5- Nos vemos pronto futura esposa

2579 Words
Libby No soy una de esas chicas que sueñan despiertas con propuestas de matrimonio y bodas. Nunca lo fui. Quiero decir, supongo que cuando era más joven me gustaba casar a mis Barbies tanto como cualquier otra niña, pero no estaba obsesionada con eso. Y ahora, sentada en un restaurante trágicamente poco moderno, ya hinchada por los nachos con extra-queso y el pollo frito, jurando que no revelaré los fetiches del tipo que me pagó para estar aquí no es la forma en que nadie imagina que sucederá una propuesta. —Necesito que te cases conmigo— Si. Eso fue lo que Ken le dijo a Barbie, en mis bodas, pero esto se siente poco romántico. Meto mi teléfono en el bolsillo trasero y me inclino hacia adelante apoyándome en ambos codos, clavando la mirada en Emmett. —¿Cómo dices? — El arquea una ceja. —Tú primero— Pongo los ojos en blanco. Me niego a reírme de eso. Pero creo que puede darse cuenta de que lo estoy reprimiendo, porque su mirada se dirige a mi boca y su sonrisa se ensancha. —En serio. ¿Te gusta jugar a los votos matrimoniales o algo así? — presiono. —Porque eso es…sorprendentemente tranquilo— Hay un destello fugaz de calor en su mirada. El atisbo de una persona más intensa debajo de todo el glamur casual de chico rico hace que mi corazón lata un poco más rápido, mi columna se endereza casi imperceptiblemente. Es como si hubiera otro Emmett debajo del que estoy viendo, una versión más intensa y hambrienta. No voy a mentir. Una parte de mi podría querer ver a ese Emmett salir a jugar. Pero una parte más grande de mi sabe que sería una pésima idea. Este almuerzo en sí mismo ya encabeza la lista de ideas tontas, incluso si el cheque que me entregó parece legitimo. Todavía puedo sentirlo haciendo un hoyo en mi bolsillo, ansioso por engrosar mi cuenta bancaria casi vacía. Y pasar tiempo con él no ha estado tan mal. Pero, aún así. Mala. Idea. Aunque cruzo las manos sobre la mesa e ignoro el hecho de que Emmett me mira como si tuviera hambre de algo más que la hamburguesa que apenas tocó. Él también se recuesta y el calor disminuye, ese breve vistazo al verdadero él desapareciendo una vez más tras una cortina del desconcertado tipo de clase alta acostumbrado a conseguir lo que quiere. —Necesito una esposa— dice. como si eso lo explicara todo. Abro la boca, pero me interrumpe. —Estoy dispuesto a pagarte para que lo finjas por un tiempo. mi abogado redactará un contrato. Un contrato legítimo. Pagaré a otro bufete de abogados para que lo revisen en tu nombre, para que sepas que no estoy tratando de engañarte— Antes de que pueda preguntar, añade: —Podemos agregar una cláusula de no prostitución— —¿Puedes? — Levanto una ceja, divertida. Estoy visualizando la llamada con su abogado, pidiéndole un contrato de esposa falsa con cláusula de no prostitución. Esto es lo suficientemente ridículo como para ser gracioso. Se encoge de hombros con cara de pocos amigos. —Podemos añadir al contrato lo que necesites para sentirte cómoda, claro— Parpadeo. No puede estar hablando en serio. Miro a mi alrededor, esperando a que las inevitables cámaras salgan mientras Ashton Kutcher aparece por una puerta lateral gritando. ¡Te han gastado una broma! Pero no sucede. No pasa nada, Otra mirada alrededor del restaurante revela que nadie nos presta atención. Aún así. Esto tiene que ser una broma. O un fetiche realmente extraño. Cruzo los brazos mientras pienso en Emmett. Puede que esté ocupado, pero ya estoy aquí y seguirle el juego debería ser divertido como mínimo. Me pregunto cómo funciona esto. ¿se supone que debo chillar de emoción o hacerme la difícil? Ja, no importa. Ya tengo el cheque. —¿Cuánto tiempo es un tiempo? — Lo piensa. —Un año debería bastar. Tiene que ser un tiempo creíble, así que…— No pregunto creíble para quién. No es realmente en lo que me centro ahora mismo. —¿De qué tipo de pago estamos hablando? — Quiero decir, si pagó 5000 dólares solo por el almuerzo… —Estoy dispuesto a negociar. Pero creo que un millón debería ser una compensación justa ¿no? — Se me cae el alma a los pies. Un millón de dólares. Eso es dinero que lo cambia todo. Es dinero para “mudarme de mi cuchitril con los cinco compañeros de piso” Es dinero para “pagar mis prestamos estudiantiles sin pestañar y aun tener un montón para ahorrar mientras me recupero después de la universidad” Eso es… ¡Mierda! Esta es la mejor fantasía que he tenido en meses. Logro mantener mi expresión neutral, apenas. O al menos, creo que sí. Ha pasado un tiempo desde que fui a una de las noches de póker de Corey. Quién sabe, podría estar perdiendo mi ventaja. Es difícil saberlo, porque Emmett se sienta allí, con esa expresión neutral, como si fuera un almuerzo de negocios estándar. ¿Quién sabe? Tal vez para él lo sea. Tal vez le paga a la gente para que haga cosas raras todo el tiempo. Mentalmente, repaso las razones reales por las que podría estar ofreciendo esto. ¿Gay y en el closet, necesitando una tapadera? Pero el radar gay de Corey es de otro nivel, y no mencionó nada sobre Emmett. Y definitivamente no me imaginaba el calor en sus ojos cuando me miró antes. Entonces, ¿Qué? ¿Una ex que necesita que deje de acosarlo? ¿Apuesta extraña que él necesita ganar? Me obligo a volver al presente. Después de todo, dijo que estaba dispuesto a negociar. Un millón puede parecerme una cantidad de dinero imposible, pero para un multimillonario es calderilla. Golpeo las uñas contra la mesa. Mano izquierda. —¿Puedo elegir el anillo y quedármelo después? — Sonríe con sorna, un destello de sorpresa cubre su rostro. —Gran pregunta. Si y si— Aprieto los labios y considero el dedo anular en cuestión, mirando de mi mano a él y viceversa. —Y mis facturas de matrícula, en…— —Si— Levanto las cejas. —Prestamos estudiantiles pendientes de la licenciatura— —Hecho— Maldita sea. Este es el fetiche más caliente de todos. No estoy segura de por que nunca lo pensé antes, porque estoy casi orgásmica ante la mera idea de que pague mi deuda estudiantil. Excepto. Creo que habla en serio. Si no lo hace, si esto es una broma, es la más cruel o la más precisa jamás hecha. Como si hubiera entrado en mi cerebro y hubiera visto todo lo que necesitaba antes de venir aquí a negociar. Antes de que pueda decir más, alguien se aclara la garganta, fuerte y a mi lado. salto, esperando a Ashton. En cambio, es el camarero, dejando la bolsa abultada llena de comida extra que pedí. Mi estómago gruñe con solo el olor; bueno, tal vez pedí un poco más de lo que necesitaba. Pero bueno, hay que sacarle provecho a mi dinero. Me muerdo el labio inferior, pesando: —Hablo en serio sobre lo de no tener sexo. No soy una…— —Prostituta. Si creo que ya lo hemos hablado— sonríe con sorna. —¿Estás de acuerdo? — —Estoy pensando— respondo. —¿Qué hay que pensar? Es una oferta directa— Tiene que haber un truco, siempre hay uno. Pero estoy demasiado llena de nachos y tiras de pollo para razonar con claridad. Miro fijamente mis bolsas de comida para llevar. Si me voy ahora mismo, tengo cinco mil dólares, tres comidas completas y una historia divertidísima para contarle a Corey. Por otro lado, si le acepto el juego, podría tener una historia aún más divertida para contarle a Corey. Sin mencionar la remota posibilidad de que Emmett hable en serio. Miro hacia afuera, a la acera, a los neoyorquinos normales que pasan caminando pesadamente. La mayoría de la gente saltaría a esta oportunidad, incluso si resultara ser una estafa, ¿verdad? Entonces noto algo. Un toldo azul turquesa familiar. Y sonrió. —Oh, mira, un Tiffany’s. El universo claramente quiere que diga que si— Me levanto y agarro mi comida para llevar. —Hagámoslo entonces— Emmett se limpia la boca y se levanta, con aspecto poco entusiasmado. —¿Hablas en serio? — —Ja. — Le apunto con el dedo. —Sabía que estabas faroleando— Me agarra la mano e intento ignorar el calor repentino que produce su toque, las chispas que me recorren el brazo. Es solo toda esta adrenalina. Demasiado queso en los nachos. Eso es. —No estoy faroleando, solo que… ¿Tiffany’s? ¿En serio? — Arruga la nariz. Retiro mi mano bruscamente de la suya y me dirijo a la puerta, dejándolo trotar detrás de mí. —¿Qué tiene de malo Tiffany’s? — —Es prácticamente el Walmart de las joyerías finas— Me burlo. —Eres un esnob— —No soy un esnob, solo tengo buen gusto— Salgo del restaurante a empujones y me sumerjo en el bullicio de Nueva York. Bocinas de autos, turistas que no tiene idea de cómo seguir los patrones de tráfico en las aceras, varios obreros de la construcción maldiciendo. Los sonidos del hogar. Y al otro lado de la calle, ese azul Tiffany me llama. —Si es lo suficientemente bueno para Audrey Hepbum, es lo suficientemente bueno para mi— le informo, en tono que no admite desacuerdo. Pone los ojos en blanco. Luego maldice cuando salto a la calle, esquivando el tráfico para poder cruzar rápidamente sin molestarme en dirigirme a un paso de peatones. —¿Tienes ganas de morir? — grita cuando se une a mí al otro lado. —¿Qué, no cruzas la calle imprudentemente? — lo miro de reojo. —¿A caso eres neoyorquino? — —Si. Alguien que respeta las normas de tráfico— Agito mi mano con desdén. —Mientras hagas contacto visual con los taxistas, no te atropellaran— Todavía está balbuceando cuando entró por la puerta de Tiffany’s. La dependienta del mostrador me echa un vistazo, fijándose rápidamente en mi camisa blanca lisa, obviamente de dos por uno, y en mis jeans de saldo. Estoy segura de que mi bolsa de sobras de un restaurante turístico confirma su estimación de mi poder adquisitivo de unos cien dólares. Pero su rostro se ilumina en el instante en que Emmett se acerca al mostrador detrás de mí. —¿Qué puedo hacer por ti? — pregunta con una voz que claramente me dice que sabe exactamente quien es. Y sabe muy bien que su poder adquisitivo es ilimitado. Hora de jugar. Estamos buscando un anillo de compromiso. Sonrió ampliamente, pestañeo con esa mirada de “Si, me juzgaste mal, ¿verdad? Que siempre quise recrear de Pretty Woman. Menos la parte de la prostitución, claramente. Los ojos de la mujer se abren de par en par, pero es más un “¡Claro que sí, comisión!” que un “oh lo siento, obviamente soy una chica en banca rota” Pero la perdono cuando nos lleva a un mostrador al fondo y saca la bandeja con algunos de los diamantes más grandes que he visto en mi vida. Tanto en televisión como en la vida real. —¿Qué te parece? — le pregunto a Emmett, extendiendo la mano hacia el más cercano. Una sola piedra cortada en forma cuadrada. Me recuerda a la bisutería que mi madre me compraba de niña. Solo que esta no es bisutería. —Lo que quieras— responde con un tono que sugiere que sigue siendo esnob. Por pura maldad, me lo pongo en el dedo. Esto es un error. —¡Ay! — me retuerzo incapaz de quitarme el anillo. La vendedora revolotea nerviosa. —Toma, déjame probar— Le doy la mano, lanzándole una mirada por encima del hombro a Emmett. —Es toda esa sal del almuerzo… ¿Quién lo diría? ¿Me lo pide de la nada justo después de que compartimos un plato completo de aperitivos? — —¿Compartimos? — murmura Emmett. La vendedora no se da cuenta, solo chasquea la lengua con simpatía. —Bueno, podemos ajustarlo, por supuesto— Observo el anillo. Ahora que está en mi dedo, la gema es aproximadamente del tamaño de la uña de mi meñique. —Hmm, si hablando de tamaño. Creo que esta piedra también le vendría un poco más de sodio. ¿Tal vez el doble? — La vendedora finalmente logra sacar mi mano del anillo. Mira de mi a Emmett, luego la bandeja y de vuelta. —Déjeme ver que tenemos en la parte de atrás— Mientras desaparece, miro a mi futuro esposo. —¿Y bien? ¿Sigues hablando en serio sobre esto? — Cruza los brazos y observa la exhibición de diamantes. —Si esta fuera una propuesta real, habría mandado a hacer un anillo personalizado. Diseñado por el joyero que hace el trabajo de nuestra familia— —Aja, ¿y cuál es al valor de reventa de los anillos diseñados a medida por alguien de quién nadie en eBay ha oído hablar? — replico. Reprime una sonrisa. —Despiadada— —¿Es un problema? — inclino la cabeza. —No. Es por eso que te elegí para hacer esto conmigo— Parpadeo, desconcertada por un segundo. ¿Qué significa eso? Antes de que pueda preguntar, la vendedora regresa con una bandeja aún más grande, y mi sonrisa se ensancha proporcionalmente. Quince minutos después, estamos de vuelta en la esquina de la calle, solo esta vez corro peligro de quedar cegada por la cantidad de luz solar que se refleja en mi anillo. Un anillo que costó más de lo que mis prestamos estudiantiles de pregrado y posgrado juntos. Así que… ¿supongo que esto está pasando de verdad? —Te enviaré los detalles por mensaje cuando tenga todo arreglado en el juzgado— dice Emmett. Detrás de él, el coche que vi dejarlo antes está dando vueltas de nuevo. ¿Tiene chofer privado? ¿A quién engaño? Claro que si. probablemente también tenga un caballero del retrete que le limpie el trasero, como los reyes de la Edad Media. —No puedo esperar, futuro marido— le digo. Hay un momento incomodo en el que ambos nos quedamos paralizados. ¿Nos despedimos con un beso? ¿un abrazo? ¿Cuál es la etiqueta adecuada para un hombre al que apenas conoces y que te acaba de poner un anillo en el dedo? Emmett extiende la mano y no puedo evitar reírme, incluso mientras coloco mi palma en la suya. Pero cuando el envuelve mis dedos con los suyos, no tiembla. Me atrae hacia él un paso, sus dedos tan calientes que siento que podrían quemarme. Se inclina para besarme la mejilla, y es más suave de lo que esperaba. Un beso lento y prolongado que me quema por todo el pecho, el vientre, hasta los dedos de los pies. Mierda. —Nos vemos pronto, futura esposa— Entonces se va, la puerta de su coche particular se cierra de golpe tras él, y yo sigo de pie en la esquina en la calle, sin aliento.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD