Emmett
Recorro la sala del tribunal de un lado a otro. Me doy la vuelta y regreso.
A mi lado, Mason se quita una pelusa de la solapa del traje. —¿Podrías calmarte? —
Desde atrás de su escritorio, la jueza nos mira a todos por encima de sus gafas. —Mason, te dije que con gusto haría un hueco en mi agenda como un favor a tu padre, pero necesitamos que la novia esté presente en la boda—
—¿Y si no aparece? — me doy la vuelta y regreso por donde vine.
Dorian esta recostado en una silla cercana, con un brazo sobre el respaldo. Lleva la cámara colgada del cuello. No ha tomado ninguna fotografía de verdad desde la universidad, pero logré convencerlo de que hiciera una excepción. Voy a necesitar pruebas fotográficas si quiero que mi abuela se crea este pequeño plan.
Ya parecía sospechosa ayer en la oficina cuando acorralé a un compañero de trabajo en la cocina para hablarle a gritos sobre la hermosa joven de la que estoy enamorado perdidamente. Me aseguré de hacerlo justo a las once, cuando la abuela siempre se toma su segundo descanso para el café, para estar seguro de que lo oyera.
Pero esperaba que se alegrara por mí. O que ocultara un poco su sonrisa cuando me oyó hablar. No hizo ninguna de las dos cosas. Simplemente resoplo, dió media vuelta y se marchó por el pasillo: Sin su café.
Claramente, necesito mejorar mi juego en el futuro. Suponiendo que mi novia aparezca de verdad. ¿Qué demonios le está tomando tanto tiempo? Miro mi reloj.
La juez hace lo mismo. —Tengo una cita en veinte minutos. Si necesitas reprogramarla—
—¡Ya estoy aquí! — la voz de Libby rompe la tensión cuando la puerta del fondo se abre de golpe.
Y ahí está. Mi falsa novia. Lleva el pelo recogido a medias, el resto cae en cascada sobre sus hombros desnudos. Sus ojos se encuentran con los míos de inmediato y sonríe tímidamente.
—Lo siento, tráfico, además tuve que recoger el vestido de la casa de la madre de Corey, allá en Canarsie, así que…—
Para ser honesto, ni siquiera me había fijado en el vestido. Solo en ella. Pero ahora que lo miro, tengo que reprimir una sonrisa. Definitivamente es un vestido de novia, eso sí, pero le queda al menos dos o tres tallas mas grande. Se separa de su pecho, algo que solo parece notar cuando mi mirada baja a su escote.
Maldita sea. Sabía que esas curvas en la planta baja tenían un buen par arriba. Además, un sujetador de encaje blanco. ¿Planea quitarse el vestido en algún momento…? —
Deja de fantasear, idiota. La parte de no tener sexo de este acuerdo ha quedado muy clara, incluso si Libby no me hizo modificar el contrato por ello.
“De ninguna manera voy a dejar un rastro documental sobre mi vida s****l” dijo en el teléfono anoche, después de que mi abogado terminará de redactar el contrato con las pocas estipulaciones que había negociado: pagos de matricula además de su subsidio, más una cláusula sobre la propiedad del anillo.
Ahora, Libby se lleva una mano al pecho, sujetando el vestido cerrado, con los ojos muy abiertos. —Además, no había tiempo para ajustarlo, así que…— Da un paso y casi tropieza con el dobladillo de su abultada cola.
Por encima de su hombro, su amigo Corey aparece en la puerta. —¡Cuidado! — la regaña, agarrando la cola para llevarla detrás de ella. —Si regreso con esto con una sola mancha, mi madre me va a despellejar, curtir la piel y convertirme en un bolso—
El sostiene la cola en alto mientras Libby avanza por el pasillo de la sala del tribunal, sus largas piernas brillando bajo el dobladillo, y tenis. Lleva zapatillas blancas de cuero. Me pilla mirándola.
—¿Qué? Son Nike de verdad Air Force 1, cariño—
Niego con la cabeza, pero al mismo tiempo, me encuentro reprimiendo una risa mientras le extiendo un brazo.
—¿Vamos cariño? —
Libby pestañea coquetamente mientras entrelaza su brazo con el mío. —He estado esperando este momento durante… bueno, los últimos tres días— murmura afortunadamente lo suficientemente bajo como para que el juez lo oiga.
Aún así, extiendo el codo para darle un codazo. Me sonríe, sin arrepentirse. Todavía la miro fijamente en señal de advertencia cuando oigo el obturador de la cámara de Dorian. Genial. Esta foto sin duda convencerá a mi abuela de que estamos locamente enamorados.
Así que también lo miro con furia, luego hago todo lo posible por mirar a mi novia con una expresión embelesada para la siguiente foto.
Lo cual resulta difícil. Porque desde este Ángulo, incluso con la mano contra el pecho. Sus pechos suben y bajan con su respiración, apenas contenidos en encaje blanco. Mierda. Me hace desear que estuviéramos solos en esta habitación. Si lo estuviéramos, le quitaría la mano. Dejaría que ese vestido se acumulara a sus pies y vería que más esconde debajo.
O mejor aún, aprovecharía unas tiras arrancadas de ese dobladillo ridículamente largo para atarle las manos a la espalda, luego la colocaría sobre el escritorio del juez y…
—¿Estamos todos presentes y contabilizados ahora? — la voz de la juez interrumpe mis pensamientos. —¿Testigos? —
Mason da un paso al frente, alisándose el traje nuevo. Corey se coloca junto a Libby, moviendo las cejas de forma sugerente cuando lal juez se gira.
—Por favor, pónganse frente a frente y únanse de las manos—
Hacemos lo que nos dicen. Las manos de Libby se sienten frías en las mías, sus dedos delegados, pero lo suficientemente largos como para rodear por completo mis anchas palmas. Me mira por debajo de las pestañas y luego me guiñe un ojo, cómplice. Me hace sonreír de nuevo.
No, Libby no es mi tipo. Pero tal vez después de todo he elegido a la persona adecuada para esta farsa, si podemos entrar en ella y salir como amigos. ciertamente no vendrá mal que sea guapa. Al menos no me cansaré de todas las miradas enamoradas que tendré que hacer.
—Repita después de mi— ordena el juez.
—Sterling Malcom Emmett—
—¿Malcom? — murmura Libby mientras repito las palabras.
—Te tomo a ti Libby Emma Taylor— enfatizo para replicar cuando llegamos a su nombre. —Para ser mi legitima esposa…—
Mas clics de obturador de cámara. Pero apenas escucho mientras Libby recita su parte. Mis ojos estan fijos en sus labios, todavía curvados en esa sonrisa de lado.
—Puede besar a la novia—
Necesitamos una foto del beso, lo sé. y tiene que parecer convincente. Pero eso no explica completamente por qué, cuando me inclino para acariciar su mejilla con una mano, mi pulso se acelera. O porque cuando me inclino, lo hago más despacio de lo normal, manteniendo mis ojos fijos en los suyos hasta el último segundo posible.
Ella inclina la cabeza para imitarme. Aprieto mis labios contra los suyos con la intención de que sea rápido y ligero. Pero sabe a brillo de labios de frambuesa, y su aroma es una mezcla de eso y un ligero toque de vainilla, y no puedo separarme tan rápido como había planeado.
Como si leyera mi mente, Libby hunde sus puños en mi cabello y me acerca más, y mi boca se abre para encontrar su lengua ya esperando.
Solo para enfatizar, la inclino por la cintura, ignorando el leve chillido que emite contra mis labios mientras se inclina hacia atrás. Mantengo mi boca presionada conta la suya, pero siento como ambos sonreímos. Luego la pongo de pie y me separo, una mano entrelazada con la suya, ante los vítores de nuestro pequeño público. Está hecho.
***
El primer mensaje de texto que recibo de mi esposa, después de pasar la luna de miel ms corta del mundo haciendo que Norm dejara a Libby en su apartamento de camino a la oficina, parece, en el mejor de los casos, rutinario.
Libby: cuál es tu dirección.
Se la envío sin detenerme a pensar por qué. Probablemente la necesite para formularios o algo así. Estoy demasiado ocupado para pensarlo mucho, inmerso en una reunión de asesoramiento de emergencia para intentar arreglar el trato que salió mal con mi abuela hace unos días.
Así que no es hasta varias horas después, finalmente terminado con el día laboral más largo, que leo sus respuestas.
Libby: Genial, estaré allí alrededor de las 8 pm con mis cosas. Por cierto, los taxis desde Sunnyside son carísimos en hora pico, así que le envié un mensaje a Norm para que me ayude, espero que no haya problema. PD. Norm te manda saludos.
¿Cuándo consiguió el número de teléfono de Norm?
Además, ¿Qué quiere decir con “con mis cosas”? Miro la hora en mi teléfono. Ya son las ocho y media. Gruño. Si apreció de repente en mi casa, probablemente le ha estado haciendo compañía al portero durante la última media hora.
Obviamente Norm esta indispuesto, así que, sacudiendo la cabeza, me meto en el metro, no tiene sentido molestarse con un taxi a estas hora de un día labora, escribiendo con una sola mano mientras lo hago.
Emmett: Voy de camino. ¿Qué quieres decir con “cosas”?
Ella no responde.
Me lleva veinte minutos llegar al Upper West Side, donde vivo en el rascacielos de cristal más codiciado de manhattan, justo a la vuelta de la esquina del Museo de Historia Natural, con una vista imponente de Central Park.
En cuanto vi el departamento, supe que lo necesitaba. No importa la vista hasta Islandia. No importa la escalera de cristal al segundo piso ni las ventanas interminables. No se le puede poner precio a un prestigio como este.
Le hago un gesto a mi portero, Robert.
—Buenas noches, señor— Se quita el sombrero. —¿Metro hoy? —
Estoy a punto de preguntarle si Norm ha estado llevando a una joven con un vestido de novia y tenis blancos, pero Robert se apresura a abrir la puerta de un taxi para otro residente.
Salgo del ascensor que conecta con la primera planta de mi apartamento. No hay señales de nadie merodeando por el pasillo. ¿Quizás Libby canceló su visita? ¿O tal vez pasó a dejar algo y se ha ido? Al entrar en mi apartamento, decido que tendré que llamar a Rob.
—Hola, cariño— dice una voz femenina familiar en el momento en que entro en el vestíbulo.
—Ehm… ¿Libby? — parpadeo, luego me recompongo y cierro la puerta, subiendo un par de escalones. Miro por encima de la barandilla, pensando que tal vez esté aquí abajo.
Normalmente, Maureen, mi ama de llaves, mantiene todo impecablemente ordenado, como un sargento del ejército; debe haber dado un largo paseo hasta China o algo, porque hay cosas esparcidas por todos los sofás y sillones de la sala. Libros, cuadernos, algunas toallas extendidas sobre el sofá y montones de camisetas. Miro el torbellino y mi mirada se posa en tres maletas, cada una lo suficientemente grande como para contener a una persona, abiertas en medio de la alfombra de lana anudada a mano. Tiene una maldita habitación para estas cosas. En su propio apartamento.
Sigo mirando cunado Libby aparece en lo alto de las escaleras.
—Supongo que esa gran habitación en el último piso con baño privado es tuya— dice mientras baja. —Por cierto, tiene una bonita bañera de hidromasaje. Así que reclame esa habitación con las ventanas que dan al parque y la ducha de lluvia a ras del suelo. Espero que no te moleste—
—Por reclamar, quieres decir…— Aparto la mirada de las maletas par fruncir el ceño confundido.
Apoya una mano en la cadera, mirándome como si yo fuera el que estuviera confundiendo en este momento. —¿Cómo para dormir hasta tarde? A menos que quieras que me mude a tu habitación, pero pensé que sería raro con la cláusula de no tener sexo, no ser una prostituta y todo eso. Además, incluso algunas parejas casadas de verdad mantienen habitaciones separadas como en I Love Lucy. Podemos decirle a quien necesites engañar con esa farsa que roncas o algo así—
Bien. Ahora estamos casados. Un matrimonio que necesita parecer lo suficientemente real como para engañar a mi abuela, una de las empresarias hechas a sí mismas más legendarias del mundo.
Debería haberlo previsto. Pero de alguna manera, para un tipo que puede ver problemas en un trato comercial a diez millas de distancia, cuando firmé el contrato matrimonial esta mañana, no me había imaginado del todo la parte de la vivienda.
Entrecierro los ojos cuando una cara negra y peluda asoma entre las piernas de Libby con los ojos verdes entrecerrados mirándome con disgusto.
—¿Es un gato? —
—¡Claro que sí! — Toma la bola de pelo y me señala la cara. —Roger, te presento a Emmett. Emmett, Roger—
Roger no sisea ni gruñe, pero estoy bastante seguro por la forma en que entrecierra los ojos en mi dirección dice que no le caigo bien.
Me paso una mano por el pelo. —¿Cómo has entrado? —
Parpadea sorprendida. —Norm habló con Rob, a quién no le importó en absoluto, y luego Maureen me dejo entrar en el apartamento. Norm la llamó para que me diera las llaves; es un encanto. También hablo muy bien de ti, por cierto, lo cual es bueno saber, porque se puede saber mucho de una persona por como tratan a sus empleados—
Traicionado por la propia bondad de mi propia gente. Así es como caen los reyes. Aunque, pensándolo bien, no puedo culparlos. No le conté a Norm el secreto de que “este matrimonio es falso”. Conoce demasiado bien a mi abuela para eso, y no estoy del todo seguro de que lo aprobara, siendo un hombre de gran familia. Y Maureen, lo mismo.
Libby habría tenido que mudarse eventualmente. Simplemente no esperaba que fuera esta noche.
El gato se escabulle de los brazos de Libby y pasa corriendo a mi lado, rozándome los tobillos. Libby lo sigue, pero sin la parte del roce. Lo cual es una lástima, porque huele a galletas y sexo.
—Tengo que admitirlo— dice desde abajo, señalando el enorme espacio. —No me imaginaba que aquí vivías. Supuse que estarías en alguna casa de antes de la guerra en Park Avenue con muebles anticuados. Pero con un poco de trabajo, eso podría ser bastante…moderno—
Mi cabeza se siente un poco ligera. Hay un zumbido en mis oídos mientras me doy cuenta, por primera vez desde que le propuse este plan a Libby, exactamente en que me he metido. Ya no tengo el control aquí.