monitor y el cloro inundando mis fosas nasales fue lo que me despertó. Miré el cuarto blanco del hospital. En la esquina se encontraba Leonardo, que contrastaba por completo con lo que usaba, un traje n***o algo sencillo.
— ¿Cómo te sientes? — él preguntó apenas alzando la mirada mientras leía un libro — llevas inconsciente tres horas, el doctor dice que tienes anemia y estás baja de peso.
— No te preocupes.
— ¿Quién dijo que me preocupo? Simplemente, te estoy informando lo que me dijo el doctor, creo que con esto la deuda que tengo contigo queda más que saldada — él se levantó y cerró su libro —. Adiós, señorita León.
— Espera, la deuda no está saldada. Tú no has salvado mi vida y yo sí — él se quedó estático — me quiero casar contigo, ese es el precio para que todo quede en completa paz…