3.

1142 Words
3. Mi primer instinto es llamar a Mely, pero acabo de dejarla sola en la discoteca, y estoy demasiado lejos… Tomo el celular y la llamo. Tiene que contestar mi llamada, no creo que quiera perder su trabajo. No podrá conseguir un magnífico empleo como el que tiene. ¡Ah, cierto, ya lo recuerdo, la he despedido! Mely, la aburrida contesta. —Mely, Melita hermosa… tienes que venir… —le digo, tratando de no sonar histérica, un poco amable, pero no tanto. —¿Dónde estás? —pregunta con su tono de santurrona. ¡Cómo la detesto! De seguro que lo sabe. —Ese es el problema… ¡No lo sé! Una carretera… según yo regreso al hotel… —miro hacia todos lados —. Veo letreros de publicidad de Pepsi, del otro lado, la cara en gigante de Shakira promocionando su vulgar perfume… Ah, ahora veo unos hermosos pendientes rojos de Harry Winston, los quiero ahora mismo. Ya no veo nada más… —Grandioso, si puedes aparcar y envíame tu posición vía el chat —me lo dice como si fuera algo que yo debería saber… ¿Qué se ha creído? Respiro hondo para calmar mis nervios. No le he mencionado lo del accidente… lo haré cuando la vea, podría hacerse a la loca y podría hacerse a un lado, y yo la necesito aquí. —Ok, no sé por qué no se me ha ocurrido antes —le digo soltando una risilla nerviosa—. Si llegas en menos de diez minutos te triplico tu paga… —En diez es difícil que llegue… —Bueno, entonces lo quintuplicamos… —la incentivo. Mi padre siempre lo dice; que la gente se mueve si le das pequeños incentivos monetarios—. Escúchame Mely, Melita… solo quiero llegar ya a mi cama… me siento mal, Mely… Comienzo a lloriquear. ¿Cómo mi noche fantástica se pudo arruinar de esta forma? La máscara de las pestañas se me chorrea dándome un aire melodramático que me sienta fatal… si mi madre me viera se sentiría avergonzada. Lo sé. Estoy segura, ella siempre dice que las mujeres de nuestra familia jamás deben demostrar sus sentimientos delante de otras personas. Para ella es fácil hacerlo, luego de sus quinientas cirugías faciales... —Bien, estacionaré—le digo a Mely—, pero no sé si pueda, o vaya a chocarme con algún poste… solo ven rápido Mely… —digo antes de colgar. El flash de una cámara de paparazi me encandila en ese preciso momento… —Oh, no, mierda… A pesar de eso, hago el movimiento correcto, creo que lo tengo y consigo detenerme a un lado de la carretera, bueno, no tan a la orilla… más bien estoy al centro de la carretera, que, a la orilla, y los carros que vienen por detrás comienzan a sonarme sus bocinas, ¡malditos hijos de su madre que no se dan cuenta que acá ha pasado una desgracia! Quizás todo es obra de mi mente y de esa maldita pastilla rosada… Desciendo del carro como si estuviera nadando entre las nubes. Sigo sin sentir las piernas, maldición.. Tengo la cabeza va rodando en el aire… Para mi mala suerte tengo ganas de hacer del uno. Por suerte es verano, y el vestido rojo que no deja mucho a la imaginación me resulta cómodo, aunque llama bastante la atención de los hombres que se detienen al verme, seguramente es la primera vez que ven a una mujer de mi clase. Son unos cochambrosos que no pierden la oportunidad de calentarse mirando... Poco a poco siento de nuevo las piernas y la cabeza, ¡dios santo! ¡Al fin la siento en su lugar! Debo ser cuidadosa con lo que me llevo a la boca, lo sé, no es la primera vez que me pasa este tipo de cosas, por eso mi papito me pone una nana encima… Un taxi se detiene cerca y de él desciende Mely. Tiene mi chaqueta en las manos. Me alcanza una botella de agua y me la tomo de una. —Sube al auto —me dice y yo hago lo que me pide, me siento como una nena salvada por su hermana mayor, pero yo no tengo hermanas, y ella me ayuda solo porque es su trabajo. Me acomodo en la parte trasera y me saco los glamurosos zapatos hechos a mi medida. —He atropellado a una persona —se lo dije de una, mientras ella encendía mi carro. No me gusta que lo toque con sus feas manos pero no puedo protestar. Mientras volvemos a la carretera, Mely me mira a la cara con toda la seriedad que puede tener su cara redonda y carente de belleza. —¿Es una broma, Sarah? —pregunta. Me deprimo al ver lo fea que es la pobre imbécil. —No, lo que te dije es verdad… es lo que creo, no lo sé… se veía como una mancha oscura… —¿Estás segura de eso? —Sí, claro que sí, o no, no lo sé… —¿A qué altura? —No lo sé, medio kilómetro… podría ser… ¿no viste a la policía? —No estaba prestando atención a la vía, pero creo que escuché las sirenas de una ambulancia. En cuanto te deje en el hotel me comunicaré con Tomas, él se encargará de lo que haga falta… —No quiero que Tomas se entere… —Está bien. Iré yo en persona… voy a investigar… —Sí, sí, hazlo tú, y sé prudente. —El problema es si hubo testigos… —dijo y sentí mareos. No he tomado en cuenta ese detalle tan importante. —No importa… ofréceles dinero a quién haga falta… La expresión de su fea cara cambia. —No se lo vayas a decir a mi padre… —me adelanto. Sé que se lo está considerando. Ya me lo advirtió mi padre que si volvía a llamar la atención me sacaría todas mis tarjetas doradas… ¡Eso es impensable! ¡Mi vida se acabaría! No voy a permitirlo... —Si interviene la policía, es mejor ponerle al tanto… —dice Mely como si me leyera la mente. —No quiero. Te prohíbo que lo hagas… —No es sencillo, Sarah, si alguien ha anotado la placa… —Pues apresúrate. Será mejor que lo soluciones antes de mañana y en completo hermetismo. Nada de dar apellidos… ya lo sabes… Si papá me saca mis preciadas tarjetas, te quedas sin trabajo… Mira que soy una excelente persona… y quiero cuidar tu futuro…
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