Me senté junto a la peinadora, mirando mi reflejo mientras el cepillo subía y bajaba por mi cabello. –¡Ay! –bufé, lanzándole una mirada fulminante a Raquel a través del espejo–. ¿Por qué estás cepillándome el cabello otra vez? Ella tarareó y me sonrió. Estábamos vestidas con ropa similar: camisetas blancas cortas con la palabra ‘Sonríe’ estampada y pantalones cortos que llegaban justo debajo de la curva de nuestras caderas. Llevábamos el cabello suelto y completábamos el look con maquillaje ahumado y labios rojos. –Eh, ¿Porque estoy tratando de disculparme por anoche? –dijo. –No dijiste nada malo. –Puede que me haya pasado un poco con la historia de Dustin Rits. –Te encantó esa película –acaricié mi cabeza con la mano, inspeccionando sutilmente la línea que marcaba la raya al centro–

